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Introducción

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Los espacios azules como inspiración

¿Para qué acompañamos a los niños en su aprendizaje y crecimiento?

Para que encuentren trabajo, para que se adapten a la sociedad, …Los educamos para lo que ya hay, con interés y con esfuerzo, pero principalmente para dar continuidad a lo que ya conocemos.

¿Y qué es lo que conocemos?

Adultos agotados y estresados que en muchas ocasiones no se apasionan por su trabajo, sociedades competitivas, materialismo e interés desmedido por las cosas, desencuentro, soledad.

Nosotras creemos en otra forma de crear la sociedad. Creemos firmemente en el papel trascendente de docentes y padres (y adultos en general), a través de su influencia en el crecimiento de los niños, que son los ciudadanos del mundo futuro. Un futuro con valores diferentes a los actuales, donde cada individuo esté conectado profundamente con su verdadero ser, con los demás, con la naturaleza, con una forma diferente de interacción basada en la cooperación, el apoyo, la cocreación..., no en la competición y el individualismo.

El domingo pasado, como todos los domingos, nos reunimos en círculo mi marido y mis dos hijos, un niño y una niña de 5 años.

Nos sentamos en el suelo, nos miramos todos a los ojos en silencio y, a continuación, respondimos a las tres preguntas que teníamos pensadas para ese día:

• Si tuvieras una goma mágica de borrar, ¿qué borrarías?

• ¿Qué es lo mejor y lo peor de formar parte de esta familia?

• ¿De qué me siento más orgulloso esta semana?


Uno a uno, fuimos respondiendo. Este es un momento único. Es un espacio azul. Aunque lo repitamos todas las semanas, cada domingo es mágico. En esta ocasión pudimos escuchar: a mis hijos expresando que querrían borrar mis enfados, que lo mejor de esta familia era la comida de mi madre, que me sentía orgullosa de haber mantenido la calma en una situación complicada en casa, que mi marido borraría un error cometido con la niña, que nos sentíamos orgullosos de sus aprendizajes (arroparse solos, vestirse solos, ayudar a cocinar…).

Los cuatro hablamos como iguales, compartimos las respuestas a las preguntas, nunca nos interrumpimos (al principio sí, pero fuimos aprendiendo), respetamos si alguien necesita un buen rato de silencio para encontrar su respuesta, y ninguna respuesta es comentada o debatida, simplemente escuchada.

Son momentos donde cada uno conectamos con nosotros mismos y lo compartimos. Todos nos sentimos profundamente escuchados y respetados.

Hay domingos que tenemos visita de los hermanos mayores de mis hijos o de tíos o abuelos…y los invitamos igualmente al círculo.

Es un momento de descubrirnos unos a otros, y también de descubrimiento de uno mismo.

Otro día pudimos compartir algún sueño que recordábamos, lo que más miedo nos da, lo que nos genera más alegría o ilusión, …

Son muchas las culturas que desde tiempos ancestrales utilizan el círculo como forma de reunirse, de conectarse con uno mismo y con la comunidad.

Podemos pensar en un círculo alrededor del fuego o de un brasero, para compartir historias, para escuchar a los mayores, para resolver una preocupación, para decidir algo, para celebrar…

Lo que más nos gusta de estos ámbitos seguros, que denominamos espacios azules, es que nadie es más que nadie, todos somos iguales. Nos conectamos desde dentro de nosotros mismos, sentimos que el otro nos ve y nos valora. No se me ocurre mejor forma de generar poder interno, confianza y amor.

Nos hace recordar esos círculos donde los integrantes de las tribus abordan los temas importantes o comparten su historia, sus leyendas.

También nos gusta el respeto a lo que el otro tiene dentro. Y ese hábito que mis hijos tienen ya, de lanzar, de vez en cuando, en el coche o en otros momentos, sus propias preguntas para todos: ¿qué ha sido lo peor y lo mejor de mi semana?, ¿el momento más feliz y el más triste de nuestra vida?, ¿si yo fuera un animal cuál sería? o ¿qué superpoder querría tener?

