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4. ENFOQUE EN EL SÍNTOMA… Y OTROS TRATAMIENTOS POSIBLES

El llamado sistema sanitario es en realidad un sistema de enfermedad. Se practica una medicina de enfermedad y no de salud.

Dra. Ghislaine Lanctôt

La extrema necesidad de buscar soluciones a la enfermedad de mi hija me hizo rechazar los tristísimos pronósticos y me impulsó a recopilar toda la información posible para comprender cómo actuar y localizar el tratamiento que necesitaba. Como seguía empeorando a pesar de estar hospitalizada, empecé a contactar con diversos profesionales responsables de investigaciones y fui percatándome alarmada de que las intervenciones terapéuticas a las que la sometían eran no solo ineficaces sino además perjudiciales.

Por mi parte, profundizaba en cualquier indicio o referencia que parecía pudiera ayudarnos a comprender mientras veía con desespero que la enfermedad se enquistaba y cada día dominaba más la vida de mi hija. El sondeo sobre otros modelos de intervención médica me hizo tempranamente sospechar que no existía consenso ni en la línea de estudio ni en la de tratamiento efectivo de esta enfermedad, y la esperanza era que cada día estuviéramos más cerca. Compartir esta búsqueda quizá pueda acompañar a quién se inicia en una pesadilla similar y en este mismo momento transita con desconcierto por esos largos pasillos de hospital psiquiátrico, a veces tan desiertos de humanidad. Así que expongo mis hallazgos por si pudieran ayudar o inspirar a seguir investigando.

Recuerdo los primeros tiempos de desconcierto. Cuando mi hija adolescente empezó ya a manifestar un claro rechazo a comer, me pareció prudente asegurar que no existía ningún problema en asuntos escolares o de relación con sus compañeros que pudiera condicionar algún tipo de crisis y me estuviera pasando desapercibido. En esos momentos vivíamos las dos solas y no contábamos con ningún apoyo familiar. Las tutorías académicas me confirmaron que seguía siendo una alumna muy querida por todos, y su tutora se convirtió en una mentora amorosa, muy cómplice conmigo y atenta a participar generosamente en todo lo que se necesitara. Aun así, la situación empeoró. Mi hija se decantó por un mutismo selectivo conmigo y día a día resultaba todo más difícil. Sin embargo, aceptó que conviniésemos una cita médica para revisar su situación y recibir apoyo médico sobre cualquier asunto que pudiera preocuparle. Allí se sinceró con su doctora y empezamos a organizar una red de apoyo para poder gestionar el problema. Aun así, la situación se volvió dramática en cuestión de semanas: mi hija seguía con sus estudios pero se mostraba totalmente hermética en casa, evitaba al máximo alimentarse y además adquirió una gran habilidad para ocultar sus purgas, es decir, provocarse el vómito de lo poco que ingería. En muy poco tiempo ningún apoyo fue suficiente. Su doctora seguía atentamente su evolución y me aconsejaba, ambas impotentes ante la rebeldía de una enfermedad que empezaba a ser la gran protagonista. Mi familia, siempre distante, empezó a atosigarme sin ninguna empatía ni comprensión de lo que estaba ocurriendo, incluso llegué a escuchar reproches de no alimentar a mi hija, así como más adelante las críticas por tener que ingresarla en un hospital, a las que se referían cruelmente. Era tanta la soledad y la presión vivida, que llegué a plantearme si mi percepción de la realidad era hiperbólica o si, como era el caso, efectivamente mi hija estaba manifestando una inanición voluntaria en un contexto enfermo y repleto de gran sufrimiento. Llegué a plantearme si empezaba a perder mi propia cordura ante una evidencia que parecía pasar desapercibida para otras personas cercanas, tal era la situación de total cuestionamiento de mi rol. Rogué reiteradamente a mi hija que me aceptara una consulta especializada en la patología llamada anorexia para poder aclarar la situación, a lo que finalmente accedió. Tuvimos la cita una fría tarde de enero, y tras el interrogatorio de rigor la recomendación fue de un ingreso inmediato en su centro de tratamiento diurno. Sería el primer ingreso de tantísimos otros, en unos ocho años de intensa lucha en primera línea, de logros y de enormes retrocesos, de muchas incertidumbres y de total agotamiento.

Efectivamente, la primera intervención terapéutica que conocimos fue un hospital de día especializado en trastornos de la conducta alimentaria adónde mi hija acudía cada mañana como una jornada escolar, de lunes a viernes. Nos dieron pautas organizativas muy estrictas referidas a la alimentación —todo giraba entorno al comer— con horarios muy marcados de «desayuno/tentempié/comida/merienda/cena» para los fines de semana, unas normas estrictas sobre menús y la indicación de forrar todos los espejos de casa con folio opaco para evitar que mi hija pudiera ver el reflejo nítido de su imagen. En mi posición de acompañante, veía con desconsuelo cómo el cuerpo era el gran enemigo en terapia. En la clínica se llevaba a cabo un control de peso y una sesión continua de terapia cognitivo-conductual. El ambiente era tenso y se respiraba un cierto aire a reformatorio. Psicólogas inmersas en un rol hiperactuado y parapetadas tras su bata blanca en un clima aséptico no facilitaban que la enferma —ni los acompañantes— tuviéramos acceso a entender la enfermedad ni a saber manejarla.

Durante este tratamiento diurno mi hija empeoró rápidamente. Tras el permanente forcejeo entre las normas y la oposición, simplemente decidió dejar de comer y de beber. Recibimos mucho acompañamiento por el grupo de iguales, e incluso una persona recuperada nos asistía durante los fines de semana, para envolvernos con su empatía y comprensión y facilitar que mi hija comiera. Sin embargo, pocas semanas más tarde, nos resignamos a pedir socorro en urgencias hospitalarias. La tajante negación a nutrirse fue el criterio lógico de ingreso. Se iniciaba el primer tratamiento cerrado, que también estaría centrado en el control del índice de masa corporal y el mismo protocolo cognitivo-conductual a cumplir, impecablemente impuesto sin explicaciones y sin opción a comentar. El sufrimiento se agravaba con el castigo con aislamiento cuando el aumento de masa corporal era lento o ausente. Como el criterio principal era el IMC/Índice de Masa Corporal, es fácil prever que el tratamiento centrado en el síntoma de la llamada anorexia promovería la conocida puerta giratoria, ese fenómeno de recurrente reingreso por pérdida de peso tras la enésima salida del hospital.

Sobre el protocolo impuesto, aunque el tratamiento en base a refuerzos pueda resultar efectivo en determinadas conductas, mi experiencia es que resulta totalmente ineficaz en las personas que están gravemente afectadas de la llamada anorexia. Lo cierto es que el enfoque terapéutico basado en el condicionamiento provoca graves daños como consecuencia del castigo, la contención, los duros encierros psiquiátricos o unos protocolos que están muy alejados de la necesidad de la persona que sufre, a la que intentan adiestrar para que asuma la respuesta deseada, es decir, que coma.

Después de estas primeras experiencias de tratamientos, seguirían otras intervenciones ambulatorias, ingresos y centros diurnos. Conocimos otros hospitales de día, y siempre los experimenté como un espacio llamado terapéutico aunque mi vivencia es que solo actúan como control de peso y comedor supervisado: horarios hiperespecíficos, la hora de comida como un evento con estrictas normativas y algún taller para completar el rato, tipo manualidades o charlas. A veces con imposiciones obligatorias como la necesidad de ir a la playa para confrontarse con la exhibición de su cuerpo —patética experiencia de un 19 de julio que acabó con el intento de suicidio de mi hija— y, en mi experiencia, una total ausencia de cuidado, empatía y promoción de la salud. Empezaba a darme cuenta de que la llamada anorexia realmente provoca grandes rechazos no solo socialmente, sino también entre los profesionales: se prescribe dureza, lucha de fuerza, castigo, arbitrariedad, como si el control que ejercen estas personas sobre su propia conducta alimentaria tuviera que trasladarse a la imposición terapéutica, «a ver quién puede más» —palabras textuales de la directora del área de salud mental hospitalaria—. El asunto del poder como herramienta terapéutica me resonaba a los discursos de Michel Foucault14, me estremecía observar cómo nos afecta lo instituido —en este caso, el psiquiátrico como institución— y el paradigma médico de poder, cuyas consecuencias necesitarían de mucha supervisión.

En los hospitales de día se convocaban citas grupales para acompañantes. Los espacios para padres eran sesiones informativas sobre dietética y necesidades nutricionales de la adolescencia, que escuchaba agotada. ¿Creen de verdad que nuestros hijos padecen anorexia porque las familias no los sabemos alimentar? En ocasiones se enfoca en la detección precoz de la anorexia y las teorizaciones enfrentan percepciones distintas, y las exposiciones se tornan totalmente desenfocadas al problema real que padecen las familias15:

El relato experto sirve menos para explicar qué les espera en el futuro que para culpabilizarles respecto al pasado, en el caso de que hubiesen decidido esperar, y para reforzar la posición de hegemonía de los profesionales.

Madre de persona con diagnóstico TCA,

refiriéndose a los grupos de familiares

Por otro lado, los ingresos hospitalarios voluntarios se convertían administrativamente y por rutina de protocolo en internamientos forzados, en los que veía degradarse el estado de salud de mi hija. Los largos tratamientos y sus prácticas parecían acatar que no había nada que hacer, y promovían que la persona enferma fuera construyendo una especie de identidad con la enfermedad. Cuando escuché a los profesionales llamar «las alimentarias» a las personas con el diagnóstico de TCA/Trastornos de Conducta alimentaria dentro del mismo recinto hospitalario, entendí el estigma que defenestra a la cronocidad o identifica a las personas por un síntoma estridente, y ello no es de ayuda en absoluto.

Reconozco con agradecimiento que conocí profesionales que también cuestionaron el paradigma habitual de tratamiento y que nos brindaron escucha, comprensión y ayuda. Agradezco infinitamente ese confidencial «Esto no te lo he dicho: si deseas sacar a tu hija te aconsejo que…» cuando se impusieron los internamientos a contravoluntad. Pero el sistema es demasiado rígido y sordo para admitir su ineficacia en casos muy graves, y las consecuencias se adivinan. Otros médicos y terapeutas sencillamente estaban muy lejos de comprender y saber actuar, como una psicóloga clínica que me confesó su incompetencia diciéndome «¿Cómo quiere que ayude a su hija si no me habla?» y que sin duda no entendió mi respuesta: «¿Ha probado a escuchar su silencio? ¿A acompañar su sufrimiento desde donde está ella, sin indignarse porque su respuesta no es la que usted desea?».

