Читать книгу Comedias II. Las nubes - Las avispas - La paz - Las aves - Aristofanés - Страница 7
ОглавлениеINTRODUCCIÓN
Las Nubes que han llegado a nuestros días no son las que se representaron en las Dionisias del 423, sino una refección de las mismas originada por la irritación que produjo en Aristófanes el fracaso de la que estimaba la mejor de sus comedias. Efectivamente, la primera versión quedó en tercer lugar frente a La Botella (Pytinē ) de Cratino, que obtuvo el primer premio, y el Konnos de Amipsias que ocupó el segundo. Esta segunda versión no llegó a representarse 1 quizá porque Aristófanes, temeroso de un segundo fracaso, no la estimó suficientemente elaborada. Esto no fue óbice para que circulase por escrito junto con la primera y terminara por imponerse sobre ella. Si los antiguos gramáticos 2 conocieron ambas versiones, los manuscritos bizantinos sólo nos han transmitido la segunda.
Cuáles fueron los cambios que introdujo Aristófanes en ella, los conocemos en sus líneas generales. El Argumento VI señala la parábasis, el agón entre el Argumento Justo y el Injusto y el final de la pieza con el incendio del pensadero socrático. Los cuarenta y cinco eupolideos de la parábasis (vv. 518-62) en lugar del ritmo anapéstico habitual en esta parte de la comedia son de por sí un indicio elocuente del afán innovador del cómico. Igualmente lo es que sea el incendio de la escuela socrática y no un jubiloso kômos , una boda, o un banquete lo que ponga fin a la pieza. En cuanto a la datación de las segundas Nubes , se puede establecer un terminus post quem gracias al v. 553 de la parábasis en el que se alude al Maricante de Éupolis, representado en las Leneas del 421 a. C. y un terminus ante quem en el ostracismo de Hipérbolo, que tuvo lugar entre el 417 y el 415. El corifeo de nuestra pieza asegura (v. 588) que el demagogo era atacado por todos los cómicos 3 y esta afirmación parece adecuarse mucho mejor a un político con presencia activa en la ciudad que a uno ausente en el exilio.
Las Nubes se representaron en un momento de reacción popular contra los intelectuales y la clase social por ellos influida que en un pasado inmediato había venido gobernando Atenas. Aristófanes comparte malgré lui el resentimiento contra sofistas y filósofos de su aborrecido Cleón, que cinco años antes de representarse la primera versión de nuestra pieza había sentado en la Asamblea, durante el debate sobre la defección de Mitilene, el peligroso principio antielitista de que la gente vulgar gobierna mejor que los inteligentes y entendidos 4 . La razón es que éstos pretenden siempre mostrarse más sabios que las leyes y que los que les han precedido en el uso de la palabra, convirtiendo el debate político en una ‘competición de inteligencia’. Por el contrario, la gente vulgar, desconfiando de sus luces, se considera más ignorante que las leyes e incapaz de rebatir a quien habla con cordura. Dicho esto, se comprende que el problema de la educación de la juventud, que había tratado el comediógrafo en Los Comensales (Daitalês ), contraponiendo el joven comedido (sōphrōn ) al afeminado disoluto (katapygōn ), lo vuelva a tratar ahora considerando el doble aspecto de la nueva educación, la especulación sobre los fenómenos de la naturaleza, especialmente los celestes (la meteōrología ), y la sofística, representadas una y otra por la figura de un maestro singular: Sócrates.
