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INTRODUCCIÓN

Odio, es la palabra que nos convoca. Odio y la clínica psicoanalítica actual. La sola palabra odio parece resonar en el cuerpo, impacta, se hace huella, no suena indiferente, tal vez porque nos remite a la complejidad y recovecos de la psiquis, vislumbrando algo del enigma de la existencia humana.

Considerando la contundencia filosófica, epistemológica, psicológica del concepto del odio, así como su condición pivotal en la estructuración de distintas teorías psicoanalíticas, decidimos convocar para el libro El odio y la clínica psicoanalítica actual a diversos autores, representantes de distintas corrientes del psicoanálisis, a escribir y reflexionar sobre este tema angular del acontecer psíquico. La convocatoria fue impactante. De distintas partes del mundo, psicoanalistas, filósofos y grandes pensadores contemporáneos del psicoanálisis aceptaron el desafío de contribuir y matizar con sus propios colores los diversos prismas de este concepto. Impulso, pulsión, sentimiento, emoción, logro, oportunidad, destrucción, muerte, negativo, coagulación, el odio, como quiera que se le pueda considerar, es analizado por treinta autores quienes contribuyen a profundizar en su comprensión.

Freud inaugura la teoría psicoanalítica y con ello crea un nuevo lenguaje (Ogden, 2005). De esta manera, se enarbolan, nuevas concepciones y otras formas de relación humana. Surge el inconsciente, la represión, el aparato psíquico, el ello, el superyó, entre muchos otros conceptos. El mundo toma estos conocimientos y los hace suyos creándose un nuevo lenguaje que genera profunda resonancia en la cultura occidental del siglo XX y XXI. En este proceso, Freud tira el guante con el constructo teórico ‘pulsión de muerte’. Con ello, aborda el innegable tema de lo destructivo en la especie humana. La pulsión de muerte, un concepto eminentemente especulativo y ligado solo al psicoanálisis, “por ver hasta dónde llega” diría Freud (1920), marca el inicio de una profunda discusión al interior de las distintas corrientes del psicoanálisis, definiendo tendencias que continúan desarrollando y construyendo pensamiento, con el deseo siempre imposible, de aprehender el entramado de lo humano. Sin lugar a dudas, estas formas metapsicológicas de comprender lo destructivo, definen muchas veces el acontecer clínico y el manejo técnico en el tratamiento.

A pesar de las diferencias, este libro surge con la idea de convocar estas diversas posturas teóricas y clínicas dentro del psicoanálisis y, desde esta convocatoria, enriquecernos y comprender algo de la complejidad del concepto. La invitación es a tomar los textos y mirarlos a la luz de un caleidoscopio para comprender las infinitas formas que puede tomar el odio como condición ineludible del acontecer psíquico humano. De alguna manera, es un intento de desideologizar la teoría. Esta, si bien es cierto, nos permite pensar, ordenar las ideas, agudizar la mirada, también puede estrechar los márgenes de la imaginación, las ideas, los sentidos, rigidizando la plasticidad necesaria para ejercer el trabajo clínico. Pensamos que, para recrear un psicoanálisis fresco, vivo con cada paciente y en cada sesión, es necesario movernos de la comodidad de la teoría para ir más allá, permitiéndonos que surjan nuevas inquietudes. De esta manera, este libro es una invitación a hacernos preguntas que paradójicamente no podremos responder, ya que son preguntas que en sí mismas son una trampa debido a que no hay certezas, pero pese a ello nos permiten la libertad de seguir pensando.