Me gusta ver que tenemos un lugar seguro donde autoobservarnos, conectarnos, madurar juntos, comprendernos, apoyarnos y reparar nuestras situaciones difíciles. Me gusta vivir espacios azules y que mis hijos vivan esta experiencia.


• ¿Cuándo fue la última vez que te reuniste en un círculo?, ¿qué recuerdos entrañables te evoca?

La misión de los espacios azules en procesos de crecimiento

¿Qué queremos conseguir, Carmen?

Nuestro propósito es acompañar a los adultos a transformar su mundo interior y exterior, para inspirar a los niños a construir un futuro diferente.

Por eso, dedicamos este libro a los padres y docentes, con quienes compartimos la misión de acompañar a los chicos y chicas en su crecimiento. Os proponemos convertirnos en facilitadores de espacios azules.

• Nos preguntamos qué es lo que te ha hecho acercarte a este libro. ¿Cuáles son las necesidades e inquietudes que te mueven o las dificultades que te encuentras en tu día a día y para las que quizá buscas aquí algunas respuestas?


Si eres alguien que quiere acompañar a sus alumnos o a sus hijos en su crecimiento lo que te vamos a ofrecer son preguntas. Preguntas para hacer a otros, y preguntas para hacerte a ti.

Escribimos este manual sobre preguntas porque entendemos que son una herramienta sencilla y al alcance de todos, que tiene un efecto profundo sobre el desarrollo de las personas, del pensamiento y de los grupos.

Lo escribimos porque creemos en un mundo de personas despiertas, conectadas hacia dentro y hacia fuera de una manera consciente. Y las preguntas son una forma de despertar, observar, autoconocerse, aprender, madurar. Son una fuente de inspiración.

Este va a ser un manual muy práctico para crear espacios azules, pero queremos comenzar por definir los fundamentos de lo que te vas a encontrar en los siguientes capítulos. Al hacerlo nos mueven tres principios:

• Alimentar el componente creativo e intuitivo que está en el centro de la capacidad de pensamiento de las personas para reforzar el potencial de cada uno. Elevar el nivel de consciencia, para vivir más despiertos y conectados con nosotros mismos y con otros. Acompañar al profesorado a conectarse con sus preguntas más relevantes, con su profesión, con su vocación, con la magnífica tarea de acompañar a los niños a descubrir sus tesoros interiores.

• Ayudar a construir vínculos fuertes entre las personas que constituyen los grupos humanos, con el fin de desarrollar un sentimiento profundo de comunidad.

• Contribuir a generar espacios sociales que recojan la tensión, la ansiedad inherente a las relaciones y a la vida, para desarrollar grupos humanos más maduros e inteligentes emocionalmente, que no se queden atrapados en sus emociones, que ejerzan influencia para desarrollar un mundo de relaciones mejor. Nos gusta llamarlos espacios azules.

Una gran parte de este manual se centra en una metodología de trabajo emocional con los grupos basada en círculos del International Institute of Restaurative Practices (IIRP), en los que se invita a sus miembros a responder por turno a una serie de preguntas que indagan sobre la experiencia vital del tema que se quiera abordar, dentro de un espacio de intercambio seguro y libre de todo juicio.

Nosotras lo llamamos crear espacios azules, como pequeñas burbujas de oxígeno que inspiran, que avivan la intuición, que nos despiertan, que nos conectan, nos dan claridad, y que construyen a partir de la interconexión, de la sabiduría colectiva transformadora.

Otra parte, está enfocada a generar preguntas para ti, lector, en tu rol de docente, de padre o de madre, como forma de despertar consciencia en ti, de conectarte con lo esencial de tu tarea de acompañar a los niños en su crecimiento. Aprender técnicas y herramientas está bien, pero lo mejor que podemos hacer los adultos es conectarnos con la vocación y la grandiosa tarea de acompañar a los niños a crear un mundo interior y exterior mejor que el nuestro.

