Читать книгу Víctimas y verdugos en Shoah de C. Lanzmann - Arturo Lozano Aguilar - Страница 13

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PRIMERA PARTE VÍCTIMAS

«Hoy en día la referencia europea por excelencia ya no es el bautismo. Es el exterminio… la recuperación de la memoria del exterminio de los judíos europeos se ha convertido en la auténtica definición y garantía de la restaurada humanidad del continente». Con estas rotundas palabras, Tony Judt (2005: 803-804) expresa una de las constantes de nuestra cultura moderna, no únicamente limitada al continente europeo: el Holocausto se ha convertido en el relato moral por excelencia de finales del siglo XX y principios del XXI. La principal razón no es otra que la enormidad de la barbarie nazi. Cuantitativa1 y cualitativamente el judeicidio es la envenenada herencia del Occidente moderno. En palabras de Kertész (2002: 56),

… Auschwitz ha llegado a ser lo que es en la conciencia europea: un símbolo universal que lleva el sello de lo perdurable, que encierra en su mero nombre todo el mundo de los campos de concentración nazis y la conmoción del espíritu universal ante ellos, y cuyo escenario elevado a un plano mítico debe conservarse para que puedan visitarlo los peregrinos como visitan, por ejemplo, el Gólgota.

Desde las primeras consideraciones de los filósofos, especialmente de los pensadores judeo-alemanes exiliados de la Escuela de Fráncfort (Traverso, 2001: 43-45), en la década de los cuarenta del pasado siglo hasta la actual omnipresencia en planes pedagógicos, museos, lugares de peregrinación, recuperación de la memoria, discurso político… el Holocausto se ha convertido en una de las experiencias centrales del mundo moderno.

La permeabilidad que existe en la época actual entre la alta cultura y la cultura popular, además de las particularidades del exterminio nazi y la globalización de los discursos, ha propiciado que la persecución y asesinato de los judíos europeos se haya constituido en la industria cultural dominante del último tercio del siglo XX y los inicios de XXI (Cole, 1998; Finkelstein, 2002). No hay ningún tema, ambientación o justificación tan generalizado en las distintas expresiones culturales de nuestro tiempo, desde la elevada reflexión filosófica hasta el masivo turismo de lugares del horror, que pueda competir con la omnipresencia del Holocausto. Punto nuclear de la crítica radical de los principios modernos que han regido en Occidente y aderezo banal de cualquier producto mediático carente de pretensiones distintas al éxito masivo, las paradójicas formulaciones del Holocausto han permeado nuestra cultura durante las últimas décadas.

Por las certezas morales que destila, por sus posibilidades melodramáticas de empatía con las víctimas y rechazo de los verdugos, el exterminio de los judíos europeos ha nucleado una nueva cultura en la que ha emergido una figura de referencia: la víctima. También, cómo obviarlo, porque las manifestaciones de la barbarie posteriores al exterminio del pueblo judío han puesto de relevancia el modelo nazi: amenaza de aniquilaciones masivas de población por medios técnicos, limpiezas étnicas, preponderancia de las víctimas civiles en las nuevas guerras irregulares o asimétricas (guerrillas, terrorismo), etc. Como escribe Vicente Sánchez-Biosca (2011: 6), «la nuestra no es época de héroes, sino de víctimas» y aunque es probable que el tiempo de los héroes sucumbiera con alguna anterioridad al proyecto genocida nazi, no cabe duda de que las primeras formulaciones de la nueva época son perfectamente rastreables en la invisibilidad, primero, posterior indecisión y polémicas generadas, hasta la actual entronización de la víctima judía. Shoah no será ajena a este proceso, sino que se enmarcará en él y hará su propia aportación.

1 Aunque la historia del siglo XX debe asombrarse de cómo la política asesina estalinista ha desempeñado un papel tan insignificante en el discurso de la memoria moral del continente. Para una comparación de las dos ideologías totalitarias y asesinas, véase Furet y Nolte (1999).

Víctimas y verdugos en Shoah de C. Lanzmann

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