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SABIDURÍA

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Un importante sector de la literatura judía contiene la idea de la Divina Sabiduría, a la que se describe como una emanación de la gloria de Dios, como un poder que procede de Él, que existe por sí misma. Puede discutirse si la idea de Sabiduría es real, o usada como una poética metáfora59. Pero algunas formas de hablar que se usan parecen ser más que una metáfora. Según el Libro de los Proverbios, la Sabiduría grita alto en las calles y da voces en las amplias plazas. Es capaz de amar y de odiar. En la creación estaba al lado de Dios como arquitecto60. En el Libro del Eclesiástico se dice de ella que se alaba a sí misma y se gloría en la presencia del poder de Dios61. La Sabiduría de Salomón la describe como «artífice de todas las cosas»62. Estas descripciones de la Sabiduría, sin embargo, revelan más arte poético consciente que las del Espíritu. Aunque la Sabiduría es descrita como criatura, que asiste a Dios en su obra, no da la impresión de ser un irresistible poder que impulsa a los hombres a la acción. Ella da a los hombres conocimiento y consejo, y es más pacífica en su actividad que el Espíritu.

La relación de la Sabiduría con Dios es muy íntima. Esto se manifiesta vivamente en las palabras de la Sabiduría, 7, 25 ss.:

«Porque es un hálito del poder divino,

y una emanación pura de la gloria de Dios omnipotente,

por lo cual nada manchado hay en ella.

Es el resplandor de la luz eterna,

el espejo sin mancha del actuar de Dios,

imagen de su bondad».

Y a pesar de esta unión tan fuerte, la Sabiduría es distinta de Dios, porque hace a los hombres amigos de Dios, y vive con Dios, y es amada por Él63. Según el Libro de los Proverbios fue formada por Dios y actuó con Él y se solazó ante Él64. Así pues, la Sabiduría es más que un efluvio de Dios, y tiene una vida consciente en sí misma. Es una extensión de la divina personalidad, una extensión sugerente de la pluralidad en la Divinidad.

La doctrina de la Divina Sabiduría se popularizó en los últimos cuatro siglos antes de Cristo. Fue un intento de satisfacer una necesidad profunda en el pensamiento judío a propósito de Dios. Después del destierro fueron dando una importancia progresiva a la trascendencia de Dios. Él era de un orden distinto a todas las cosas que habían sido creadas. El hombre no podía mirarlo y seguir viviendo. Todo debe estremecerse de reverencia ante Él. Esta idea de trascendencia llegó a ser tan fuerte que los judíos encontraban difícil explicar la presencia de Dios en el mundo y su interés en sus asuntos. No podían conciliar la divina inmanencia con la divina trascendencia. Aunque no estaban influenciados por la teoría de Aristóteles de que un Dios perfecto no está interesado por un mundo imperfecto, ellos tuvieron que afrontar la dificultad de Aristóteles. Encontraron difícil de explicar la actividad de Dios en el mundo. Aristóteles llegó a la conclusión de que Dios movía el mundo solamente por atracción. La sublimidad de Dios no se desfiguraba por el pensamiento de los hombres o por las cosas de la tierra. Los judíos rechazaron esta solución porque creían en un Dios personal, que actuaba en el mundo. Intentaron resolver su problema suponiendo que un poder intermediario había tomado parte en la creación y seguía ocupado en la conservación del universo. La Sabiduría era precisamente ese poder.

La idea de la Sabiduría la hicieron suya los pensadores cristianos para explicar la relación de Cristo con Dios. Aunque no estaba especialmente relacionada con el Mesías en tiempos del Antiguo Testamento o en el más tardío judaísmo, era muy apropiada para la adaptación por parte de los cristianos, que deseaban explicar la naturaleza de Cristo. No es de admirar que el lenguaje literario de la Sabiduría lo usara Pablo, como también el autor de Hebreos, para ilustrar su pensamiento sobre la persona de Cristo65.

La Trinidad en el Nuevo Testamento

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