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El ascenso de la cultura de masas

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El folclor, por su ser mismo, resiste los intentos de exportación y niega la patente de origen a quienes pretendan extraerlo de las comunidades que lo resguardan, eso garantiza la base de capital cultural que representa. No obstante, el último siglo ha visto nacer en toda su expansión la cultura de masas, fórmula de manifestación privilegiada por la sociedad mundializada, la cual, como se estableció en un apartado previo, impulsa en particular a ciertos actores sociales nominales para producir significados a ser consumidos por el resto del grupo, ascendiendo en importancia durante un lapso breve y desapareciendo del panorama general en un tiempo igualmente fugaz. Este significado popular, que está vinculado a la moda y a la transnacionalización, tiene sus propios recursos de imposición, contrapuestos a los del folclor.

Como se señaló anteriormente, el folclor resiste ser llevado hacia ámbitos extracomunitarios, lo cual garantiza la supervivencia dentro de su núcleo: ese capital cultural no corre riesgos al salir, pues su riqueza está garantizada por la gente que se identifica como perteneciente al grupo. Sin embargo, la cultura de masas, que por eso mismo no se opone directamente al folclor, produce un efecto de fondo operante en contra de éste.

El procedimiento –que bien podemos llamar disolución del capital cultural folclórico– resuelve los significados sin combatir el sentido de las comunidades originarias, lo hace otorgando valores diversos a los individuos que las componen. En ese entendido, el folclor sigue garantizado por quienes se identifican con esa comunidad; el fenómeno acontecido es que los individuos dejan de identificarse con esa comunidad y, por lo tanto, dejan de aportarle la indispensable pertenencia. El resultado es un debilitamiento del folclor causado por el debilitamiento del lazo comunitario, esto es, la cultura de masas no ataca directamente al folclor sino que socava la base comunitaria dentro de la que obligadamente éste había vivido y la cual necesita para subsistir. Al resquebrajarse las comunidades tradicionales, el folclor deja de tener el suministro de usuarios que mantenían su sentido a lo largo del tiempo.

Nuevas modas y usos comienzan dividiendo las identidades comunitarias hasta desfigurarlas, y junto con ello las integran en una comunidad mundializada de consumo de significados efímeros. Hemos sido testigos de comunidades rurales de raigambre autóctona invadidas por el retorno de quienes migraron hacia Estados Unidos. Allí las mujeres, que permanecieron en espera de los hombres que fueron a buscar fortuna “al norte”, mantienen una indumentaria ancestral, con faldas sedosas de colores muy intensos, significando los colores y cintas un estatus específico (vida, soltera, casada, casadera, etcétera); en cambio los hombres portan indumentarias de estilo marginal urbano de California, así como tatuajes, corte de pelo, lentes, aparatos de música y otros apósitos culturales que muestran con claridad la escisión de las identidades dentro del grupo. Como notamos, la cultura de masas no ataca al folclor específico de esa comunidad, sino que atrae individuos para que dejen de pertenecer a su núcleo originario y se integren a una comunidad internacional de consumidores de lo mismo en lapsos de transformación dirigidos y muy breves. Tal como sucede en la economía, la descapitalización de los pueblos hace insostenible su modo de vida tradicional. Entonces, el significado folclórico culmina su presencia histórica al disolverse su capital cultural por falta de partícipes sociales que lo sustenten.

Interculturalidad, arte y saberes tradicionales

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