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CAPÍTULO CUATRO

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Más o menos en el mismo momento en que a Chloe se le recordaba lo que era perderse en un hombre, su hermana estaba en el medio de una pesadilla.

Danielle Fine estaba soñado con su madre de nuevo. Era un sueño recurrente que había estado teniendo desde los doce años o más y que parecía tomar un significado diferente en cada etapa de la vida que Danielle atravesaba. El sueño era siempre el mismo, sin cambiar nunca ni un detalle, ni la trama.

En el sueño, su madre la perseguía por un largo pasillo. Sólo que era la versión de su madre que ella y Chloe habían descubierto aquel día cuando eran niñas. Sangrando, con los ojos muy abiertos y sin vida. Por alguna razón, dentro del sueño siempre había asumido que se había roto una pierna en la caída (aunque no había informes oficiales de ningún tipo que sugirieran tal cosa), así que la versión de su madre de su sueño se arrastraba por el suelo en busca de su hija.

A pesar de su lesión, su madre muerta siempre estaba pisándole los talones, a sólo unos cuantos centímetros de agarrar su tobillo y tirarla al suelo. Danielle huía de la espantosa visión aterradora, con los ojos fijos en el final del pasillo. Y allí, en una puerta que parecía estar un millón de años luz de distancia, estaba su padre.

Él siempre estaba arrodillado, abriéndole sus brazos con una gran sonrisa en el rostro. Pero había sangre goteando de sus manos y en un momento de pánico onírico que siempre la despertaba, Danielle dejaba de correr, atrapada entre su madre muerta y su padre maníaco, insegura de cuál era la dirección más segura.

Ahora no era diferente. El sueño llegó a una conclusión estrepitosa, sacudiendo a Daniell y despertándola. Se sentí en la cama lentamente, estaba tan acostumbrada a este sueño que ahora sabía que era un sueño incluso antes de estar completamente despierta. Aún dormida, miró el reloj y vio que eran las 11:30. Sólo había estado dormida una hora antes de que el sueño la sorprendiera.

Se recostó de espaldas, sabiendo que tardaría un momento en poder volver a dormirse. Ella intentó sacudirlo, habiendo aprendido hace muchos años el cómo sacarlo de su mente recordándose a sí misma de que no había nada que pudiera haber hecho para evitar que su madre muriera. Incluso si se hubiera sincerado con todos sus pequeños secretos sobre las cosas que había visto, oído y experimentado en relación a la personalidad tóxica de su padre, no había nada que pudiera haber dicho o hecho para mantener con vida a su madre.

Se dio vuelta y miró hacia la mesita de luz. Casi coge el teléfono para llamar a Chloe. Habían pasado tres semanas desde la última vez que se hablaron. Había sido tenso e incómodo y había sido su culpa. Ella sabía que había estado proyectando mucha negatividad hacia Chloe, principalmente porque Chloe no odiaba a su padre con el veneno y la angustia que ella tenía. Había sido Danielle quién la había llamado hace tres semanas, dándose cuenta de que Chloe estaba esperando que ella diera el siguiente paso desde la última conversación que habían tenido, que no había salido muy bien, ya que Danielle le decía a su hermana que prácticamente no se le acercara.

Pero no conocía los horarios de Chloe. No tenía ni idea si las 11:30 era demasiado tarde. A decir verdad, Danielle había estado teniendo problemas para dormirse antes de las dos de la madrugada últimamente. Esta noche fue una de sus raras noches en las que no estaba en el salón y una de esas noche donde no se la necesitaba para dar ningún tipo de aprobación en la renovación del bar que su novio le había comprado.

Rápidamente se quitó todos los pensamientos de trabajo de la mente mientras intentaba dormir. Si empezaba a pensar en el trabajo y en todo lo que tiene que hacer, nunca se volvería a dormir.

Una vez más, pensó en Chloe. Se preguntaba qué tipo de sueños y pesadillas tenía su hermana sobre sus padres. Se preguntaba si todavía estaba obsesionada con la idea de liberar a su padre y, de ser así, si había decidido no contarle.

