Читать книгу Un paseo por la playa - Belén Vilaseca - Страница 7
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ОглавлениеMi hermano no para de preguntar cuánto queda para llegar, no sabe apreciar la música que he puesto, y mi madre, como siempre, baja el volumen para oír qué dice él. Pasamos por una calle ancha, que intuyo que es la principal, hay algunas personas paseando o comprando, todos mayores de cincuenta años. Me doy cuenta de que el verano que me espera no va a ser un verano cualquiera. Saco la cabeza por la ventana y veo que el cielo está lleno de nubes, no tiene buena pinta.
Cierro los ojos y deseo que llueva cuando lleguemos porque así podré ver la tormenta por la ventana como me gusta. Cogemos un atajo por un camino de tierra y atravesamos unos árboles, detrás de los cuales se divisa una pequeña casa al final. Al menos la casa es bonita. Cada vez el cielo es más oscuro y me temo lo peor. Ayudo a descargarlo todo y mi hermano entra corriendo para escoger la mejor habitación. Mi madre revisa que esté todo en su sitio y sacamos las bolsas de comida que hemos traído. Veo que busca algo en las bolsas y se da por vencida.
—Cariño, ¿te importaría bajar a por pan? Nos lo hemos olvidado.
Ya de regreso ha empezado a llover. Estoy deseando ver la casa al final del camino cuando me tropiezo con algo. Caigo sobre el barro y siento la humedad del suelo en mis rodillas. Un chico moreno, no muy alto, me ayuda a levantarme.
—¿Estás bien? —Me mira confuso y sonríe.
Sorprendida, no por ese chico, sino por lo que ha hecho que me tropezara, me quedo embobada; es algo extraño, algo con lo que estoy segura de que nadie ha tropezado antes, por lo que creo que estaba predestinado a que yo me lo quedase.
Viendo que no le respondo, se va desconcertado, le doy las gracias e intento coger lo que hay en el suelo. Está tan mojado por la lluvia que se ha llenado de barro, así que lo cojo e intento limpiarlo con las manos, pero cuanto más toco más se ensucia. Me lo pongo en el bolsillo izquierdo de mi chaqueta con cuidado, para que no se rompa, si es que puede romperse, y sigo mi camino como si nada.
Llego a casa, y lo primero que hago es ir a mi cuarto, sacarlo del bolsillo y lavarlo lo mejor que puedo, con muchísimo cuidado, como si de una muñeca de porcelana se tratase. Cuando lo veo es un simple trozo de tela empapada con los bordes quemados. Parece que lleva años allí enterrado.
Por un momento dudo, ¿cómo puedo haberme tropezado con un simple trozo de tela? Lo desdoblo con cuidado y algo cae al suelo. Es una especie de colgante, es muy bonito, tiene una piedra preciosa azul en el medio, del color del mar cuando le da la luz de la luna, tiene sus bordes plateados y detrás una circunferencia de plata. Tiene algo escrito, pese a que se lee con dificultad, consigo descifrarlo, ¡es mi nombre!