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Comparación Numérica Especulativa Subconsciente, CoNES
ОглавлениеDesde muy temprana edad nos educan para que compitamos en pos de la acumulación, donde las cifras se convertirán en el principal factor indicativo de éxito o fracaso. Se nos enseña a sentirnos seguros en la cantidad, cantidad que fijará los estándares de calidad y nos predispondrá a poner en cifras sentimientos, deseos y cuantas expresiones queramos, a COMPARAR. Esta perspectiva tiene uno de sus principales orígenes en el sistema educativo, donde se califica el nivel de conocimiento a través de los números, como natural indicador cuantitativo, sustentado a su vez por un enfoque económico de educación en tanto formación del futuro sujeto productivo, acostumbrándose a percibir los logros a través de este método de calificaciones. Ahora bien, el principal problema en las frases anteriores radica en la palabra COMPARAR y en la frase PERCIBIR LOS LOGROS, esto supone un adoctrinamiento en la estructura de aprendizaje de nuestro cerebro, puntualmente en el circuito de recompensa, en el que se lo acostumbra a discernir con una perspectiva cuantitativa los logros obtenidos, predisponiendo a trasladar este estándar de medición a otros ámbitos de la vida. Veremos entonces cómo funciona.
El circuito de recompensa es un sistema de estructuras neuronales orientadas a identificar cualquier situación que provoque bienestar y placer. Este será uno de los ejes principales en el aprendizaje de la supervivencia natural, ya que marcará la tendencia asociativa para que toda situación que genere placer se repita. Es así como se instaura una predisposición por ciertos factores positivos para el sistema de recompensa que estará íntimamente ligado a la cuantificación numérica en este caso, involucrando la autoestima en relación a los logros que se obtengan en proporción comparativa a los fracasos. Sin pretender ser un tratado de neurología, podremos definir brevemente cómo funciona el sistema de recompensa mencionando las regiones del cerebro involucradas, como así también los neurotransmisores necesarios, en estudios realizados hasta la fecha.
Todo comienza en el área tegmental ventral, responsable de captar toda señal que involucre mecanismos básicos de supervivencia, subiendo al sistema límbico —causante de generar emociones asociativas a estas señales recibidas— en el que se destacará el núcleo acumbens, asociado directamente con la aparición de sensaciones placenteras. En el lóbulo frontal, ocurre la planificación basada en la información antes obtenida, por lo que estimulará a un conjunto de acciones que lleven voluntariamente al individuo a conectar con el objetivo final. El neurotransmisor necesario para que este sistema se complete y active es la dopamina, este se ha coligado como el principal partícipe en la asociación del placer, pero además, y no menos importante, en el eje motivacional del individuo.
El sistema de calificación financiero basado en patrones numéricos genera, desde el principio del desarrollo cerebral del individuo, una tendencia asociativa a equiparar el éxito y el fracaso con un promedio cifrado. En esta instancia, el cerebro humano no solo está aprendiendo y sistematizando el eje de recompensa necesario para la supervivencia, sino que está estableciendo los primeros parámetros de éxito, fracaso y comparación de estándares de logros respecto a las relaciones, ya sea con el otro como individuo o como grupo. Además de establecer una consciencia comparativa con sus pares, estará asimilando el paradigma que más es mejor con respecto al otro, en el momento en que este YO es consciente en su comparativa que la obtención de un puntaje más alto lo dispondrá en un estatus de ganador o exitoso respecto a la OTREDAD. Estos procesos de crecimiento van a signar de alguna manera la tendencia de personalidad del individuo en la construcción de su yo y la relación de este con la otredad. Dentro de las principales características de desarrollo del yo podemos destacar la seguridad en sí mismo, ligado directamente al nivel motivacional del sujeto. La percepción de la obtención del éxito asociado a un factor numérico predispondrá a la cuantificación comparativa respecto al otro, esto será que de manera consciente o inconsciente percibirá la concreción del éxito como una pauta de base desde donde el yo se autoevaluará respecto al otro, fomentando la competitividad y el individualismo.
Cuando se hace referencia al método de evaluación a través de valores numéricos, no solo se tiene en cuenta el sistema de calificación del uno al diez —donde uno es lo más bajo y diez naturalmente es la meta más destacada— también podemos mencionar el sistema de cero a cien que es muy similar al anterior, con la misma perspectiva de orden numérico, es decir: primero, segundo, tercero; tendremos el sistema de calificaciones mediante letras donde A es proporcional a primero, es decir diez o cien la nota más alta y E o F en algunos casos será equivalente a la nota más baja. Estos métodos de categorizar el rendimiento escolar se utilizan en la mayoría de los países, siendo una minoría quienes lo hacen a través de expresiones o valoraciones.
