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INDICIOS DE CIERTA PLURALIDAD EN DIOS EN EL ANTIGUO TESTAMENTO, Y SU INFLUENCIA EN EL CRISTIANISMO DEL NUEVO

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Nuestro problema central es saber si los judíos del primer siglo d. C. se encontraban preparados por la tradición para aceptar la noción de un Dios que encerrara pluralidad dentro de su unidad. Examinemos ahora aquellos pasajes que se han considerado pruebas de esta doctrina, e intentemos llegar a la interpretación que se les dio en un judaísmo tardío y un cristianismo primitivo. Las interpretaciones que se van a exponer son aceptadas difícilmente por los modernos escritores, pero se analizarán aquí porque pueden ayudar a indicar el medio en que se desarrollaba el pensamiento en tiempo del Nuevo Testamento.

El grupo primero de pasajes es: Gn 1, 26; 3, 22; 11, 7 e Is 6, 8. En estos pasajes Dios habla de sí mismo en plural. Esto se ha explicado frecuentemente como un plural mayestático23. Johnson hace notar que aun en el estrictamente monoteísta Korán se trata en plural mayestático a Allah24. Por otra parte, a los judíos les parece que estos pasajes necesitan explicación.

Estos pasajes son:

«Dijo entonces Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”» (Gn 1, 26).

«Dijo Yavé Dios: “He ahí al hombre hecho como uno de nosotros, conocedor del bien y del mal”» (Gn 3, 22).

«Bajemos, pues, y confundamos su lengua de modo que no se entiendan unos a otros» (Gn 11, 7).

«Y oí la voz del Señor, que decía: “¿A quién enviaré y quién irá de nuestra parte?”» (Is 6, 8).

La interpretación estrictamente monoteísta aparece en el Libro de Jubileos, escrito en la segunda mitad del siglo II a. C. Este libro ofrece una narración de la historia del Génesis, en la cual las exposiciones dogmáticamente defectuosas se cambian o se omiten. La historia de la creación está contada de tal manera que se prescinde del plural del verbo de Gn 1, 26. La creación del hombre se describe así: «Y después de esto creó al hombre; hombre y mujer los creó Él» (Jub 2, 14). Omite las palabras de Dios en Gn 1, 26. No hay versículo que incluya la expulsión de Adán y Eva del Paraíso, correspondiente a Gn 3, 22. Y en la historia de la torre de Babel, el autor de Jubileos afirma que cuando Dios dijo: «Bajemos…», se estaba dirigiendo a los ángeles. Los ángeles no son considerados como una extensión de su personalidad, puesto que ellos le llaman «el Señor Dios» (Jub 10, 22).

Los comentarios de Filón a estos pasajes dejan ver las dificultades que le presentan. En su exposición de Gn 1, 26, afirma que, aunque Dios fue el único agente en la creación de las demás cosas, Él fue asistido por poderes subordinados en la creación del hombre. Cuando dijo: «Hagamos al hombre», se estaba dirigiendo a poderes subordinados, inferiores a Él, que no dañaban su unicidad25.

Parecida explicación nos ofrece Filón al tratar del plural del verbo en Gn 11, 7. Dios está rodeado por potencias, aunque Él mismo es «uno». Cuando Él dice «nosotros», se está refiriendo a estas potencias. «Ahora, y en primer lugar, debemos dejar bien asentado, escribe Filón, que a ninguna cosa existente corresponde igual honor que a Dios y que no hay más que un solo soberano, legislador y rey, y que Él solo puede dirigir y disponer de todas las cosas… Dios es uno, pero tiene alrededor de sí innumerables potencias, todas las cuales asisten y protegen al ser creado»26. Fueron estas potencias las que bajaron para confundir las lenguas de los hombres que estaban construyendo la torre de Babel, puesto que no le sentaba bien a Dios infligir por Sí mismo un castigo, que es un mal.

Filón es un típico representante del judaísmo helénico. Judíos de tradición palestina comentaron también estos pasajes. Según Papías, un rabino que vivió al final del primer siglo d. C., Gn 3, 22, significaba que Adán había llegado a ser parecido a un ángel27. En el Talmud de Jerusalén se argumenta que si Gn 1, 27 se refiere a un solo Dios y nada más, entonces también 1, 26 tendrá que referirse a un solo Dios28. El Talmud no aporta pruebas ciertas con relación al judaísmo del primer siglo, y pudo ser influenciado por el deseo de una generación posterior de defender su fe contra el cristianismo. Pero no hay una razón de peso que nos haga suponer que en esta materia no sea fiel con el espíritu del judaísmo del primer siglo.

