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LAS VICISITUDES DE LA PÍCARA CORAJE: EL VIAJE DE UNA MUJER EN LA GUERRA DE LOS TREINTA AÑOS
ОглавлениеIngrid García Wistädt
Universitat de València
El personaje de la vagabunda y archipícara Coraje es creación de uno de los autores del Barroco alemán más representativos: Hans Jacob Christoffel von Grimmelshausen (1621/1622-1676). Coraje es la protagonista de la novela Trutz Simplex: Oder Ausführliche und wunderseltsame Lebensbeschreibung der Erzbetrügerin und Landstörtzerin Courasche, publicada de forma anónima en 1670. El largo título original de la novela, fiel a la tradición barroca, ha sido traducido al español como La pícara Coraje,1 con una notable restricción de significado, porque si bien la novela comparte rasgos e incluso bebe de la tradición picaresca española, su alcance y sus intenciones van más allá. Esta obra se enmarca en un ciclo de novelas denominado Simplicianische Schriften, entre las cuales es la única con una protagonista femenina.2 Desde que su autor fue redescubierto por los románticos a principios del siglo XIX, su Simplicissimus Teutsch (1668), la primera del ciclo, se ha considerado la novela por antonomasia de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648). Ésta no sólo se plasma de forma más detallada y minuciosa que en cualquier otra obra literaria de la época, sino que lo hace de una manera que aún impresiona al lector de siglos posteriores. El personaje de Coraje aparece por primera vez en el capítulo IX del libro V de esta obra, en el que se narra su encuentro con su protagonista, Simplicissimus, y las burlas que se infieren mutuamente. En respuesta, o más bien como venganza, a esta anécdota que cuenta Simplicissimus en su autobiografía, Coraje decide contar su vida. En novelas posteriores del ciclo vuelve a aparecer, pero de forma secundaria.
En este ciclo de novelas alrededor de la figura de Simplicissimus (la presencia o alusión a este personaje es lo que justifica englobarlas, como era la intención del autor, en un ciclo), Grimmelshausen pretende hablar en primer lugar de la Gran Guerra Alemana y de su monstruosidad, como él mismo afirma.3 Y al igual que indica en el título de su pícara Coraje, pretende hacerlo de forma amena, cómica y útil. Narrar de manera cómica los horrores de la guerra es una paradoja que sólo se puede resolver desde la literatura y marca la frontera entre la literatura y la crónica. Grimmelshausen se ve a sí mismo como un literato, no como un cronista, y es su modo irónico y satírico de describir el horror de la guerra lo que convierte sus novelas en monumentos de la literatura alemana.4 Grimmelshausen, además de haber vivido la guerra en primera persona, se documentó a fondo mediante el material entonces disponible –Relationis historicae Continuatio; el compendio Theatrum Europeum, de Matthäus Merian (1633-1738), y el Ernewerte Teuscher Florus (hasta 1647) de Eberhard von Wassenberg, entre otros–, y la novela ofrece una cronología bastante completa de los acontecimientos más importantes de la guerra. Es más, éste es uno de los casos en los que la literatura también ejerce como fuente de la historia. No existe un tratado de la historia alemana del siglo XVII que en algún momento no haga referencia especialmente al Simplicissimus, pero también a la Coraje, y los contemple como una descripción realista de los horrores de esta guerra. Podemos pues decir que esta obra es documento y monumento a un tiempo, lo que la hace esencial para la historia de la cultura alemana.
La pícara Coraje narra en primera persona, y a lo largo de 28 capítulos, las aventuras de su protagonista en la Guerra de los Treinta Años. La joven Libuschka, de 13 años, debe disfrazarse de chico para evitar ser violada cuando su ciudad natal, Bragoditz (Bohemia), es conquistada (1620). Los soldados se la llevan y ella se convierte, ahora bajo el nombre de Janco, en mozo de un capitán de caballería. Aprende a comportarse como cualquier otro soldado, a maldecir y a beber, participa en saqueos y gamberradas; sin embargo, su cuerpo se desarrolla, al tiempo que se enamora de su capitán, quien, descubierto su verdadero sexo, le pone el apodo de Coraje. La joven se convierte en su amante, asegurándose así su protección, y éste, en su lecho de muerte y creyéndola embarazada, la hará su esposa. Tras su muerte, Coraje abandona el ejército y se dirige a la imperial Viena. Durante un tiempo lleva una vida honorable como viuda de un capitán, pero poco a poco aprende las artes de la seducción y se convierte en una prostituta de lujo. Cuando intuye que se le va a acabar el negocio, pone tierra de por medio y decide volver a Bragoditz, haciendo parada en Praga.
