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La cuerda de salvamento de la sumisión
ОглавлениеOren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alerta y perseveren en oración por todos los santos.
EFESIOS 6.18
¿Por qué debemos orar? Aparte de todas las ya conocidas convocatorias bíblicas a la oración, existen dos importantes razones humanas por las cuales deberíamos orar. La primera se encuentra en el hecho de que la oración es la fuente de poder para el crecimiento y la perseverancia en nuestra vida espiritual. Tal como una semilla que acaba de ser plantada necesita ser expuesta al sol para poder crecer y madurar, nosotras necesitamos exponernos al Hijo de Justicia, o se detendrá nuestro crecimiento; quedamos con almas pigmeas.
La segunda razón es que la oración dirige nuestra voluntad en dirección a la voluntad de Dios, que es de lo que se trata la sumisión de nuestra vida.Yo nunca comprendí totalmente esto hasta que escuché una explicación dada por E. Stanley Jones, un misionero y hombre de oración: «Si yo tiro un bichero desde el bote y me agarro a la orilla y tiro, ¿jalo la costa hacia mí, o me jalo a mí mismo hacia la orilla? La oración no es jalar a Dios hacia mi voluntad, sino que es el alineamiento de mi voluntad con la voluntad de Dios».13
¡Qué beneficios tan tentadores! Sin embargo, qué pocas de nosotras capitalizamos esta oportunidad de extraer de «la base de operaciones» el poder que necesitamos para seguir adelante o para concentrar nuestra voluntad en la voluntad de Dios. ¿Por qué tantas mujeres fracasan en sus devociones y oraciones personales? Principalmente porque no saben cómo cultivar las disciplinas de la vida espiritual interior. Pero estas disciplinas serán bienvenidas por las mujeres del Evangelio.
Antes de profundizar más es importante que comprendamos de entrada que la vida de oración no puede ser reducida a unas pocas reglas sencillas. Estas áreas de experiencia espiritual son demasiado dinámicas y personales como para ser resumidas de una manera simplista. Lo que puede ser de provecho para una persona, puede no ser lo correcto para otra.
Además, a pesar de que hablaremos de cinco aspectos de interacción con Dios en nuestras devociones y oraciones (meditación, confesión, adoración, sumisión, petición), no existe un orden prescrito. Los ritmos de nuestra vida exigen a veces que nos lancemos directamente a la petición con un «¡Señor, ayúdame!» (que tan a menudo es la manera en que yo comienzo mis oraciones). Otras veces, nos pasaremos casi todo el tiempo en confesión, meditación y adoración.
LA MEDITACIÓN
La meditación cristiana no es del tipo «trascendental» asociado con mantras dichos entre dientes en la posición del loto. ¡A los cristianos no se los instruye a que vacíen sus mentes! La meditación comienza con el ejercicio de devoción de escuchar la Palabra. Las palabras de las Escrituras no son sólo para ser leídas sino también escuchadas. Tienen el propósito de llegar al corazón. El Salmo 40.8 dice: «El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón».
La meditación es también verbal. Cuando el salmista habla de meditar en la palabra de Dios día y noche (1.2), utiliza la palabra que significa «murmurar». Murmurar la Palabra de Dios a Él en oración involucra la memorización u oración con la Biblia abierta. De modo que, junto con una lectura sistemática de la Biblia, deberíamos elegir segmentos significativos para verbalizar en forma reverente.
Cuando mis niños eran pequeños, yo memoricé Filipenses 4.6-7 con este propósito: «Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracia. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús».
Gracias a que hice esto, me di cuenta de que continuamente repetía las frases que tanto necesitaba: «Por nada estéis afanosos», «Gracias, Señor, por la paz que nos has prometido». Yo «hacía que mis peticiones fueran conocidas delante de Dios».