Desde una perspectiva psicológica, es natural inferir que el individuo tiende a compararse con sus pares siendo parte indispensable en materia de desarrollo de la personalidad en tanto construcción del yo respecto a la otredad, evaluando en esta comparación —entre otras cosas— su capacidad de obtener el éxito o no. Si esta propensión natural se encuentra viciada por algún tipo de carencia que predisponga a la personalidad del individuo a construir una tendencia competitiva, especulativa o manipuladora, resultará en una clara inclinación a resolver la comparación con la otredad mediante el uso de la cuantificación comparativa aprendida y naturalizada desde el comienzo de su relación con la otredad en el ámbito escolar y la noción de obtención de éxito a través de un número. Es decir, a nivel subconsciente, este sujeto aprendió que el hecho de obtener una nota más elevada que su compañero lo sitúa automáticamente en una posición de ganador o exitoso respecto al otro, más, aunque no sea visible en todo momento, esta lectura equiparativa respecto a la cantidad es tan real como la naturalización inocente de medir emociones, acontecimientos y demás con estándares cuantitativos; o reforzar el concepto numérico a través de la asignación de un número a cualquier elemento de su entorno cosificando personas, animales u objetos por igual; como también emplear clasificaciones más determinantes como comparar con una perspectiva cuantitativa niveles intelectuales, aptitudes físicas o cualquier tipo de calificación que coloca a unos sobre otros relegados.
Estas relaciones, y muchas más del estilo, son ejemplos inocentes de lo incorporada y naturalizada que está la creencia subjetiva de que es necesaria la perspectiva estadística donde el principal objetivo a lograr es la cantidad, siendo en muchos casos erróneamente pensada como más relevante que la calidad. Esto lleva a percibir sutilmente que siempre más es mejor, desconectándose del hecho de que no siempre es así y promoviendo un afán por la cantidad. Vivimos en una era que está signada por la triple equis ele (XXXL) —casi que podríamos llamarla así— donde, para satisfacer la ansiedad de consumo, todo debe ser extra grande o en mucha cantidad, donde los objetos se producen en masa con el propósito que duren poco, consiguiendo así que se perpetúe la cadena de consumismo: comprar en cantidad, comer en cantidad, aún a costa de la salud física.
Entre la cantidad y la velocidad se va la existencia… “No hay tiempo” es una de las afirmaciones más frecuentes, ya que entre tanta cantidad este es, en apariencia, lo único que escasea. Entre la cantidad y la celeridad del todo ya, se diluye la vitalidad de los años de la humanidad. Esta se pierde a sí misma en una vorágine donde el yo olvidó al otro en pos de la acumulación, o por el simple hecho de ser un rehén involuntario de un sistema de deudas que le exprime cada instante de plenitud, donde cualquier parecido con la esclavitud es mera coincidencia, o quizás sea esta una excelente forma de esclavitud consciente.
En esta situación de afán por la cantidad es muy común que la mente humana pierda el índice de prioridades, llevando al individuo a una situación de vacío interno, ya que la acumulación por sí misma siempre va a estar debidamente excusada bajo un esquema de auto justificación inapelable que lleva implícita la insuficiencia permanentemente, con todos los argumentos necesarios para que la mente sea funcional al sistema de recompensa para el que fue programada. Así pues, vemos cómo la sociedad —en muchos casos producto de las deudas contraídas por circunstancias que superan su capacidad económica o simplemente por ser víctimas de un sistema que impulsa el consumismo— busca en la acumulación la respuesta, por sobre la salud, desatendiendo la calidad de la alimentación, o el desgaste físico natural que produce el cansancio acumulado. Esto sin contar el estrés del ritmo de vida, o las enfermedades físicas naturales de la edad o el agotamiento producido por tan tirana rutina, para las que existe un tratamiento sobre los síntomas con el objetivo de volver a estar en forma física para seguir acumulando o para pagar sus deudas.
