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LA PLURALIDAD DE DIOS EN EL PENSAMIENTO HEBREO
ОглавлениеPorque la religión cristiana nació en el seno del judaísmo, existen apretados lazos de afinidad entre las creencias cristianas y judías a propósito de Dios. Ambas religiones están de acuerdo en que Dios es el creador y el juez y el legislador del universo. Ambas coinciden en que es justo y misericordioso. Ambas concuerdan en que es uno. Con todo, los cristianos han tratado de olvidar, frecuentemente, los lazos de unión entre las dos religiones: algunos de los Padres proclamaron que eran capaces de encontrar testimonios de la doctrina de la Trinidad en las páginas del Antiguo Testamento. Este deseo de establecer un lazo de unión entre las dos religiones no es sorprendente. El cristianismo nació en Palestina. Sus primeros libros sagrados fueron los del Antiguo Testamento. Su fundador era un judío. Y la mayoría de los primeros prosélitos eran judíos de Palestina o de la dispersión. Y porque los Padres se sentían inclinados a buscar coincidencia donde había, de hecho, diferencia, es necesario preguntarse si subordinaban la razón al deseo, cuando encontraban la doctrina de la Trinidad en las Escrituras Hebreas.
Algunos Padres se creían capaces de descubrir verdades que permanecían escondidas para observadores menos agudos. «Los judíos del tiempo de Jesús, pensaban, estaban equivocados respecto de la naturaleza de Dios. Ellos interpretaron mal o pasaron por alto algunos de los más importantes pasajes del Antiguo Testamento. Describieron a Dios en términos estrechos e inflexibles. No entendieron que las palabras “hagamos al hombre a nuestra imagen” no fueron dichas en conversación con los ángeles o como un plural mayestático. La Santísima Trinidad era la que estaba hablando. Ni entendieron ellos tampoco —con la excepción de Filón— que los tres hombres que visitaron a Abraham junto a las encinas de Mambré no solo eran tres, sino también uno; y que el serafín que gritaba “Santo, Santo, Santo” en la visión de Isaías estaba aclamando al Dios trino».
No hace falta volver a los antiguos Padres para encontrar este tipo de interpretación. En nuestra propia generación ciertos hombres de letras afirman haber encontrado la semilla, si no el desarrollado brote, de la doctrina de la Trinidad en el Antiguo Testamento. Dicen que los hebreos combinaban su creencia en un solo Dios con un conocimiento de la pluralidad de la Divinidad. A. R. Johnson y G. A. F. Knight van por delante en estas investigaciones. Johnson escribe: «En todo caso podemos ver cómo era posible para un cristiano judío relacionar a su Mesías tan estrechamente con el Ser divino que permitiera esto echar los fundamentos para la posterior (y griega) formulación metafísica de la doctrina de la Trinidad»6. Knigth va más lejos que Johnson: «Puede ser, y yo diría que se trata de algo más que de una posibilidad, que nuestros modernos estudios de la naturaleza de Dios, tal como está revelada en las Escrituras hebreas, nos hayan descubierto un mucho más claro conocimiento de Dios, como Trinidad del Ser, que el que fue posible para aquellos teólogos que tenían solamente la versión de los Setenta, como fuente de la cual tenían que sacar tanto sus conceptos como su lenguaje, cuando buscaban con avidez establecer una Teología cristiana sistemática»7. Si la tesis de estos estudiosos es correcta, el Trinitarismo, lejos de ser un niño expósito abandonado en el pórtico de la Iglesia por los metafísicos griegos, sería por el contrario un legítimo y honorable hijo de la religión hebrea, cuyo crecimiento fue lento y, en los años del exilio, un tanto retardado; pero que floreció en una vigorosa virilidad durante los cinco primeros siglos de la era cristiana.