Ustedes pueden comenzar con un solo versículo o un par de ellos. Existen pasajes clásicos, más extensos, que parecen hechos a medida para la meditación, tales como los Diez Mandamientos, las ocho Bienaventuranzas, y el Padrenuestro. Lentamente y en oración, el volcarnos a las Escrituras en esta manera hace que nuestros ojos, oídos y boca participen y la Palabra de Dios penetra así en nuestro corazón. Los efectos de la meditación traen:
Avivamiento: «La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma» (Salmo 19.7a).
Sabiduría: «El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo» (Salmo 19.7b); ¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación. Me has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos. Porque siempre están conmigo» (Salmo 119.97-98).
Mayor fe: «Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios» (Romanos 10.17).
¿Así que cómo meditamos? La Biblia dice que la meditación debería ser continua, «de día y de noche» (Salmo 1.2; 119.97, 148; Salmo 63.6). De manera ideal, ustedes podrían hacer que la meditación fuera parte de sus devociones, sus momentos de quietud apartadas con Dios. Sin embargo, aun nuestras vidas atareadas pueden ser interrumpidas por la meditación bíblica —en el automóvil, durante el recreo para almorzar, mientras que esperamos el autobús. Escriban el texto en una tarjeta y colóquenlo en su bolsillo o bolsa. Tómenlo de allí en los momentos libres. Murmúrenlo. Memorícenlo. Órenlo. Díganlo. Compártanlo.
LA CONFESIÓN
La confesión puede llevarse a cabo en cualquier momento. Lo ideal es que tenga lugar cada vez que pecamos. Sin embargo, con frecuencia ocurre que somos demasiado orgullosas o que estamos muy cargadas emocionalmente como para reconocer nuestro pecado en el momento en que lo cometemos, por ejemplo, cuando perdemos los estribos en una discusión. No obstante, si estamos sobrecargadas de pecados es imposible la devoción.
Si han estado poniendo de lado la confesión de sus pecados a Dios, tienen que hacerlo antes de su tiempo de devoción. Es muy raro que yo comience a orar con otra cosa que no sea la confesión. Soy adepta al pecado y muy inepta a «admitirlos» hasta que ya no me queda otra cosa por hacer. Cuando nos acercamos a Dios en oración debemos confesar nuestro pecado.
Cuando meditamos en las Escrituras, pueden salir a la luz pecados ocultos, de modo que nuestros momentos de devoción pueden verse colmados de reiteradas confesiones. El Salmo 139, el cual comienza con la contemplación de la omnipotencia y omnisciencia de Dios, finaliza con una oración por la investigación divina del alma del salmista: «Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno» (139.23-24).
Éstas son confesiones espontáneas ofrecidas a Dios a medida que nuestros pecados nos vienen a la mente. Asimismo, nuestra disciplina de oración debería incluir alguna confesión sistemática. Debemos examinarnos con regularidad teniendo en cuenta a Romanos 3.9-20, el cual revela que todas las áreas de nuestra vida están manchadas por el pecado. Cuando mi esposo dirige a nuestra congregación en la confesión de pecados, a menudo envía nuestra atención hacia la verdad llevándonos a confesar que pecamos en nuestros pensamientos, palabras y hechos.
Pensamientos: «No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno» (versículos 10-12).
Palabras: «Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labio; su boca está llena de maldición y de amargura» (versículos 13-14).
Hechos: «Sus pies se apresuran para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz» (versículos 15-17).
No estoy diciendo que simplemente le fallemos a Dios, sino más bien que nuestro pecado afecta profundamente cada parte de nuestro ser. Reflexionar de esta manera sobre nuestros pecados puede ayudarnos a confesar pecados específicos en cada una de estas áreas, pecados ya sea de comisión como de omisión por medio de nuestra propia falta.
No podemos exagerar la importancia de la confesión. «Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado» (Salmo 66.18; véase también el Proverbio 28.13). El pecado que no ha sido confesado nos lleva a evitar la oración porque Dios parece distante, pero la confesión restaura nuestra relación con Él y nos restituye a su favor.