No solo sobre la salud es visible el impacto, sino además sobre la construcción de la plenitud, palabra que no es muy tenida en cuenta hoy en día, más que solo por las apariencias de las redes sociales, donde los individuos intentan mostrarse felices en dichas vidrieras que no son consecuentes con su realidad interna, PUES NO HAY INFELIZ MÁS GRANDE QUE AQUEL QUE NECESITA OSTENTAR SU FELICIDAD. Estas redes sociales vienen a resolver a medias, o para quienes creen en ellas, el drama de la postergación de la plenitud en pos de la acumulación, confundiendo plenitud con paradigmas ideales como la felicidad, ya que quien utiliza estas redes se siente socialmente sabio, feliz, aceptado, incluso hasta escuchado o leído. Es así como la fantasía está creada y es eficiente, pues aparentemente ya está cubierto todo lo anterior. Ahora el individuo está listo para seguir acumulando o al menos intentando acumular, ya que la mayoría por ser rehenes endeudados con el sistema solo lograrán sobrevivir, acumulando no para ellos sino para alguien más, puesto que, al existir la desigualdad y el individualismo extremo, es lógico que haya quienes se beneficien con el esfuerzo ajeno. Así pues, nunca se llega a la felicidad o más bien a la plenitud, siempre existe en el interior un vacío que no se llenará con la perspectiva acumulativa.
Además de postergar prioridades como salud, plenitud, amor, familia, amistades y otros en pos del factor acumulativo —ya sea voluntario a medias por el consumismo impuesto o involuntario por algún endeudamiento circunstancial— existe un factor tanto o más destructivo que el anterior, que es corrosivo y llena de inseguridades y temores el camino a la relación con la otredad, coloca al otro como competidor y no como aliado: la comparación especulativa. Como meditamos anteriormente, la comparación es natural en la psiquis humana, más cuando la perspectiva psicológica es susceptible a especular en tanto estadística equiparativa. Es probable que la tendencia a reconectar con el circuito de recompensa basado en cuantificación numérica al momento de evaluar las posibilidades de éxito o fracaso respecto a la otredad sea la respuesta más rápida y natural que encuentre el individuo para justipreciar su relación con la otredad. Teniendo en cuenta además que fue de esta manera que aprendió a competir, será obvio que percibirá a sus semejantes como competidores llevándolo así a especular —ya sea consciente o inconscientemente— en qué posición se encuentra respecto a los demás, puesto que entiende que de acuerdo con la comparación numérica especulativa dará mayor estatus al que posea más que al que posea menos.
En este punto es muy probable que quien lee estas líneas argumente que no es socialmente aceptable este paradigma, pero la realidad en la vida cotidiana demuestra exactamente lo contrario, ya que es lógico inferir que quien tenga más poder adquisitivo accederá a recursos de mejor calidad, ya sea alimentación, viviendas, servicios, educación, salud y demás. Sin contar los distintos niveles de idealización de estatus social que se utilizan para vender ciertas pautas publicitarias, creando en el sujeto de consumo expectativas e ideales ficticios. La noción de la comparación a través de los números permite evaluar el índice de éxito y el de aquellas personas que rodean al sujeto, otorgando en algunos casos una falsa sensación de mérito por sobre el otro, es decir, sentirse con más derechos que aquel solo por contar con una circunstancial ventaja cuantificable, noción que se encuentra más visible en algunos individuos y oculta en otros. Más el problema radicará en la visión segregacionista que da origen al dicho popular que reza “cuánto tienes, cuánto vales…”, afirmación que cosifica claramente a la otredad.
También existen quienes ignoran completamente estos estándares comparativos, no siendo relevantes en ninguna situación —ya sea determinante o no— en relación a la otredad, por lo que no se verán afectados por esta falsa sensación de mérito que se mencionó con antelación ni por una especulación comparativa a la hora de relacionarse.
Es posible aventurar la teoría de que este tipo de perfil podría incluso utilizar esta herramienta comparativa con objetivos constructivos y superadores. Pero, para quienes no lo hacen, supondrá una limitante en la relación con los demás, ya que la construcción de la seguridad en sí mismos, actitudes y formas de relacionarse, se basarán en un estatus comparativo y especulativo, lo que llevará a vincularse con el otro desde un interés por cumplir con la realización de sus deseos a la vez que calculará consciente o inconscientemente su estatus respecto al otro. Es decir, si está en condiciones —según los estándares de este— de superioridad, igualdad o inferioridad.