En el camino de Praga a Bragoditz es asaltada y violada por unos soldados. Algo más tarde es liberada por un capitán de infantería que se convertirá en su segundo marido. En esta etapa lucha como cualquier soldado, hace prisioneros y consigue más botín que algunos reputados caballeros. Lleva una vida honorable, le es fiel a su marido y sus ingresos aumentan considerablemente. Y esta situación ideal se podría haber perpetuado de no haber caído su marido en Wiesloch (abril de 1622), lo que la vuelve a convertir, por un corto período de tiempo, en viuda. Sigue luchando y marchando con el ejército y se casa por tercera vez, en esta ocasión con un joven teniente, quien al no poder imponer sus deseos de dominación a su esposa huye avergonzado y abandona el campamento. Coraje sobrevive entre la prostitución y el saqueo hasta que su marido es tomado prisionero y ahorcado por desertor (octubre de 1622). Según el título del capítulo siguiente, a partir de ahora su buena estrella deja de brillar. Coraje, culpada de la muerte de su marido y despreciada por todos, decide abandonar no sólo aquel regimiento, sino el ejército y hasta la guerra. Vuelve a Bragoditz junto a su aya y juntas se dirigen a Praga para llevar una vida cómoda y sin sobresaltos. Allí conoce a otro capitán que se convierte en su cuarto marido y que será pronto llamado a filas. Con él lleva una vida ejemplar, dentro y fuera del campo de batalla, pero éste muere poco después a manos de las tropas danesas en el castillo de Hoya. En su huida de este escenario es capturada por un coronel y violada una y otra vez, por él, por otros oficiales y, finalmente, por los sirvientes y mozos de cuadra.
Liberada por un capitán, éste la aloja en su castillo y la convierte en su amante. Sin embargo, los padres del capitán no apoyan esta relación y mediante engaños la hacen dirigirse a Hamburgo, donde es abandonada. Coraje vuelve a ejercer la prostitución, pero como sabe que sólo le irá bien mientras los soldados permanezcan en la región, se casa una vez más. La guerra aún no ha llegado hasta allí y no le faltan dinero ni víveres. Sin embargo, su marido es ajusticiado por desobediencia a un superior que sólo pretendía aprovecharse de Coraje, que enviuda así por cuarta vez y es expulsada del regimiento.
Entonces conoce a un mosquetero y se dirigen juntos a su regimiento, que está dispuesto para partir a Italia. En una parada del viaje Coraje observa el oficio de un mercader y se da cuenta de que éste obtiene beneficios con regularidad, mientras que muchos oficiales tienen que compartir mesa con doña Hambre. Decide convertirse en mercader y viaja acompañando al regimiento a Italia. De forma paralela, sigue dedicándose al saqueo y a la prostitución, no tanto por dinero como por venganza. Recorren Italia, y tras el asedio de Mantua se establecen en una pequeña aldea hasta que la ciudad cae (julio de 1630). Con la firma de la paz parece que la guerra ha llegado a su fin, los franceses abandonan Saboya y los ejércitos imperiales vuelven a Alemania. Coraje se separa del mosquetero y una vez más es expulsada del ejército.
De vuelta de Italia se dirige con su aya a Passau, donde decide esperar el fin de la guerra. Sin embargo, su aya muere y Coraje se queda nuevamente sola. No sólo Bohemia, sino casi todas las provincias alemanas han sido invadidas ya por la guerra. Y como los suecos se encuentran cerca de Passau, Coraje se dirige una vez más a Praga, donde tiene el grueso de su capital. Sin embargo, pronto se da cuenta de que ni en las más importantes ciudades la pueden proteger y se une de nuevo al ejército. Vuelve a casarse con un capitán, quien muere al poco tiempo en la batalla de Nördlingen (1634).