LA ADORACIÓN
Los aspectos de devoción de nuestro tiempo de oración dan como resultado la adoración, o sea, le decimos a Dios qué es lo que atesoramos sobre Él. La reverencia, que a menudo está ausente, debe caracterizar siempre a nuestros momentos con Dios. Y junto con la reverencia necesitamos concentración. Eso significa que nuestras mentes deben estar comprometidas por completo. Ésta es la razón por la cual le debemos brindar a nuestras devociones aquel momento de nuestro día en el cual estemos más frescas y más atentas.
La reverencia por Dios nos hace concientes de nuestro humilde estado. La humildad conduce a la alabanza. Cuando alabo a un amigo o a un nieto, reconozco algo que aprecio acerca de esa persona: «¡Bien hecho!» les digo si él o ella han alcanzado algún objetivo o realizado un buen trabajo en algún área. O «Tú eres siempre tan amable», o «¡Realmente eso fue muy generoso de tu parte!» Así es como ocurre con Dios: yo le digo lo que aprecio acerca de Él. La alabanza es lo que haremos durante la eternidad, diciendo cosas tales como: «Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas» (Apocalipsis 4.11).
La contemplación se encuentra en el corazón de la adoración, especialmente cuando lo consideramos a Dios según se manifiesta en su creación. Los Salmos no sugieren nunca que Dios esté en su creación, pero nos dicen que sus excelencias pueden ser vistas en sus obras creadas. El Salmo 29 le tributa gloria a Dios a través del medio visual de una gran tormenta. El Salmo 19 comienza: «Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría» (19.1-2). Escuchemos a Dios que habla por medio de la creación, dice el salmista. Como contraste, el Salmo 139 celebra la omnisciencia de Dios (versículos 1-6), la omnipresencia (versículos 7-12), y la omnipotencia (versículos 13-16) en la creación de la mente y el cuerpo humano.
¿Se han quedado ustedes alguna vez «sin aliento» ante la naturaleza?14 En esos momentos, la naturaleza irradia la gloria de Dios. Si ustedes han sido testigos del poder de una tormenta en la región central de los Estados Unidos, saben a lo que me refiero. Un verano, mientras que estaba quitando los yuyos en mi jardín en Wisconsin, vi unas nubes negras siniestras que aparecían del oeste como una gran ola que se devoraba todo lo que encontraba a su paso. La tormenta cayó con tanta furia de repente que mi madre de ochenta y un años, y mis pequeñas nietitas y yo corrimos hacia la casa. Nos quedamos paradas en el porche mirando la tormenta que envolvía el cielo azul sobre el este, con relámpagos que iban de un horizonte al otro. Mi madre estaba tan maravillada que tomó su cámara y tiene fotografías para corroborar el acontecimiento que nos hizo gritar en alabanza al extraordinario poder de Dios en la creación.
A través de las Escrituras, los teólogos han discernido alrededor de veinte atributos de Dios. La contemplación de esos atributos ha sido un camino de larga tradición que nos conduce a la adoración. Si nos pasamos veinte días consecutivos en la compañía de un libro como el de J. I. Packer, Conociendo a Dios, que es un libro sobre los atributos de Dios, podremos obtener ideas que elevarán tanto nuestra mente como nuestra alma.15
Ustedes pueden expresar su ferviente adoración con la palabra hablada. A veces me doy cuenta de que estoy cantando—aun mis melodías desafinadas expresan alabanza a Dios. Oremos o leamos o cantemos la Palabra de Dios a Él. Los Salmos son perfectos para esto porque son un manual de adoración, pero existen también magníficos himnos del Nuevo Testamento, tal como el Magnificat de María (Lucas 1.46-55). Su canción está entre mis favoritas.
Los himnos tradicionales de la iglesia y las hermosas canciones de la Biblia, las cuales son más recientes, son una fuente de alabanza poética a las que les han agregado la melodía. No cometan el error de descuidar esa rica fuente de teología y adoración. ¡Ellas son vuestra herencia!
