Читать книгу Madre María de la Purísima - Carlos Ros Carballar - Страница 7
ОглавлениеCapítulo 3 En la edad del pavo
Los Salvat permanecen en San Sebastián hasta septiembre de 1939 y, terminada la guerra, vuelven a Madrid. Los datos de esta estancia familiar en el País Vasco son tan livianos que dejan al historiador totalmente desarmado. Solo algunas fotos, por ejemplo esa presencia en una carrera de caballos en la que vemos en primera fila a María Isabel con su madre y la institutriz inglesa, miss Reilly, que contrataron para que las niñas perfeccionaran el inglés que habían aprendido en las Irlandesas. Y la inscripción de Margarita y María Isabel en el mejor liceo femenino de San Sebastián, el Colegio de la Compañía de María, magnífico edificio asentado en el cerro de San Bartolomé, que dominaba desde su alto el hermoso paisaje donostiarra. Hasta hace bien poco, desgraciadamente, porque el Colegio con una trayectoria de ciento y pico de años de presencia en la ciudad ha dado paso a otras cosas.
La Compañía de María, fundada por santa Juana de Lestonnac a principios del siglo XVII en Burdeos con la asistencia del jesuita padre de Bordes, puede considerarse como la primera orden femenina de enseñanza, viniendo a ser en la historia de la Iglesia el punto de evolución de la vida monástica femenina hacia un apostolado activo.
Desde 1799 ya existía en Vergara (Guipúzcoa) un colegio de la Compañía de María, pero se veía la necesidad de responder en el mismo San Sebastián a una urgencia educativa de formación de niñas y jóvenes. Y abrieron un colegio en 1868 con cédula real de aprobación firmada por Isabel II. Curiosamente, la reina Isabel, que veraneaba en Lequeitio, recibe la noticia de que en Cádiz se ha sublevado un puñado de generales encabezados por Prim y el duque de la Torre al grito de «¡Viva España con honra!». Y la reina, en vez de acudir a Madrid a defender el trono, prefirió exiliarse a Francia. El 30 de septiembre tomó el tren en San Sebastián y pasó la frontera con su camarilla.
La «Gloriosa» revolución de septiembre empujará a España en los próximos seis años a subirse al carrusel loco de las más diversas formas políticas. Tras el barullo revolucionario que dio la patada al reinado de Isabel II, España será gobernada por un gobierno provisional, un reino sin rey, un reino con regente, el reinado de Amadeo de Saboya, la República unitaria y después federal, para volver a la monarquía borbónica, como la pescadilla que se muerde la cola, en la figura de Alfonso XII, hijo de Isabel II.
Pero la revolución no afecta a las religiosas de la Compañía de María que han sido recibidas por las autoridades donostiarras en la estación y en comitiva se han dirigido a la iglesia de Santa María para celebrar una eucaristía de acción de gracias.
Ya en la guerra civil de 1936, los militares nacionales ocupan parte de las instalaciones del Colegio y las religiosas y las alumnas han de apretarse en las aulas. Cosa que se complica, porque a San Sebastián han llegado muchas familias, como la de los Salvat, buscando un refugio a la espera del final de la guerra. Y todas ellas desean que sus hijas estudien en la Compañía de María.
A María Isabel se la ve por las fotos espigada, el estirón propio de una niña que apunta a la adolescencia. Su sobrina Olga Salvat, que ha tratado de husmear en la vida de su tía monja, acudió hace unos años a San Sebastián y se encontró con una compañera de clase de su tía, que le dio estos detalles de María Isabel, como ella la recordaba:
—Era alta y delgada pero especialmente destacaba en ella su sonrisa. Alegre, responsable y participativa, siempre se mostraba muy amable con las nuevas alumnas que constantemente iban incorporándose a las clases.
Cuando termine el conflicto bélico y regresen a Madrid en septiembre de 1939, María Isabel es ya una mujercita de trece años bien cumplidos.
A Madrid volvieron todos, los padres Ricardo y Margarita, la abuela María Ferrer, y todos los hijos, Margarita, Ricardo, María Isabel, Roberto, Álvaro, María del Carmen y Guillermo, salvo la pequeña, Teresita, que murió el 27 de noviembre de 1838 en París, donde la llevaron sus padres con cuatro años para buscarle un remedio médico que no hallaron. Problemas del corazón acentuados por una afección pulmonar.