Naturalmente, la manera en que están organizados los capítulos de este libro es arbitraria, en tanto cualquier separación en el contexto de la estructuración de la psiquis, resulta caprichosa. Sin embargo, hemos tomamos la decisión de dejar en la primera parte la discusión en torno a la pulsión de muerte, sus significados y su implicancia en la clínica. Los autores se plantean principalmente en torno a la teoría de Klein, quien sostiene un modelo de psiquismo donde la pulsión de muerte tiene un lugar central y la envidia aparece como la evidencia de aquella fuerza destructiva. Sustentados en la idea que la ansiedad proviene del amor y odio o, mejor dicho, del amor versus el odio, los autores reflexionan en torno al ataque al pensamiento y el placer por la destructividad asociada a la existencia de la pulsión de muerte. Todo ello desde una metapsicología donde priman los montos de pulsión constitutiva que definen de manera importante el acontecer psíquico. ¿Es el odio un instinto? ¿Existe la necesidad de odiar? ¿Es lo mismo muerte que destrucción? En el tema de lo destructivo, ¿es el retorno de lo reprimido el problema? Son parte de las preguntas que surgen de estas lecturas.

En la segunda parte del libro, se enfatiza la problemática del odio como un logro del desarrollo que depende del ambiente, de la naturaleza de las relaciones y del encuentro con el otro. Lo agresivo se entiende como la forma que tiene el niño de construir realidad, atacando voraz e ingenuamente al objeto anhelado el que, gracias a su sobrevivencia, le permite el acceso a la realidad. Este desarrollo es posible siempre que haya existido un alguien que estuvo no solo dispuesto, sino también, que anheló ser devorado. Así surge el odio, el que es parte del amor, de la excitación, el que se moviliza en los músculos, en el triturar de la comida, en la decisión de ocupar un espacio en el mundo, odio que aparece en el acontecer constructivo/destructivo, que permite la creación del mundo. Los autores en este capítulo se refieren a aquel odio que se constituye como telón de fondo en la estructuración psíquica, dándole profundidad y volumen a dicha estructura. Desde este lugar, se reflexiona en torno a lo violento como una perturbación o patología en la relación entre el pequeño niño y el ambiente.

La consideración del odio como advenimiento de la alteridad se enfatiza en esta tercera parte del libro. Los autores dialogan en torno a la presencia del odio como la dialógica necesaria para la constitución de la separación con el otro. Así, el odio surgiría como una posibilidad de relación para estructurarse en la diferencia. Por ende, el odio aquí es un conflicto en el acaecer del ser en relación con otro ser, el que perturba con su sola existencia. La posibilidad de sentir odio, conlleva el apoderarse de la experiencia como algo propio, “mío”, como un fenómeno que solo le pertenece al sujeto en cuestión. En relación con los desarrollos patológicos del odio, los autores profundizan en la problemática de desubjetivación y anulación del otro como una forma de destruirlo sacándolo de su condición de sujeto. También, desde la vereda de la patología, se reflexiona acerca del odio como un ataque directo al cuerpo, así como un ataque al vínculo. Ello implica una movilización inconsciente cuya fuerza se dirige a no dar espacio a la existencia del otro. Una fuerza destructiva que rechaza la vulnerabilidad y que, por ende, busca aplacar el deseo y la necesidad.

En la cuarta parte del libro, el odio se entiende como una estructuración en la ausencia de lo amoroso, como un negativo que se actualiza. Desde esta mirada, el odio surgiría secundariamente a la pérdida del amor del objeto, a pesar de su presencia física, con la consiguiente pérdida del sentido para el sujeto. Estos fenómenos serían el resultado de un mecanismo de desinvestidura, esencialmente del objeto primario, y que afecta la estructuración del narcisismo primario, las tramas representativas y el pensamiento. El trabajo de lo negativo se ve aquí gobernado por el predominio de lo que Green llamó ‘pulsiones destructivas’, denominación que busca liberarse del componente más teleológico del concepto de pulsión de muerte. Lo negativo se expresa entonces como una organización defensiva que niega la vivencia del cuerpo, de los sentidos arrojando al sujeto al vacío existencial. Implica el rechazo a representar el deseo, la necesidad del cuerpo. Rechazo a representar el sentido, la vivencia, la existencia. Ante ese rechazo, se configura el negativo del odio como expresión de pulsión de muerte dirán algunos, como expresión del vacío existencial o como expresión de pulsión destructiva, dirán otros.

