Читать книгу Madre María de la Purísima - Carlos Ros Carballar - Страница 5
ОглавлениеCapítulo 1 Familia de la burguesía madrileña
Se llamaba María Isabel Salvat Romero y nació a las seis de la mañana en el número 23 (actual 25) de la calle Claudio Coello del barrio de Salamanca de Madrid el 20 de febrero de 1926. La fachada exterior muestra un edificio elegante y sobre el portón, a su derecha, entre dos balcones del primer piso, una placa de cerámica reza que ahí murió el poeta sevillano Bécquer.
—En esta casa murió el día 22 de diciembre de 1870 Gustavo Adolfo Bécquer, el poeta del amor y del dolor.
Tan solo vivió unos tres meses en esta casa, adonde llegó prácticamente para morirse. De joven, había soñado que dormiría «el sueño de oro de la inmortalidad» a orillas del Guadalquivir. Pero fue enterrado al día siguiente en el nicho nº 470 del Patio del Cristo, en la Sacramental de San Lorenzo de Madrid. Más adelante, en 1913, sus restos serán trasladados a Sevilla, donde reposan en el Panteón de Sevillanos Ilustres.
Si un sevillano insigne, aureolado con la corona de la gloria poética, muere en Madrid, una niña madrileña será aureolada con la corona de santidad en Sevilla. Ambos dos yacen en la Ciudad del Betis, no lejos uno de la otra.
Bécquer escribió en su Rima 2:
Cruzo el mundo sin pensar
de dónde vengo, ni adónde
la suerte me llevará.
María Isabel Salvat sí supo de dónde venía y adónde iba. Escogió su suerte en las Hermanas de la Cruz y ahora yace con santa Ángela en una capilla de la Casa Madre de Sevilla, donde son visitadas a diario, no por turistas o curiosos, sino por fieles devotos, que piden e imploran su intercesión ante Dios de tantas penas como llevamos en el zurrón de la vida.
Era la hija tercera del matrimonio formado por un malagueño, Ricardo Salvat Albert, y una madrileña, Margarita Romero Ferrer, que se casaron en la parroquia de la Concepción de Madrid el 18 de diciembre de 1922. Ricardo, diez años mayor que su esposa, nacido en 1890, fue profesor mercantil y perfeccionó estudios en Francia e Inglaterra. Margarita, nacida en 1900 de padre jerezano y madre gaditana, estaba licenciada en Filosofía y Letras. Mujer muy inteligente, de las pocas que por aquel entonces estudiaban en la Universidad. Y muy piadosa, de misa diaria. Ricardo, liberal en su tiempo, era lo estrictamente religioso como guardar el precepto dominical. Pero fue una pareja que se llevó muy bien, jamás hubo entre ellos una discusión de más, al menos eso es lo que percibieron sus hijos.
Roberto, hermano que sigue a María Isabel, y que llegará a cura, confesará de su padre:
—Era director de una importante empresa de la época, dedicada, entre otras áreas, al ramo automotriz, que antes de la guerra civil se desenvolvía en el sector comercial con agentes por toda España y que al concluir el conflicto bélico, en la etapa de la autarquía se transformó en industrial. Muy recto, de formación liberal característica en los hombres de su tiempo, muy respetuoso en el aspecto religioso y cumplidor del precepto dominical y del pascual, a instancias de mi madre. Culto, muy lector, hablaba con perfección el francés y el inglés y se preocupaba por nuestra formación.
De su madre dirá:
—Era una mujer muy inteligente, con un gran sentido común y de la realidad. Muy piadosa: iba todos los días a misa; en mi casa se rezaba todos los días el rosario: junto con ella lo hacían mis hermanas, que sin duda lo hacían voluntariamente, pues no recuerdo que nos obligasen, ni tampoco que los varones lo hiciésemos con mucha frecuencia. Vivía para sus hijos, con un espíritu de sacrificio lleno de alegría y de sentido positivo. Mantenía, por otra parte una actividad social sin menoscabo de sus responsabilidades domésticas, y prácticamente todos los días de la semana recibía diferentes grupos de amigas que la visitaban a tomar el té.
Del ambiente familiar, recuerda Roberto:
—El ambiente de nuestra casa era el de una familia española, cristiana, de situación económica holgada y de unos padres cariñosos y preocupados por sus hijos... Me alegra testimoniar que mis padres estaban muy unidos, se querían y respetaban mutuamente, con gran elegancia, y no recuerdo haber presenciado nunca ningún disgusto entre ellos, ni tampoco ninguna discusión.
Fueron ocho hermanos, familia numerosa. Margarita, la mayor, permanecerá soltera. Licenciada en Filosofía y Letras por la Universidad de Madrid como su madre, trabajará durante muchos años en Estados Unidos como traductora en una organización de la ONU y más tarde en Ginebra. Ricardo, el segundo, murió joven, en 1949, a los 24 años, de tuberculosis. Después de nuestra María Isabel, vienen cinco hermanos más. Roberto (1927), que fue vicario del Opus Dei en Caracas y único de los hermanos que sobrevivirá a su hermana María Isabel; Álvaro (1929), que permaneció soltero; María del Carmen (1931), casada con Evaristo Arenas, que fuera diputado y secretario del Colegio de Abogados de Madrid; Guillermo (1932), abogado empresarial, único varón que contrajo matrimonio, con Merche Ojembarrena, de la que tuvo tres hijos, Íñigo, Guillermo y Olga. Y la más pequeña, Teresa (1934), que murió con solo cuatro años en París donde sus padres la llevaron en 1938, durante la guerra civil, buscando un remedio médico.