Eventualmente, las ganas de dormir la atraparon nuevamente. Cuando sucedió, el último pensamiento de Danielle fue sobre su hermana. Pensó en Chloe y se preguntó si finalmente había llegado el momento de perdonar y olvidar, no dejar que los recuerdos de su padre le impidieran de tener una relación significativa con Chloe.

Se sorprendió de lo feliz que la hacía este pensamiento… tan feliz que cuando se quedó dormida, en su rostro había una ligera sonrisa.

***

La joven cantinera que había sido contratada como su sustituta se adaptó rápidamente. Tenía veinte años, era guapísima y tenía una especie de don para entender a los borrachos. Y debido a que lo estaba haciendo tan bien, Danielle pudo reunirse con su novio y los contratistas en el edificio que sería su propio pub y restaurante en un mes y medio aproximadamente.

Hoy, se estaba colocando la climatización, así como unos paneles de último momento en un cuarto trasero que serviría como un espacio reservado para fiestas más grandes. Cuando ella llegó al lugar, su novio estaba revisando el contrato con un electricista. Estaban sentado en una de las mesas que habían sido desembaladas recientemente, en una de las tres variaciones que Danielle debía elegir de los tipos de mesas que tendrían en el restaurante.

Su novio la vio apenas entró. Rápidamente le dijo algo al electricista y luego se acercó para recibirla. Su nombre era Sam Dekker y aunque no era necesariamente el hombre más honeste o inteligente, lo compensaba con un aspecto robusto y su perspicacia para los negocios. Era unos veinte centímetros más alto que ella, así que cuando la besó tuve que inclinarse para hacerlo.

–Reportándome al servicio –dijo–. ¿Qué puedo hacer hoy?

Sam se encogió de hombros, mirando alrededor del lugar de una manera casi teatral.

–Honestamente, no creo que haya mucho que puedas hacer. Todo está empezando a encajar. Sé que puede parecer una tontería, pero tal vez quieras empezar a mirar el catálogo para decidir qué marcas de licores prefieres servir. Puedes decidir donde quieres que estén los pequeños altavoces para la música y cosas por el estilo. Son el tipo de cosas que se dejan de lado en la confusión y de repente aparecen como molestias de último minuto cerca del final del proyecto.

–Supongo que puedo hacer eso –dijo, un poco decepcionada.

Hubo días en los que entraba en el lugar de la renovación y sentía que Sam sólo la estaba entreteniendo, dándole tareas menores para que él pudiera manejar las cosas importantes. Era algo degradante en cierto modo, pero también tenía que recordarse a sí misma que Sam sabía lo que estaba haciendo. Él había abierto tres bares a los cuales les estaba yendo increíblemente bien, incluso vendió uno de ellos a una gran compañía nacional el año pasado por más de diez millones de dólares.

Y ahora él estaba eligiendo apoyarla en su propio emprendimiento. Era un emprendimiento para el cual él tuvo que convencerla. Insistió en que ella tenía la inteligencia para dirigir un lugar como este, pero sólo después de que todas las piezas sueltas se colocaran en su lugar.

A la mayoría de las chicas que salen con chicos semi-ricos se les regala joyas y autos, pensó mientras caminaba hacia el área que pronto sería el salón. A mí… me regalaron un bar. No es un mal negocio, supongo.

Se sentía fuera de lugar la mayor parte del tiempo cuando pensaba en el camino que le esperaba., Ella estaría a cargo de algo. Se encargaría de todo y tomaría decisiones. También sentía algo de culpa con esto. Sentía que se le había dado la oportunidad sin ninguna razón real, excepto de que tenía una relación con un tipo que sabía cómo empezar un negocio. Como resultado de esto, ella era consciente de que debía sacrificar muchas cosas y cosas que debía permitirle a Sam. Ella nunca cuestionó sus salidas nocturnas, siempre creyéndole las historias de que estaba en reuniones o con los contratistas, cenando con ellos. Ella había sido parte de algunas de esas reuniones, así que sabía que era verdad, a veces.