También resulta sorprendente cómo el cuerpo al que se intenta alimentar es, a su vez, un cuerpo desatendido y ausente en el tratamiento. No existe una escucha al cuerpo, un cuidarle, un ejercitarle, un diálogo. Se le alimenta como si no formara parte de la persona y se olvida estimularlo o vestirlo con afecto. Los días son para permanecer quietos en un espacio cerrado, sin un solo momento para sentir el aire fresco o el sol sobre la piel.

Miedo al cuerpo (…). Quien no tiene más que una consciencia fragmentaria y fugitiva de su cuerpo, quien únicamente lo conoce desde su exterior, se ve obligado a pegar una etiqueta en el embalaje y el término que cree justo para describirse coincide precisamente con el que le asusta por encima de todo.

Thérèse Bertherat

Así, pocas semanas más tarde ya no reconocía a mi hija junto a otros enfermos adormecidos todo el día o a ratos realizando alguna actividad manual de forma autómata. Como alexitímicos, en ropas raídas o en batas idénticas permanecían sentados durante todo el día, días y días sin sentir nada. Todo se centra en estar al servicio de una enfermedad, que engulle cada vez más. Nada confluye para estimular la salud. El cuerpo tiene sus razones, como decía Thérèse Bertherat16, pero es un gran ausente en la terapia. Y sin sentir no se puede crear otras realidades.

Otro tema es lo referente a la irrupción de los fármacos. En referencia al asunto de medicar la anorexia no existe consenso médico, aun así transcurrido un tiempo desde el ingreso —nunca a inicio de la hospitalización— se impone un tratamiento farmacológico que no se explica ni se justifica. Resulta un tema de importantísimas implicaciones, que retomo en el apartado que reflexiona sobre el decisivo poder de la industria farmacéutica en psiquiatría17 en particular, y en general en la vida de las personas «normales».

Muchos tratamientos abogan por medicar como protocolo, una vez pasado un tiempo, pero otros equipos médicos cuestionan los medicamentos para la llamada anorexia. Así, el especialista en psiquiatría Dr. Joaquín Díaz Atienza afirma18: «Efectivamente, no hay ningún tratamiento “específico” farmacológico para la anorexia nerviosa. La mirtazapina, que yo mismo suelo prescribir cuando hay alteración del sueño, está indicada pero con la intención de mejorar la patología del sueño, indirectamente algo el apetito y si hubiera síntomas depresivos, mejorar el estado de ánimo. Es decir, es un tratamiento solo sintomático». Aun el cuestionamiento sobre la medicación, es cierto que «la única salida a largo plazo consiste en normalizar el peso, teniendo en cuenta lo que sería su peso ideal y, normalmente, quedándonos en un 10-15 % por debajo del mismo. Nunca menos y, por supuesto, con normalización de la regla. Esta situación ponderal hay que mantenerla en el tiempo ya que contribuye muy significativamente a mejorar todos los aspectos cognitivos relacionados con la imagen corporal, así como la obsesividad». Cierto, es obvio que un infrapeso de gravedad es un objetivo urgente. Totalmente de acuerdo en «que solo a través de la recuperación del peso y de un mínimo de normalización de la ingesta alimentaria, se podrá salir de ella». Por supuesto, necesitamos una masa corporal determinada para transitar la tierra. Sí, pero ¿qué conduce a esta situación de inanición autoimpuesta y por qué se reproduce? ¿Son necesarios los medicamentos para curar la llamada anorexia u otra enfermedad llamada «mental»? En la misma referencia, el Dr. Díaz Atienza se refiere al asunto clave: «En los casos muy resistentes, lo que se propone es la hospitalización hasta conseguir que la paciente tome conciencia de enfermedad y se produzcan los cambios motivacionales suficientes para poder generar un mínimo de adherencia al tratamiento ambulatorio. Mientras esto no suceda lo único a lo que estamos dando lugar es a una cronificación del trastorno». Efectivamente, parte de las personas diagnosticadas de anorexia acatan la intervención terapéutica y mejoran. Pero otras personas siguen agravándose ante protocolos totalmente inútiles para ellas y a pesar de la quimioterapia. Quizá me refiera a los casos que se registran en tristes estadísticas de no supervivencia —por fallo orgánico o por suicidio— porque su gravísima enfermedad es otra que la descrita y resulta totalmente incomprendida por el sistema médico, por lo que no reciben un tratamiento adecuado.

Sobre la mala praxis en los hospitales referida a la medicación, aporto una reciente reflexión de mi hija. Escucharla me revuelve el estómago:

En el desayuno te encuentras el enfermero con un vaso lleno de pastillas. Cuando le preguntas qué es, te dice que si quieres discutir de medicación tienes que hacerlo con el psiquiatra, que él no puede decirte nada. Por su parte, el psiquiatra nunca quiere hablar de medicación y ni siquiera te explica qué te ha prescrito. ¡Ah! Y lo mejor es que no te puedes negar, si te niegas te la inyectan o te atan o lo que sea, pero lo que dice el psiquiatra «va a misa». Yo sé que en algún momento me han dado antipsicóticos y todo, aparte de mil tipos de antidepresivos y ansiolíticos y mierdas. Un tiempo estuve tomando una mierda que se llama Zyprexa en una cantidad muy elevada, que me hacía dormir todo el día. Entonces me obligaban a levantarme, en el Hospital Parc Taulí, y no podía hacer nada porque estaba muy cansada. Y esto continuó cuando estaba ingresada en el centro de ITA, donde había una «terapia» (muy entre comillas) de grupo, y me tenía que poner de pie para sostenerme y aun así me dormía por los efectos de la medicación, que seguro no necesitaba.

Estoy convencida de ciertos efectos secundarios muy nocivos de la medicación psiquiátrica, algunos de los cuales provocan graves daños. Cuando los efectos son patentes, en vez de dejar de intoxicar a quien la recibe, se sigue la dosis y se administra otra droga para que reduzca el efecto secundario de la primera. Efectivamente, en una ocasión mi hija sufrió también esta praxis médica, y transcribo de nuevo sus palabras:

El problema muscular que tuve fue una distonía. Es un efecto secundario de algunas medicaciones —no sé cuál exactamente, porque nadie me informaba de nada, probablemente algún tipo de antidepresivo—. Evidentemente, nadie me avisó de lo que podría ocurrirme. Me empezó cuando tú estabas de visita, yo pensaba que era un tirón. Cuando te fuiste no podía poner el cuello recto y me dolía porque los músculos estaban muy tensionados. El enfermero me preguntó qué hacía con la cabeza así, y le dije que no la podía mover. Me dio una pastilla y mejoré un poco, pero al cabo de unos minutos volví a empeorar y entonces me inyectó algo. Me dijo que era un posible efecto secundario de una medicación. En vez de sacarme la medicación, la continuaron y añadieron otra para prevenir la distonía. (…) En el hospital yo intentaba esconder la medicación y no tomármela, pero me revisaban la boca y a veces era difícil. En casa nunca tomé la medicación prescrita. No creo que la medicación o la falta de medicación hubiera podido cambiar nada.

Sigo con las vicisitudes a lo largo de esos años. El primer ingreso hospitalario de mi hija no trató su enfermedad, se centraba en su índice de masa corporal. Como en los primeros estadíos de la enfermedad no existía infrapeso, semanas más tarde nos entregaron un alta y salimos del hospital con el mismo problema, pero un poco más cronificado. Buscamos enseguida asistencia en un modelo pionero que se declaraba como ITA / Instituto de Trastornos Alimentarios y que forma parte de la red privada de salud de nuestra zona. Con frustración observamos el mismo tratamiento punitivo a unos precios exagerados ofreciendo el mismo modelo terapéutico del sistema público de salud. Seguíamos confiadas en encontrar otros abordajes que escucharan la necesidad de mi hija. Aun así no fue fácil. Conocimos otras clínicas de día y también terapeutas empáticos y profesionales, pero sin acceso a centros de salud cuando el peso se tornaba realmente comprometido y no permitía seguir una vida normal con tratamiento ambulatorio. Todo lo instituido estaba enfocado a «luchar contra la enfermedad».

Después de reiterados reingresos hospitalarios accedimos a otros enfoques terapéuticos, cada vez más en la línea holística que buscábamos. Mi pregunta sin respuesta es cómo se hubiera beneficiado mi hija si hubiéramos accedido a ellos desde el primer momento: un condicional imposible, que solo me anima compartirlo por si alimenta el cuestionamiento de algún profesional y amplía la esperanza de alguna familia en un tránsito similar. Apuesto a que un ejercicio de reflexión y replanteamiento terapéutico podría replicar en modelos más útiles de tratamiento. Y un ejercicio de eficiencia conseguir no incrementar gastos. Abogo a que todas las personas tengan acceso a los tratamientos que necesitan, se trataría de redefinir las prioridades del sistema: promover salud mental versus contener la enfermedad psiquiátrica.

Un modelo de gran impacto positivo en mi hija fue una clínica alemana que se dirigía a enfermedades psicosomáticas en adolescentes. Los pacientes podían salir al aire libre —de hecho era un paseo habitual cotidiano antes de desayunar y después de la temprana cena— o sentarse simplemente a reposar en un banco exterior y descansar bajo los árboles, realizar actividades artísticas para expresar lo que no podían argumentar, participar en psicodramas junto con sus familiares para poder estudiar lo vincular, trabajar creativamente a través del juego simbólico para dramatizar sus procesos y acceder a una más clara comprensión de los mismos o retarse a través de actividades en los espacios públicos —incluso escalar un rocódromo para retar el miedo o promover el dejarse ayudar— . Todo ello vestidos de forma cómoda y digna, no enfundados en batas o ropas raídas que comprometen la autoestima de cualquiera19. Las personas ingresadas, todas menores de edad, tenían cuidado de su espacio y de su propia ropa, accediendo a la zona de lavadoras. Mi hija era escuchada a diario por su médico y era atendida por terapeutas pedagogos —no psicólogos— que se implicaban en su plan personalizado y acompañaban su proceso. En este hospital la medicación era propuesta, informada y solo administrada con el conocimiento y la aceptación de la persona enferma. Según un reciente relato de mi hija: «En Alemania era mucho mejor con la medicación. Me explicaban todo y para qué servía. Y si me negaba, no me forzaban». Los pacientes interactuaban sin estar encarcelados y cuando eran dados de alta el recuerdo de su logro quedaba registrado como un testimonio de recuperación20, que se incorporaba físicamente en el camino de entrada como bienvenida a otros sufrientes. Este hospital forma parte de la red de salud alemana y ofrece un servicio optativo para los contribuyentes, por lo que una atención psiquiátrica de calidad al servicio de las personas no supone ningún privilegio sino es una alternativa general. Ni siquiera es más cara como demuestra que el modelo propuesto es optativo para los niños y adolescentes alemanes21, aunque es cierto que agota los ahorros de quienes no formamos parte de la seguridad social germana. Si en ese país es posible, existe la posibilidad de imitar sus buenas prácticas y expandir un nuevo modelo en intervención psiquiátrica que emule las intervenciones terapéuticas que ya se han validado como oportunas.