Los seres humanos nacemos en un estado de vulnerabilidad extrema y salimos adelante dentro de grupos familiares y sociales que ponen las condiciones para que podamos crecer. Porque los humanos no nacemos formados; dentro de estos grupos lo aprendemos todo. Gracias a ellos desarrollamos nuestro pensamiento, nuestra capacidad de relacionarnos, de comunicarnos, de expresar empatía. Nuestra naturaleza social determina que sin ellos no podríamos sobrevivir o que, en el caso de sobrevivir, como ocurre con los niños criados por animales, no pasaríamos de un estado humano muy rudimentario, de características casi animales, con funciones que nunca conseguirían desarrollarse.

Los grupos humanos, cuando son emocionalmente responsables, tienen esta capacidad de generar las condiciones suficientemente buenas para ayudar a sus miembros a terminar de crecer y de desarrollarse como personas. Ese desarrollo se demora dos años hasta que nuestro cerebro termina de formarse y establecer su proceso de conexión neuronal. No nacemos con el proceso de mielinización de los axones completado.

De la misma manera, el proceso de desarrollo emocional se va completando a lo largo de la vida. Y tiene mucho que ver con nuestra capacidad para desarrollar autoconciencia. Es a través de la conciencia, que actúa como un espejo interno, como podemos tomar perspectiva para vernos a nosotros mismos actuar y, a partir de ahí, poder aprender de la experiencia y crecer.

La realidad es que uno no termina de crecer nunca. El crecimiento interno de las personas es un proceso abierto que dura toda la vida, y que se va nutriendo de las diferentes experiencias por las que los seres humanos van pasando. En este sentido el corazón de la personalidad es una fuerza creadora (Neville Symington) que permite o no que se dé este proceso de crecimiento.

Desarrollar conciencia es el motor de este proceso creador. La conciencia como un espejo interno que me ayuda a ver lo que estoy haciendo, cómo lo estoy haciendo y cómo me relaciono con los demás.

Wilfred Bion, en su Teoría del pensamiento, habla de una función alfa de la mente, que es este creador interno que transforma las sensaciones y percepciones que nos van llegando a partir de las experiencias que vamos viviendo, a lo que denomina elementos beta. Equipara esta función alfa de la mente con la función de un estómago que va realizando el proceso de digestión de la experiencia, para hacerla almacenable en la memoria y permitir el aprendizaje a partir de la propia experiencia.

La actitud de los adultos hacia sí mismos y hacia sus propias experiencias, su capacidad de revisar y comprender sus propias vivencias, tiene efectos sobre la manera en que se van a desarrollar las siguientes generaciones, en cómo se van a desarrollar sus hijos.

La persona que es capaz de reflexionar sobre sus vínculos es capaz de asimilar y pensar en sus propias experiencias, tanto positivas como negativas, con otros. Tiene espacio mental para revisar sus vivencias y reflexionar sobre sus sentimientos. Esta persona cuando tiene un hijo tiene espacio para relacionarse con él como un ser independiente y separado, y de ser sensible a sus diferentes estados mentales, de manera que el bebé tiene posibilidad de desarrollar un vínculo seguro.

Allan Hobson

Padres que carecen de este espacio interno tienen muy limitada su sensibilidad hacia su hijo, de manera que les es difícil ser emocionalmente flexibles y responsables. El hijo fácilmente reaccionará volviéndose emocionalmente tendente a evitar el vínculo, y quedará fácilmente atrapado en procesos de desconexión y de aislamiento emocional que no permitirán que desarrolle su potencial como persona.

Los adultos con esta capacidad de tomar perspectiva para pensar sobre sus propias vivencias y experiencias crean ambientes familiares sensibles que ayudan a los hijos a crecer sanos emocionalmente. Por esto, como dice Neville Symington, la experiencia compartida es la principal medicina para la salud emocional.

Partimos, por tanto, en este libro de esa capacidad de los grupos humanos para actuar como motor del desarrollo de sus miembros a través de la estimulación de esta función transformadora.