En Madrid residieron en una nueva vivienda del barrio de Salamanca, en la calle Jorge Juan, número 8, primero izquierda. Y las niñas volvieron de nuevo a su colegio de las Irlandesas, que también había sufrido las iras de la guerra. Las religiosas pudieron recuperar el edificio en el verano de 1939 y arreglaron los muchos desperfectos que hallaron. Ricardo Salvat pedirá la excedencia de funcionario y con su cuñado inglés Edward Thorton, esposo de su hermana Isabel, se dedicará exclusivamente a la empresa privada. Montará con él y otros socios la «Compañía General Aeronáutica» y será delegado comercial de firmas extranjeras: Delco, Remy, baterías Williard, neveras Westinghouse, refrigeradores Carrier, radios WaterKent. Don Ricardo cubría Madrid, el sur de España, más Galicia y Asturias.
Con los colegas de Barcelona, que cubrían Cataluña, Levante y País Vasco, afrontó fabricar piezas de automóvil. Y de comerciales pasaron los socios a industriales. Crearon las fábricas Autat en Barcelona y Brisan en Bilbao y ganaron mucho dinero. Cuando muera don Ricardo en 1947, su viuda Margarita venderá sus acciones a los socios y se retirará del negocio.
Los Salvat recuperaron de la guerra el patrimonio y los recuerdos familiares de la forma más curiosa. El 18 de julio de 1939 estaban en Madrid tres tías abuelas maternas: Madre Carmen y Madre Ángeles, monjas Irlandesas, y Sor Ángela, de la Compañía de María. Y en la casa de Serrano 23, donde vivían los Salvat desde 1933, para cuidar de la abuela María Ferrer tras la muerte del abuelo diputado Juan José Romero, izaron en el balcón una bandera de Irlanda, tomada del colegio de las Irlandesas, como dando a entender que aquello era un edificio consular perteneciente a la República de Irlanda. Ellas guardaban la casa vestidas naturalmente de paisano. Así vivieron los momentos más difíciles de la guerra en Madrid. Cuando pasados dos años la tensión se suavizó, pudieron salir de la ciudad.
El funcionario que puso el sello del pase de salida, preguntó a las tres hermanas:
—¿Profesión?
Dudosas, sostienen un silencio expectante.
—¿Profesión? –insiste de nuevo el funcionario.
Una de ellas pregunta a las otras hermanas:
—¿Qué profesión ponemos?
Y el funcionario, sin esperar respuesta, puso en ese apartado:
—Monjas.
Y estampó el sello.
Gracias a esta custodia continuada durante lo peor de la guerra, la casa familiar no fue asaltada y se salvó el patrimonio familiar.
* * *
¡Ya me gustaría que María Isabel, al volver a Madrid, hubiera dejado un diario, en esos años que van de los trece a los dieciocho, que entra en el convento, y hubiera llenado páginas de sus vivencias, las propias de una adolescente que progresivamente se trasmuta en mujer! Pero no existe. Su hermana Margarita sí dejó un diario que transcurre de septiembre de 1939 a octubre de 1944, con algunas referencias, no muchas, de su hermana María Isabel. De él nos valdremos para despejar estos años decisivos en los que una niña se hace mujer y experimenta al mismo tiempo el descubrimiento progresivo de una vocación que la llevará a un instituto religioso que cuide especialmente de los pobres.
Margarita, aunque dos años y medio mayor que María Isabel, forma con su hermana una pareja conjuntada. Van al cine juntas, comparten amigas... Os confieso que Margarita está en la edad del pavo. Supongo que María Isabel, con catorce, no ha llegado aún a ello. Hay días en que Margarita está melancólica, triste, toca el piano a ratos, pero se encuentra «out of practice», que, eso sí, ambas a dos saben perfectamente inglés, le gusta mucho leer y casi todos los libros que cita en su diario son títulos en lengua inglesa.
Escribe el domingo de Pascua, el 24 de marzo de 1940:
—¡Ataques de aburrimiento a los 16 años! ¡Parece mentira! Para curarme traté de descubrir si lo que yo tenía era «spleen» y le pregunté a mamá:
—¿Qué es «spleen»?
