Читать книгу La Cruz Del Bebe: Memorias de una Sobreviviente de la Tuberculosis - C. Gale Perkins - Страница 10
ОглавлениеMiedo a la Oscuridad
La noche me daba miedo, la oscuridad comenzaba a instalarse, a continuación, la quietud. Los niños entre sollozos, llamando para sus madres. La enfermera entraba y decia, “El silencio, todos,” su sombra se veia clara en el suelo de color marrón oscuro en la luz de la luna, mi corazón lataba más rápido del miedo. De repente, oía un sonido chirriante, como la gran puerta verde que conducía a la terraza estaba abierta. Mi cuna estuva enfrente de una serie de dobles puertas francesas del personal utilizadas para llevar a los pesebres en el porche durante el día. Por la noche, me gustaba ver las brujas que vienen a través de la puerta. Ellos se estaría riendo, hablando y moviendo sus dedos en mí. Me tomaba la sábana y una manta y los envolvia alrededor de mi cabeza y cubria los ojos para no tener que verlos. Se sentaban en la esquina de las puertas y se ríen y hablan y le grito! Esto haría que la enfermera de turno en la sala que por ahora todos los niños que se mantengan despiertos y gritando. La enfermera venía a mi casa, tiraba de las mantas de mi cabeza, y se ponia a preguntar cuál era el problema, y cuando yo le decía acerca de las brujas me diría que era mi imaginación y me decia que me vuelva a dormir. Esto sucedió una y otra vez, y una noche la enfermera entró y tiró las mantas de mi cama por completo. Ella dijo que no podía tenerlos de vuelta hasta que dejó de gritar y despertar a todo el mundo. Era difícil estar en la cuna sin las mantas, el miedo a que se hinchan en mi corazón. Sostuve mi mano sobre mi boca para que la enfermera no podía oír mis sollozos. Mi pequeño cuerpo estaba temblando dentro dell interior del molde de yeso pesado en cual estuvo encerrado. Las lágrimas fluirían en silencio por mis mejillas en las hojas hasta que finalmente me iba a caer a dormir por el cansancio.
Despertando en la mañana, me encuentro a mí mismo no sólo empapada de lágrimas, pero también de la orina. El frío durante la noche sin las mantas me haría a mojar la cama. Esto siempre significaba que iba a ser castigada. El castigo consistía en estar aislada. Nadie podía hablar conmigo, yo no podía jugar con cualquiera de mis juguetes, una pantalla que se coloca alrededor de mi cama, así que no pude ver el resto de los niños. Cuando el director médico hizo rondas con la enfermera a cargo, me iban a decir lo que era una chica mala por la creación de una perturbación y que, mientras yo seguía a hacerlo, me gustaría ser castigada. Cuando llegó la noche me encontré de nuevo sin las cubiertas. Me dijeron que no habría una sábana y una manta para mí hasta que aprendíera dejar de gritar y molestar a los demás niños. A los cuatro años era una cosa bastante difícil de hacer. Yo era capaz de contener a los miedos y los gritos de unas cuantas noches, entonces el miedo se regresa y yo estaría repitiendo las mismas cosas de nuevo. Cuando traté de averiguar quién las brujas eran, me di cuenta de que parecía que eran algunos de los médicos y enfermeras. De hecho, se parecía mucho a las que yo tenía miedo de la luz del día. Mi mayor temor era que abriría las puertas y entrar y coger me.
Traté de escuchar lo que estaban hablando. Tenía miedo de mirarlos directamente a ellos en caso de que me vieran. Les oía hablar de la cirugía para mis amigos Angie y Romero, quien se habían trasladado a la sala de las niñas grandes. Además, se habló de las chicas que iban a casa. ¡Oh, el anhelo en mi corazón de que sería de mi! Nunca los oí mencionar mi nombre.