Por estos factores especulativos es que surgirá, en la relación con el otro, una palabra que marca la tendencia en las relaciones de este tipo de perfiles psicológicos: la desconfianza. No se está afirmando que la totalidad del comportamiento de desconfianza tenga su principal eje constructivo en la comparación numérica especulativa del subconsciente (CoNES), ya que es lógico ver cómo afectan a este sentimiento una diversidad de factores empíricos. Más aún, si es posible sostener que la CoNES (comparación numérica especulativa del subconsciente) predispondrá al individuo a relacionarse desde una perspectiva de desconfianza hacia el otro por el simple hecho de que el hábito especulativo tendrá como objetivo cuantificar qué tanto de utilidad o riesgo representará el otro para el individuo en pos de conseguir o preservar la concreción de sus objetivos y deseos personales. Y lo hará teniendo en cuenta las siguientes variables.
Las variables seguirán dos tendencias analíticas principales, vinculadas a las ventajas o desventajas según el sujeto. Es decir, tienen que ver sencillamente con la percepción cuantitativa en la especulación sobre si el otro tiene más o menos, respecto al sujeto que especula, lo que sea que este desee cuantificar —ya sea posición social, éxito laboral, académico o económico u otros en función de sus propios objetivos personales, deseos o metas individuales—, por lo que existirá un vínculo con el motor. En otras palabras, el interés u objetivo final que dentro de la ecuación nos propondrá el perfil de relación con el otro: de inferioridad, igualdad o superioridad.
El móvil o interés para relacionarse será el objetivo en la mayoría de los casos, teniendo en cuenta que no estará representado en su totalidad el cien por ciento de las motivaciones sociales dentro de estos parámetros. Más aún las relaciones que se arman consciente o inconscientemente con estas perspectivas especulativas y tóxicas serán afectadas por el CoNES, siendo útil para definir en qué nivel el YO se encuentra respecto al OTRO y qué tipo de variable será la lógica para la ecuación a resolver, o más bien para alcanzar el objetivo final. Las variables pueden ser polares, es decir, tener en sí mismas su tendencia opuesta o, dicho de otro modo, la perspectiva que predisponga a la trascendencia de circunstancias viciadas por el egoísmo, dando la libertad de que la tendencia de la relación cambie más allá del modo especulativo. Por esta razón, se analizarán solamente las variables de los perfiles tanto de inferioridad como de superioridad, ya que son los más afectados, sin duda, por estas perspectivas especulativas.
Si el OTRO tiene más (dinero, capacitación, actitud, confianza en sí mismo, estima, posición, etc.), respecto a los objetivos a conseguir por el individuo, la perspectiva de la relación será desde una suerte de INFERIORIDAD, según los estándares de percepción tóxicos de un yo viciado por el CoNES. Para analizarla se dividirá en tres aspectos principales:
CONVENIENCIA: desde este plano el individuo intentará usufructuar en función de la realización de sus objetivos del esfuerzo o capacidades de la otredad procurando no ser descubierto en su intento por vender su amable sonrisa y desinteresada actitud.
ADMIRACIÓN: perfilará al individuo a conocer los sistemas empleados para la obtención del éxito del otro, buscando imitarlo o pidiendo instrucción humildemente para así poder trasladar, en la medida de lo posible, dichos patrones estratégicos a sus propios objetivos.
ENVIDIA: buscará obtener e incluso superar el estatus del otro, utilizando el recurso de la descalificación e incluso todo intento de boicot para poder destacar o sobresalir por cualquier medio posible, con el objetivo de generar cantidad de acciones por sobre la calidad de las mismas, intentando conseguir así un mejor posicionamiento y reconocimiento. Esto deja en evidencia que sus objetivos, sean cuales fuesen, serán en función de alimentar el ego y no de un bien común.
En esta ecuación tendremos que las relaciones pueden encauzarse a través de los tres caminos, en pos de conseguir el objetivo en el que se está en una supuesta situación de inferioridad o desventaja respecto a la otredad, lo cual deja claro que dos de ellos son tóxicos, tanto para el YO como para la OTREDAD con la que se relaciona. Solo a través de un aspecto podremos dar con una variable que perdure en el tiempo y tenga una tendencia más sana en el modo de relacionarse, ya que las demás, como se sustentan en aspectos signados por la desconfianza, estarán destinadas a fracasar.