La cuestión es que en este hospital alemán mi hija reaccionó. Por primera vez, me dijo, se sintió escuchada, se sintió persona respetada en su sufrimiento y en su proceso de enfermedad. Es cierto que después de este ingreso hubo otros, pero nunca más mi hija volvió a ser objeto y adoptó otra actitud más activa. Pudo tener el espacio para ir aprendiendo a tomar consciencia de su patología y de que debía transitar un largo y doloroso camino si deseaba curarse.

Mi Diario

Saliendo de un hospital en Alemania

Hoy es once de octubre del dos mil trece. Hoy le dan una nueva alta hospitalaria a mi hija. La primera alta alemana, después de tres meses intensivos. Tres meses de paseos, de prohibiciones, de retos, de incógnitas, de intervenciones, de meetings y de amables capuccinos en el sofá destinado a la familia. Un espacio de colores, un edificio singular en un pueblo de cuento donde nada vibra más allá del silencio y las campanas de la iglesia. Niños y jóvenes entrando y saliendo de la clínica, tratamientos breves e intensos, paso a proyectos de intervención posthospital, dinamismo y operativa para reinsertar a estos jóvenes en la normalidad de una vida que insisten en no saber navegar.

Estoy aguardando en la sala de espera. Orden en cada sala, cada una tiene su naturaleza, objetivo y actividad. Tras una sesión con el director médico, ya conocemos los siguientes pasos de intervención y de tratamiento ambulatorio para ti. Mi duda detonó su «it’s burnt» contundente, aun así me permitió valorar que hasta ahora nada había funcionado para ti y que esta era una nueva oportunidad.

Respiro, silencio, esperanza.

Desde hoy estarás con una profesional que pone a tu disposición un setting terapéutico de desinternamiento hospitalario. Visitas, contactos, preguntas, más viajes, nuevos retos.

Esta es la agitación conceptual, los pasos escritos, el camino describible. En el fondo están los sentimientos, las emociones, las preguntas no formuladas, y las sensaciones ocultas relacionadas con experiencias del pasado o con proyecciones hacia un futuro desconocido.

Sentada, cansada, esperanzada y frustrada a la vez, espero en la sala de espera de la entrada del hospital.

Hace un rato te acompañé a tu habitación a recoger tu maleta, carpetas, bolsas que nunca han llenado un espacio de dormitorio, que para ti siempre estuvo medio vacío o a medio llenar. Contraste con la zona de tu compañera de habitación, que rebosó su zona de objetos y de ropas, que reposan encima de su cama y se desbordan sobre el suelo de superficie lisa y plástica. Colores amortiguados.

Cuando lo has tenido todo recogido, me daba la sensación de que aún estaba todo en su lugar, como ayer, como las últimas semanas. Permanecía la misma sensación de vacío, de que nada existe, de austeridad, de que no necesitas nada.

Hemos recogido las bolsas y hemos cruzado por última vez el pasillo que da al patio, y llamamos al interfono para que nos abrieran la puerta de salida. Mi marido nos espera jugando con un niño—paciente al ping pong, y solas tú y yo hemos ido hasta el coche alquilado para acomodar tu minúscula casa ambulante, que durante tres meses te ha proveído de todo el refugio que dices necesitar. Después hemos regresado a la clínica, y de nuevo me he sentado en la sala de espera mientras mi marido continúa su partida. Y tú, hija, has entrado en la «cantina» —así se llama el comedor del hospital donde se reúnen los pacientes, nada de comidas solitarias en bandeja —, donde vas a deglutir tu siguiente ingesta, la de las once de la mañana.

Permanezco tranquila, serena, esperando. Me pregunto qué te sucede interiormente, hija. Cómo te sientes, qué te pasa, qué quieres, qué necesitas, qué interpretas, qué anticipas.

Ahora regresas, y los tres marchamos a acompañarnos a un nuevo reto.

Sin embargo, el tránsito estuvo repleto de batallas con el monstruo. Cuando parecía que mi hija empezaba a tomar las riendas saludables en su vida, en algún momento se resquebrajaba todo lo construido y de nuevo ninguna ayuda era suficiente. Entrábamos en una rotación desgastante de ingreso y recuperación de peso para llegar a una nueva alta médica e iniciar un nuevo proceso más o menos ágil de depauperación, que sosteníamos al límite evitando un nuevo ingreso que se imponía una y otra vez. Cada vez que me sentaba tristísima en las sillas de plástico de urgencias me imaginaba que sería el último ingreso, sabiendo que vendrían acuerdos llenos de pactos y otras veces en franco conflicto abierto con una hija tozuda y retadora, que me chillaba porque por mi culpa no se podía morir. Vivimos épocas agotadoras que crispaban y agotaban todos mis recursos y casi todos mis ánimos. Vivíamos al borde de lo irresistible.

Diario

Estimada hija, te dejé una carta, ojalá pueda acompañarte.

Otra vez en una cama de hospital.

Mi vacío en el estómago se revela, se compacta, se intensifica.

Rabioso, no se puede consolar.

Seis, siete, ocho, nueve, diez. Y cinco días más.

Cansancio.

Frustración.

Silencio.

Angustia.

Sonidos de máquinas.

Pasillos de hospital.

Espera.

Consulta.

Doctoras.

Camas móviles.

Sábanas.

Silla de ruedas.

Afortunadamente encontramos personas que nos arropaban y comprendían la terrible pesadilla que vivíamos. Nos dejamos aconsejar por profesionales y conocimos otros centros hospitalarios gestionados por modelos de intervención que se centraban en la persona y le acompañaban, y despacio pudimos distanciarnos de los daños secundarios provocados por el aislamiento en unidades psiquiátricas. Encontramos médicos y terapeutas que efectivamente ayudaron a mi hija a gestionar sus conflictos y sus crisis, así como sus dificultades para equilibrar su nutrición y gestionar su enfermedad. Y además no nos golpeaban más con sus ciegos pronósticos.

En una fase de su proceso conocimos otros modelos de intervención que se brindan en centros de reposo y tratamiento22, ubicados en un entorno natural y con la posibilidad de vivir sin el asfixiante ambiente de un espacio psiquiátrico en el que aguardan pacientes con un alto nivel de estrés y medicación presuntamente innecesaria. Los modelos americanos recuerdan el vis medicatrix naturae o el reconocimiento de la fuerza curativa de la naturaleza que invocaban los clásicos, la sabiduría de reconocer la interdependencia con nuestro medio natural para generar y mantener nuestro estado saludable. El contacto con el sol y la vegetación no es solo un escenario o un contexto agradable, sino un vínculo necesario que nos conecta a nuestra propia naturaleza.23

La búsqueda siguió, así como la recopilación de contactos que nos impelían a tener esperanza de encontrar un enfoque que ayudara a mi hija, la escuchara, y sobre todo, la viera como una persona entera, en su integridad.

Mi reconocimiento al trabajo de Stella Maris Maruso24, discípula de la Dra. Elisabeth Kübler-Ross, que ha promovido un increíble programa de recuperación y apoyo para pacientes que desean asumir su propia responsabilidad en su proceso de sanación, siempre a través de movilizar su parte sana y generar salud. El paradigma de la medicina basada en la complejidad y en la psiconeuroinmunoendocrinología —a las que me refiero más adelante— aporta un enfoque complementario —no excluyente a la práctica convencional en medicina— que podría facilitar la comprensión y tratamiento de enfermedades aún poco conocidas, como la llamada anorexia.

Efectivamente, nos integra un cuerpo físico, mental y emocional pero también tenemos una dimensión espiritual. Y nos afecta el medio, lo relacional o nuestras creencias. Y la fuerza de la epigenética y otros factores fundamentales en el debut de una enfermedad aconsejan prudencia y definen márgenes más amplios para contemplar a la persona enferma de forma holística y no fragmentada. Son factores que los tratamientos médicos que mi hija recibía parecían no contemplar. La máxima «la participación de una persona en su recuperación no es algo alternativo ni complementario, es vital» repetida por Stella Maris Maruso, fue la clave de un definitivo cambio de posicionamiento que permitió a mi hija pacificar su enfermedad y empezar a tomar decisiones saludables sobre su propio proceso vital.

En esos años trepidantes, también conocí el trabajo de la psiquiatra Dra. Laura Hill gracias a la recomendación de mi hija, que me animó a escuchar su conferencia TED25, indicándome que comprendería mejor su enfermedad. Tengo el máximo interés en divulgar este contacto, conocer la opinión de otras personas enfermas, así como escuchar las aportaciones de los profesionales que se interesan por tratar adecuadamente la llamada anorexia. La Dra. Hill sigue sus investigaciones en el Center for Balanced Living, en Ohio, y en ese momento trabajaba en una interesante colaboración con la Universidad de San Diego, en California. Contacté directamente con ella para conocer sus trabajos, y nos invitó a participar en un estudio en el que desafortunadamente no pudimos acceder, pues su investigación solicitaba personas en un estado clínico estable y más saludable del que atravesaba mi hija en ese momento. En todo caso, con su apoyo pude contactar con una unidad muy especializada en la ciudad de Nueva York, que estaba elaborando un nuevo protocolo de intervención y con la que también tuve ocasión de informarme.

Correo con la Dra. Laura Hill

Asunto: RE: Asking for help

Fecha: 7 de julio de 2015 22:09:52

Dear (…),

What a turmoil you have experienced in trying to support your daughter who is working hard to push herself forward while trying to overcome an all—consuming eating disorder illness.