El héroe cómico, Estrepsíades, es un viejo campesino obligado por la guerra a residir en la ciudad, que, como su propio nombre indica, vive atormentado («que se retuerce», «retorcedor de lo justo») por un problema cuya solución no logra encontrar. Lejos de ser un triunfador, como otros congéneres suyos, se trata de un fracasado neto. Fracasa en su matrimonio con una dama de alta alcurnia y en su intento de acomodar sus modos de vida rústicos a los urbanos de la alta sociedad. Fracasa en su deseo de llamar a su hijo Fidón (Pheidōn ‘el ahorrador’, ‘el tacañón’) como su abuelo paterno, según la costumbre del Ática, y fracasa también en el híbrido nombre que le impone a raíz de la componenda con su esposa, empeñada en asignarle al vástago alguno de los aristocráticos terminados en -hippos (‘caballo’). Con el tiempo, efectivamente, la conducta del muchacho vendría a contradecir el étimo del nombre que sus padres le pusieron. Heredado el gusto por la hippotrophía 5 de los Alcmeónidas a cuyo linaje pertenecía su madre, como si quisiera desmentir el significado de su nombre, Fidípides (Pheidippidēs , es decir, hijo de Phéidippos ‘el que ahorra en caballos’), hace endeudarse a su padre hasta la ruina con sus desmedidas aficiones hípicas. Es éste un estupendo presupuesto cómico de la acción. Y no menos estupenda, dentro de la comicidad de lo absurdo, es la ocurrencia de Estrepsíades para librarse de acreedores: pagar cuanto sea a quien le enseñe el argumento que sirva para no pagar. Una nueva contradicción que le empuja a acudir al ‘pensadero’ socrático con ánimo de recibir esa enseñanza. Sobre estos tres personajes, Estrepsíades, Fidípides y Sócrates, reposa la acción de la pieza.
En una primera parte se presenta al rústico en su intento de aprender los conocimientos impartidos en el ‘pensadero’ donde moran Sócrates y sus discípulos. Allí ha de pasar por unas cuantas pruebas para mostrar su aptitud para asimilarlos. Aristófanes las presenta burlescamente como una iniciación religiosa en los misterios del conocimiento en la que Sócrates actúa de hierofanta y Estrepsíades de mystēs (‘iniciando’), que debe renunciar a sus creencias religiosas para aceptar las nuevas divinidades a las que rinde culto su iniciador: las Nubes, que por él invocadas aparecen en la párodo, el Éter, el Caos, la Lengua (v. 424) y el Torbellino etéreo (v. 379). Como en las escenas siguientes se revela la incapacidad del viejo para comprender las materias que pretenden impartírsele, Sócrates renuncia a enseñarle y le pide que traiga en su lugar a su hijo.
Estrepsíades obliga a acudir al ‘pensadero’ a su hijo, reacio en un principio a tener trato con la gente macilenta y desaseada que allí mora. Sócrates esta vez no se encarga personalmente de enseñar al muchacho, sino que delega dicho menester en los dos logoi personificados: el kreittōn (‘argumento fuerte’, ‘argumento justo’) y el hēttōn (‘argumento débil’, ‘argumento injusto’). Tras el agṓn entre ambos y el triunfo del hēttōn , Estrepsíades deja en sus manos la educación de su hijo, que entra con ellos en el ‘pensadero’. Mientras se supone que se le está instruyendo, el coro se enfrenta al público en la segunda parábasis (vv. 113-1130), recuperando en parte su verdadera naturaleza, para indicar al público la conveniencia de que se le otorgue el premio.
En las escenas yámbicas siguientes Fidípides, ya instruido, demuestra a su padre cómo puede con argucias librarse de pagar a sus acreedores. Puesto sobre aviso, Estrepsíades los despacha con cajas destempladas. Pero el coro le augura al viejo en un canto (vv. 1303-1320) un castigo por su poco honrado proceder, lo acontecerá en el segundo agón de la pieza entre padre e hijo (vv. 1345-1451). Convertido en un perfecto sofista que ha aprendido a despreciar las leyes establecidas (v. 1400), Fidípides lleva su falta de escrúpulos al extremo de golpear a su progenitor y tiene la desfachatez de demostrarle su derecho a devolverle los golpes que de él recibió en su niñez, ya que los viejos son dos veces niños (dis paîdes gérontes, v. 1417). Su cinismo llega al extremo de afirmar que no tendría escrúpulo en hacer lo mismo con su madre. Esto ya agota la paciencia de Estrepsíades, que al término del segundo agón culpa al coro de lo que le está ocurriendo. El corifeo le replica que las Nubes se comportan siempre así con quien desea cosas reprobables «para que aprenda a temer a los dioses» (v. 1461). Horrorizado con el daño que causan en la juventud las nuevas enseñanzas, pide ayuda a su hijo para ir contra Querefonte y Sócrates, a lo que el joven se niega por no querer dañar a sus maestros. Finge entonces el viejo pedir consejo al Hermes que está a la puerta de su casa y con el supuesto beneplácito del dios, acompañado de su criado Jantias, va a derribar y poner fuego al pensadero socrático. Sócrates y los suyos lo abandonan corriendo.
