Читать книгу Praga en el corazón - Atenea Acevedo - Страница 14

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Confabulé un final de película: un avión se pierde en la distancia y el público sabe que la protagonista, hecha un ovillo a bordo, ha cambiado para siempre. Escapar, evadirme, huir.

Hacia la noche tomé una tarjeta personal y debajo de mi nombre, impreso en cursivas negras, escribí MÉXICO con tinta azul. La pegué debajo del trocito de madera que, con el número 211, marcaba la puerta de mi nuevo hogar: un estudio de veinte metros cuadrados, igual a todos los del edificio B de la residencia estudiantil, el edificio de los privilegiados, los extranjeros.

Era un espacio perfectamente organizado. Al entrar, una cocineta con parrilla eléctrica y un refrigerador pequeñito, baño con inodoro, ducha y lavabo, piso de loseta. El lavabo servía tanto para fregar platos como para el aseo personal, duplicidad funcional a la que nunca terminaría de acostumbrarme. Otra puerta, con una especie de ventana de discreto vidrio esmerilado, daba paso a un segundo ambiente más amplio y alfombrado: dos camas individuales, una en cada extremo de la habitación, fijadas a los muros. En el medio, dos escritorios con vistas al exterior y, junto a la pared restante, un armario alto y angosto. Todo el mobiliario era color chocolate y de un material feísimo. Encima de cada cama había una repisa del mismo color. Lejos de levantar el ánimo, las cortinas amarillentas y sucias, mal cortadas y peor colgadas, añadían un toque de desconcierto.

La dicha llegó cuando comprobé que el cuarto sería para mí sola durante todo el posgrado. A partir de ese instante la habitación, con sus sillas baratas y sus lúgubres luces blancas, se convirtió en un refugio donde recuperarme y contemplar absorta la rapidez con la que la carne viva se convertía en costra y finalmente en cicatriz. Jamás desarrollaría una coraza ni una piel de elefante, pero ahí podía pasar largas horas desnuda, palpando mi nuevo cuerpo de herida de guerra.

Praga en el corazón

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