I am just back this day and have read your email. I will be in San Diego California with Dr.(…) next week. It is a one week intensive treatment program for those with anorexia nervosa. If there is an extra slot open, perhaps you could come for this program. You can read more about it on the University of San Diego’s Eating Disorder Program website. We call it the NEW FED TR program or Intensive family program for those 18 and over. I am cc Dr. (…) so she can let you know if it is possible for you and your daughter to come.

I hope this helps.

(…)

The Center for Balanced Living

Correo de la Universidad de San Diego, California

Asunto: RE: Asking for help

Fecha: 8 de julio de 2015 04:28

Thank you for your email and I am glad that you have contacted (…) seeking resources.(…), we are running our 5 day intensive program next week. Unfortunately that program is currently full, however we have another two rounds taking place in August (Ohio, Center for Balanced Living) and September (UCSD, San Diego).

Please let us know if you can assist!

Sincerely,

(…)

Program Director, Intensive Family Treatment Programs (IFT)

University of California, San Diego

www.eatingdisorders.ucsd.edu

A través de otras lecturas, contacté también con el psiquiatra Dr. David D. Burns, profesor emérito de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford. Su organización Feeling Good Institute pretendía una mejor terapia para pacientes que buscan herramientas para el cambio. Su práctica incluye lo que llama Team therapy, facilitando tanto un recurso como una comunidad de terapeutas que buscan formación. Con su consejo, pudimos acceder a un acompañamiento terapéutico ambulatorio en Barcelona, que apoyó en un momento muy crítico en el que el oposicionismo de mi hija para curarse era dificilísimo de resquebrajar.

Correo

De: David Burns

RE: Looking for help (Anorexia)

10 de febrero 2013, 15:53

I am copying this to my colleague, Mickey Todd Trockel. He has taught in Barcelona and knows of therapists there, including one named (…), but he has the contact info. Feel free to email him, too.

If you want to come to this area for an intensive, we have many outstanding therapists who offer this. Mickey might be willing to do that, as well as several listed at FeelingGoodInstitute.com May, Towery, Selph, and others as well. Feel free to contact any of them for details, etc.

All the best, David

David D. Burns, M.D.

Adjunct Clinical Professor,

Department of Psychiatry and Behavioral Sciences,

Stanford University School of Medicine

También contacté con el Hospital Universitario de Heildelberg26, en Alemania. Su departamento de Medicina Interna y Psicosomática, dirigido por el Dr. Wolfgang Herzog, cooperando con el área de Psiquiatría General y Neurología, generaron estudios de gran interés que fueron publicados en la revista American Journal of Psychiatry en Junio de 2009. Su investigación concluyó que ciertos procesos en el metabolismo del cerebro27 explicarían la drástica reducción de toma de alimento y la incapacidad de poder cambiar esta forma de actuar, aunque sea una amenaza para la vida.28 En su estudio confirmaron que los pacientes de anorexia se apegan a respuestas conductuales conocidas con mayor frecuencia que las personas sanas, lo que suprime el comportamiento alternativo como explica el Dr. Hans-Christoph Friederich, jefe del grupo de trabajo. Su análisis de imagen por resonancia magnética asegura que los pacientes con anorexia tienen cierta área cerebral entre el córtex y el diencéfalo menos activada. Y asegura que esta zona afectada desempeña un papel decisivo en el inicio y control de acciones bajo demandas ambientales que cambian rápidamente. Estos resultados aportaban otros datos para comprender mejor la anorexia, pues revelan que existen factores neurobiológicos involucrados que sostienen los síntomas clínicos, y «dado que los factores psicológicos y neurobiológicos pueden influirse entre sí, esto puede conducir a nuevos enfoques terapéuticos para la anorexia».29

En mi estudio por comprender la enfermedad de mi hija fui recopilando interesante información sobre diferentes enfoques que explicarían el origen y el tratamiento de la llamada anorexia, sin duda con ingente margen para seguir profundizando. Accedí a trabajos que focalizan la causa en un desorden cerebral de base biológica —biologically based brain disorder30— o estudian la posible alteración a nivel del hipotálamo o características neurológicas. Más tarde encontré referencias a la investigación que incluso ha promovido la intervención quirúrgica con implantación de electrodos como parte del tratamiento de la anorexia (Hospital del Mar31, Barcelona, 2016). Otros estudios proponen el origen de la anorexia en ciertas disfunciones del sistema digestivo, como los estudios que mencionan una proteína bacteriana que podría ser el origen de la enfermedad, centrados en el sistema digestivo presumiblemente afectado en las personas con anorexia —proteína bacteriana de choque térmico ClpB, un antígeno mimético del péptido anorexigénico α—MSH, en el origen de los trastornos alimentarios32—. Asimismo, accedía a otras investigaciones que aseguran que la anorexia y la obesidad comparten características comunes: los grupos con condiciones de peso extremo pueden compartir factores de riesgo biológico y características neurocognitivas33.

Siguiendo con un enfoque desde la biología, se describe la conexión del cerebro y el intestino34, y cito textualmente un artículo de la compañía VIOME35, traduciendo el texto original del inglés: «Debido a que los trastornos alimentarios han sido reconocidos desde hace tiempo como enfermedades mentales, la mayoría de las intervenciones terapéuticas han tratado de resolver problemas mentales. Los tratamientos tradicionales generalmente incluyen intervenciones cognitivas que involucran medicamentos o psicoterapia. Sin embargo, estos tratamientos tradicionales no tienen una alta tasa de éxito (…). El desmoronamiento del eje intestino-cerebro ofrece nuevas posibilidades para el tratamiento de los trastornos alimentarios. Más investigación está demostrando que el microbioma intestinal está estrechamente relacionado con la patogénesis de estos trastornos, lo cual no es muy sorprendente. Los patrones alimentarios extremos, el estrés psicológico y los cambios en el metabolismo son características de los trastornos alimentarios que se sabe afectan al microbioma intestinal y viceversa. El eje intestino-cerebro nos brinda la oportunidad de desarrollar enfoques novedosos para el tratamiento del trastorno alimentario utilizando el microbioma de intestino: un “órgano” que ha sido subestimado».

Así, también hay investigaciones que cuestionan que la llamada anorexia sea una enfermedad mental y plantean que la microbiota del intestino pudiera estar estrechamente vinculada al origen de esta patología: la conducta alimentaria, el estrés y los cambios metabólicos impactarían el intestino y viceversa, reenfocando un paradigma terapéutico totalmente contrario a la intervención cognitiva, la psicoterapia y la medicación, tan común en los tratamientos a los que sometían a mi hija.

Llegaban noticias esperanzadoras de tantos estudios en marcha que seguían investigando los verdaderos orígenes de la llamada anorexia, y que hablaban de la inmunología36, de posible causas genéticas37 o, por otro lado, de la similitud con las enfermedades vinculadas con la adicción38. Efectivamente, otros enfoques ambientalistas realizan un acercamiento a explicaciones inspiradas en tratamientos de la adicción —adicción a la autodestrucción sería un buen punto de partida para este análisis— y que se traducen en intervenciones parecidas a las que se dirigen a personas que han adquirido patologías adictivas, con o sin consumo de substancias. Es cierto que la propia «adicción a la delgadez» —propuesta por Bockemühl, citado en el primer apartado— supone un símil muy paralelo a estos pacientes, aunque sin duda el estudio de cada enfermedad y persona es de imperiosa necesidad.

Otros trabajos se inspiran en paradigmas distintos y formulan tratamientos diferentes basados en otras convicciones. Desde la óptica de teorías en línea más cercana al psicoanálisis resultan muy interesantes los trabajos de Otto F. Kernberg39 en torno a la personalidad narcisista y los trastornos límite de personalidad, que también afloraron como nuevos diagnósticos. Una de las referencias indiscutibles que consulté es Hilde Bruch40, que destaca la importancia de los trastornos de la imagen corporal. Sin duda existen numerosísimos referentes que injustamente no aparecen en mi resumen, pues me refiero a mi propio proceso de búsqueda y no pretendo ningún tipo de trabajo académico.

El psicoanálisis propone contundentes visiones. Mis lecturas en diagonal de cierta bibliografía me han aportado multitud de datos relevantes, que en ocasiones he podido validar personalmente. Por ejemplo, la referencia a «el muro impermeable de la anorexia, que separa el sujeto anoréxico inmerso en el goce de su síntoma, del lazo con el otro»: su síntoma, pues, supondría ese «rechazo del otro»41, del que doy fe: en ocasiones mi chirriante y dolorosa vivencia fue experimentar un profundo rechazo de mi hija, que se inició con su mutismo cuando su enfermedad empezaba a visibilizarse y continuó cuando en ocasiones fue ella quién me privó de visitarla o de negarse a salir del hospital, una vez conseguimos permiso para hacerlo. Me cuestiono si en la llamada anorexia se esboza una especie de chivo expiatorio o una necesidad visceral de proyectar las propias frustraciones contra quien puede haber prodigado tantos cuidados y, por tanto, ha dado ya evidencias de ese amor incondicional que todo lo aguanta. En todo caso, el rechazo de ayuda, el más rabioso egocentrismo y la exhibición del propio deterioro es un ingrediente macabro de esta enfermedad, que tragué con gran desconsuelo y al filo de la propia locura: «Ya sé que puedo curarme, pero no quiero».

Seguía con mi búsqueda. El trabajo de otra importante psicoanalista, Mara Selvini Palazzoli42, apostará por la ineficacia del psicoanálisis en cuanto a la reducción del alcance evocativo de la palabra en estas personas enfermas y propondrá el paso a la terapia sistémico-familiar. Otros psicoanalistas de línea lacaniana, como el mismo Cosenza, siguen interviniendo en el tratamiento de la enfermedad en cuanto a la gestión del «goce» en el que la persona enferma está navegando y su desconexión con el otro. Es terrible la intuición de que pueda haber cierto éxtasis en lo monstruoso de esta enfermedad, cómo puede invadir la vida y engullir la persona, su voluntad, su risa, y todo lo que había sido vital hasta ese momento. Me repetía que mi hija no era así, evocando su antigua personalidad con su dulce mirada, su fino e inteligente sentido del humor, su estilo tan decidido, su ser resolutivo y creativo, sus amigas, su cariño o sus abrazos. Todo se había esfumado. El hundimiento de todo lo conocido suponía momentos de gran tensión que efectivamente retaban la estabilidad personal, también la mía.