Comparadas las acusaciones de la graphé asebeías (denuncia pública de impiedad), presentada en el 399 a. C. contra Sócrates por Ánito, Meleto y Licón 6 , con la imagen de Sócrates ofrecida por Las Nubes, son tantas las coincidencias que se encuentran, que no extraña que el Argumento II diga que Aristófanes compuso dicha pieza instigado por Ánito y Meleto para tantear el ánimo del público ateniense con respecto al filósofo. Los cargos que en dicha denuncia 7 se le imputaban eran tres: no creer en los dioses en que creía la ciudad, 8 introducir nuevas divinidades 9 y corromper a la juventud. Platón los enumera en distinto orden 10 y ciñéndose al testimonio de Las Nubes reproduce dicha denuncia así: «Sócrates delinque al investigar con curiosidad malsana (adikeî kai periergázetai zētón ) las cosas que hay bajo tierra 11 y las celestes 12 y al hacer prevalecer el argumento débil sobre el fuerte y enseñar a los demás a hacer lo mismo» 13 . Jenofonte 14 estima que las dos primeras partes de la acusación, especialmente la de introducir «nuevas divinidades» (kainá daimonia ), se deben a una mala interpretación de las constantes alusiones del filósofo a su particular daimonion, esa llamada interior que le advertía cuando se proponía hacer una cosa indebida; y entiende la tercera (tous neous diaphtheirōn ) en el sentido de corrupción moral. Platón 15 achaca la acusación de ateísmo a que se le atribuyeran a Sócrates teorías que no eran suyas. Se le habría imputado un cargo impreciso que se hacía a todos los filósofos. Y en lo tocante a la corrupción de la juventud, no la interpreta en el sentido de atentar contra las buenas costumbres, sino en el de inculcar a los jóvenes doctrinas filosóficas contrarias a las costumbres tradicionales y las leyes establecidas.
Ahora bien, si las coincidencias del Sócrates aristofánico con el denunciado por Ánito y Meleto son grandes, también lo son sus divergencias con la figura del filósofo en la literatura socrática posterior 16 . En Las Nubes le vemos recluido con sus discípulos en un phrontistērion, un ‘pensadero’ como lo llama el rústico Estrepsíades, cuando Platón y Jenofonte lo muestran ejerciendo su actividad al aire libre en la calle. En la comedia se ocupa de geología (v. 188 ss), geometría (vv. 177s., 200s.), geografía (v. 206s.), astronomía y meteorología (vv. 95, 103s., 171s., 201, 205ss.). Sostiene teorías sobre el nóēma (‘inteligencia’), la phrontís (‘pensamiento’) y el aēr (‘aire’, vv. 227-233) que por otros conductos sabemos que son de Diógenes de Apolonia 17 . Le interesan los problemas del lenguaje (la métrica, v. 638s., la gramática, v. 658ss.) y expone una teoría sobre el género gramatical (vv. 558-667) que Aristóteles 18 atribuye a Protágoras. Por último, Aristófanes lo exhibe como un típico sofista que enseña, previo pago, a hacer triunfar el argumento débil sobre el fuerte (vv. 98, 245ss., 1146ss.). En una palabra, no pueden ser mayores las discrepancias de Aristófanes con Platón y Jenofonte, a cuyo testimonio se puede añadir el de Lisias 19 , que concuerdan en presentar a un Sócrates enemigo de los sofistas, que no cobra por sus enseñanzas y sólo siente interés por los problemas morales.