Sigue marchando con el regimiento y se le presenta la ocasión de ir a la patria de uno de sus maridos, que le había dejado en herencia una casa en Baviera. Tanto le gusta a Coraje el lugar, que decide establecerse como campesina: hace traer todo su dinero y compra tierras y animales, toma criados a su servicio y actúa como si la guerra hubiera terminado definitivamente. Sin embargo, las tropas llegan a pasar el invierno y tiene que dar cobijo a todo el regimiento y su casa se convierte por unos años en cantina y mancebía:
Esta vida fue la mía durante algunos años, mientras no me fue mal. En ese tiempo, cada verano, cuando Marte salía de nuevo a campaña abierta, hacía cuentas de a cómo me había venido a salir la guerra el invierno anterior y, por lo general, me encontraba con que los beneficios superaban a los gastos que tenía por ella (184).
Entretanto, contrae la sífilis y se retira a curarse cerca del lago de Constanza, donde tiene lugar su aventura con Simplicissimus.
De vuelta a casa, inicia una relación adúltera que es pronto descubierta, y los honrados ciudadanos encuentran la excusa para echarla de la ciudad y despojarla de todos sus bienes. Coraje, de nuevo vagabunda, se vuelve a casar, esta vez con un mosquetero, y se dedica al tráfico de tabaco y aguardiente; sin embargo, a su marido no tardan en matarlo, por lo que queda viuda por sexta vez. Muerto su marido y sin nadie quien la acoja, busca refugio entre los gitanos que acompañan al ejército sueco y se convierte en esposa de uno de sus jefes. Con los gitanos vuelve a Bohemia (1645):
No sólo permanecí con mi mula en el seno de este ejército hasta que se firmó la paz, sino que no me separé de los gitanos ni siquiera cuando ésta por fin se consiguió, porque no me veía haciendo otra cosa que no fuera robar. (...) Con esta gente he vagabundeado tanto tiempo desde entonces recorriendo todos los rincones de Europa y he tramado, preparado y llevado a cabo tantas bribonadas de ésas, que haría falta un saco de papeles para contarlas (204 y ss.).
Las aventuras de Coraje tendrán su inicio y su final en Praga, la capital de Bohemia,5 y su estructura es cíclica. Praga y Viena, además de corte, eran lugar de tránsito y allí tenían lugar grandes transacciones económicas, lo que las convertiá en lugar ideal para las actividades delictivas. La propia Coraje, en su calidad de mujer de negocios, envía regularmente sus ganancias a Praga, donde están seguras y le reportan beneficios; y Viena, sede de diplomáticos, nobles y militares de alto rango, es el escenario de todo el capítulo cinco, en el que se inicia en la prostitución. Praga y Viena, sobre todo la primera, son para Coraje punto de partida y retorno después de sus campañas y aventuras en los campamentos. Recorre Checoslovaquia, Alemania, los Países Bajos, Italia..., y la podemos encontrar en todos los momentos álgidos de la Guerra de los Treinta Años. Una vez firmada la paz, su viaje será el de la nómada gitana. Cambiará Praga por Offenburgo como punto de partida y llegada de sus andanzas: desde allí, como nos cuenta en el último capítulo, vagabundeará por todos los rincones de Europa.
La vida de Coraje se caracteriza por constantes cambios, y no sólo de lugar: cambia de sexo, cambia de nombre, cambia constantemente de estado civil, de oficio y de imagen. Se dedica a la prostitución, al saqueo, a la rapiña y a la espada; regenta la cantina del campamento, vende quincalla, tabaco y aguardiente; entre batalla y batalla, cuando se cansa de la guerra y de la soldadesca, se dedica a la administración de su capital en Praga o al cultivo de la tierra y, finalmente, lleva la vida nómada y de dudosa legalidad de una reina gitana.
La pícara Coraje es uno de los textos más enigmáticos de la literatura alemana de la Edad Moderna temprana. Todas las interpretaciones han generado gran controversia y en los últimos años ésta se ha acentuado (Meid, 1984: 9). Por un lado, se ha interpretado como un ejemplo de la misoginia tradicional en el que su protagonista es retratada como un ejemplo negativo (Jacobson, 1968) y, por otro, como un intento del autor de mostrar los esfuerzos de una mujer por emanciparse bajo las condiciones adversas de la guerra y de la misoginia imperante (Breuer, 2002: 11).