Pero en la familia se conocerán por apodos familiares. Don Ricardo es nombrado siempre como «Papaíto». Margarita, la madre, será llamada por sus hijos «Maína». La hija mayor, Margarita, será «Chirin». Ricardo, el segundo, «Pepo». María Isabel, monja, y Roberto, cura, tal vez por eso de que «con la Iglesia hemos topado» son respetados y no tienen apodo alguno. Álvaro será «Totó». María del Carmen, «Microbio». Guillermo, «Guillón». Y Teresita, «Terita».
Cuenta Roberto:
—Estábamos viviendo en San Sebastián por causa de la guerra civil. María Teresa enfermó de una afección pulmonar y los médicos la desahuciaron. No se resignaron mis padres a ese desenlace y la llevaron a París, para ver si en esa ciudad, sin la problemática de la guerra, había alguna posibilidad de salvarle la vida.
Y señalará Roberto, en su declaración en la causa de beatificación de su hermana María Isabel:
—He querido recoger este recuerdo porque me es especialmente vivo por el dolor que vi que sufrieron mis padres, y de manera particular porque muestra el ambiente familiar de cariño y desvelo paternal en que vivió la Sierva de Dios.
De los abuelos paternos, Pablo Salvat (1849-1928), natural de Reus, e Isabel Albert (1858-1936), de Málaga, poco sabemos. Tuvieron cuatro hijos: Isabel, casada con Edward Thorton, Amanda, casada con Juan M. Mata, abogado, Elvira y Ricardo, padre de María Isabel.
Quien fue especialmente notorio fue el abuelo materno, Juan José Romero Martínez, nacido en Jerez de la Frontera el 26 de agosto de 1865, notable político, casado con María Ferrer White (1859), nacida en Cádiz. Su padre Rafael Romero Castañeda –natural de Grazalema y bisabuelo de María Isabel– era cosechero y almacenista de vinos de Jerez y tuvo de Teresa Martínez Sousa ocho hijos. Entre ellos, dos varones, Juan José y Francisco de Paula, y cuatro mujeres, todas ellas abrazarán la vida religiosa: Ángela y Rita, en la Compañía de María, y Consolación y Carmen, en las Irlandesas. Curiosamente Consolación recibirá en religión el nombre de Madre Carmen, y Carmen el nombre de Madre Ángeles.
Juan José estudiará el bachillerato en el Instituto Provincial de Jerez y cuando en 1875, con la instauración de la monarquía de Alfonso XII, vuelven los jesuitas, entrará de interno en el colegio de San Luis Gonzaga de El Puerto de Santa María, donde terminará el bachillerato. Acto seguido, se matricula en la Universidad de Sevilla, y acaba con brillantez las licenciaturas en Filosofía y Letras (1882) y en Derecho (1884). Posteriormente se traslada a Madrid, en cuya Universidad Central se doctora en Derecho Civil y Canónico (1886) con la tesis «Derechos del Romano Pontífice como vicario de Jesucristo en la Tierra».
En 1894 aparece como redactor del diario madrileño La Correspondencia de España. Y pronto se inicia en la abogacía entrando a formar parte del bufete de Francisco Silvela, que fuera presidente del Consejo de Ministros durante la regencia de María Cristina y el reinado de Alfonso XIII y también ministro de varias carteras.
Juan José Romero Martínez trabajará en el bufete del líder conservador Silvela hasta su muerte en 1905. Atraído por la política, concurre en 1899 sin éxito a las elecciones a Cortes por el distrito de Grazalema, tierra natal de su padre. Pero no será hasta 1914 cuando resulte elegido por la circunscripción de Jerez de la Frontera. Acta que conseguirá en otras cuatro convocatorias electorales: 1918, 1919, 1920 y 1923. Será un benefactor de Jerez, su patria, logrando la creación de una Escuela Pericial de Comercio, antigua aspiración de la ciudad, la dotación e instalaciones de la Escuela de Artes y subvenciones a iniciativas locales para los niños más desfavorecidos (Colonia Escolar Jerezana y Almuerzo Escolar).
En la dictadura de Primo de Rivera, también jerezano, el dictador pondrá a su paisano de subsecretario de Instrucción Pública, cargo que compaginará con el de diputado a Cortes.