En este gráfico vemos esquematizado como la desconfianza, producto de la comparación numérica especulativa subconsciente (CoNES), en su manifestación perjudicial en la relación, genera un vínculo tóxico tanto para el YO como para el OTRO. El caso es que la conveniencia será afectada por la desconfianza, porque se estará en alerta todo el tiempo para evitar que se descubran las verdaderas intenciones y, como el YO estará al tanto de la perspectiva, generará en más de una ocasión ese efecto espejo o de transferencia que hará dudar al YO de que el OTRO pueda actuar de la misma manera con él. Por esta razón, será común ver como sujetos convenidos sospecharán que pueden ser utilizados para fines ajenos a sus intereses y, por lo tanto, estarán a la defensiva desde su desconfianza. Del mismo modo en el caso de la envidia, aunque aquí es más complejo, dado que el YO se plantea desdeñar al OTRO, a pesar de que para hacerlo debe tener un sustento válido para que sus acciones no parezcan evidentemente dañinas, sino más bien justificadas. Es en este punto que, en el complejo tejido de la trama de la envidia, la justificación en el factor desconfianza será el principal camuflaje para que el YO excuse solapadamente su tendencia destructiva hacia el OTRO.
Ahora bien, si el OTRO tiene menos, haciendo alusión a los recursos antes descritos entre paréntesis, dejará al YO en posición de hipotética superioridad respecto a la realización de sus deseos. Allí también atenderemos a tres variables con sus respectivos factores y estos serán los siguientes:
SUPREMACIA: el YO ostentará poder por sobre el otro con el objetivo de afirmar su posición e impedir cualquier esquema que amenace su estatus, siendo, en este punto, la ostentación de poder sinónimo de debilidad del YO. Aquí la desconfianza estará arraigada tanto al YO en la falta de autoestima y en el OTRO respecto a su construcción de poder, que, de concretarse, pondría en riesgo el propio status quo.
VIRTUD: en esta variable el YO supondrá un ejemplo para el OTRO. Una vez superados los avatares de la desconfianza, podrá compartir logros y métodos con el OTRO en busca de la obtención del éxito por parte este.
MANIPULACIÓN: será una herramienta común en la búsqueda por la permanencia en la situación de superioridad, ya que existe una lógica que nos demuestra que siempre habrá alguien mejor y esta perspectiva al YO no le causa ninguna gracia, por lo que recurrirá directa o indirectamente a este recurso para mantenerse en su estatus. A su vez, también supondrá un riesgo, ya que toda manipulación es finita, más tarde o temprano el OTRO se daría cuenta y los planes se verían frustrados, así que la desconfianza sería hasta un estado de alerta necesario para el manipulador.
En los aspectos antes mencionados, la desconfianza juega un papel fundamental sustentado por la comparación numérica especulativa, CoNES. La especulación será funcional a perpetuar este tipo de variables nocivas en relación al OTRO, desde una perspectiva hipotética de un yo superior o inferior conteniendo en sí los hábitos tóxicos de conveniencia, envidia, supremacía o manipulación; hábitos que serán debidamente excusados o más bien encubiertos provocando en el YO la activación de un sistema de defensa que actuará de dos maneras ante la amenaza de quedar en evidencia: por un lado, la reacción puede ser la negación rotunda de los hechos y de sus consecuencias; mientras que por otro, puede ser el enojo y alejamiento en relación a quien sea capaz de visibilizar este tipo de proceder. Ambas respuestas estarán íntimamente ligadas a una reacción de miedo por parte del YO, que buscará sin dudas mantenerlo en la zona de confort, quitándole así la posibilidad de cambio, es decir, a relacionarse con el OTRO desde la VIRTUD o la ADMIRACIÓN.
En resumen, es lógico ver en los ejemplos antes descriptos la carencia de valores que impulsen una relación sana con la otredad. Sin ánimos de ser un tratado sobre ética o psicología determinante, es evidente que la comparación numérica especulativa del subconsciente (CoNES) predispondrá a formar un sujeto altamente competitivo y desconfiado, en tanto se relacione con la otredad percibiéndola como un medio para un fin o como una amenaza en la competencia por lograr y mantener vigentes sus objetivos individuales. Se naturaliza así la rivalidad con el entorno en un contexto de supervivencia del más apto o, como se dice vulgarmente, “la ley del más fuerte”, donde solo los más inescrupulosos serán los calificados para tal supervivencia, pues será en esa carencia de escrúpulos donde se recrearán en su esplendor la conveniencia, envidia, manipulación y supremacía enfermiza que buscarán el poder por el poder mismo. Pues el eje del problema es que se educa para competir y rivalizar con el otro, donde ganar o ganar a cualquier costo será la premisa por cumplir. Este estereotipo será funcional solamente al sistema que devora toda probabilidad de cultivar y descubrir la mejor versión de sí misma a la humanidad toda.
