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Adiós, papá

A mi mentor de vida, mi maestro de experiencia, mi conciencia, mi inquietud, mi inspiración...

Si algo he aprendido en el trabajo, o eso creía, es a lidiar con el dolor tanto físico como emocional.

El dolor se presenta con diferente intensidad y duración, pero muchas veces es indescriptible. Sin previo aviso, nos toca sufrir una pena que te acompaña de por vida. Se encadena a ti y, quieras o no, es un lastre que debes arrastrar en silencio. No lo puedes soltar porque, aunque parezca injusto, es la forma de mantener presente el recuerdo. La familia tiene un poder de doble cara.

Mi hermano y yo siempre hemos visto a nuestros padres como un espejo en el que mirarnos. Nos habéis enseñado valores muy difíciles de mantener en esta sociedad y esperamos honraros siendo un fiel reflejo de ello. Sin esfuerzo, habéis sacrificado todo para que tengamos un futuro, y cualquier logro personal o laboral que venga será una consecuencia de todo vuestro trabajo y amor.

Percibo, papá, que tu aleteo de mariposa hasta la fecha será el detonante de todo lo que está por venir, cambie el calendario o el escenario. Es muy injusto que te hayas ido cuando empezabas a recoger el fruto de toda tu inversión. Teníamos aún tantos momentos por compartir que me quiebro en dos al pensar que ya no será posible.

No me pondré a enumerar todas tus virtudes, pero si recalcaré una: la fuerza. Nos has enseñado a ser fuertes, a sobreponernos a todo. Has sido un paradigma cada vez que se presentaba un problema en nuestras vidas. Ahora nos encontramos ante el reto más duro; costará tiempo, lágrimas y mucho dolor, pero precisamente por ti, miraremos hacia delante.

Mi madre me dijo una vez: «Somos cuatro pilares, y si uno falla, nuestro equilibrio desaparece», pero ahora toca reescribir tal advertencia e imitar la estabilidad de ese taburete de zapatero con tres patas que dejó nuestro abuelo y que a día de hoy se mantiene firme.

Hace más de dos años en Lanzarote corrimos juntos los últimos cien metros de la carrera más larga de nuestras vidas y, entre lágrimas y abrazos, me dijiste que me querías, que gracias por regalarte uno de los momentos más felices. Has llegado al final de tu última carrera, la más larga… y tengo que decirte que es el día más triste que recordaré, pero por ti me aferraré a esa primera línea de meta.

Hoy el cielo llora, pero sé que nos marcarás el camino con tu luz.


Arturo Guede Seara con su padre, Arturo Guede Santalices, en la línea de llegada del Ironman de Lanzarote en 2014.

Triatlón con salud

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