LA SUMISIÓN
La adoración muy naturalmente lleva a la presentación de nuestro cuerpo, de toda nuestra vida, como el máximo acto de adoración. Ésta es la manera en que habló Isaías de su gran experiencia con Dios: «Heme aquí, envíame a mí» (Isaías 6.8). De igual manera, después que el apóstol Pablo dijo: «Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén» (Romanos 11.36), él de inmediato nos llamó a la sumisión: «Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios» (Romanos 12.1, NVI).
Nuestra devoción trae como resultado una entrega conciente de cada parte de nuestra personalidad, cada ambición, cada relación, y cada esperanza a Él. La sumisión a la voluntad de Dios es el verdadero núcleo de la adoración.
LA PETICIÓN
La meditación, la confesión, la adoración, y la sumisión nos preparan para la petición: el ofrecimiento de nuestras peticiones a Dios. Se necesitan cinco elementos para experimentar por completo el poder de la oración de petición.
En el Espíritu
El primero es «orar en el espíritu». En Romanos, Pablo explica: «Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos» (Romanos 8.26-27).
El Espíritu Santo que habita en nosotros ora por nosotros y se une a nosotros en nuestra oración, comunicando sus oraciones a las nuestras de modo que podamos «orar en el Espíritu». Judas 20 ofrece un desafío aún mayor para experimentar este fenómeno: «Ustedes, en cambio, queridos hermanos, manténganse en el amor de Dios, edificándose sobre la base de su santísima fe y orando en el Espíritu Santo» (NVI). La voluntad de Dios es que oremos en el Espíritu y a lo que Dios desea, en la medida que lo permitamos, Él le da poder.
Cuando oramos en el Espíritu ocurren dos cosas sobrenaturales. Primero, el Espíritu Santo nos dice por qué cosas deberíamos orar, y esto lo hace a través de las Escrituras. A medida que nos muestra qué es lo que necesita oración, Él nos da la absoluta convicción de que ciertas cosas están en la voluntad de Dios.
Yo experimenté esto mientras que oraba por mi hija adolescente. Estaba preocupada porque ella no estaba espiritualmente en la senda correcta, y yo tenía miedo de que ella pudiera tomar alguna decisión que la afectaría para toda la vida. De rodillas, con mi Biblia abierta delante de mí, yo estaba leyendo y orando. En 1 Juan, leí estas palabras: «Porque todo el que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe» (1 Juan 5.4). Supe de inmediato que ésta no era mi experiencia presente, ya que tenía miedo y estaba preocupada—no muy «victoriosa» que digamos. Confesando mi pecado, continué leyendo: «Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho. Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida» (IJuan 5.14-16, énfasis de la autora).
Yo no sabía cuál era el pecado que lleva a la muerte, pero estaba bastante segura de que mi hija no lo estaba cometiendo. Este pasaje me reveló que yo podía orar con confianza por lo que era lo más importante para mi hija: la voluntad de Dios y su vida espiritual. El pasaje me dio la promesa de que mis oraciones le traerían «vida». Cómo y cuando haría Dios su voluntad era cosa de Él; mi opción era si estaba o no dispuesta a confiar en que Él haría lo que había prometido. ¡Y si habré orado! El Espíritu de Dios, por medio de las Escrituras, le dio forma a mis oraciones.
El otro beneficio de orar en el Espíritu es que provee la energía del Espíritu Santo para orar, para dar fuerza a los cuerpos cansados, aun enfermos y para animar al deprimido para que oren con poder y convicción por la obra de Dios. Y eso sin duda me ocurrió a mí: me levanté de ese tiempo de oración con una paz y una confianza que no había experimentado en muchos meses.
La oración continua
El segundo ingrediente de la oración de petición es que es ininterrumpida: «en toda situación» (véanse Hechos 1.14; 2.42; 1 Tesalonicenses 5.17; Filipenses 4.6).
¿Es acaso posible la oración continua? Sí y no. Es imposible llevar adelante un diálogo corrido mientras que estamos trabajando o en otros momentos similares, pero la oración de la que hablamos aquí no es tanto la articulación de palabras como la postura del corazón.