En este punto se desdibuja el quién, pasando a ser un qué, es decir un número más que solo forma parte de un sistema estadístico económico con el simple objetivo de que este siga funcionando… ya que este sistema te roba la identidad para luego hacerte creer la fantasía de que solo él otorga la posibilidad de ser alguien y de ese modo recuperar lo que él mismo te robó. Así pues, en esa búsqueda desesperada por lo más natural e inherente a la raza humana, la construcción de la identidad individual, será que dicho sistema consume el fuego interno, la voluntad ardiente que cada individuo posee, haciéndole creer que solo a través de superar a otros en una carrera desenfrenada será posible obtener el premio final. Este no será la realización económica, sino haber alcanzado su verdadera identidad, cumpliendo así con el mandato que se repite desde la infancia que reza “debes estudiar para ser ALGUIEN en la vida”. Mas lo que no se explica claramente es quién es ese alguien al que debe aspirar a convertirse el individuo, es decir, ¿es un alguien realmente libre que construirá su propia identidad individual acorde con sus paradigmas evolutivos?, ¿o un alguien que será el fiel reflejo de los deseos inconclusos de otros?, ¿o una pieza más de la compleja maquinaria del sistema económico y consumista? Esto nos deja ante una situación de despojo de la identidad, ya que, si es un reflejo de las aspiraciones inconclusas de otros, ya no será él mismo; y, si es una pieza del sistema será un algo y no un alguien, por lo que será obvia la cosificación funcional tan naturalizada en estos días. Sin contar que, desde su nacimiento, es un número más a encajar en una estadística estandarizada, donde se deberá hacer todo lo posible por mantener la norma a cualquier costo, siendo ese costo el adoctrinamiento sistemático del pensamiento en función de un sistema económico y productivo para de esta manera ser útil al régimen general que estandariza la competencia despiadada, el individualismo egoísta y el consumismo voraz y codicioso como altos estándares al que todo individuo de bien debe aspirar, premiando a estos con los anhelados estatus burgueses capitalistas.
Así pues, el individualismo extremo basado en la competencia permanente y la percepción errónea que refleja al otro como una amenaza, un rival o un medio para un fin determinado, será el factor clave para fomentar los hábitos deletreos de una sociedad enferma signada por la corrupción y la desigualdad. Una sociedad que emplea todos los medios propagandísticos necesarios basados en las tendencias de consumismo y los datos obtenidos de las diversas redes sociales con el objetivo de volver cómplices silenciosos a todos sus integrantes, ya que la fortaleza de los dominantes estará hecha del silencio de los débiles. Precisamente la ausencia de voz es un reflejo directo de la carencia de pensamiento crítico, pues es necesario que las masas no piensen demasiado para poder manipularlas lo necesario, vendiéndoles arquetipos preelaborados para que los tomen como parte de su identidad propia. El objetivo profundo de dicha manipulación será mantener dividida a la sociedad por medio de cualquier brecha útil para tal fin, siendo indistinto si esta se genera por diferencias políticas, religiosas, étnicas, de género o ideológicas de cualquier tipo. Un perfecto experimento social a tales efectos son las parcialidades deportivas y sus distintos matices de fanatismo como ensayo sociológico, ya que si la sociedad toda le perdiese el miedo a la otredad y aprendiera a trabajar de manera mancomunada y en unión, libertad e igualdad decidirá por sí misma su destino, no dependiendo de la dirección de unos pocos y resultando mucho más difícil su manipulación.
Esta será una de las principales razones por las que el método NEXUS busca fomentar el trabajo común por sobre la competencia cuasi obsesiva, fortaleciendo los lazos de unión que trasciendan las diferencias en pos del bien común. Este método tiene en cuenta la importancia de los paradigmas educativos como entes formativos de perspectivas de pensamiento y predisposición a generar tendencias sociales de interacción constructiva o no, pues es lógico que no se sostiene desde la propuesta del método NEXUS que toda acción viciada por el individualismo y la competitividad estará originada en el sistema educativo y su método de evaluación numérico. Empero sí es posible que afecte la tendencia de percepción del individuo en tanto éxito o fracaso, a la vez que fomente la rivalidad impactando de esta manera en la construcción de la interacción socio afectiva y productiva, dificultando muchas veces la colaboración entre pares de frente a un objetivo colectivo y generando que —en la mayoría de los casos— el móvil sea individualista por sobre el beneficio grupal. Esto resta eficacia a la hora de conseguir resultados en una comunidad con problemas de base compartidos, más como cada quien quiere llevar agua para su molino —como dice el dicho— el río quedará seco y el objetivo final infértil.