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HISTORIA 2 SEIS MESES DE VIDA

MTR. DANIEL MALDONADO GUERRERO,

DOCENTE DE LA PUCE

Versión libre de la obra de Jaime Bayly:

“Morirás mañana 1. El escritor sale a matar”

Doctor Penagos: Buenos días, señor Bermúdez. Tome asiento, por favor.

Señor Bermúdez: Buen día (se sienta, se acomoda, friega las manos en su pantalón, al colocar la mano en el escritorio deja la huella de sudor que delata su nerviosismo).

Doctor Penagos: Lamento decirle que, en el mejor de los casos, le quedan seis meses de vida.

Eso es lo que acaba de decirme el médico, mirándome imperturbable, como si yo fuera una rata o un ratón.

Doctor Penagos: No hay nada que podamos hacer.

Eso es lo que ha añadido, mirándome con disimulada repugnancia, como si yo fuera una araña o un alacrán.

Doctor Penagos: La enfermedad está muy avanzada y ya no es posible operarlo.

Eso es lo que ha sentenciado el doctor, mirándome con alivio. Tal vez, incluso, con alegría, exonerándose de la responsabilidad de curarme, anunciando mi muerte inminente como si la hubiera deseado toda su vida, como si yo fuera esa cucaracha que no alcanzó a pisar una noche en la cocina y se le escapó, sigilosa.

Bien, voy a morir. No podemos decir que se trate de una primicia. Lo sabía desde niño. Solo que ahora sé que voy a morir en pocos meses, si puedo confiar en la palabra de este médico pusilánime, y en el que todos me han dicho que debo confiar.

No me sorprende, ni me indigna, ni me entristece que el médico me mire como si yo fuera una rata o un ratón. No me sorprende porque siempre he creído que los médicos, en general, salvo algunas excepciones que no conozco, son unos desalmados que solo quieren esquilmarnos y luego vernos morir cuando ya no nos queda un céntimo más.

Lo que el médico no sabe es que me ha dado una buena noticia. Hace ya tiempo que me aburrí de ser yo mismo y que deseo descansar de esa condena abrumadora. Estoy cansado de llamarme como me llamo, de llevar la cara que llevo, de repetir las tediosas ceremonias domésticas y laborales que, sumadas, configuran los días, confirman el paso del tiempo y me recuerdan que todavía estoy vivo, pero no por mucho tiempo más.

Doctor Penagos: Los exámenes fueron concluyentes. Su situación es muy compleja. Siento mucho lo que le pasa, pero así es la vida.

Señor Bermúdez: Gracias por decirme la verdad (sus manos se quedaron congeladas, su mirada se perdió en los típicos adornos que tienen los médicos en sus escritorios y solo atinó a mover la cabeza, como aceptando su diagnóstico y su destino final).

Discusión:

La práctica médica, como todas las prácticas humanas, está mediada por el lenguaje y debe ser estudiada en su contexto. En una entrevista clínica, el mensaje que se da depende tanto del qué como del cómo. Cuando no se pone atención en las preguntas se corre el riesgo de condicionar una comunicación deficiente.

Con el auge de la biomedicina, las habilidades de comunicativas y empáticas, que alguna vez fueron consideradas inherentes al rol del médico, pasaron a tener un papel secundario, electivo, y se dejó liberada su adquisición a los propios recursos e intereses de los estudiantes.

En el caso del doctor Penagos, el mensaje tiene un contenido difícil. Se trata de una mala noticia. El qué y el cómo debe tener un trato diferente. La empatía no se debe confundir con simpatía o amabilidad. El ser empático no solo depende de lo qué se dice, sino del cómo se dice.

Cuando se conoce la historia biográfica de los pacientes, se los atiende de forma diferente. En el caso revisado existen algunas instancias que no son adecuadas para el acto comunicativo descrito:

El médico no considera las pistas emocionales. No se percata de que los movimientos corporales del paciente denotan ansiedad y nerviosismo: acomodarse y fregarse las manos en el pantalón, dejar la huella de su sudor en el escritorio.

La siguiente intervención del médico es desconcertante. Dispara un pronóstico de vida de seis meses. Manifestar plazos determinantes de vida es un error. Cada organismo y enfermedad responden de manera diferente y los plazos exactos no son predecibles. Una mala noticia nunca puede iniciar por la sentencia de muerte, señalando el tiempo que le resta al paciente. Se debe iniciar por averiguar qué conoce el paciente de su estado de salud.

La retroalimentación que le ofrece el médico es: “no hay nada más que podamos hacer”. La Medicina puede no lograr curar, pero siempre hay algo que se puede hacer por un paciente, el médico que no puede curar no abandona al paciente, debe cuidarlo. La respuesta del Dr. Penagos es desoladora. Siempre hay algo que hacer para acompañar al paciente en su enfermedad.

La relación médico-paciente de esta historia es paternalista. En ningún momento, se escucha al paciente ni se solicita conocer su opinión.

Relación médico – paciente

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