Читать книгу La construcción del personaje público - Aydel Quintero Díaz - Страница 6

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Dice un adagio popular que nos pasamos la vida representando. Varios personajes famosos del teatro, algunos textos y dramaturgos también han referido que la vida es una especie de teatro en el que cada cual trata de representar su mejor personaje. La película “Matrix” sugirió que este mundo, como lo conocemos, es una gran ilusión creada por otros, y cada uno vive su vida de acuerdo con ciertos programas que le han sido asignados. Hay algo de verdad en ese planteamiento.

¿Que nos pasamos la vida representando? Sí, pues cada vez que estamos ante alguien, ese es nuestro público, y nos convertimos en un “personaje”, uno que hemos construido durante años, o hace un ratico, apenas para el momento. Por ejemplo, queremos darle un consejo a nuestros hijos y de repente somos casi como Obi Wan Kenobi: un excelente mentor o guía. Vemos a la chica o el chico que nos gusta y hay ocasiones en que, sin haberlo preparado, entra en escena una majestuosa representación del Don Juan, o de Julieta. A veces nos sorprendemos, y nos decimos: “No sabía que fuera capaz de actuar así”. En la medida de lo posible buscamos que nuestras actuaciones cotidianas partan de la verdad, aunque hay instantes en que mentimos, y lo logramos hacer tan bien que nuestros espectadores creen lo que les decimos. En otros momentos el público se dará cuenta de que nos sobreactuamos, y nos espetará, como ocurre ante una mala actuación: “No te creo”. Para un actor es terrible sentirse falso, o que sus espectadores o el director sientan que su acto no es orgánico, “natural”, verosímil (luego examinaremos en detalle estas palabras). Los actores profesionales se entrenan durante años, y aprenden técnicas que les permiten desarrollar su oficio a fin de dar vida a la verdad escénica. La mayoría de las exploraciones relacionadas con el arte del actor en el siglo XX se enfocaron en ello.

Por lo general cada ser humano interpreta su papel cuando desea expresar ante un público una idea o un sentimiento, y para ello cuenta con las herramientas vocales y corporales, y también con un texto elaborado y aprendido previamente; es el caso, por ejemplo, de un político que arenga a sus posibles electores, o un gerente que presenta a su equipo el plan de trabajo para la empresa, o de un vendedor que trata de conquistar a su clientela, etc.). Dicha interpretación debe ser lo más convincente y cautivadora posible. Sin embargo, si la persona que va a hacer la intervención no ha sido entrenada como actor con frecuencia se verá envuelta en serias dificultades: le temblará la voz o se le hará “un nudo en la garganta”, o no sabrá dónde ubicar sus manos y terminará por tensionarlas o sentirlas inutilizadas, o de pronto la expresión de su rostro se pondrá rígida y no podrá reflejar convenientemente las emociones presentes en sus palabras, o se enredará con muletillas, o quizá sus pies no estarán firmemente asentados en el suelo como si se fuera a elevar o quisiera salir corriendo del lugar.

Son situaciones que por lo general tienen que ver con el miedo escénico que asalta a muchas personas al querer exponer sus ideas en público. Pero, ¿de dónde surge ese miedo? Podemos decir que mayormente del desconocimiento de las reglas. Si a alguien que no ha estudiado medicina lo conducen a una sala de cirugía y le dicen que le practique una cirugía de corazón al paciente que tiene enfrente con certeza dirá que no; es más, de sólo pensar en hacerlo puede llegar a sentirse terriblemente atemorizado; sin embargo, para un cirujano cardiólogo dicha situación es común, y no se sentirá estresado pues conoce las reglas y sabe cómo practicar la cirugía. Igualmente, para un piloto experimentado una turbulencia fuerte, o incluso alguna falla técnica en el avión lo motivan a concentrarse, es parte de su oficio, ha sido entrenado para eso; en cambio el pasajero que está temeroso de volar puede entrar situación de pánico.

Lo mismo ocurre con el arte de hablar en público. Este es, ante todo, un ejercicio escénico. ¿Y quiénes conocen las reglas de la escena? ¿Quiénes se sienten a gusto interpretando un papel frente a los espectadores, o saben qué hacer cuando, por ejemplo, una música o una luz no entran en el momento apropiado durante una representación teatral? Los actores. Ellos han acumulado durante años un saber que les permite captar estratégicamente la atención de los espectadores. Conocen ejercicios para proyectar la voz, y usar toda su riqueza expresiva. Saben desplazarse con seguridad en el escenario, y construir eso que llaman “presencia escénica”, algo sobre lo cual también ahondaremos más adelante.