Al venir la República, abandona la política y fallece dos años después, el 20 de febrero de 1933, con 67 años. De su matrimonio con María Ferrer White, el subsecretario ha dejado dos hijos, Margarita, madre de María Isabel, y Rafael, conocido como «Tío Pita», «Tío Pita» su padrino, abogado y diplomático, casado con la inglesa Olga Clara Monie, sin hijos. Vivía el ex diputado y ex subsecretario de Instrucción pública y su esposa María Ferrer en la calle Serrano 23, no lejos de su hija, y murió el mismo día que su nieta María Isabel cumplía siete años: 20 de febrero de 1933.
No hubo fiesta de cumpleaños. Desde muchos días atrás, el abuelo estaba enfermo. En ABC apareció el 7 de febrero una breve reseña dando la noticia de que el ex subsecretario se encontraba enfermo y se le deseaba pronta recuperación. No sabemos de qué murió. Al día siguiente, 21 de febrero, fue enterrado en el cementerio de San Justo, en el cerro de las Ánimas, tapia por medio del de San Isidro.
* * *
José de Salamanca, el banquero prestidigitador, ideó el barrio que lleva su apellido en los patrones que Haussmann impuso en París, con calles cuadriculadas, perfectamente alineadas, y casas altas y ricas, pero sin el encanto y seducción de los barrios viejos de la ciudad. Para Sainz de Robles, en su Crónica y guía de una ciudad impar, el barrio de Salamanca es muy finolis, pero desangelado. Un barrio construido para la burguesía en el Madrid naciente después de la revolución de 1868. Un barrio que tuvo los primeros tranvías eléctricos, los primeros ascensores eléctricos, los primeros automóviles, los primeros «excusados» con agua corriente... Aunque eso sí, un barrio que cuenta con un callejero dedicado a españoles ilustres: Goya, Velázquez, Claudio Coello, donde nació María Isabel, Columela, Conde de Aranda, Núñez de Balboa, Padilla, Bravo Maldonado, Bécquer, María de Molina, Serrano...
A los siete días de su nacimiento, 27 de febrero de 1926, fue bautizada en la iglesia del barrio, parroquia de la Concepción, en la calle Goya. Fueron los padrinos, su tío materno Rafael Romero, el «Tío Pita», 26 años, abogado, y su tía paterna, Isabel Salvat, de 46 años. Le pusieron una larga retahíla de nombres, que entonces se estilaba: María Isabel Rafaela Amanda Elvira Teresa Ramona Euqueria de la Santísima Trinidad. María, nombre de la Virgen, al comienzo; Isabel y Rafaela, por sus padrinos de bautismo; Amanda y Elvira, por sus tías paternas; Teresa, por su bisabuela materna; el extraño nombre de Euqueria, por uno de los santos de ese día 20 de febrero que aparece en el Martirologio Romano: san Euquerio, del siglo VIII, obispo de Orleans, que, desterrado por Carlos Martel a causa de algunos envidiosos, encontró piadoso refugio en el cenobio de Saint-Truiden, en la actual Bélgica. Y de la Santísima Trinidad, final en todo bautismo que se precie.
Es curioso que su amor a la Virgen en el misterio de la Inmaculada Concepción la persiga ya desde su nacimiento al llamarse al entrar en religión María de la Purísima. La parroquia de la Concepción tuvo un origen paralelo a la creación del barrio de Salamanca. En el clima de incertidumbre que se vivía en Madrid tras la caída de la monarquía de Isabel II en 1868, un año después, el 23 de diciembre de 1869, víspera de navidad, se reunió un grupo de personas piadosas en el domicilio del conde de Alvar Fáñez y concertó construir en el barrio de Salamanca una iglesia consagrada a la Inmaculada Concepción de María. Reciente era la proclamación del dogma de la Inmaculada por el papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854. Y lanzaron una circular a los vecinos reclamando su ayuda monetaria:
—El nuevo barrio de Salamanca carece de iglesia; posible es que en él se intente edificar alguna mezquita, sinagoga o iglesia protestante, y por eso es de imperiosa necesidad erigir allí un templo a la Madre del Salvador, a la Inmaculada Reina de los Ángeles, bajo cuyo especial amparo y protección hemos de conseguir el más glorioso triunfo... Para aquel objeto contamos con solar suficiente, debido a la piedad cristiana de algunos de nuestros hermanos. Contamos con algunos, aunque pequeños, recursos propios; y contamos también muy principalmente con las limosnas de los fieles.
El nuevo templo, pequeño, construido en la confluencia de las calles Hermosilla y Claudio Coello, fue inaugurado el 8 de diciembre de 1870, festividad de la Inmaculada Concepción.
Como muy pronto resultó insuficiente, treinta y un años después, en 1901, se pensó en un templo amplio y proporcionado a las exigencias del barrio. Y así, el 26 de diciembre de 1902 se colocó la primera piedra del nuevo templo, esta vez ubicado en la confluencia de la calle Goya con Núñez de Balboa. De estilo neogótico, fue bendecido el 11 de mayo de 1914 por el obispo de Madrid-Alcalá, con asistencia de los reyes y dedicado a la Concepción Inmaculada de Nuestra Señora.
Y aquí, en este amplio templo neogótico de tres naves y torre airosa, María Isabel recibió las aguas del bautismo, el mismo templo donde sus padres se casaron en diciembre de 1922.