Y de nuevo se desencadenaba un nuevo episodio circular. Tras momentos de graves angustias y cuando aparecía algún indicio de estabilización e incipiente mejora, en algún momento crítico se desataban las resistencias al cambio y mi hija parecía retroceder al punto de inicio, en un estado aún un poco peor y con mucho más cansancio. En esas ocasiones, me parecía escuchar la risa socarrona de la enfermedad como si realmente existiera la cruel exhibición del poder que habitaba en ese monstruo. Me estremecía verle sacudirse como un animal herido resistiéndose a morir mientras aún monitorizaba la debilitada voluntad de mi hija enferma. Entonces, una y otra vez, nos caíamos de nuevo en el precipicio. Y la esperanza que me alentaba era poder volver a empezar, aunque en ocasiones la nueva batalla se iniciara desde mucho más al fondo del pozo oscuro. El duelo era cada vez más sórdido y solitario.

Me debatía también en el deseo de que mi hija promoviera lo saludable, y tenía la sensación de que habíamos perdido demasiado tiempo esperando que la solución se brindara desde afuera. Me daba cuenta de que era necesario que mi hija se abriese paso hasta que consiguiera liberar su voluntad cautiva antes de poder responsabilizarse de su propia vida. Y a veces parecía que ningún esfuerzo era suficiente ni efectivo. La enfermedad se encarnizaba y es como si clavara sus dientes en la carne de quién deseaba ayudar a mi hija, como si no fuera suficiente su propio sufrimiento y necesitara destrozar más.

Diario

Tras una intensa reunión con el director médico de la clínica, escuché las impactantes palabras «Tu hija actúa contigo como si te clavara un arpón en tu carne», en referencia a la exhibición de su autodestrucción.

THE HOOK IN THE FLESH

Ante todo, amo la vida. Lo que acontece en ella me reta a dialogar, a descubrir sus ángulos, sus matices, sus posibilidades. Observar, actuar y tomar mi responsabilidad en lo que me acontece me sirve para tomar consciencia de dónde estoy y cuánto me queda todavía por aprender. De todas mis lecciones pendientes, la que me resulta más difícil me recuerda que estoy en el quinto año de repetir curso. Cinco años de acompañar e intentar resolver una terrible situación, el mal sueño de toda madre, la frustración máxima de ofrecer reiteradamente salidas a una hija adolescente que ha decidido morir a cámara lenta, día tras día anunciándome que nada ni nadie puede ayudarla porque su macabra decisión de acabar consigo misma está en marcha irreversible. Primero dejó de hablarme. Después dejó de comer. Seguidamente dejó sus amigas y sus estudios. Pronto se desinteresó de cuidar su imagen, sus relaciones, su espacio activo en el mundo. Algo así como una atrofia vital se apoderó de ella y su falta de respeto por sí misma la recluyó en la isolación reiterada en salas de hospital. Un cuerpo menguado, insostenible, cubierto por una ropa holgada, como si nadie la habitara, repite como un mantra que quiere morirse, que nadie le interfiera, que se va.

Una lucha estéril entre el amor incondicional de salvarla y la militante decisión de morir. Mientras, pasan los años y la vida de la adolescente se desdibuja entre la bruma del no hacer nada más que esperar que su masa corporal merme hasta la caquexia, que todo se acabe, que nadie la moleste, que pueda finalmente celebrar el éxtasis de su desaparición.

Cada vez que salgo del hospital, mi mente planea nuevas iniciativas, crea opciones, imagina seducirla con paisajes vitales desconocidos para expandir sus horizontes, como dibujarle la oportunidad de viajar, comprometerse —de verdad— en algo solidario, sentir otros aromas, conocer otras realidades, abrir su vida adulta aún por estrenar. Me escucha como cuando en un primer viaje a la India nos sorprendió escuchar el tamil, algo así como una música, un movimiento, una presencia de otro mundo: me responde como si hubiera presenciado una performance, sabiendo que su realidad es otra.

En ocasiones me pide ayuda. Entonces se movilizan todas mis células para estar disponible, para escucharla, para proporcionarle aquello que necesita: un cambio, un libro, aceptarle servilmente su sistema obsesivo de pesar y controlar absolutamente cada una de las calorías que ingiere, una matrícula de estudios, un nuevo círculo de amistades, paseos diarios por el parque, renovar sus viejas ropas por las camisetas más baratas del mercado, comprar un abono de transporte para que salgan a cuenta sus innumerables viajes a la ciudad donde pasa desapercibida su alocada carrera para perder peso. Cualquier cosa es aceptada como depósito de garantía de que viva un poco más, de alguna manera resuena a que hay algo que le interesa y que quizá es suficientemente preciado para enlazarla a la vida. Le digo que estoy, que no está sola, que nadie está solo, que todos necesitamos apoyo en la resolución de nuestros conflictos y carencias. Le digo que la quiero, que estaré para acompañarla siempre que lo necesite. Ella lo sabe, y su silencio le permite sedimentarse en su poder absoluto, en su loca creencia de que su propia sentencia de muerte es el fracaso de los demás, de todos los que la acompañamos y pretendemos retenerla, para que no se vaya aún.

Propuesta tras propuesta es aceptada, y con diligencia preparo requisitos, matrículas, espacios, pregunto, escribo, viajo y acuerdo cada una de las opciones que, en algún momento, ella ha aceptado. Una tras otra las opciones se esperan, se marchitan, se desaprovechan, se destruyen. En el fondo aparece su control, su poder devastador, su incontrolable sarcasmo de que no hay nada que vaya a hacerle cambiar de opinión, ni ninguna ayuda suficientemente efectiva y tentadora que le desvíe de su intencionada idea de deslizarse en su muerte prematura, si los demás la dejamos.

De manera sigilosa el hospital se ha transformado en su vivienda principal, donde cada vez más se estabiliza su vida. Se pasó la época del primer ingreso y los sucesivos reingresos a través de la puerta giratoria. Ahora su vida transcurre desde un control más suave a la invasora sonda nasogástrica, quizá en ocasiones conectada a aparatos de control vital.

Y de nuevo me surge ofrecer más opciones. Ahora le ofrezco mi enfado, mi frustración y mi incomprensión. Le digo que tiene salida, y ella me contesta que ya lo sabe, pero que no quiere otra vida que la que tiene: una vida terminal. Entonces le escribo, le hago un dibujo, le fabrico algo que le promueva un cambio, que deshiele su extrema rigidez, que tambalee su trono, que me mire, que vea más allá de su propio límite. Es un diálogo imposible, una literal pérdida de tiempo acorde a la desesperación por intentar algo más cuando la sentencia es ya inapelable. Ella intentará llevar al extremo su actuación, y cada vez que mejore boicoteará su estado para empeorar lo más rápido y dramáticamente posible. Y así demostrar que su poder es imbatible. Entonces, entonces me pedirá ayuda, y yo caeré de nuevo en la fiebre de complacerla donde sea o como sea, entusiasmada por haber llegado al final de su locura. Entonces, entonces, ella una vez más me escuchará y aceptará mi actuación hasta que tenga ante sí una solución elaborada, cuidadosamente construida, disponible para ella. Entonces, entonces me dirá que no la quiere y en su enfado veré la sonrisa de su monstruosa enfermedad burlándose de mí, en su juego de quererme cerca para destruirme lo más que pueda.

Siguiendo con mi incansable búsqueda, mucho más tarde accedí a explicaciones desde la Medicina Tradicional China43, que aplica la acupuntura y se centra en restablecer el equilibrio del cuerpo y reconectar la mente, el cuerpo y el espíritu en su correcta relación, ya que se considera que el llamado trastorno alimentario se ha desatado por un desequilibrio en múltiples sistemas de energía. Resulta un paradigma muy interesante, en cuanto los trastornos alimentarios son patologías complejas que afectan a todos los niveles del ser, con manifestaciones físicas, desequilibrios emocionales, inseguridades mentales y desafíos espirituales. Su propuesta es permitir la intervención de la acupuntura y la medicina herbaria china junto con el asesoramiento nutricional y la psicoterapia, en línea y cooperación para facilitar herramientas de curación a las personas afectadas. Me resultó tan de ayuda una de estas fuentes, que me atrevo a compartir mi propia traducción del texto, en inglés en el original44:

Uno de los sistemas de energía más comúnmente desequilibrado en un trastorno alimentario es el del bazo y el estómago: representan el elemento Tierra, y una energía de conexión a tierra y de estar centrado. Analizarse demasiado, pensar obsesivamente y preocuparse por la imagen corporal a menudo son indicativos de una debilidad energética de la Tierra. El bazo y el estómago también son nuestra primera línea de procesamiento de alimentos, tanto en la forma física como en una miríada de formas emocionales y espirituales. Cuando las energías de ambos órganos son débiles, no podemos recibir alimento en ninguna de sus formas. Para un paciente con un trastorno alimentario, este es obviamente un círculo vicioso, ya que privar al cuerpo de nutrición física hace que la energía del bazo/estómago sea mucho más débil y mucho menos capaz de aceptar la alimentación emocional. El tratamiento con acupuntura y hierbas puede ayudar a fortalecer esta energía de la Tierra, nuestro centro y nuestro núcleo, para preparar el cuerpo y la mente para aceptar el alimento que merecemos. A nivel físico, este desequilibrio descrito en el bazo y estómago puede manifestarse como hinchazón, náuseas, estreñimiento, diarrea, reflujo, menstruación irregular en mujeres y fatiga inquebrantable, todos los síntomas físicos comunes que experimentan los pacientes con trastornos alimentarios. Otro centro de energía en el que frecuentemente se ven problemas en casos de trastorno alimentario es el sistema de energía del hígado. Los sistema de hígado y vesícula biliar representan el elemento madera, y son una encarnación de la expansión, el crecimiento, la planificación y el movimiento hacia afuera. El hígado controla los ojos y cómo nos vemos. La dismorfia corporal y la imagen corporal distorsionada son síntomas de un desequilibrio en el sistema hepático. La energía de la madera, como el crecimiento de árboles y plantas, es de movimiento hacia arriba y hacia afuera. Es lo que nos permite planificar para el futuro, establecer metas, forjar relaciones, encontrar el coraje para salir de nuestras zonas de confort. Cuando están fuera de balance, los pacientes experimentan cambios difíciles de visualizar y establecen metas, síntomas de ansiedad social, depresión y frustración consigo mismos o con los demás. Los síntomas físicos de un desequilibrio hepático incluyen tensión y tensión muscular, dolores de cabeza y períodos dolorosos. Por lo tanto, el tratamiento con acupuntura y hierbas funciona para calmar las energías del hígado y vesícula biliar, y colocar al paciente en una posición en la que esté listo para dar el siguiente paso en su curación. Debido a que la naturaleza de los trastornos alimentarios requiere que múltiples niveles de nuestro ser se vean afectados, la mayoría de las veces, los centros de energía adicionales también están fuera de balance. La medicina tradicional china trabaja para pintar una imagen de dónde está el paciente, en mente, cuerpo y espíritu, en ese momento particular en el tiempo. Y luego, como acupunturistas, miran la imagen para ver qué es demasiado fuerte, qué es demasiado débil. Y aplican también hierbas para corregir ese error. Por su propia naturaleza, la acupuntura ayuda a llevar al paciente más a su cuerpo físico. Se afirma que la naturaleza física de la medicina ayuda a estos pacientes a conectarse con sus cuerpos de una manera positiva y significativa. Introduce sensaciones corporales positivas, promueve una sensación de calma y bienestar, y ayuda a establecer un camino hacia la salud, en todas las dimensiones en las que existimos.

