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Los actores ensayan y repiten

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El primer profesor de actuación que tuve en el Instituto Superior de Arte de La Habana solía decir que el teatro “es el arte de la repetición”. Al comienzo de mis estudios de artes escénicas no comprendía muy bien esta afirmación y francamente me molestaba tener que repetir una escena o un ejercicio. Eso me desesperaba, quería resultados rápidos. Pensaba que, por ejemplo, si repetía mucho una escena, perdería frescura y mi actuación sería “mecánica”, lo cual podía ser cierto, pero sólo si la repetía sin un sentido claro de búsqueda, de investigación. Tardé un tiempo en comprender. Algo similar me ocurría con los ejercicios físicos. Si aprendía un movimiento acrobático mi anhelo era hacerlo bien de una vez. El proceso era molesto: repetir el ejercicio parte por parte hasta el cansancio me agotaba. Ahora bien, ¿qué parte de mí se agotaba realmente? Poco a poco comprendí que era mi mente la que protestaba, no mi cuerpo. Al cerebro le encanta mantenerse entretenido, que lo bombardeen constantemente con diferentes estímulos. Por eso, cuando debía repetir una escena mi cerebro se cansaba, no percibía la utilidad, ni encontraba un estímulo.

A medida que fui avanzando en mi carrera como actor pude corroborar que al repetir una escena podía hacerlo con los mismos movimientos que había ensayado muchas veces, pero más rápidamente o más lentamente, y después combinar los tiempos, o cambiar la intensidad de la mirada en un punto y las inflexiones de la voz en otro, y alimentar las imágenes internas que me había formado de algún momento de la escena, lo que me permitía disfrutar cada vez más mi interpretación y sentirla como si fuera la primera. El profesor de actuación nos recalcaba: “Cada vez que salgan al escenario piensen que es su primera vez, y que bien podría ser la última”. Eso verdaderamente me ayudaba. Así que aprendí que podía repetir el ejercicio investigando la situación o el personaje y encontrar nuevos matices. Lo mismo aplicaba para los ejercicios de entrenamiento: un día los hacía de una manera y al día siguiente me proponía una nueva dificultad, luego pulía algún desempeño, introducía otra pauta, y así sucesivamente. Y recordé que Stanley Kubrick era conocido entre los actores porque los hacía repetir numerosas veces cada escena, siempre con el ánimo de “encontrar la magia”.

En una demostración de trabajo titulada “Huellas en la nieve”, Roberta Carrieri, del Odin Teatret, explica la importancia de mantener el cuerpo y la mente ocupados con diferentes estímulos con el fin de estar siempre vivo y presente en la escena. Durante mis años de formación muchos de mis profesores tenían como referente principal en sus procesos pedagógicos los hallazgos del Odin Teatret, uno de los grupos de teatro que más ha aportado en los últimos cuarenta años a la técnica, la formación y el entrenamiento del actor.

¿Qué tiene que ver lo anterior con la comunicación? Entre los mayores retos que he encontrado al entrenar personas o trabajar con empresas dictando capacitaciones, es que desean acceder a procesos rápidos y efectivos. A veces esperan aprender en una conferencia de una hora el arte de la comunicación y que los directivos desarrollen sus máximas habilidades en ese tiempo. Si se les dice que deben atenerse a diversos procesos enseguida surgen los temores, piensan en costos y en que “no tienen tiempo”. El síndrome de la falta de tiempo, de “hay que hacerlo ya”, es característico de las sociedades actuales. Vivimos como si estuviéramos en el medioevo, donde la esperanza de vida era en promedio cincuenta años. Todo lo queremos pronto, rápido, y eso hace que la vida se convierta en una carrera contra el tiempo en la cual no existen espacios para el goce, para el mero placer de esperar, escuchar, estar en silencio, aquietar la mente, disfrutar el acto. No me voy a detener en este punto, porque de ello han hablado muchos líderes espirituales como Ekhart Tolle 1 y Deepak Chopra. Más bien volvamos a nuestro tema: la comunicación.

Ahora bien, si necesitamos hacer una presentación oral, o nos preparamos para una negociación, o para lanzar un discurso político, es preciso repetirlo varias veces, ensayarlo, lo cual nos permitirá, entre otras cosas:

– Afianzar la partitura física y vocal que hemos creado, así como el guion, el discurso.

– Minimizar el temor escénico y aumentar la seguridad, porque después de repetirlo varias veces ya “lo conocemos muy bien”.

– Encontrar nuevos matices expresivos y enriquecer lo conseguido.

– Ser más orgánicos, naturales, a la hora de ejecutarlo, como cuando se aprende un paso de baile: al comienzo lo hacemos con torpeza, pero luego, después de ensayarlo muchas veces, lo realizamos sin pensarlo y lo disfrutamos.

– Adquirir una mayor presencia escénica. No tener que estar concentrado en lo que se tiene que hacer o decir permite enfocarse en el acto, en fluir con la presentación, en conectar con el público.

Todo ello, creará “la magia”.

De igual manera, es clave realizar más de una vez los ejercicios de entrenamiento de voz, cuerpo y discurso que más adelante explicaré. Son todos muy sencillos y producen resultados sensacionales. A medida que se repite un ejercicio la habilidad se pule, se perfecciona; además, los hábitos de comportamiento físico, vocal y discursivo adquiridos a lo largo de la vida se transforman en otros más efectivos y que se hallan en correspondencia con los propósitos comunicativos y con el personaje público que se desea crear. He escuchado con frecuencia que para reemplazar un hábito el cuerpo y la mente requieren en promedio veintiún días. Según eso, siempre recomiendo a las personas que se ejerciten durante al menos tres semanas seguidas para obtener un cambio definitivo. No obstante, ello no significa que luego de ese periodo se pueda abandonar el entrenamiento, pues si un actor o un bailarín que entrenan su rutina por el tiempo apropiado y desarrollan las habilidades que requieren para su profesión, por algún motivo dejan de ejercitarse durante un año o más, puede que al emprender un nuevo proyecto creativo no se estén en condiciones y tengan que volver a empezar su adiestramiento para estar en forma nuevamente. Lo mismo ocurre con los procesos de comunicación. Si se dejan de planear las presentaciones, de usar las técnicas apropiadas, de entrenar la voz y el cuerpo, puede llegar el punto en que se pierda parte de las habilidades adquiridas. Algo muy positivo respecto del entrenamiento en comunicación es que se logra practicar casi permanentemente, pues lo que aquí se plantea se puede aplicar en cualquier interacción de la vida cotidiana. A fin de cuentas, cuando nos hallamos frente a alguien con la intención de comunicarle un mensaje estamos en situación de representación, y para lograr nuestros propósitos deberemos actuar de la mejor manera posible a través de un personaje creíble.

La construcción del personaje público

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