Para explicarlas, como señala Dover, sólo caben tres hipótesis: a) Aristófanes caricaturiza al Sócrates real, mientras que Platón y Jenofonte lo idealizan y le atribuyen sus propias teorías; b) Aristófanes remeda al Sócrates del 423 a. C., en tanto que Platón y Jenofonte se refieren al de veinte años después; c) Platón y Jenofonte presentan al Sócrates real, en tanto que Aristófanes le atribuye características y doctrinas que corresponden a los sofistas en general. Y con matices es esta última la postura que adopta el erudito inglés. A su modo de ver, aunque Aristófanes conoce a Sócrates, lo que caricaturiza es la imagen del ‘intelectual’ 20 , cuyo arquetipo era Tales, el conocedor de los fenómenos celestes por antonomasia. El que un mismo individuo pudiera enseñar astronomía, física y oratoria era un legado del pasado. De ahí que, para demostrar la falsedad del Sócrates aristofánico, Dover haga hincapié en el hecho de que enseñase oratoria por dinero, pase como sobre ascuas por el posible interés del Sócrates anterior a su déuteros ploûs (‘segunda navegación’) por las aitíai (‘causas’) de las cosas, que el propio filósofo reconoce haber sentido en su pequeña biografía intelectual del Fedón (96 a), no conceda importancia a las semejanzas de lo que llama ‘tutorial method’ que emplea en la pieza con el método dialéctico y se adhiera a lo dicho en la Apología (23 d) de Platón 21 .
A todo ello, hay que oponer algunos reparos importantes. El primero de todos es el de que para que una caricatura surta su efecto, abstracción hecha de los aditamentos y las deformaciones del autor, debe tener un fuerte parecido con el personaje real, tal como ocurre con los remedos aristofánicos de los poetas trágicos Eurípides y Agatón, del demagogo Cleón y del general Lámaco. Ese ‘intelectual’ genérico que postula Dover no tiene cabida en la Comedia Antigua, que no es una comedia de tipos. Una segunda objeción, no de menor monta, es que en toda su argumentación Dover no tiene en cuenta el decreto de Diopites, lo que condiciona sus críticas a los trabajos de Schmid 22 , Herbse 23 y Gelzer 24 , y le impide ver intención aviesa alguna en ese ‘meteorologizar’ que a Sócrates le atribuye Aristófanes en Las Nubes. En efecto, dicho decreto aprobado a propuesta de Diopites el 432 a. C. 25 , incluía en el delito de asebeia (‘impiedad’) actividades intelectuales hasta ese momento lícitas. Por ‘impiedad’, según la definición del Pseudo-Aristóteles, se entendía cualquier falta contra las divinidades, los muertos, los progenitores y la patria 26 , pero el citado decreto precisaba que «debían ser denunciados 27 quienes no creyeran en las cosas divinas (tous ta theîa mē nomízontas ) y los que dieran explicaciones sobre los fenómenos celestes (logous perí tôn metarsíōn didáskontas )». El decreto, que tenía una segunda intención política contra el círculo de Pericles, afectó al filósofo Anaxágoras que sostenía que el sol era una masa incandescente (mydron diápyron ) 28 , por lo cual optó por abandonar Atenas e instalarse en Lámpsaco, donde pasó el resto de sus días. También afectó al poeta lírico Diágoras de Melos, cuyo ateísmo era de dominio público, que también puso tierra de por medio para evitarse problemas. Conocidos estos hechos, se pone de manifiesto que acusar a Sócrates de ‘meteorologizar’ no era una burla inocente de su estar en las nubes, sino una denuncia ante la opinión pública de un delito punible con los más severos castigos. Tampoco era inocente aludir al filósofo como «Sócrates de Melos» (v. 830). Y quizás esta mala intención de Aristófanes fue una de las causas que contribuyeron al fracaso de la primera redacción de Las Nubes.
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