Читать книгу Habacuc - Caleb Fenández Pérez - Страница 8

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Introducción

Los tiempos cambian, pero el hombre sigue siendo el mismo. Es prisionero de las mismas ambiciones, esclavo de los mismos descalabros morales y rehén de la misma locura.

Estudiar Habacuc es diagnosticar nuestros tiempos, es caminar en la noche oscura de nuestra alma, es buscar una respuesta para nuestras inquie­tudes y dudas. Es darnos cuenta de que la Biblia es más que un libro que cuenta historias acerca de Dios, como algo ajeno a nosotros. Es un libro que habla de la relación dinámica del ser humano con ese Dios que está más presente de lo que muchas veces podemos percibir.

Habacuc es uno de los ocho profetas denomi­nados “menores”. El libro es de texto corto, pero de mensaje sorprendente. Este es un mensaje de Dios, por boca del profeta, en un tiempo en que el sur de la nación, el reino de Judá, estaba al borde del co­lapso por no haber cambiado su actitud delante de Dios y rehusarse a aprender de las experiencias de sus hermanos del norte, el reino de Israel, que ya habían sido corregidos por Dios con el cautiverio y la deportación.

Habacuc era profeta en el reinado de Joacim, reinado que tenía como marca la violencia y la au­sencia de una justicia verdadera. Habacuc vio la maldad social creciendo y la justicia manipulada por parte de los poderosos. Pero lo que más le dolía al profeta era ver a su nación alejándose de Dios. El profeta vio caer a Judá en la deslealtad a su pro­tector.

Hay un principio que está latente en toda la Escritura y ese era el momento para tomarlo en cuenta: “cambiar de actitud y vivir” o “no cambiar de actitud y sufrir”. Y este fue el problema de Judá, que no solamente desobedeció a Dios, sino que no quiso cambiar de actitud y rectificar sus faltas cuando tenía que hacerlo.

El cuadro era de lo peor: el pueblo que había sido escogido por Dios, y pretendía ser consciente de ello, estaba en grave decadencia espiritual, moral política y social. El profeta, que debía levantar su voz para hablar de parte de Dios, se hallaba desesperado al ver toda esta situación y parecía no encontrar en Dios respuesta a su consternación.

Habacuc trae a la luz los grandes temas que a lo largo de la historia han afligido a la humanidad, para darnos cuenta de que al levantar el velo se revela que los tiempos pueden ser otros, pero el corazón del ser humano continúa tan alienado e inclinado al mal como lo fue en el pasado.

El profeta estaba alarmado con la corrupción moral en la que había caído su pueblo y por la negación inconcebible del accionar de Dios. Parecía que todo estaba fuera de su eje, los justos estaban siendo avergonzados y maltratados, mientras que los incrédulos se encontraban floreciendo. El asunto central en el mensaje profético de Habacuc, es lo que todos los cristianos alguna vez hemos pensado: ¿Dónde está Dios, que ve la injusticia o nuestra de­sesperación y no hace nada? Las palabras del profeta son también nuestras quejas y el sentimiento de impotencia frente a una oración que nos parece no ser respondida. Y su intención no era resolver el problema en la vida después de la muerte. De cierta manera, Habacuc le pide a Dios una solución en el proceso histórico en el que está involucrado. Y una voz le grita desde los cielos, como hace también desde su Palabra hacia el fondo de nuestro ser para decirnos que se dará a conocer, que su gloria cubrirá los cielos, que la tierra se llenará de adoración y su poder se revelará ante el desastre.

Habacuc

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