También sentía que tenía que mostrar su aprecio tan a menudo como pudiera. Eso significaba no regañarlo después de no verlo por un par de días. Significaba no poner demasiado reparo a ciertas cosas que él esperaba en el dormitorio. Significaba no enojarse porque a pesar de comprarle un bar y confiarle a ella la dirección, la idea del matrimonio no se había mencionado ni una sola vez. Danielle estaba bastante segura de que Sam no tenía intenciones de casarse. Y por ahora, ella estaba de acuerdo con eso, así que no veía razón para discutir sobre ello.

Además… ¿de qué tenía que quejarse? Finalmente había conocido a un tipo que la trataba de la realeza, mientras estaba presente, y ella parecía estar en camino al éxito asegurado de una manera muy fácil.

Cuando las cosas parecen demasiado buenas para ser verdad, normalmente lo son, pensó.

Cuando llegó a la habitación que iría a ser el área del salón, sacó los planos digitales de su teléfono. Colocó indicaciones sobre dónde podrían ir los parlantes y también hizo una anotación sobre la posibilidad de añadir algún tipo de ventana polarizada en la pared del fondo. Fue al hacer cosas así que sintió que este sueño se estaba haciendo realidad. De alguna manera, esto le estaba sucediendo.

–Oye…

Se dio vuelta y vio a Sam de pie en la puerta enmarcada. Él le sonreía y la miraba con la expresión de apetito que a menudo se le disparaba cuando se sentía juguetón.

–Oye, tú –dijo ella.

–Sé que parece que te he estado ignorando –dijo–, pero realmente… estas próximas semanas, todo lo que voy a necesitar de ti son unas cuantas firmas.

–Me estás haciendo trabajar demasiado duro –bromeó.

–Tenía la intención de que tu entrenamiento con la chica nueva del bar durara más tiempo. No es mi culpa que termináramos contratando a una cantinera brillante –se acercó a ella y le envolvió los brazos alrededor de la cintura. Ella tuvo que alzar la vista para poder mirarlo a los ojos, pero eso siempre la había hecho sentir segura por alguna extraña razón; la hacía sentir como si este hombre literalmente siempre la protegería.

–Almorcemos más tarde –dijo Sam–. Algo simple. Pizza y cerveza.

–Suena bien.

–Y mañana… ¿qué te parece si vamos a algún sitio? A una playa… A Carolina del Siro o algo así.

–¿En serio? Eso parece muy espontáneo y un poco como una molestia con todo el trabajo que queda por hacer. En otras palabras… no suena nada como algo que tú dirías.

–Lo sé. Pero he estado muy involucrado en este proyecto y…. me doy cuenta de que te he estado descuidando. Así que quiero compensártelo.

–Sam, me estás dando mi propio negocio. Eso es más que suficiente.

–Bien, entonces seré egoísta. Quiero alejarme de todo esto y estar desnudo y solo contigo cerca del océano. ¿Eso suena mejor?

–De hecho, suena mejor.

–Bien. Entonces ve al bar a ver cómo está la novata. Te recogeré para almorzar cerca del mediodía.

Lo besó y aunque claramente él se estaba precipitando, el sentimiento de todo lo que le acababa de decir no le era indiferente. Ella sabía que era difícil para él ser emocional y sincero. Rara vez podía ver esta lado suyo, así que cuando aparecía, no se atrevía a cuestionarlo.

Danielle camino de regreso entre los espacios abiertos del viejo edificio de ladrillo que pronto sería su pub y restaurante. Era difícil pensar que era suyo, pero ese era el caso.

Cuando salió el sol parecía más brillante que cuando había entrado. Sonrío, aun tratando de encontrarle sentido a todo en lo que se había convertido su vida. Pensó en Chloe de nuevo y tomó la decisión de llamarla en los próximos días. Todo lo demás iba tan bien en su vida, que podía intentar reparar la tensa relación con Chloe.

Se subió a su auto y se dirigió al otro bar de Sam, el bar en el cual él la había contratado para trabajar hace seis meses. Ella estaba tan distraída por la idea de irse con él el fin de semana que no se dio cuenta del coche estacionado a unos metros de distancia, que arrancó detrás de ella cuando salió.

Si lo hubiera notado, quizás hubiera reconocido al conductor, aunque no lo hubiera visto en mucho tiempo.

Sin embargo, ¿alguna hija alguna vez olvida cómo luce la cara de su padre?

Callejón Sin Salida

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