Ofrecemos un manual que se basa en el valor que tienen las preguntas para el desarrollo de la capacidad intelectual y emocional de las personas, como generadoras de conciencia, de perspectiva, de autoconocimiento. Creemos firmemente que este manual es una aportación, pequeña, sencilla, pero valiosa, para cambiar el mundo.

Las preguntas, como ya nos enseñó Sócrates, ayudan a romper con la conformidad indiscriminada y desarrollan pensamiento crítico, contribuyendo a gestar personas responsables de sus pensamientos, emociones y acciones.

Como dice Romano Guardini en su libro La muerte de Sócrates, el método socrático se basa en formular preguntas que enfocan hacia la reflexión sin tratar de influir en el otro, siguiendo la imagen clásica de la partera que ayuda a alumbrar el pensamiento, contribuyendo a:

• Conocerse más uno mismo.

• Fomentar pensamiento autónomo y crítico.

• Propiciar la madurez intelectual y moral.

Desde nuestra experiencia, si las preguntas las formulamos en grupo, además, incrementamos su valor como motor de mejora de la capacidad de los grupos para desarrollar su poder transformador. Los espacios azules transforman interna y externamente.

Como dicen Linda Elder y Richard Paul en su libro El arte de formular preguntas esenciales, la calidad de nuestro pensamiento está relacionada con las preguntas que nos formulamos. Las preguntas nos ayudan a establecer conexiones entre diferentes ideas propias, entre nuestras ideas y las ideas de los otros, entre lo que pensamos y lo que sentimos, y entre lo que sentimos y lo que hacemos. Las preguntas son herramientas imprescindibles para ayudarnos a desarrollar autoconocimiento y autoconciencia.

Las preguntas formuladas en espacios grupales de respeto y libertad generan una capacidad profunda de que las personas se vinculen, sacando a la luz aspectos esenciales de la convivencia, conectando con la verdad y produciendo apertura y esperanza en relación con la vida del grupo y la superación de conflictos y dificultades.

Los grupos que se preguntan juntos y comparten sus respuestas en un clima de conexión generan una comprensión profunda que los fortalece y que refuerza las capacidades del propio grupo y de cada uno de sus integrantes. A través de las preguntas se produce un ambiente que estimula el crecimiento.

Las preguntas en grupo ayudan a abrir espacio mental y perspectiva. Los grupos que desarrollan esta perspectiva pueden revisarse a sí mismos y sentar las bases para crecer y mejorar. Las preguntas son la fuerza que propulsa el pensamiento emocional y ayudan a desarrollar profundidad tanto en los procesos relacionales como en los procesos de pensamiento dentro del grupo.

Se trata de formular preguntas que ayuden a los integrantes de los grupos a exponer su verdad y escuchar la verdad de los otros, desarrollando una mirada profunda. Sabemos que el pensamiento se desarrolla en base a establecer contacto con la verdad, mientras que el uso de mentiras constituye un veneno para la capacidad de pensar.

Estos espacios azules conducidos por adultos que los faciliten —pueden ser padres, profesores o compañeros— constituyen experiencias grupales de acompañamiento, comprometidas con el desarrollo de las personas, que generan riqueza de intercambio y colaboración. Quizá estés pensando solo en grupos de niños, pero también estamos hablando del poder de trabajar así en los equipos de profesores, en las familias, como forma de crear comunidad y de aprender de cada experiencia vivida juntos.

¿Qué te vas a encontrar en este libro? Unos primeros capítulos que ayudan a conceptualizar el modelo emocional que subyace a todo lo que te proponemos.

También encontrarás una parte en la que te dirigimos preguntas a ti, para conectarte con tu tarea y con tu rol docente, en relación con los chicos y en relación con sus familias.

Y después, hemos clasificado las preguntas alrededor de determinados temas que consideramos de interés para alguien que quiere acompañar a sus grupos a pensar y crecer.

Tendrás espacios donde escribir este libro junto con nosotras, donde convivirán nuestras preguntas con las tuyas, y con tus respuestas y reflexiones, con tus recuerdos de infancia. Queremos escribir este libro contigo. Queremos que este libro sea para ti un espacio azul.

Aprender a preguntar

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