Ninguno de estos estudiosos, sin embargo, ha demostrado que la religión del Antiguo Testamento fuese trinitaria o que haya una conexión directa entre la Teología del Nuevo Testamento y los velados signos del Trinitarismo, que proclaman haber encontrado en el Antiguo Testamento. Johnson encara el problema examinando la visión hebrea de la personalidad del hombre. Sostiene que las ideas de «extensión de la personalidad» y de «personalidad colectiva» se encuentran en la concepción hebrea de Dios y del hombre. La primera de estas ideas, clasificada ahora como «extensión de la personalidad», se encuentra en la historia de la destrucción de Acán y de su casa8. En el pensamiento hebreo la personalidad de un hombre no se limitaba a su vida consciente o a los hechos que afectaban su propio cuerpo. La personalidad podía «extenderse» hasta incluir a su familia y servidores. A causa de la solidaridad de la familia, todos sus miembros estaban sujetos al castigo por un agravio del jefe. De aquí que cuando Acán fue condenado a muerte, con él se exterminó su familia, sus siervos y sus ganados. Para purificarse de Acán se creyó necesario purificarse también de todo lo que le pertenecía.
Esta idea de «extensión de la personalidad» está fundada en la creencia de que la personalidad de un hombre se comunicaba a través de su nombre. El hermano de un hombre muerto era requerido para engendrar hijos de su cuñada viuda para conservar el nombre del fallecido (Dt 25, 5). Los siervos de un hombre eran algo tan íntimamente unido a él que se les podía dirigir la palabra como si se tratase de su mismo dueño. En la medida en que fuesen portadores del mensaje de su señor, la personalidad de este moraba en ellos9. Aun las palabras de un hombre se consideraban como parte de su personalidad. Cuando Isaac bendijo a Jacob fue incapaz de revocar su bendición. La palabra que él había hablado era su palabra, y seguía existiendo por derecho propio suyo. Su personalidad se había extendido más allá del dominio de su propio ser consciente (Gn 27, 33 ss.)10.
Johnson dice que en el pensamiento hebreo Dios, como los hombres, tiene una extensión de la personalidad11. Esto no es señal de antropomorfismo, porque los hebreos no pretenden describir a Dios con términos humanos. Más bien quieren describir al hombre con términos divinos. El hombre era una imagen de Dios, que le había creado. Como Dios, podía perdonar y estar enfadado, amar y odiar. Ellos propusieron una concepción teomórfica del hombre, más bien que una concepción antropomórfica de Dios.
No solo se patentizó la semejanza entre Dios y los hombres en las pasiones de amor y de odio, sino también en la extensión de personalidad. A Dios se le podía hablar como a uno o como a muchos. «Debemos estar preparados, escribe Johnson, para admitir en cuanto a la Divinidad tal fluidez de referencia del Uno a los Muchos o de los Muchos al Uno, como hemos advertido ya en el caso del hombre»12. Así, el Espíritu de Dios que «se apoderó» de Sansón y «penetró» a Gedeón13 no era una fuerza impersonal, sino una extensión de la personalidad divina. En la visión del profeta Miqueas, el Espíritu «debe ser considerado como una individualización dentro del Espíritu o ruah corporativo de la extendida personalidad de Yahweh»14. La «Palabra» de Dios debe ser explicada de la misma manera. Ella sale de la boca de Dios y lleva a cabo lo que le agrada (Is 55, 11). Y del mismo modo el «Nombre» de Dios y el «Arca» de Dios son tratados como si ellos fuesen el mismo Dios15.
Johnson sostiene también que los hebreos creían que la personalidad podía ser «colectiva». Palabras que describían personas particulares eran usadas también para describir un grupo social. Por ejemplo: nephesh, que se traduce «vida» o «aliento» o «alma», hace referencia al principio vital en el individuo, sin el cual no puede vivir. Pero esta palabra se aplica del mismo modo a un grupo de personas, lo mismo que al individuo. Según esta cita de Nm: «El nephesh del pueblo estaba desalentado a causa del camino»16.
La palabra leb significa «corazón» y se usa también tanto en sentido individual como colectivo. El sentido individual es el más empleado, pero hay varios ejemplos en los que la palabra «corazón» describe la actitud o los sentimientos de un grupo de personas. «El corazón del pueblo desmayó, según Jos 7, 5, y llegó a ser como agua».
Algunas veces «Israel», nación, es considerada como una entidad única, singular; un modismo que de ninguna forma es exclusivo de la lengua hebrea17. La actitud frente a este modismo puede ser responsable del modo en que las leyes del Deuteronomio van oscilando de la segunda persona del singular a la segunda persona del plural18.