Mediante un enfoque escénico de la comunicación oral y del acto de hablar en público el lector podrá descubrir a través de las páginas de este libro al actor que habita en él. En los últimos años se ha publicado abundante bibliografía relacionada con el tema, gran parte de la cual se centra en brindar algunas recomendaciones al futuro expositor para que aprenda a sortear las situaciones que se le presentan cuando está ante a un grupo de espectadores; sin embargo, a muchos esos consejos no les ayudan a solucionar el problema y, en ocasiones hasta les causa más estrés. Un actor que ha sido entrenado no tiene que preocuparse por su voz cuando está hablando, tampoco por lo que hace su cuerpo porque previamente ha desarrollado y puesto a prueba sus habilidades. Podríamos decir que ha afinado su instrumento de modo que puede “tocar cualquier melodía”. Tampoco se angustia si algo sale mal en el escenario porque ha desarrollado su capacidad para la improvisación, conoce muy bien su libreto, su personaje, su hacer escénico, y con eso puede fluir sin problemas. Es más, muchos actores “se crecen” cuando deben improvisar, e incluso mejoran su puesta en escena. Parafraseando a Cicerón, el buen orador es simplemente un actor al que se le conoce con otro nombre. En la vida debemos enfrentar situaciones en las que debemos representar un personaje y hacerlo de manera orgánica, creíble; en muchas circunstancias en que, por la razón que sea, nos vemos impelidos a hablar frente a un grupo de personas, sería conveniente contar con las herramientas y la preparación de un actor. ¿Se puede? ¡Claro que sí! Afortunadamente en el siglo XX hubo un florecimiento del arte interpretativo. Gracias a grandes maestros e investigadores, como el ruso Constantin Stanislavski, el polaco Jerzy Grotowski, el italiano Eugenio Barba, entre otros, hoy en día los actores cuentan con un sinnúmero de técnicas para entrenarse y aprender a crear la vida escénica.

Dado que su oficio es complejo y requiere desarrollar una gran versatilidad expresiva el actor se prepara durante años; sin embargo el orador, el expositor, el político, el gerente, o el abogado no precisan practicar tanto tiempo. Es más, con las técnicas y ejercicios que brinda este libro el lector podrá conseguir resultados excepcionales en corto tiempo. Practicando las técnicas y atendiendo a los consejos aquí expresados podrá desarrollar las habilidades necesarias para no sentirse envarado al tener que desenvolverse públicamente. La mejor prueba de ello son los más de quince años que llevamos trabajando con clientes de todo tipo, y viendo sus cambios.

Lo que aprenderá también será de gran utilidad en su vida diaria: actuará espontáneamente, seguro de sí, abierto, flexible de cuerpo y de pensamiento, y podrá ser el guionista y el actor de la obra de teatro que representa en la vida, en todo momento. También aprenderá a sortear las situaciones difíciles que se le presentan diariamente, viéndolas como una historia por construir y actuar. Y es que no solo adquirirá nociones de actuación, sino también aprenderá cómo se arma un drama a partir de los conocimientos legados por los grandes dramaturgos, cómo cautivar la atención del público durante dos, tres o más horas, qué ingredientes debe tener su historia para lograr los resultados deseados. A lo largo de los capítulos encontrará pautas que le permitirán estructurar adecuadamente las actuaciones apropiadas para cualquier tipo de espectadores.

Hamlet decía que el teatro debía ser el espejo de la naturaleza humana. Y eso ha hecho este arte por años. Ahora que el teatro ha acumulado un gran saber es momento de preguntarse ¿cómo soy?, ¿qué me cautiva?, ¿qué habilidades necesito desarrollar para conquistar la emoción y la energía de mis espectadores? Estoy seguro de que el lector hallará en cada capítulo respuestas fascinantes para muchos de sus interrogantes.

Inicialmente se analiza por qué se es actor de la propia vida, qué es ser orgánico y cómo se construye la verdad escénica. Luego se prepara el cuerpo para el desafío escénico, enfocándose en la mirada, el rostro, las manos, la postura, los pies, y cómo desplazarse por el escenario; a continuación se analizan la voz y las técnicas apropiadas para proyectar adecuadamente el sonido, manejar el tono, la musicalidad, el ritmo, los tiempos y la dicción, entre otros, a fin de desarrollar una voz más expresiva, plena y potente, que le confiera seguridad. Posteriormente se detalla la forma de armar una historia, cómo empezarla y cómo terminarla, qué elementos la hacen avanzar sin que se pierda la atención del público y en caso contrario cómo incrementarla. Por último se profundiza en el montaje de una excelente puesta en escena a partir de alguna de nuestras presentaciones. En cada capítulo el lector hallará teorías y muchas prácticas y ejercicios. Este texto, parte no solo de mis experiencias como actor, sino de muchos años dedicados a entrenar personas que se generalmente se consagran a hablar en público. En varios momentos también me referiré a teorías y experimentos científicos recientes, sobre todo de la neurociencia afectiva, que sustentan lo que el teatro dice, y que he comprobado a través de la práctica. Es preciso aclarar que por respeto con los clientes no daré sus nombres; sin embargo, los ejemplos tienen siempre un referente real, y en esa medida ayudan a validar mis planteamientos.

Este libro está diseñado como un manual que se puede seguir paso a paso para facilitar el aprendizaje, y en definitiva, ayudar a escribir y representar de manera creíble y cautivadora el mejor “personaje público”.

La construcción del personaje público

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