Los Targums nos muestran también la perplejidad causada por estos pasajes. El más primitivo de los Targums, el de Onkelos, está de acuerdo con el original hebreo en 1, 26 y 11, 7. Pero en el 3, 22 lee de esta manera: «Y el Señor Dios dijo: “He aquí que el hombre ha llegado a ser único en el mundo por sí mismo”».

El Targum Palestino intenta explicar el plural de los verbos suponiendo que Dios se estaba dirigiendo a los ángeles; y en 3, 22 el Targum de Jerusalén ofrece una interpretación parecida.

Las exposiciones judías dejan ver el deseo de interpretar los pasajes de tal manera que se mantenga la doctrina de la unidad de Dios. Pero estos mismos pasajes no se emplean en el Nuevo Testamento con relación a la doctrina de Dios. Se reconoce, es verdad, la importancia teológica de Gn 1, 26. Pablo llama al hombre «la imagen y la gloria de Dios», y Juan habla de los hombres «que son hechos a semejanza de Dios»29. Pero no hay una alusión al plural del verbo «hagamos»… Aunque Pablo y Juan y el autor de la Carta a los Hebreos enseñan que Cristo fue agente en la creación, no citan Gn 1, 26 como prueba. Y era no mucho antes de que los escritores cristianos se apoyaran en ese versículo para probar la actividad de Cristo en la creación. Esta clase de argumento aparece primeramente en la carta de Bernabé, y después en el Diálogo con Trifón30, de Justino. Ireneo decía que Dios estaba hablando a sus dos manos, el Hijo y el Espíritu, cuando decía: «Hagamos al hombre»31. Tiempo después, estos versículos llegaron a ser conocidos textos-prueba para la doctrina de la Trinidad. Pero no existen indicios de que esta clase de interpretación fuera usada por los cristianos en tiempos del Nuevo Testamento.

Isaías 6, 8 no atrajo la atención tanto como los pasajes del Génesis. El Targum, sin embargo, elimina el plural del pronombre y lee: «¿A quién enviaré a profetizar y quién irá a predicar?»32. Para el Nuevo Testamento y para los Padres Apostólicos este versículo no suena a doctrina trinitaria, pero es posible que Orígenes haya sacado de aquí una interpretación trinitaria, como hizo en los versículos 3-6 del mismo capítulo33.

La narración del encuentro de Abraham con los tres hombres en Mambré ha provocado una gran cantidad de teorías. En dicha narración se dan varias fluctuaciones del singular al plural, que ofrecen un razonable soporte para la doctrina de la Trinidad. La narración comienza con una afirmación: «El Señor (Yavé) se apareció a Abraham» (18, 1). Pero cuando Abraham miró vio a tres hombres de pie enfrente de él (18, 2). Y Abraham se dirigió a sus visitantes en singular diciendo «mi Señor» (18, 3); pero en el siguiente versículo les habló en plural. Estas misteriosas fluctuaciones continúan a través del relato. En el capítulo 19 solamente aparecen dos ángeles, y en el versículo 18 Lot se dirige a ellos diciéndoles «Señor».

Aunque el Targum de Onkelos se adhiere fuertemente al sentido del Hebreo, el Targum Palestino trata de explicar la extraña variación entre el singular y el plural. Los tres hombres eran ángeles, y fueron enviados tres en lugar de uno, porque un ángel solamente puede ser enviado para un único cometido al mismo tiempo. Un ángel vino para anunciar el nacimiento del hijo de Sara; el segundo, para librar a Lot del fuego y del azufre; y el tercero, para destruir Sodoma y Gomorra. No se hace ningún comentario sobre el hecho de que Abraham se dirigiera a ellos diciendo «mi Señor»; pero probablemente dieron por supuesto que él estaba hablando solamente a uno de los hombres. De todos modos, en el versículo 10 queda explicado detenidamente que solamente uno de los ángeles habla a Abraham. Y en el versículo 20 claramente se establece que «el Señor» no ha de ser identificado con los tres hombres, por lo que el Targum comienza el versículo así: «Y el Señor dijo a los ángeles, sus ministros».

Filón da una interpretación diferente del suceso. Afirma que la triple visión tiene en realidad un solo objeto34. Dios, como un objeto que proyecta dos sombras al mismo tiempo, puede tener una triple apariencia. Los tres hombres que visitaron a Abraham eran una triple manifestación del único Dios.