Efectivamente, la medicina tradicional china me aporta una visión de la enfermedad mucho más sensata y comprensible que la falta de respuestas y la contención en una unidad cerrada de psiquiatría con el permanente reto de engullir sucesivas bandejas hipercalóricas. Somos mucho más que nuestro peso o una estadística, urge integrar todas nuestras dimensiones humanas. Sigue la misma fuente:

Superar un trastorno alimentario es un trabajo increíblemente duro para un paciente. Y a diferencia de otras afecciones y tratamientos de salud, como tomar una píldora para la presión arterial alta o recibir acupuntura para liberar un nudo muscular, requiere una gran cantidad de dedicación, introspección, deseo y esfuerzo por parte del paciente. La curación es un proceso activo, y quizás sea más claro que nunca en pacientes que luchan por superar un trastorno alimentario. La acupuntura y la medicina herbaria china no curan a un paciente, el paciente hace eso. Más bien, este medicamento funciona con los recursos propios del paciente para recordarle a la mente y al cuerpo cómo existir en armonía unos con otros, y posicionar al paciente en un lugar mejor desde el cual recorrer el camino hacia la recuperación.

Ojalá este enfoque pueda aliviar y ayudar el proceso de curación de alguien que empieza a sufrir esta loca enfermedad, en nuestro caso la información llegó a destiempo.

En ámbitos de la medicina integral, he ido recopilando referencias de tratamientos para la enfermedad llamada anorexia basados en el mindfulness45, la meditación o el reiki, como técnicas de gestión del estrés y la ansiedad, de demostrada eficacia. Pero se necesita mucho más que herramientas, urge un enfoque de la medicina que entienda nuestra naturaleza humana y no se limite a contener un síntoma de enfermedad.

El enfoque de la Sofrología46, disciplina fundada por el profesor y psiquiatra Dr. Alfonso Caycedo47 —a quien tuve el honor de conocer y conversar personalmente en la primera década de este siglo—, aporta una visión de una medicina posible que podría ejercer un gran bien retornando a las unidades de salud mental, igualmente que lo ejerce en otros ámbitos médicos, pedagógicos, del deporte y en otras disciplinas. Quizá su legado académico desee recuperar el encuentro con la psiquiatría, de la que surgió. Sin duda su implicación podría ser de enorme beneficio para tantas personas enfermas, sus familiares y para un trabajo personal de los propios médicos y personal sanitario. En el interesantísimo relato sobre la vida y obra del fundador de la sofrología48, dice su hija: «Se hace necesaria y urgente la constitución de una medicina integral, de una ciencia médica de la totalidad del ser humano (…) y que no se centre exclusivamente en el hombre enfermo y el tratamiento de los síntomas patológicos. (…) La sofrología caycediana (…) se considera una disciplina que se basa en un entrenamiento existencial como una posible respuesta al vacío existencial de nuestra época. (…) su creador la presentaba como “una fenomenología de la vida al servicio de nuestra sociedad enferma”».

Esta visión holística e integrativa de la medicina es, sin duda, imprescindible para acompañar cualquier enfermedad, y sería una gran aliada para paliar tanto sufrimiento en tantas patologías. También dentro de unidades psiquiátricas, donde además existe una gran desconexión con el propio cuerpo y sus sensaciones. Como afirma la Dra. Natalia Caycedo: «En la sofrología el paciente es sujeto partícipe activo de su propio tratamiento. De esta manera, refuerza su libertad, su responsabilidad y su independencia terapéutica»49. Sin duda, cuántos enfermos sufrientes hipermedicalizados o bien los desahuciados por la psiquiatría —como mi hija— hubieran podido beneficiarse de tratamientos que ya son accesibles y se encuadran en una medicina mucho más humana.

Me he referido a los rígidos paradigmas médicos, al descuido del cuerpo y a tantas herramientas disponibles que son desterradas de la práctica en salud mental. Resulta también muy importante la referencia a los espacios de tratamiento en psiquiatría. Y es un apunte al margen de que la llamada anorexia sea finalmente descrita de forma definitiva como una enfermedad mental —vistos los distintos enfoques en estudio, quizá toda la psiquiatría espera respuestas desde la biología u otros niveles de comprensión pues no existe una psique sino unida a un ser multidimensional—.

Así, mi ruego a humanizar todos los espacios de ingreso hospitalario, sean de larga estancia o ambulatorios, dando prioridad a los centros psiquiátricos al ser clínicas de larga estancia donde se internan personas con una gran vulnerabilidad. Se trata de una urgencia médica, pues algunas llamadas clínicas de salud mental se revisten de connotaciones carcelarias que provocan daños innecesarios a personas muy frágiles, tanto enfermos como familiares. Reivindico que se garantice el necesario contacto diario con la luz solar directa y el aire libre para experimentar corporalmente la sensación de frío y calor según la temperatura externa, el necesario paseo matutino o vespertino cerca de algún espacio con vegetación, además de la necesidad de cuidar el contacto con el propio cuerpo a través de tantísimas opciones —desde la meditación, el canto, el qi gong u otros—, un cuidado del espacio y la calidad en la forma de alimentarse, además de facilitar que las personas enfermas puedan asearse y vestirse con dignidad. Apuesto a que en general los tratamientos serían mucho más efectivos y evitarían la degradación humana que se adivina dentro de la contención, en la mayoría de las unidades cerradas de psiquiatría. Al menos, parte de los ejercicios y tratamiento debería ser reconectarse con el propio cuerpo y con la vida real que palpita afuera de las puertas cerradas, especialmente en un ámbito natural y generador de salud. Mi ruego se haría extensible a humanizar las unidades de psiquiatría, y adaptarlas a un acompañamiento más holístico y sin duda menos hipermedicalizado, caso que la medicación sea realmente necesaria. Sin duda, los paseos por la naturaleza serían un bálsamo para los cuerpos y almas tan sufrientes, aunque la experiencia vivida en mi país dista mucho de esta sensibilidad. Me interesa seguir profundizando en este sentido y localizar estudios que ya incluyan los claros beneficios del contacto con la naturaleza en la gestión de desequilibrios emocionales, probablemente siempre presentes en el proceso de cualquier enfermedad.

Durante todo el proceso de la enfermedad de mi hija contacté con entidades, hospitales, universidades y particulares ante cualquier indicio de poder saber más y mejor, de poder reorientar nuestra búsqueda y especialmente lograr sentirnos seguros y apoyados, sin perder nunca la esperanza de su cura y de su sanación. En una ocasión leí un interesantísimo blog de un padre afectado, a quien inmediatamente aporté mi reflexión, ruegos y preguntas. Dos días después recibí la respuesta que sigue, que comparto con la intención de seguir alimentando una cadena de comprensión y soporte mutuo. ¡Qué importante la implicación y el apoyo mutuo entre acompañantes! Aun cuando no haya respuestas, compartir inquietudes, validarnos y sentir un abrazo virtual es de gran apoyo. Compartiré algunos de los correos electrónicos seleccionados, en los que he sustituido por (…) cualquier información confidencial, por un mero ejercicio de respeto a la privacidad de otras personas:

Asunto: Buscando solución anorexia grave

Fecha: 10 de abril de 2016, 16:16

Hola,

He leído en el blog (…) el artículo (…)(12.10.2008). Creo que te expresas con la experiencia de algún hijo/a con anorexia. Veo un discurso crítico con la terapia hospitalaria del «palo y zanahoria, más palo que zanahoria». Quisiera pedirte si has encontrado algún método efectivo. Soy madre de una chica que va a cumplir 20 años en julio, y lleva enferma desde los 13. El verano pasado pesaba 25Kg, ha recuperado hasta unos 32. Ha ingresado más de 15 veces. El escrito me sugirió que quizá tengas información de qué lugares, terapias, profesionales… en España, hayan superado esta terapia conductista que solo pretende dominar el síntoma. ¿¿Alguna investigación o conclusión que puedas compartir?? Estoy hablando de un caso grave, que por supuesto no quiere volver a ingresar. Sabemos que el hospital contiene, castiga, aísla, hace sufrir… y no les cura. ¿Qué hacer?

Mi desesperación es saber cómo poder solucionar estos casos tan graves, hay que crear un nuevo paradigma de tratamiento. Es horrible verles menguar, anticipando lo peor.

Si puedes enviarme alguna pista, información útil… te lo agradezco de antemano.

Gracias.

Asunto: Re: buscando solución anorexia grave

Fecha: 12 de abril de 2016 14:03:17

Hola,

Efectivamente, ese blog (al que no he vuelto desde hace mucho tiempo) afrontaba (lo pretendía) la terrible experiencia de anorexia y bulimia. En nuestro caso (hablo en nombre de toda la familia) doble: la hija mayor con bulimia, la menor, con anorexia. ahora tienen 30 años y 25 respectivamente y han aprendido lo importante: que el trastorno alimentario era (es) un síntoma de algo más profundo que hay que desentrañar.

