Читать книгу Cómo ser empleado público y no morir en el intento - Carlos G. Fernández - Страница 7

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PRESENTACIÓN

Finalmente ha llegado el momento. La espera fue interminable. Al fin estoy aquí frente a Uds. con los puños apretados como el boxeador se alista para su pelea.

Una fundamental y única intención me moviliza: Reivindicar la figura del empleado público.

El fruto que hoy les ofrezco maduró lentamente como los buenos vinos y hoy sale a la luz para alegría de ese sector de la sociedad que formamos el conjunto de los empleados públicos. A ellos está dedicado este trabajo.

Este se puede dividir en dos grandes grupos, los cuales integré de la mejor forma posible para entregar un producto final más enriquecido, de mayor aceptación y comprensión. Ellos son:

En primer lugar, el trabajo de elaboración propia. El relato sobre la base de experiencias de vida reunidas a lo largo de muchos años en la administración pública y en el cual, deliberadamente, he evitado los nombres propios para no herir susceptibilidad alguna y para que cualquier persona se pueda sentir identificada y consecuentemente tome como propia esta lucha.

En segundo lugar, un aspecto que de ninguna manera puede olvidarse o dejarse de lado si realmente pretendemos enriquecer la información, darle seriedad y veracidad: ello es una recopilación de opiniones respecto a la figura del empleado público vertida por importantes personajes del ámbito de las letras, autoridades de organismos públicos del gobierno, como también notas periodísticas de la prensa de distintos países. Ellos seguramente tendrán una palabra más técnica y calificada, fruto de su trayectoria y estudios cursados, aunque aprovecho para destacar que el presente no pretende ser un informe técnico profesional, sino simplemente el clamor de un integrante más de la administración pública. La voz de un empleado público que se siente tocado y humillado sin fundamentos suficientes que avalen esa actitud artera de denigrarnos como empleados públicos.

El vocabulario utilizado en mis relatos es el mismo que utilizamos en las oficinas y edificios públicos, es decir, sencillo, sin rodeos y falto de tecnicismo, ya que con esa formalidad seguramente nos entenderemos mucho mejor.

Desarrollar la idea no fue nada sencillo y seguramente el éxito de esta campaña no está garantizado. Aun así me lanzo al ruedo, envalentonado por la camiseta que llevo puesta, con la tranquilidad que me da saber que contaré con la compañía de muchas personas. Tantos y tantos compañeros y ex compañeros de trabajo. Empleados públicos en general que adhieren a este proyecto y que espero que se vean reconfortados e identificados en estas líneas y ojalá también se sientan incentivados para continuar en la lucha diaria con renovadas fuerzas al descubrir con alegría que existen otras personas que alzan la voz por su misma causa.

Nadie mejor que ellos para certificar lo que es justo y necesario para el empleado público.

Nadie mejor que ellos para aplastar mi testa en cuanto me corra un ápice de lo que consideran veraz con respecto a sus experiencias en cada uno de sus lugares de trabajo.

Nadie mejor que ellos puso el lomo una y otra vez después de un cambio estructural o un nuevo rumbo político; para continuar siendo pieza fundamental del engranaje que conforma esa complicada maquinaria que es el Estado.

Nadie como ellos ha soportado estoicamente frente a sus responsabilidades, haciendo oídos sordos a tantas mentiras de esos personajes ajenos y otros no tanto que no hacen más que dañar la figura, la familia, la carrera y hasta denigrar la persona del empleado público.

Por esto estoy aquí. Para anularlos. Para desenmascararlos. Para desacreditarlos y levantar un grito desde muy dentro de mi corazón: ¡¡¡BASTA DE MENTIRAS!!!

Parece que nadie les dijo. Parece que nunca lo escucharon. Pues hoy lo van a conocer, digerir y asimilar, y lo tendrán que aprender para finalmente fijarlo en sus mentes y corazones.

Sí.

Hoy me propuse mostrar la realidad a aquellos ojos y oídos taponeados, para aclararles aquellas cosas que parecen no entender.

A esa manga de caídos del catre les digo: no somos un gasto más. No somos innecesarios. Tampoco nos creemos imprescindibles. Solo somos empleados como ustedes, como él, como todos. Y que no les quepa ninguna duda: Nuestra función es muy importante. Se trata de aportar el recurso humano necesario que hace posible el funcionamiento de todas las instituciones públicas estatales y por ende del Estado.

¿Les quedó claro? No hay problema, se los repito cuantas veces sea necesario: nuestra función es muy importante. Se trata de aportar el recurso humano necesario que hace posible el funcionamiento de todas las instituciones públicas estatales y por ende del Estado.

Ejercer el derecho a réplica en representación de mis pares era una materia que desde hace mucho tiempo tenía pendiente. Por ello hoy finalmente comencé con la difícil tarea de intentar callar esas voces que tanto daño ocasionan a nuestra actividad y darles lugar a otras voces mucho más veraces, que son caricia para nuestra alma y cubren con su manto a las anteriores equivocadas y malintencionadas.

Pero ¿quién soy yo para decirles esta lengua es mía?

Nadie.

Mejor dicho, nadie demasiado importante.

Simplemente soy un orgulloso empleado público más y mis opiniones solo son respaldadas por las experiencias recogidas en muchos años. Cuarenta y cuatro años no es moco e’ pavo. Es mucho, mucho tiempo. Muchas anécdotas vividas, muchas experiencias recogidas, muchas transformaciones y cambios pasaron por nuestras empresas.

A propósito:

Ya mismo quiero dejarles un pequeño recuerdo que grafica ese tiempo transcurrido:

Cómo ser empleado público y no morir en el intento

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