Coraje es alegoría y símbolo a un tiempo. Es la mujer anárquica que a pesar de las violaciones y la tortura no se deja someter. Ninguno de sus maridos se convierte en su señor, en su dueño. Es una mujer emancipada que sabe que cabalga mejor que un hombre, que averigua que puede maldecir, beber y luchar igual que cualquiera de ellos; y es una mujer violenta. Para algunos autores el personaje de Coraje ha sido interpretado en sentido alegórico como representante de Frau Welt, una personificación medieval de la existencia terrenal, de los placeres mundanos, a quien se representa como una mujer bella y seductora, pero con la espalda llena de pus y de alimañas. Es una señora que reunía belleza y corrupción, vida y muerte.6
Aunque La pícara Coraje se puede enmarcar dentro de la tradición de la novela picaresca, en su variante alemana, no encaja plenamente en los esquemas clásicos del género, porque si bien comienza su historia sirviendo de mozo de un capitán, en general su trayectoria será la de una gran señora, bien sea por méritos propios, bien por sus matrimonios. En cuanto al esquema, se corresponde con el de la novela picaresca pero sin el arrepentimiento o la conversión final, algo que la protagonista se encarga de enfatizar en el primer capítulo, una breve pero necesaria presentación en la que relata la intención de su autobiografía, que no es otra que vengarse de Simplicissimus por haberla ridiculizado. Es más, Coraje hace especial hincapié en subrayar que no se avergüenza de sus actos y que sus intenciones no son ni redimirse ni alcanzar la misericordia del Cielo:
Si odiase yo mi bolsa de oro, que he ido arañando con peligro de mi cuerpo y de mi vida, o más bien, como se me dice, con el de la pérdida de la Gracia, si la odiase tanto como envidio la del vecino y si amase a éste como a mi dinero, quizá entonces pudiese alcanzar el don divino de la contrición. He conocido todas las edades de una mujer y de mi propio ejemplo compruebo que difícilmente se enseña al perro viejo. Me ha aumentado la cólera con los años y no me puedo quitar la bilis de dentro y hacer como el carnicero con la panza del cebón, dándole la vuelta para limpiarla. ¿Cómo habría podido yo soportar tal amargor?, ¿quién me podría extraer la flema acumulada y curarme de la desidia?, ¿quién me convencerá de odiar los ducados, cuando sé por mi larga experiencia que libran de las necesidades y que sólo ellos pueden ser consuelo para mi vejez? Antaño, señores clérigos, entonces, cuando vivía en la flor de la juventud y en estado de inocencia, era el momento de enseñarme el camino, que según vuestro consejo debería seguir ahora. Entonces, cuando me aprestaba a recorrer el tiempo en que los placeres tientan, me hubiera sido más fácil oponer resistencia al impulso de la sangre, más que ahora al asalto de los otros tres agudos humores. Mejor es que vayáis a aquellos jóvenes cuyos corazones no hayan sido mancillados aún por el ejemplo de otros, como lo fue el de la Coraje. Enseñadles, recordadles, pedidles o, más bien, instadles a que no se dejen llevar por su falta de juicio, como la pobre Coraje fue a hacer (75).
El leitmotiv de esta novela no lo constituyen ni el desengaño ni la desilusión; Coraje es una superviviente y saca provecho de forma legítima de las circunstancias adversas. En esta novela, aunque episódica, no existe evolución y la estructura está condicionada por la casualidad y el desorden de la guerra. Coraje no contempla su propia vida como ejemplo para reestablecer un orden o la bondad de Dios; el epílogo del autor es la única concesión en este sentido, una leve advertencia a los hombres, recatados donceles, honestos viudos y hombres casados también, para que no se dejen seducir por esta terrible Medusa, nefasta Sirena o insondable Belidibus: «no os dejéis trastornar ahora por esta mala loba», advierte, «pues es más cierto que del amor putañesco no se puede esperar más que impureza de todo tipo, la vergüenza y la burla, pobreza y miserias, y más aún, que le corroa a uno la conciencia» (206). Sin duda es un epílogo con un enorme contenido irónico, pues de todas las monstruosidades que refleja la obra sólo considera necesario advertir de los peligros que entraña el trato con prostitutas.
