Читать книгу Praga en el corazón - Atenea Acevedo - Страница 15

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La distancia lo magnifica todo, genera espacios desbordantes de tan íntimos y enormes de tan minúsculos, transfigura el sentido del tiempo y anima a las personas a hacer lo que nunca soñarían en ese lugar al que con candidez llaman «casa». La distancia, irónica y cruel, me lanzó contra eso que creí dejar atrás, eso que, según yo, no había encontrado cabida en las maletas.

Al octavo día, cuando empecé a andar más ligera, a levantar la mirada, a sentirme fresca y limpia, ocurrió. Tocaron a la puerta. No estaba segura de abrir así, recién bañada, enfundada en un enterizo de franela que cubría unas formas ya muy lejanas de la infancia. Entreabrí la puerta y la cautela desapareció ante la sonrisa de un hombre no muy alto, de cabello lacio y despeinado, y vivarachos ojos verdes que, en vano, trataban de ocultarse tras unos lentes de montura dorada.

«Hola, soy Manuel. He visto la tarjeta de tu puerta y pensé en tocar y presentarme. Eres mexicana, ¿no? Yo soy de Asturias. ¿Sabes que tienes a unos españoles viviendo aquí mismo, al lado de tu casa?».

Yo suponía que mis vecinos entendían español, porque durante la primera semana en Praga, insomne por el cambio de horario y cansada de recorrer la ciudad una hora y otra más para depositar en sus callejuelas medievales algunos atisbos de esperanza, escuchaba al otro lado de un muro finísimo el coro de una melodía poderosamente sensual: Quiero ser el único que te muerda la boca / quiero saber que la vida contigo no va a terminar / porque sí, porque sí, porque sí / porque de esta vida no quiero pasar un día entero sin ti / porque mientras espero por ti me muero y no quiero seguir así…

Praga en el corazón

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