El indomable monje medieval Hermano Lorenzo registró su experiencia de oración continua en el clásico La práctica de la presencia de Dios: «En medio del ruido y del alboroto de mi cocina, mientras varias personas piden diferentes cosas al mismo tiempo, yo poseo a Dios con tanta tranquilidad como si me encontrara de rodillas».16
Susana Wesley, la madre de diecinueve niños (incluyendo al teólogo Charles Wesley y al escritor de himnos John Wesley), solía disfrutar de la presencia de Dios justo en la mitad de su ruidosa cocina, simplemente sentándose y echándose su delantal sobre la cabeza. Ella creaba un espacio de serenidad, por pequeño que fuera, para estar con el Señor.
Su hijo John escribió sobre la persona que ora: «Su corazón se alza a Dios en todo momento y en todo lugar. En esto nada lo detiene, mucho menos interrumpe, ninguna persona o cosa... Su corazón está siempre con el Señor. Ya sea que esté acostado o que se levante, Dios está presente en todos sus pensamientos; él camina con Dios en todo momento».17
La vida de oración continua no es sólo para una elite espiritual sino que para todos nosotros. La oración continua es la voluntad de Dios para todos los cristianos, sin excepciones. Debemos mirar siempre hacia lo alto, aun cuando estemos manejando al trabajo o limpiando la casa.
La oración variada
El tercer aspecto de la vida de oración es que es variada: «con toda clase de oraciones y ruegos». Pablo le escribe a Timoteo: «Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres» (1 Timoteo 2.1). La oración variada emana de la oración continua porque, a medida que oramos ininterrumpidamente, las diversas situaciones con las que nos topamos exigen una variedad de oraciones: oraciones para resistir la tentación, oraciones por sabiduría, por poder, por autocontrol, por protección de los demás, por crecimiento, por convicción.
La oración persistente
El cuarto aspecto de la oración eficaz es la persistencia. «Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alerta y perseveren en oración por todos los santos » (Efesios 6.18, NVI). En una de sus parábolas sobre la oración, el Señor dramatizó lo que deseaba de todos los creyentes:
También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia (Lucas 18.1-5).
Al final del sermón en la montaña, Jesús les encomendó a sus seguidores que oraran con tenacidad: «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá» (Mateo 7.7). Las palabras de Jesús en realidad dicen: «Sigan pidiendo, y se os dará; sigan buscando, y encontrarán; sigan llamando, y se les abrirá». Tal tenacidad es lo que Pablo tenía en mente cuando dijo: «Manténganse alerta y perseveren en oración». Dios responde la oración persistente.
La oración intercesora
El quinto aspecto de la oración es la oración intercesora: «por todos los santos», lo que significa, por los creyentes en Jesucristo. Mi forma favorita de orar es utilizando las oraciones que se encuentran en la Biblia. Ellas me permiten orar por otros de una manera en que yo no podría hacerlo. Algunas de éstas son Efesios 1.17-19 y 3.16-19, Filipenses 1.9-11, y Colosenses 1.9-10.
Las oraciones de petición por otros aportan gracia a nuestra vida. Por ejemplo, pocas personas saben que los estupendos logros de William Carey en india fueron alimentados por su hermana que estaba postrada en cama, quien oró por él por más de cincuenta años.
CÓMO HACER PARA QUE TENGA LUGAR LA ORACIÓN
La guía con los cinco aspectos de la oración petitoria es hermosa: oración en el Espíritu, continua, variada, persistente, e intercesora. Es muy sencillo sentirse desafiadas y motivadas, pero para poder lograr que esto ocurra en nuestra vida, tenemos que ser prácticas.
Una de las cosas que hago para orar por personas aparte de mi familia inmediata es utilizar el boletín de la iglesia. Cada semana enumera los enfermos, los que han sufrido la pérdida de un ser querido, los misioneros presentados semanalmente, y las necesidades presupuestarias de la iglesia. El boletín sirve como una magnífica lista de oración completa y al día.