Ellas tuvieron terapias desde pronto(…). Luego estuvieron internadas (…). No voy a negar que durante un tiempo les sirvió de ayuda: la contención, el análisis de la enfermedad, la indagación psicológica y la medicación psiquiátrica. Pero llegó un punto en que eso ya no servía. Ellas mismas fueron conscientes de que la vida estaba FUERA del recinto; había que enfrentarse a ella, con todas sus consecuencias (MIEDO). Y nosotros (padre y madre; siempre muy unidos, sin desfallecer —o desfalleciendo, pero sin claudicar—) buscamos alternativas. Te hablo de nuestra experiencia, que nos sirvió y nos sirve; lo que no quiere decir que sea extensible a todos los casos (aunque yo crea que sí).

Primero fue el descubrimiento de Reiki. Te lo aconsejo. Es bueno en sí mismo, pero además abre las puertas al mundo de las «energías» que nos explican la naturaleza autosanadora que todos llevamos dentro. La enfermedad (física o mental) es una barrera que ponemos a esa energía sanadora. Hay que destruir la barrera y volver a conectar con nuestra naturaleza.

Este trabajo se hace por medio del Reiki y de todas esas corrientes de pensamiento positivo, meditación, sanación (por sonidos o cantos), regresiones, etc.

En la actualidad mi hija mayor lleva cuatro años fuera de cualquier síntoma y sigue una vida independiente de nosotros y normal. Terminó sus estudios de (…) y ahora está en tercero de (…). Tiene sobrepeso ¡pero no tiene ningún problema por eso! Es vegana y cuida muy bien su alimentación ¡sin ningún síntoma de enfermedad! Jamás lo hubiéramos creído. Nuestra segunda hija ha mejorado muchísimo, no toma ninguna medicación y está «desintoxicándose» de tantos años de pastillas. No digo que esté totalmente «libre», pero casi. Tiene todavía una pequeña obsesión con su físico (peso y demás…) pero está tratando de llegar al ORIGEN del problema. Hay en (…) un terapeuta que la está ayudando mucho. (…) con lo que te he dicho de Reiki y sanación vamos sacando adelante las dificultades.

Por último (perdona la extensión) decirte que las «etiquetas» que les ponen a nuestras hijas ya no nos asustan. La más terrible fue aquella de «trastorno límite de personalidad». Mentira: MIEDO (a crecer, a no ser queridos, a no poder desarrollar todas sus potencialidades (que son muchísimos, porque son HIPERSENSIBLES).

Te deseo lo mejor. De todo corazón, deseo para ti, para tu hija, para toda tu familia salud, paz, felicidad.

Un abrazo.

En nuestra búsqueda desesperada para evitar reingresar de nuevo en el mismo concepto hospitalario disponible para nosotros, y que ya había causado grandes daños, contacté con los responsables del programa Maudsley Model for Treatment of Adults with AN (MANTRA), Crest and Copp50, un proyecto británico que se dirige a adultos sufrientes de la llamada anorexia. Me interesaba el posible acceso a su programa, que en su momento parecía aún no disponible en nuestro país:

Asunto: Fw: Looking for urgent help

Fecha: 30 de marzo de 2016 16:16:03 GMT+02:00

Dear,

I am sorry to hear about your daughter’s illness which does sound very tough and exhausting for everyone in the family. Thank you for your interested in our work. I am unfortunately unaware of anyone doing MANTRA in Barcelona.

I am sorry not to be able to be of more help.

All the best

Existen en Europa entidades muy activas que desde la privacidad promueven estudios y líneas de tratamiento alternativas o complementarias, parejas a los avances de la continua investigación en marcha. En Inglaterra Beat Eating Desorders51 me aportó una información por mí desconocida, que comparto con la intención de abonar el cuestionamiento y la búsqueda, y nunca cerrar puertas a la posible curación:

Asunto: RE: Looking for urgent help

Fecha: 31 de marzo de 2016 12:34

Good Morning,

Thank you for your email. We can see from your email how you are looking for an approach that will help your daughter who is suffering from Anorexia, and has not felt that the inpatient treatment she has experienced hasn’t helped her. It is really positive that she now feels that she would like to recover. We have included a link to the website, so you can read more about the Maudsley approach. http://thenewmaudsleyapproach.co.uk/Research_Base.php which explains a bit more about the approach. Professor Janet Treasure and this approach is something that Beat are aware of and is also an approach that a lot of the parents that we speak to have said that it had had a positive impact upon them and their children.

Unfortunately as we are a UK based charity we are unable to advise you upon therapists in (…). We do have some online support services which you are very welcome to access https://www.b-eat.co.uk/support-services/online-support-groups.

We hope that you are able to access the support that you are looking for your daughter.

Paralelamente a los distintos modelos terapéuticos, resulta imprescindible la implicación social, sean redes de apoyo solidarias u organizaciones no lucrativas que se dedican profesionalmente al apoyo a las personas enfermas y su entorno. Por supuesto, es importantísimo mencionar la incansable labor de las asociaciones que visibilizan y coordinan grupos de apoyo para enfermos y familiares, promoviendo la mejor comprensión de la enfermedad y facilitando herramientas de gestión, así como desarrollando una importantísima labor de concienciación y desestigma de las enfermedades mentales en general y de los llamados trastornos alimentarios en particular. Todas son extremadamente necesarias y su labor me merece un profundo agradecimiento. A veces resultan muy cercanas a los mismo centros psiquiátricos —como la Associació Contra l’Anorèxia i la Bulímia52 impulsada por familiares y especialistas del Hospital Clínico de Barcelona—, por lo que quizá les resulta más complicado generar espacios críticos contra las iatrogenias médicas que se producen. Otros modelos surgen a partir de «un grupo de personas con una sensibilidad común», como la Fundación APE53. Otras entidades tienen una repercusión a nivel de país, y se muestran también muy dinámicas. Interesante el modelo de la Asociación Nacional de Trastornos Alimentarios Americana54, que promueve una importante red de solidaridad y realiza una importantísima tarea docente, de apoyo y de sensibilización, que quizá pueda también inspirar movimientos parecidos en otros países.

Insisto en mi necesidad de transferir información, y sobre todo esperanza, a quien pueda necesitarla. Puedo imaginarme cuántas personas inician ahora un camino similar, y desearía transmitirles mi apoyo en unos momentos de gran desconcierto. Como suele referirse, como madre hice todo lo que pude con la mejor de las intenciones para ver sana y feliz a mi hija, y con esta intención consulté con sus médicos y recurrí a los espacios hospitalarios cuando la enfermedad se impuso gravemente, y a pesar de la oposición de algunos familiares, que consideraban que no le pasaba «nada a la niña». Quizá por este continuo cuestionamiento fue tan difícil romper resistencias.

Evaluando el largo camino recorrido, soy testigo de que los primeros hospitales contuvieron pero no trataron la enfermedad de mi hija y los servicios sociales fueron terriblemente crueles, como menciono en detalle más adelante. Mi vivencia es que los tratamientos iniciales agravaron al límite una situación médica que no se supo tratar de forma adecuada. Me atrevo a decir que si no hubiéramos arrancado a mi hija —literalmente, dados los obstáculos— de los protocolos irracionales y peligrosos a los que la sometían, puede que no hubiera sobrevivido. Fue tan grave el encarnizamiento terapéutico después de casi siete meses de ingreso, con métodos de castigo y prohibición de visitas, que llegué a denunciar al hospital —como profundizo en el apartado de malas praxis judiciales e iatrogenias médicas—, y ese centro nunca se responsabilizó del maltrato infligido ni de los daños causados. No fue fácil superarlo, siguieron otros ingresos en unidades de día, hospitales, consultas, planes de intervención posthospital y otras medidas de apoyo terapéutico. Ha sido un larguísimo camino, incierto, con momentos de extrema gravedad. Todo ha tenido su impacto, y afortunadamente a pesar de ciertas hospitalizaciones nefastas pudimos acceder a intervenciones terapéuticas extraordinariamente beneficiosas, que mi hija pudo aprovechar en el momento preciso.

Ante tanto sufrimiento añadido, mi ruego a los médicos, psiquiatras y terapeutas: es urgente un ejercicio de escucha a las personas enfermas, y también a los familiares que detectan cuándo el hospital ni cuida ni cura sino todo lo contrario. Aun reconociendo sus buenas intenciones, cuánto les agradeceríamos que admitieran el diálogo y reaccionaran inmediatamente ante intervenciones que se manifiestan perjudiciales. Lo importante es que cada persona active al máximo su propio potencial de sanación y que reciba el modelo de intervención terapéutica que necesita. Para ello, algunos profesionales necesitan mucho más amor a su profesión de servicio: mirar a los ojos, escuchar los cuerpos y acompañar con compasión para poder crear un vinculo terapéutico y con ello un espacio para aprender a sentir y a comprender la desfragmentación en la que estamos inmersos.

14. Michel Foucault (1926-1984, historiador y filósofo). Se refiere a las instituciones (psiquiátricos, escuelas, cárceles) y a los paradigmas de poder (médico, pedagógico), y cómo van ubicándose en su contexto de poder en cada momento histórico. «Considera que el hombre ha inventado la regulación de la moral con objetivo de dominar y someter a sus iguales, a través de la represión y de los juegos de poder». Cita cedida por ST. “Cosiendo lo invisible. Arteterapia y arpilleras en salud mental”. Tesina de Arteterapia Transdiciplinar, 2010 (Trabajo no publicado y facilitado por la autora).

15. Mabel Gracia Arnaiz y Josep M.Comelles (Eds). No comerás. Narrativas sobre comida, cuerpo y género en el nuevo milenio. Icaria. Observatorio de la Alimentación. Excelente libro sobre trastornos del comportamiento alimentario escrito por antropólogos. Su lectura resulta muy clarificadora sobre relaciones de poder, costumbres naturalizadas culturalmente, la hegemonia de los profesionales y los problemas concretos de personas afectadas por anorexia o bulimia y de tantos trastornos que se aglutinan en el caja de «Trastornos de la conducta alimentaria no especificados» (TCANE). Resulta un libro de recomendadísima lectura. En este punto concreto, el capítulo llamado «Nosotros, los otros» en que hace un retrato estupendo de las reuniones con padres y la falta de respuestas.

16. Thérèse Bertherat. El cuerpo tiene sus razones. Paidós, 1987. Un clásico siempre vigente: «¿Cómo tomar las riendas de la situación para recuperar la salud, la vitalidad y la autonomía a las que tenemos derecho?».