La misma idea de personalidad colectiva ve Johnson en la palabra ‘elohim (Dios), que es plural en la forma, pero singular por su significado en la mayor parte de los casos. La forma plural podría explicarse como una reliquia de politeísmo. Pero el hecho de que los judíos la conservaran también en la era monoteística probablemente indica algo fundamental en su concepción de Dios. Más todavía; hay varios pasajes en el Antiguo Testamento en los cuales Dios habla, refiriéndose a sí mismo, en plural. «Tal forma de hablar, escribe Johnson, pudo llegar a ser al fin una mera cuestión de lenguaje y perder entonces su fuerza original»19. Pero lo que Johnson quiere decir es que en los tiempos primitivos de la historia de Israel es posible que mantuviese su fuerza original.
La argumentación de Johnson tiene sus limitaciones. Habría que aplicarla a la mayor parte del pensamiento preexílico. Las perícopas que proporcionan la mayor parte de las pruebas probablemente hay que volver a buscarlas en una fecha anterior al destierro. Sus argumentos no nos dan información alguna sobre la actitud judía a propósito de la unidad de Dios en el tiempo del nacimiento de Jesús. Él ha mostrado que, por lo menos en tiempos primitivos, la concepción hebrea del Dios único era susceptible de una sutil modificación. Pero para descubrir si esta idea hebrea tuvo algún efecto directo en el pensamiento cristiano primitivo, sería necesario examinar la postura del judaísmo más tardío y del más temprano cristianismo, confrontándola con los pasajes cruciales del Antiguo Testamento.
Primero, sin embargo, vamos a examinar las opiniones de G. A. F. Knight, que en muchas cuestiones está de acuerdo con Johnson, pero aduce algunos argumentos que le son peculiares. Con un argumento que es llamativo, pero no muy convincente, defiende que el «principio activo Padre-Filiación» es parte de la esencia de Dios y debe permanecer siempre20. Dios intentó revelar esta relación (suya) dando a la nación de Israel el estatuto de filiación; e Israel fue llamado «Hijo de Dios». Esta revelación «fracasó por la propia voluntad pecadora y el espíritu rebelde de un pueblo obstinado»21. Hay una grieta en su argumento. Si el «principio Padre-Filiación» es parte de la esencia de Dios, solamente puede ser comprendida a través de la extensión de la personalidad divina. Y no hay pruebas de que Israel fuese considerado de este modo. Aunque Dios cotejara a su pueblo con profetas particulares y ángeles, la nación, como conjunto, no fue considerada como una extensión de la personalidad de Dios. La descripción de Israel como «Hijo de Dios» no nos descubre el «principio Padre-Filiación», sino solamente el «principio Padre» dentro de la Divinidad.
Knight lanza un violento ataque contra la teología de los Setenta, a la que acusa de oscurecer la verdadera doctrina hebrea de Dios con un velo de ideas griegas. Los primitivos Padres cristianos fueron conducidos sin remedio y equivocadamente por los Setenta, y la equivocación ha persistido hasta los tiempos actuales. Sin embargo ahora, después de siglos de oscuridad, parece que los teólogos son capaces, con la benéfica ayuda de los investigadores semitas, de entender la verdadera doctrina de Dios22. No es necesario replicar aquí al ataque general contra los Setenta, pero en la próxima sección serán discutidos algunos hechos que manifiestan la escasa consistencia de los ataques de Knight. Culpa a los Setenta duramente de haber oscurecido la idea de la pluralidad en la Divinidad. Bajo la influencia griega se puso tan de relieve la unidad de Dios que fue imposible admitir la modificación que era característica del pensamiento hebreo primitivo. Esto es verdad solo en parte. Los Setenta manifiestan una clara tendencia a eliminar insinuaciones hacia el politeísmo, pero conservan mucho que no armoniza fácilmente con la más rígida forma de monoteísmo. La forma plural de los verbos en el Génesis y en Isaías se conserva. Y no se eliminan las oscilaciones del singular al plural en Génesis 18 y en el Deuteronomio. Y, cosa bastante extraña, la más cercana aproximación a la doctrina de la Trinidad en el judaísmo está fundada en los escritos de Filón, que fue influenciado por el pensamiento griego, aún más profundamente que lo fueron los traductores de los Setenta.