—Lo que tú tienes hoy. No tener ganas de hacer nada.
—¿Y cómo se cura?
—Haciendo algo.
—¿Y qué hago?
—Leer.
—No me interesa ningún libro –dije yo desesperada, pero mamá se fue y no me hizo más caso.
El 15 de julio, lunes, la mamá, Margarita y María Isabel aprovecharon el día para ir a Cercedilla, situado en la Sierra de Guadarrama en el noroeste de Madrid, y buscar casa para el veraneo. Se levantaron muy temprano, 6,30 de la mañana, fueron a misa y después tomaron en la Plaza de España un autobús que las llevó a Cercedilla. En «La Castellana», pensión regentada por las hermanas Isidora y Eusebia, anunciaron que les preparasen comida para el mediodía y se fueron a ver un chalet llamado Villa María Luisa, que les encantó, con amplio horizonte a las montañas. La vuelta fue en tren, llegando a Madrid ya de noche.
Agosto y septiembre lo pasarán en Cercedilla toda la familia. Margarita y María Isabel, con amigas que también veranean allí, comenzarán a descubrir como buenas exploradoras los montes cercanos: La Peñota, Cerro Colgado, Hoyo del Terradillo... Don Ricardo, que atiende sus negocios en Madrid, irá los fines de semana para estar con la familia. La abuela María Ferrer se ha quedado en Madrid. El 9 de septiembre, lunes, la mamá habló por teléfono con su tía Mother Carmen, quien le alertó que la abuela María Ferrer estaba muy preocupada con las noticias de Londres. Y don Ricardo y Margarita tomaron el tren y llegaron presurosos a Madrid.
—¡Qué ocurre en Londres?
En Londres está el «Tío Pita» en la embajada de España. Y Londres está siendo bombardeada por la aviación alemana.
Es la guerra, guerra europea que se convertirá en guerra mundial.
Un año antes, el 1 de septiembre de 1939, Hitler ordenó la invasión de Polonia, sin declaración de guerra, violación flagrante del derecho de gentes, que dio lugar a la Segunda Guerra Mundial. Dos días más tarde, Inglaterra y Francia declararon oficialmente la guerra a Alemania. En la madrugada del 10 de mayo de 1940, las tropas de Hitler invadieron Holanda, Bélgica y Luxemburgo, tres Estados neutros y débiles, que capitularon rápidamente. El 15 de mayo el ejército alemán rompió en Sedán la Línea Maginot –fortificación y defensa construida por Francia a lo largo de su frontera con Alemania e Italia después del fin de la Primera Guerra Mundial–, y se dirigió a los puertos del Canal de la Mancha. París está más cerca. Mussolini anuncia públicamente su intención de entrar en guerra. El 10 de junio, Italia declaró la guerra a Francia e Inglaterra. El 17 de junio, el gobierno francés pidió el armisticio a los alemanes tramitado por el gobierno español. El 21 de junio se firmó el armisticio entre Francia y Alemania y el 24 de junio, en Roma, el armisticio de Francia con Italia.
Queda Inglaterra con todo su imperio.
De julio de 1940 a mayo de 1941 tuvo lugar lo que vino en llamarse la «Batalla de Inglaterra», combate aéreo librado en cielo británico y sobre el Canal de la Mancha entre la Luftwaffe y la Royal Air Force (RAF) antes de la prevista operación anfibia de desembarque sobre Inglaterra, bajo el nombre de «Seelöwe» (león marino), que no logró realizar el mando alemán. Pero sí ocasionó ruinas en las defensas costeras del Reino Unido, instalaciones industriales cercanas a la ciudad de Londres y aeródromos.
Este es el miedo de la abuela María Ferrer. Noticias inquietantes que lanzan los periódicos y las radios de Madrid. Y en ese Londres bombardeado está su hijo, el «Tío Pita».