La clínica psicoanalítica y el interjuego del odio en la transferencia y contratransferencia constituyen la quinta parte del libro. A través de casos clínicos de trabajo con pacientes que actualizan lo violento, las autoras enfatizan la importancia de la contratransferencia como brújula en el trabajo analítico. ¿Qué implica la actitud profesional desde una perspectiva winnicotiana? ¿Cuál es el límite frente al odio en la transferencia? ¿Cómo distinguir el sobrevivir a la desesperanza y la arrogancia del odio, del masoquismo del analista? Son algunas de las preguntas que surgen de este capítulo.

Consideraciones técnicas específicas en la clínica del odio, tipos de intervención y conceptos teórico-prácticos, están representados en la sexta parte del libro. Dialógica entre relación objetal y relación de uso, transferencia delusional, self en transición y su manejo en la clínica. Escuchar el silencio, desentrañar lo no dicho, lo oculto, lo sentido, para quedarse en las señales del cuerpo, aquello soñado y no soñado, lo imaginado, la emoción no elaborada del analista en el espacio analítico, se utilizan para descifrar, comprender y generar un espacio analítico propicio para algunas intervenciones terapéuticas.

La relación del odio y el arte como expresión de lo sublime en lo humano y expresión de aquello que se palpa con el alma y los sentidos, está representado en la séptima parte del libro. La gran mayoría de las obras de arte requieren integrar en su concepción aspectos destructivos, oscuros, tal vez violentos. Si ello no está presente, es probable que esta sea una producción ficticia y boba que no refleje la complejidad y lo ominoso como representación de lo extraño y sutil en lo humano. Neruda, la poesía y el arte cinematográfico, surgen como oportunidades que los autores nos proponen para acercarnos a otra arista del odio y su relación con el amor.

En la octava parte del libro, los autores discuten acerca de la presencia irrevocable de lo destructivo a través de la historia. Las leyes y el orden social, tal como lo planteó Freud en Tótem y tabú (1913), han surgido como un intento de delimitar las manifestaciones del odio y los procesos violentos sociales. Sin embargo, la brutalidad y las guerras parecen ser tan antiguas como la humanidad. El odio surge como síntoma en el femicidio, el racismo, el machismo, el chovinismo, la xenofobia. El resurgimiento de regímenes fascistas y autoritarios en el mundo contemporáneo actualiza una estructuración política que se fundamenta y sustenta en el odio. Odio a lo distinto. Así surgen gobiernos cuya administración del odio, como defensa frente al miedo, es una manera efectiva de conservar el poder. Los autores reflexionan en torno al odio como respuesta al miedo a ser vulnerados en la propia identidad, a ser robados de nosotros mismos, miedo a no tener existencia, todo lo que se vuelca en el enemigo común. El odio, en el decir de Jean-Luc Nancy, uno de nuestros autores, “supone significados cerrados. El odio está hecho de sentido coagulado”. En esta parte del libro, está el interesante artículo de Adrian Sutton que nos lleva a preguntarnos acerca del perdón: ¿Es el perdón una manera de enfrentar la reparación? ¿Cómo se enfrenta el desastre emocional luego de circunstancias sociales dramáticamente violentas?

Esperamos que el lector disfrute, tanto como nosotros hemos disfrutado de la realización de este libro, de las lecturas, la reflexión y las preguntas que surgen. El trabajo de aunar a autores que confluyen en una compilación ecléctica, compleja y siempre abierta, nos ha permitido seguir pensando. Tal vez la palabra ‘intersticio’ (Ogden, 2019, comunicación personal) con toda su potencia y resonancia ontológica, es una buena forma de ligar los trabajos presentados en este libro.

Intersticios como el espacio infinito entre dos seres vivos que definen un acontecer vitalmente impredecible. A su vez, entendemos que el odio en su condición “tumoral”, constituye el límite desde el cual no podemos seguir pensando, soñando o creando. Allí se instala la omnipotencia como confín que niega la complejidad de lo verdadero.

CARMEN GLORIA FENIEUX

El odio y la clínica psicoanalítica actual

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