Laura Klenk era una devota persona de oración. Su nuera me dijo que su método era simple. Cuando ella se enteraba de alguna necesidad, la escribía en su lista de oración. Esta lista consistía en varias hojas de papel largas y angostas (alrededor de tres por doce pulgadas) que cabían fácilmente en su bolso. Ella le agregaba continuamente páginas, abrochándolas a la lista ya existente. Muy de vez en cuando quitaba alguna página. Con el tiempo, su fajo de páginas tenía sus esquinas dobladas y bien gastadas.
Ella pasaba con regularidad muchas horas en oración silenciosa en su casa, hojeando su lista. A menudo, cuando la visitaba su nuera, Laura estaba sentada, con la Biblia y la lista de oración en sus manos. Ella mantenía la lista en su bolso de modo que estuviera siempre a mano, aprovechando el tiempo que pasaba esperando en diversos lugares (tal como el consultorio del médico). Si alguien le pedía que orara, esa persona podía estar segura de que ella iba a orar. Y nunca dejaba de darle seguimiento a ninguna de las peticiones, preguntando cuáles podrían haber sido los resultados de sus oraciones. Ella realmente buscaba las respuestas y acciones de Dios y se deleitaba cuando veía su obra, la cual muchos de nosotros podríamos haber pasado por alto.
Las oraciones de las mujeres cristianas deberían incluir a su familia. Es necesario hacer una lista con lo que nos preocupa acerca de los miembros de nuestra familia. De lo contrario nos es fácil dejar de orar por los detalles, y orar una oración general tal como: «Señor, por favor bendice a Susie».
Mi lista de oración aplaca mi mente agitada, y me ayuda también a orar no sólo por lo que es importante para mí, sino también por lo que es importante para aquellos que me han pedido mis oraciones.
Además de su lista de oración, el siguiente obsequio que pueden darle a su vida de oración es un poco de paz y quietud, lo cual es un verdadero desafío en esta época infestada por los medios de comunicación. Elijan una situación que funcione para ustedes. Elijan un lugar donde no tendrán distracciones. Esto es mucho más sencillo para mí (ahora que mis hijas se han ido ya de mi casa) que para mis hijas que tienen varios niños pequeños a su cuidado. Pero es posible aun para ellas. A veces, nuestras mejores oraciones se producen cuando estamos levantadas en el medio de la noche con nuestros pequeñitos. No hay duda de que tenemos sueño, ¡pero la casa está siempre en silencio! El tema es: cuando existe la voluntad de hacerlo, encontraremos la forma de lograrlo.
Traten de orar cuando estén más alertas. Si son personas trasnochadoras, oren antes de irse a dormir. Pueden descubrir que necesitan algún tipo de preparación: una ducha y una taza de café, por ejemplo. Simplemente asegúrense de que su mente esté totalmente entregada a la tarea.
No maten su vida de oración con algún compromiso legalista a orar por un período de tiempo largo y predeterminado. A menudo, las mejores oraciones son breves y apasionadas. Hagan que sus oraciones sean frecuentes y fervientes, como lo ha sugerido Martín Lutero.18
LUCHEN POR LOGRARLO
Las Confesiones de San Agustín revelan que sus primeros años no ofrecieron indicio alguno del magnífico cristiano que sería algún día. Todo indicaba que el joven brillante se convertiría en un profesional disoluto, probablemente como abogado o como académico. Cuando era un estudiante de diecisiete años, se consiguió una novia que vivía con él, y quien compartió su lecho durante una década y con quien tuvo un hijo ilegítimo. Intelectualmente, Agustín no abrazó al cristianismo sino a la herejía popular de esa época, la cual reclamaba con petulancia reconciliar la filosofía y la religión. A la edad de veintitrés años, mientras estaba enseñando retórica, Agustín escribió un libro con un título que suena hoy como algo propio del siglo veintiuno: On the Beautiful and the Fit (De la belleza y la forma). Agustín estaba lejos de ser un candidato para la iglesia y mucho menos para la santidad.
