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No hay vida sin cuento
ОглавлениеDicen muchas cosas que no son ciertas, lo que se puede considerar apropiado en un mundo con tantas cargas de mentiras, disimulos, desmemorias y confusiones. Sin embargo, lo que resulta a plena luz una tragedia es callarse. Lo cierto, lo silenciado y por lo tanto oculto se entremezclan en un siniestro juego de escondidos.
No hay peso que se quite de encima con solo un deseo palabresco y pasivo de hacerlo. Eso únicamente puede aumentar el peso, igual pasa con las buenas intenciones inactivas que pavimentan el camino a la tortura terrenal.
Arabella acusa en sus cuentos, no calla debilidades, cobardías, traiciones y deslealtades. No oculta que la humanidad es imperfecta sin dejar de aspirar a que sea diferente, con menos violencia, más tolerancia y comprensión, más justicia, igualdad y amor.
Sus cuentos son un ejemplo de sus observaciones y de fidelidad a sus propios sentimientos. Su dedo acusador se vierte en un dibujo claro con la fuerza realista de los signos evidentes, sin que por ello pierda el contorno poético de su estilo, ni el revestimiento lírico de su agudeza sapiente. Sin perder el brillo coloquial del ambiente, su narración acentúa su toque creativo, tan personal como el matiz de prosa poética que muestra en sus narraciones.
Cada cuento de Arabella cumple con los consejos de Horacio Quiroga, sin que su obra en ningún sentido advierta alguna influencia determinada, salvo la de las costas caribeñas, la nostalgia del mar, de su vida en Limón y de sus caminantes familiares por las calles de la ausencia.
Hay vida en sus cuentos, vida que se apodera del lector que los siente como una aventura personal y los agrega a sus etapas de ensueño. Sus personajes son inolvidables: la abuela y las tías, el amigo Jerónimo, los visitantes, Miss Hoover, los hombres de negocios, las vendedoras pregoneras, dentro del envoltorio del calor, los caracoles, la sal en sus residencias de piel y de deseo. El recuerdo presencia la vida, la vida revive el recuerdo. La nostalgia gobierna los pinceles y las acuarelas dibujan paisajes y momentos permanentes.
Al entrar en este libro, sin aviso alguno, abandonamos nuestro sitio acostumbrado, nuestro sillón habitual de lectura, para acercarnos a la densidad caribeña sin necesidad de tocar puertas y pedir permiso al paso libre. Dejamos atrás las rutinas, siempre tan fastidiosas, para que el aire marino eternamente refrescante nos grite en voz baja y entonada: aquí hay vida y no hay vida sin cuento. Y no hay cuento sin sueños.
Carmen Naranjo
30 abril del 2004