17. Ver apartado «Inflación diagnóstica. Psiquiatría, DSM, Seguros Médicos y Big Pharma».

18. http://diazatienza.es/tratamiento—farmacologico—de—la—anorexia—nerviosa/ BLOG: http://diazatienza.es

19. Un raído pijama unisex o el pijama personal —según el centro hospitalario español— suele ser el unico uniforme diario durante los largos ingresos de una persona afectada de la llamada anorexia. Me preguntaba la razón de no facilitar que cada paciente cuide de su apariencia, lavándose y vistiéndose correctamente como una primera rutina del día, y como primer eslabón para cuidar su autoestima. Guardo una de las batas hospitalarias, como testimonio explícito de la poca atención que se destina «al cuerpo».

20. Sugiero el nombre «Piedra de salud» o «Piedra testimonio de sanación»: Al aproximarse su alta médica, los pacientes eran animados a reflejar su proceso moldeando un ladrillo de barro, que posteriormente se instalaba en el acceso a la clínica. Así se iba creando un hermoso pasillo de testimonios, que quizá sean un guiño de esperanza a los que acuden al primer ingreso. Ver fotografía en el apartado «Espacios de salutogénesis versus unidades cerradas», en este escrito.

21. En Alemania no existe la Seguridad Social entendida como un sistema de sanidad universal, tal como en España. En Alemania, los ciudadanos están obligados a contratar mutuas sanitarias privadas (parte pagada por la empresa y parte por el trabajador) con servicios específicos. Si bien es cierto que la clínica a la que me refiero —y más en detalle en la tercera parte de este libro— está abierta a todo el público, también lo es que no todas las mutuas contemplan este centro como asociado: depende de los convenios de cada mutua.

22. Hospitales con un equipo de profesionales al servicio del paciente, y que además se reunía con la familia para comprender el contexto, consensuar la intervención, aconsejar y apoyar el proceso de alta hospitalaria. Para ver en detalle la oferta en Estados Unidos, resulta de interés consultar el catálogo www.EDcatalogue.com.

23. Wangari Maathai (Kenia, 1940-2011), política, ecologista y Premio Nobel de la Paz 2004, expone cómo enfermamos a medida que nos distanciamos del contacto con la naturaleza. Wangari Maathai. Devolver la abundancia de la tierra: valores espirituales para sanarnos a nosotros mismos y al mundo. Ed Obelisco, 2011.

24. Stella Maris Maruso. Terapeuta biopsicosocial. Educadora en la movilización de drogas endógenas e inteligencia emocional. Fundadora y alma de la Fundación Salud www.fundacionsalud.org.ar en Buenos Aires, Argentina, y de la Asociación Generar Salud www.asociaciongenerarsalud.es en Barcelona, España.

25. TED Talk Dra. Laura Hill: https://www.youtube.com/watch?v=UEysOExcwrE). El método de la Dra. Hill está centrado en el entrenamiento y la capacitación de la persona para poder manejar sus «ruidos internos», literalmente. http://www.centerforbalancedliving.org/laura-hill

26. News Medical Life Sciences. «Psicoterapia, Nueva opción del tratamiento para la anorexia nerviosa», 2013 (Original en inglés) https://www.news—medical.net/news/20131022/6904/Spanish.aspx «Los científicos de T-bingen y de Heidelberg extrajeron la conclusión siguiente: las terapias específicas dan a pacientes adultos una oportunidad realista de la mejoría de la recuperación o del largo plazo. Sin embargo, sigue habiendo grandes retos para la prevención y el tratamiento temprano de la anorexia nerviosa.»

27. Hunna J.Watson, Zeynep Yilmaz y otros. “Genome-wide association study identifies eight risk loci and implicates metabo-psychiatric origins for anorexia nervosa”. Nature Genetics 51, 1207-1214, Julio 2019. https://www.nature.com/articles/s41588-019-0439-2

28. Hans-Christoph Friederich. “Why anorexic patients cling to their eating disorder”. American Journal of Psychiatry. University Hospital Heidelberg.

29. Referencias: Zastrow, A., Kaiser, S., Stippich, C., Walther, S., Herzog, W., Tchanturia, K., Belger, A., Weisbrod, M., Treasure, J. y Friederich, H. C. (2009). “Neural correlates of impaired cognitive-behavioral flexibility in anorexia nervosa”. Am. J. Psychiatry 166, 608-616. www.klinikum.uni-heidelberg.de/Essstoerungen.109897.0.html

30. Interesante artículo: http://www.theatlantic.com/health/archive/2016/03/treating-anorexia-in-adults/475845/?utm_source=SFFB

31. http://www.ccma.cat/324/metges-de-lhospital-del-mar-tractaran-amb-cirurgia-casos-severs-danorexia/noticia/2758336/

https://www.parcdesalutmar.cat/es/noticies/view.php?ID=866 12 de julio de 2018 - Notas de prensa. El Hospital del Mar utiliza con éxito la estimulación cerebral profunda para tratar 4 pacientes con anorexia nerviosa. ( ) «El proyecto del Hospital del Mar es el primero que se hace en el continente y lo financia una beca del Fondo de Investigación Sanitaria (FIS) y el CIBERSAM del Ministerio de Sanidad. En caso de que los resultados sean positivos, esta técnica se incorporará a la cartera de servicios del Servicio Mancomunado de Neurocirugía del Hospital del Mar y el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau.»

32. http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4350527/

http://presse-inserm.fr/anorexie-boulimie-une-proteine-bacterienne-mise-en-cause/16002/

http://www.diariomedico.com/2014/10/07/area-cientifica/especialidades/bioquimica-clinica/proteina-bacteriana-flora-intestinal-estaria-tras-anorexia

http://www.dmedicina.com/enfermedades/2014/10/07/proteina-bacteriana-flora-intestinal-estaria-anorexia-33448.html

33. http://www.idibell.cat/modul/noticias/es/404/la-anorexia-nerviosa-y-la-obesidad-comparten-caracteristicas-comunes

34. https://www.viome.com/blog/could-gut-microbiome-hold-key-new-innovative-eating-disorder-treatments

35. www.viome.com. Equipo de médicos y cientificos que estudian la implicación de la microbiota en la salud.

36. BBC NEWS. Anorexia ‘caused by immune defect’ http://news.bbc.co.uk/2/hi/health/2558349.stm

37. http://noticiasdelaciencia.com/not/9055/las_causas_geneticas_de_la_anorexia/

26.03.2016. Molecular Psychiatry - Abstract of article: “Evidence for the role of EPHX2 gene variants in anorexia nervosa” http://www.nature.com/mp/journal/v19/n6/abs/mp201391a.html

26.03.2016 International Study Provides New Genetic Clue to Anorexia https://www.scripps.edu/news/press/2013/20130911schork.html

38. Revista de Neurologia http://www.neurologia.com/sec/RSS/noticias.php?idNoticia=486

http://www.clinicaser.info/1015/las-causas-de-la-adiccion-y-trastornos-de-laalimentacion/

http://www.neurosalus.com/como-enfrentarse-a-la-anorexia-y-la-bulimia/

39. Otto F.Kernberg (Austria, 1928) Psiquiatra y psicoanalista. De su múltiple bibliografía, la dirección médica del hospital me recomendó Desórdenes fronterizos y narcisismo patológico. Paidós, 1975.

40. Hilde Bruch (1904-1984). Psicoanalista alemana especializada en los llamados trastornos de la alimentación. Entre su bibliografía, destaca el clásico La jaula dorada: el enigma de la anorexia nerviosa. Ed. Paidós.

41. Domenico Cosenza. El muro de la anorexia. Gredos, 2013

42. Mara Selvini Palazzoli (Psiquiatra italiana, 1916-1999). Trabajó en un enfoque sistémico y constructivista desde la terapia familiar con personas diagnosticadas de anorexia y de esquizofrenia. Y generó particulares modelos de intervención.

43. https://www.youtube.com/watch?v=f7KqgP9kYnI

http://evasanchez777.blogspot.com/2011/08/ii-parte-anorexia-nerviosa-tratada-con.html

http://acupuncturetwincities.com/2010/10/treating-eating-disorders-with-chinese-medicine/

44. http://www.steppingstoneacu.com/blog/2012/08/22/Treating-Eating-Disorders-with-Traditional-Chinese-Medicine.aspx

45. Meditación contra la anorexia | Zen ELMUNDO http://www.elmundo.es/vidasana/2015/10/15/561d13ca22601d093b8b45d5.html «Esta herramienta lo que permite es pasar de la conducta compulsiva que se da en este tipo de trastornos a una mucho más consciente. Se trata, en definitiva, de ser conscientes de la cantidad que comemos, saber qué es lo que necesitamos ingerir y ser dueños, en definitiva, de nuestros actos», explica Carmen Tolosa, experta del Centro de Psicología Aplicada de la Universidad Autónoma de Madrid sobre Trastornos del Comportamiento Alimentario. (…) «En el hospital Universitario La Paz ya se utiliza el mindfulness para tratar a personas con estos problemas. Uno de los referentes internacionales está en la facultad de Medicina de la Universidad de Montreal, en Canadá».

46. Sofrología caycediana. Fundada por el Prof. Dr. Alfonso Caycedo, se refiere al «estudio de la consciencia en equilibrio». Su método, que se centra en la introducción de lo positivo y el contacto con las sensaciones corporales, supone unas ingentes aplicaciones prácticas, en personas sanas y en enfermos. www. sofrologia.com

47. Alfonso Caycedo (1932-2017). Psiquiatra, creador de la Sofrología, de las raíces griegas SOS-PHREN-LOGOS o «estudio de la consciencia en equilibrio». https://www.sofrologia.com/historia-de-la-sofrologia/

48. Dra. Natalia Caycedo. Alfonso Caycedo. Vida y obra del creador de la sofrología. Eds. Sofrocay, 2018.

49. Dra. Natalia Caycedo. Obra citada.

50. https://www.cnwl.nhs.uk/wp-content/uploads/2019/05/Mantra.pdf

51. https://www.beateatingdisorders.org.uk/ www.b-eat.co.uk

52. ACAB.org/es

53. https://fundacionape.org/quienes-somos/

54. https://www.nationaleatingdisorders.org

Anorexia y psiquiatría: que muera el monstruo, no tú

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