* * *
Termina el año 1940. Hay montado un Nacimiento en la casa de los Salvat. El 31 de diciembre, Margarita se pone romántica en su diario:
—Ahora quedan justo dos horas del año de 1940. ¡Qué pena me da despedirme de él! En conjunto ha sido, para mí personalmente, un año muy bueno. Bien sé que los hombres se han estado matando durante todo él, que el mundo se halla en las convulsiones de uno de los más grandes cataclismos que ha presenciado la Historia, que en España ha escaseado el pan, y que hay gente que está en la miseria...
¡Gente en la miseria...!
Los jóvenes Salvat no conocerán las miserias de estos años de la posguerra. Margarita y María Isabel lo irán descubriendo poco a poco, porque son unas chicas con una gran sensibilidad caritativa.
El 20 de febrero de 1941, escribe Margarita:
—Hoy hace ocho años que murió padrino... Yo tengo más obligación de rezar por él porque era su ahijada. También es hoy el cumpleaños de María Isabel. Cumple 15 años.
¿También ha llegado María Isabel a la edad del pavo?
No tenemos diario suyo, desgraciadamente, que lo confirme. Pero es lo lógico en toda chica de esa edad.
Unos días más tarde, el 25 de febrero, se cayó la abuela y se rompió una pierna.
—¡Lo de la abuela es muy triste! –exclama Margarita.
Dos días más tarde de la caída de la abuela, Margarita se examina de Reválida y sale airosa. Libre de estudios, le toca como nieta mayor cuidar de ella. Pero piensa que en la casa hace falta un genio alegre y no cree que ella lo sea. Y le vienen las nostalgias... sobre todo los domingos.
—María Isabel se va a ir a casa de una amiga, pero yo no voy a ninguna parte y no se me ocurre qué puedo hacer para pasar la tarde...
María Isabel es más resuelta, más templada de carácter. Margarita es más bien un ser solitario. Confesará:
—Si me dieran a elegir, viviría en el campo siempre. A mí me parece que mi vocación está ahí. Si yo pudiera tener una finca de labor que cultivar aunque me diera mucho trabajo, ¡lo haría con gusto mientras que, pobre de mí, si me ponen a trabajar en una oficina!
Van a misa a la iglesia de San Manuel y San Benito, en la calle de Alcalá, frente al Parque del Retiro. A la entrada hay siempre dos pobres vergonzantes y las hermanas Salvat les dan una limosna. Son estos los inicios del encuentro con la realidad circundante: la España del hambre, que ellas no conocen.
A finales de marzo, llegó de Londres el «Tío Pita» y encuentra a su madre mucho mejor. A Margarita le ha traído de regalo unos pendientes y además mil pesetas, que en aquel entonces era toda una fortuna. ¿Y a María Isabel y demás sobrinos? No sabemos.
El domingo 8 de junio –¿por qué siempre los domingos?– Margarita entra de nuevo en situación anímica de nostalgia. Esa noche dialoga con su hermana María Isabel:
—Después de rezar he estado hablando con María Isabel del porvenir. Ella lo ve algo hermoso. Yo le he dicho que, desde hace años, veía el porvenir claro delante de mí, hasta llegar a cierto punto, y en ese punto empezaban las brumas. Ahora estoy ahí. Todo está oscuro delante de mí, es como un velo que solo el tiempo puede levantar. Yo lo único que puedo decir es esto: «Supongamos un barco que navega siempre hacia el Norte, teniendo a la estrella polar por guía. Llega un momento en que la tormenta amenaza, densas nubes llenan el cielo, y aquel navío ya no puede ver a la estrella que le servía de guía. La tormenta estalla, y el barco es zarandeado por las olas, hasta el punto de que parece imposible no perder el rumbo. Pero el barco lleva una brújula que le señala el camino, y el timonel, conforme a esa brújula, endereza siempre el rumbo. Así, cuando pasa la tormenta, el barco puede volver a ver la estrella polar brillando fija enfrente de él, y por un mar tranquilo sigue navegando hasta su destino». El barco soy yo, mi destino, mi Norte, mi estrella polar es Dios a quien quiero ir, mi brújula es la ley de Dios, el deber, el amor a Jesucristo y a su Santísima Madre, y el timonel es la voluntad, que con la gracia de Dios, me tiene que llevar a mi destino. El mar agitado es el mundo.
En julio, un año más, vuelven a Cercedilla de veraneo, a Villa María Luisa.