No sólo la estructura episódica de la novela se corresponde con la tradición de la picaresca, también el hecho de que la protagonista tenga que abrirse paso por la vida desde sus primeros años y mediante sus propios medios en un mundo hostil, en este caso, doblemente hostil, y a la circunstancia de la guerra hay que sumar su condición de mujer en un mundo de hombres. A ella le hubiera gustado llevar otra vida, estar en la piel de otra, «pero la costumbre, y los que cada día solían rondar[le] alrededor, [le] impedían hacer progresos, pues, es bien cierto que la mayoría de la gente en tiempo de guerra, en vez de mejorar se malean» (112). El afecto, el amor o la bondad están ausentes en esta novela, no caben en un mundo despiadado y brutal, un mundo degradado por la guerra, un mundo al revés. A la protagonista sólo le queda su coraje, término de la jerga cuartelera (Parker, 1975: 153 y ss.), un nombre que ella rechaza por obsceno y despectivo, pues adquirió este mote cuando en una pelea, aún en su etapa de mozo del capitán, su adversario descubre que su coraje, su sexo, no es lo que parece ser. Sin embargo, Coraje ocultará el origen de este sobrenombre y hará creer a los demás que se debe a su valor: «Acerca del nombre de Coraje, le [a su marido] convencí de que se me atribuía por mi audacia, como en efecto también creían todos los demás» (120). Por ello, el apelativo a lo largo del texto connota tanto su agresividad sexual como su bravura en la batalla.
El trasfondo de la guerra es también una novedad con respecto a las novelas picarescas anteriores, femeninas o no, en concreto, la Guerra de los Treinta Años. La literatura del Barroco conoció de forma sucesiva tres grandes plagas: la pobreza, la persecución de la brujería y la Guerra de los Treinta Años. Los autores barrocos más reconocidos adoptaron una postura crítica al respecto porque estaban convencidos de que no eran posibles ni el progreso ni la reconstrucción de la nación alemana si no se acababa con estas lacras (Battafarano, 1994: 10). Para estos autores, la degradación antropológica del ser humano en la guerra corre paralela a un retroceso histórico y cultural, y la ética cristiana del amor al prójimo pierde valor frente al avance tecnológico de las armas. El ser humano se convierte en un monstruo y la guerra, desde un punto de vista existencial, en el suicidio del género humano. Grimmelshausen se queja de que desde la poesía y la filosofía se ha alabado la guerra, como aventura y como progreso, de forma que el lector común encuentra en ella un modelo atractivo de vida y una teoría seductora. Alcanzar el amor y el honor mediante el heroísmo, y el dinero y el poder mediante la violencia, hace olvidar la monstruosidad de la guerra. Desde esta perspectiva, según Battafarano, la obra de Grimmelshausen es un ajuste de cuentas con la literatura que alaba la guerra, y el autor traza en sus novelas diferentes personajes bélicos que denomina «Martialische Gemüther», naturalezas marciales, que sucumben en la guerra porque son víctimas de una ideología que tiene su origen en escritos teóricos o en la literatura (Battafarano, 1988: 49 y ss.).
Y para mostrar el horror de la guerra Grimmelhausen utiliza el viaje de sus protagonistas a través de la misma, en el tiempo y en el espacio. Sus personajes son individuos sobre los que la guerra ejerce una gran fascinación, aunque sobre ninguno como sobre Coraje, que generalmente es vista desde una perspectiva misógina como objeto de la sátira de Grimmelshausen, no como sujeto. La monstruosidad de Coraje es la monstruosidad de la guerra. La heroína, si es que la podemos llamar así, lleva al lector a un mundo que ni interpreta ni discute, recordemos que en la realidad que ofrece la literatura del siglo XVII no es el héroe el que da un sentido al mundo, sino que lo acepta como un status quo: su función es sacar a pasear al lector por los diferentes ámbitos de la vida.
La crueldad, la impiedad, la codicia, el saqueo y la destrucción eran las características de la soldadesca, y junto a los campesinos, quienes más tenían que sufrir en la guerra eran las mujeres. Con frecuencia, las afrentas y violaciones a las mujeres en la literatura barroca representan el aniquilamiento de cualquier norma moral, el desprecio a la dignidad humana: niñas violadas hasta la muerte, embarazadas a las que arrancan los pechos o rajan el vientre, incluso las mujeres muertas eran ultrajadas. No olvidemos que en última instancia Coraje empieza sus andaduras al tener que disfrazarse de chico para evitar ser violada. También por esta razón es importante la perspectiva femenina de Coraje, las alusiones a la guerra, las descripciones y los comentarios en boca de una muchacha disfrazada de soldado, o de una capitana o una mosquetera, tienen un valor históricodocumental poco frecuente en la literatura barroca (Battafarano, 1988: 36).