«El lugar central está ocupado por el Padre del Universo, llamado en las Sagradas Escrituras “El que Es”, como su nombre propio; mientras que a ambos lados de Él están los más antiguos poderes, los más propios de Él: el creativo y el regio. El título, por razón del primero, es Dios; puesto que hizo y ordenó todo: el título, por razón del segundo, es Señor, puesto que es derecho fundamental del hacedor gobernar y controlar cuanto ha traído a la existencia. Así el Ser central, con cada uno de sus poderes como séquito, se da a conocer a la mente, que ve a veces la apariencia de uno y a veces la de tres»35.

Sostiene Filón que el Ser central se manifiesta a Sí mismo como uno a las mentes sumamente purificadas. Pero se manifiesta como tres a aquellos otros que no están iniciados en los más altos misterios. A la más elevada clase de personas se da a conocer como el eternamente existente, el Padre; a una segunda clase, aunque Él es tres, se le presenta como un Dios bondadoso; y a una tercera, como el Señor que gobierna la creación. Estas últimas clases no adoran a Dios por causa de Él mismo, sino para recibir sus bendiciones o evitar los castigos.

El Ser supremo por sí mismo solo es causa del bien, y deja la tarea de infligir castigos a los poderes. En consecuencia, solamente dos ángeles tomaron parte en la destrucción de Sodoma. El Padre se abstuvo de esta desagradable tarea36.

La exposición de Filón no es del todo coherente. Los poderes se comparan a las sombras del Ser Supremo, y sin embargo, dice que realizan acciones, concretamente el castigo, que el Ser Supremo no hará por Sí mismo. Paradojas de esta naturaleza son difíciles de evitar en la doctrina trinitaria. Según el Trinitarismo cristiano, aunque el vínculo de unión entre las tres personas es más fuerte que cualquiera que pueda existir entre seres humanos; y aunque hay una completa armonía de voluntad y de acción, la vida encarnada era una actividad que se le adjudicaba solamente al Hijo. La creencia de Filón de que solamente los poderes subalternos eran aptos para infligir castigo es un ejemplo característico de la paradoja trinitaria.

Las teorías de Filón sobre la naturaleza de Dios no se deben mirar, sin embargo, como típicamente judías. Era un escritor helenístico, fascinado por Platón. De dos maneras su doctrina no está de acuerdo con la admitida tradición judía. Primeramente insinúa él que Dios y el Señor están subordinados al Ser Supremo. Y además dice que el Ser Supremo no castiga por sí mismo a los hombres pecadores.

Como en el Nuevo Testamento no se comenta Génesis 18 y 19, no parece que las primeras y pocas generaciones de cristianos aceptaran la interpretación dada por Filón. Algunos de los Padres, sin embargo, consideraron importante Génesis 18 y 19. Justino Mártir y Orígenes dieron una interpretación cristológica, diciendo que los tres hombres eran Cristo y dos ángeles37. Cuando Abraham dijo «mi señor» usaba el verbo en singular porque estaba hablando a Cristo. En los escritos de Ambrosio38 y de Agustín39 se da una interpretación trinitaria. La más amplia relación nos la da Agustín, quien dice que a Abraham se le aparecieron las tres personas de la Trinidad, pero solamente el Hijo y el Espíritu Santo a Lot. Agustín aborda un tipo de exégesis, preconizado por Justino y Orígenes. Si un escritor del siglo segundo hubiese sacado una interpretación trinitaria de la narración, habría dado motivo para suponer que era heredada de los tiempos del Nuevo Testamento. Pero no hay pruebas de que los cristianos usaran la narración antes del siglo cuarto para apoyar la doctrina de la Trinidad.

Aunque la mayor parte de los pasajes del Antiguo Testamento que hemos discutido no parece haber influido en el pensamiento de los cristianos en tiempos del Nuevo Testamento, sin embargo, tres importantes ideas hebreas las hicieron suyas los cristianos para expresar sus creencias sobre la singular relación del Hijo con el Padre. Son Espíritu, Sabiduría y Palabra. Estas ideas sentaron un precedente para el Binitarismo más bien que para el Trinitarismo, porque solamente se las encuentra separadas. Siempre se trata de la cuestión de la relación del Espíritu con Dios, o de la Sabiduría con Dios, o de la Palabra con Dios. Son importantes, no porque evidencien la idea de la «dualidad» en la Divinidad, sino porque apoyan la idea de la pluralidad en la Divinidad. Distintos factores contribuyeron al éxito de estos términos en la expansión de la nueva doctrina. Todos ellos estaban enraizados en la tradición hebrea. Todos ellos eran palabras clave en la filosofía griega. Y eran lo suficientemente flexibles como para posibilitar a los cristianos la formulación de una altísima concepción de Cristo sin caer en el politeísmo.

La Trinidad en el Nuevo Testamento

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