Pero Agustín tenía algo muy especial a su favor: su madre Mónica, una mujer de una inmensa fe y oración persistente. Sus oraciones lo persiguieron desde el norte de África a Roma y luego a Milán, donde tuvo una profunda conversión. Agustín pasó a ser el teólogo más importante de los primeros siglos de la iglesia.
Cuando Mónica murió, él expresó así su dolor: «Lloré por mi madre... la madre que por un tiempo estuvo como muerta ante mis ojos, quien había llorado por mí durante tantos años, para que yo pudiera vivir ante Tus ojos» (traducción libre).19
Un miembro de nuestra iglesia, Marilee Melvin, escribió en el boletín informativo de nuestra iglesia sobre la dependencia de su madre de la oración:
Recuerdo una noche cuando me pidieron que ayudara a servir la cena. Papá estaba de viaje, y mamá, embarazada de siete meses y cuidando a cinco niños con edades que oscilaban entre los dos y los nueve años, estaba sirviendo la comida que yo más odiaba: frijoles con fiambre de carne de cerdo... Me quejé en voz alta de la cena, y mamá desapareció de la cocina. La llamé para poder encontrarla, pero no obtuve ninguna respuesta... Algo me llevó al sótano, donde por fin la encontré en el cuarto de la caldera. Estaba completamente oscuro, y ella estaba llorando. Al ver a su pequeña de siete años allí parada temerosa, se enjugó las lágrimas y me dijo que ella necesitaba venir a orar para tener más fuerza. Esa temprana imagen de mamá como intercesora y suplicante llena mi mente y mi memoria ahora con su patetismo y su verdad. En lugar de gritar enojada ante mi insensibilidad infantil, ella se retiró para pedir refuerzos de su Padre celestial, disponibles en abundancia para ella que los pedía (2 Corintios 9.8).20
¡Esta disciplina es un llamado a esforzarse! La oración es un trabajo, no un deporte. No es algo que hacemos si lo deseamos o sólo si sabemos cómo hacerlo bien.21 No será fácil. Aunque hayamos fracasado en el pasado, no dejemos de intentarlo. Confesemos nuestro fracaso a Dios y luego disciplinémonos para comenzar algo nuevo. ¡Ésa es la voluntad de Dios en el Evangelio!
RENUEVEN SU MENTE
¿Cuánto tiempo pasan, por lo general, conversando con Dios? Según su opinión (sin utilizar clichés evangélicos), ¿por qué es la oración una parte importante del caminar cristiano?
¿Cuál es el significado bíblico de la palabra meditación? ¿Por qué deberíamos meditar en el Señor y en su Palabra y en su voluntad (comparen Salmo 1.2; Apocalipsis 2.7, 11, 17, 29; 3.6, 13, 22)?
¿Por qué es la imagen de la guerra apropiada para considerar la disciplina de la oración (vean el contexto precedente de Efesios 6.18)? Apliquen esto a sus propias victorias y derrotas en lo que concierne a la oración.
¿Qué dicen Romanos 8.26-27 y Judas 20 sobre el Espíritu Santo y la oración? ¿Por qué son estas verdades aquí importantes para ustedes personalmente?
¿Les resulta difícil encontrar suficiente tiempo y un lugar tranquilo, alejado de las interrupciones, para sus momentos de oración? ¿Por qué? ¿Existen formas de poder minimizar las lealtades en conflicto que ustedes necesitan ignorar o ajustar a su vida atareada?
¿Cuál es el mejor lugar para ustedes para orar, y cuál es la mejor hora?
Hagan una lista de personas por las cuales desean orar regularmente. Luego establezcan un horario en el que orarán por varias personas en su lista (unas pocas veces a la semana). Cuando oren, pidan respuestas específicas que podrán reconocer más adelante.