Coraje se siente copartícipe de la guerra aunque el entusiasmo disminuye a medida que aumentan los reveses y las atrocidades, que encuentran su punto álgido en la batalla de Nördlingen, una de las más crueles de esta guerra, donde tuvo lugar «tal sangrienta carnicería, [que su] desenlace no se podrá olvidar mientras el mundo exista» (182). Después de esta batalla, cuando parecía que la paz se había firmado definitivamente, Coraje decide vivir tranquila el resto de sus días y disfrutar en paz del dinero y los bienes almacenados. Sin embargo, la reconquista de Praga por las tropas de Fernando II le hacen ver cómo ni las más grandes e imponentes ciudades, con todas sus fortalezas y torres, sus murallas y sus fosos, podían protegerla ni a ella ni sus bienes de la vorágine guerrera de aquellos que, sin embargo, dormían al raso, en barracones o en tiendas, vagando de un lugar a otro. Por ello decide unirse de nuevo a un ejército (181).
Coraje conoce la guerra con apenas trece años y está fascinada por su apariencia festiva: los tambores, las trompetas, los silbidos, el ir y venir de los soldados, sin apercibirse de su lado negativo. Y tal es su atracción, que no tarda en querer ser realmente un hombre para poder participar plenamente en ella. Y de forma paralela a su amor a la guerra se desarrolla su amor por el otro sexo, y descubierto su engaño, desprovista ya de sus ropajes masculinos, adquiere plena conciencia de lo que significa ser una mujer, ser dependiente. Descubre las reglas que rigen en el campamento, unas reglas que ella no establece, sino que sufre:
«¡Pobre Coraje!», me decía a mí misma, «¿cómo querrás huir de tantos enemigos como tienes, si cualquiera tiene reservado para ti su mejor golpe? ¿No basta acaso con los hermosos caballos que tienes, tus preciosos vestidos y tus armas, no basta la certeza de que te sobre el dinero, para que tengas enemigos de sobra que echan sobre ti a quien con sigilo pueda quitarte de enmedio? ¿Cómo? ¿Cuándo te matarán?, ¿en qué ocasión te aplastarán? ¿Quién será el gallo que cante en tu auxilio?, ¿quién vengará tu muerte? Pero, ¿es que puedes fiarte siquiera de tus propios criados?». Con estas cuitas me atormentaba, y buscaba en mí misma consejo, porque no había otro que me prestase fidelidad, por eso debía llevar yo sola el peso de mis propias decisiones (114).
El mundo para ella es un mundo invertido, un mundo de hombres, el mundo de la guerra. Y para poder vivir en él, y no sólo sobrevivir, tiene que conocer sus leyes y saber utilizarlas a su favor. Coraje tiene una inteligencia estratégica excepcional, y de forma consciente desarrolla como mujer un comportamiento diferente en la guerra. Ha entendido y experimentado que ante la violencia de la guerra sólo valen la astucia y el engaño para sobrevivir. Ella engaña a todos porque es engañada por todos: a hombres, maridos, sirvientes, enemigos, rivales, nobles y burgueses, alemanes e italianos, a todo un pueblo e incluso a su escribiente y biógrafo, que no puede escapar a su fascinación. En la guerra, y esto lo ha aprendido Coraje muy pronto, no se deben buscar acciones heroicas, ni a la guerra se le debe una obediencia ciega; mucho más: hay que vivirla de forma egoísta, buscando el botín y la supervivencia. Y para lograrlo debe adaptarse a patrones de comportamiento masculinos: como los hombres en la guerra, vende su cuerpo por dinero. Sin embargo, como mujer se le niega el éxito y es acusada de brujería, violada y torturada (Battafarano, 1988: 55).
No obstante, Coraje no es una figura trágica: se adapta a las circunstancias e intenta utilizarlas en su propio beneficio, no se queja cuando es violada, no se lamenta cuando pierde sus bienes o a sus maridos. Acepta la guerra con su lado positivo y su lado negativo.7 Desde la niña inocente lanzada en brazos de la guerra hasta la orgullosa gitana vagabunda, Coraje permanece constante en su determinación de enfrentarse directamente a las vicisitudes de la vida y de intentar ver siempre el lado positivo, de sacar provecho material y espiritual, de no cejar en su empeño de seguir viviendo, de no abandonar. Su espíritu es el que no se conforma con sobrevivir, sino que elige vivir, vivir lo mejor posible. Finalmente, Coraje llega al convencimiento de que creer que se puede engañar a la guerra es engañarse a uno mismo, de forma que se contenta con acabar sus días como una reina gitana, que en Der Seltzame Springinsfeld (otra novela del ciclo en torno a Simplicissimus) se describe como una gitana esplendorosa, una hembra rutilante, espléndidamente vestida y enjoyada. Y como reina gitana, se cierra el ciclo. Recupera su verdadero nombre, Libuschka, y adquiere majestad: al contrario que la niña Libuschka, la mujer Libuschka es ahora dueña y señora.
La guerra caracteriza un mundo que el autor critica duramente. Nunca se representa como algo natural ni pretende despertar sentimientos heroicos. El modelo satírico que muestra el mundo al revés excluye cualquier glorificación de comportamientos o virtudes guerreras (Breuer, 1999: 51). Grimmelshausen utiliza a sus personajes para mostrar un cuadro de los horrores de la guerra, de la ruina material y moral de Alemania. Esta novela muestra lo que es la guerra, y mostrar lo que es la guerra es mostrar su monstruosidad, y qué mejor manera de hacerlo –recordemos que nos encontramos en el siglo XVII– que negando a la protagonista el arrepentimiento. Grimmelshausen utiliza un gran número de técnicas para desacreditar a su protagonista, quien renuncia al arrepentimiento como forma de absolución y se convierte, en el esquema mental, cristiano y patriarcal, de la época, en un alma perdida. Coraje no actúa de modo amoral en tiempo de guerra, ella representa la guerra, la guerra es lo que es amoral y provoca ese tipo de comportamientos; carece por lo tanto de sentido juzgarla o mostrarla como un ejemplo negativo. En esta novela Grimmelshausen le roba a la guerra cualquier atisbo de heroísmo: la guerra es un monstruo que no admite héroes.
Y junto con la guerra, en esta novela y en la vida de Coraje, el viaje es el protagonista. Más mobilis que nobilis, la denominó Simplicissimus, aunque evidentemente no se refería a la movilidad geográfica. El viaje, del cual la huida es una variante, es consustancial al género de la picaresca, y las características, el alcance y la duración de esta guerra casi imponen la itinerancia. El viaje en Coraje es parte de su vida, es más, su vida, desde que a los trece se la llevaran los soldados, ha sido un viaje, un hecho que acaba interiorizando.
Dieser Gemeinsame Markt der Unsicherheit und der Brutalität reicht von Flandern bis zum Balkan, vom Baltikum bis zur Lombardei, und die Courasche ist, als Regimentshure, Marketenderin und Zigeunerfürstin in Preßburg und Mailand ebenso zuhaus oder vielmehr obdachlos wie in Jütland und Böhmen; mit ihrem Bagagenwagen, ihren Männern, ihrem Plunder, ihre Beute zieht sie von einer Schlacht zur andern, büßt einmal ums ander alles ein, raubt, hurt, stiehlt und rafft von neuem zusammen, was sie zu ihrem Handel und zu ihren Händeln braucht (Enzensberger/ Grimmelshausen, 1970: 178).
Huye con los soldados y de los soldados, como mercader se mueve siguiendo a las tropas, regularmente emprende el viaje a su hogar y acaba sus días llevando una vida errante como reina gitana; y en cada una de sus paradas muestra en su propio destino un aspecto distinto, pero siempre deplorable y reprobable, de la guerra. Los personajes de Grimmelshausen no hacen sino reflejar las actitudes de sus gobernantes, que son quienes promueven la guerra y quienes han adquirido su poder y sus posesiones por los mismos medios, y el hecho de que el individuo acabe actuando como el señor no es sino la última perversión de la guerra. La Guerra de los Treinta Años se representa claramente como una lucha por el poder, en ningún caso como una guerra de religión, como a menudo se intentó justificar; no lo veían así ni Grimmelshausen ni sus coetáneos, y tampoco Brecht la trasladó como tal en el siglo XX en su Madre Coraje. La guerra es ahora todopoderosa y acaba sustituyendo a la religión. Ya no es Dios quien da y Dios quien quita, y esto se puede ver claramente cuando Coraje, al final del capítulo XXIII, al recordar a su primer capitán, exclama: «Praga me lo dio y Hoya me lo quitó». Dios, en este escenario, no tiene cabida.