Читать книгу Ahora sí, te quiero tal como eres - Carolina Moreno Romero - Страница 10
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Me declaro culpable
De Carolina
A Lluna
Miércoles, 25 de febrero de 2015
Ya tenemos el diagnóstico. El destino no nos da tregua, no nos da descanso. El diagnóstico es punzante, desgarrador. Desgarrador, sí. En un instante ha hecho pedazos todas nuestras esperanzas. La pesadilla continúa: ahora el caballo desbocado ya ha tomado una dirección clara y, por mucho que intente con todas mis fuerzas que se desvíe y tome otro camino, es inútil. Su fuerza y determinación no tienen freno.
Cuando las neurólogas se reunieron para darnos el diagnóstico, solo recuerdo una nube espesa apropiándose de mis pensamientos. No podía pensar. Supongo que a esto se le llama shock. Inmediatamente, las lágrimas se apoderaron de mí y un nudo en la garganta, más intenso que nunca, me impidió emitir ningún sonido. Solo recuerdo que, una vez más, tenía a mi pequeña en brazos y la estreché con fuerza, como si así la pudiera defender de unas palabras que dictaminaban una realidad que no deseaba para ella.
El viaje a casa se convirtió, de nuevo, en una pesadilla. Las preguntas se iban filtrando por las grietas de las nubes espesas, atropelladamente, sin descanso… ¿Por qué yo? ¿Por qué a nosotros? ¿Por qué a ella?
Han pasado ya tres días desde la reunión y estas preguntas todavía se repiten una y otra vez, aliñadas con otras… ¿Qué he hecho yo para merecer esto? ¿Qué he hecho mal? ¿Qué estoy pagando?
Y encuentro respuestas para todas. «Era demasiado feliz… Lo teníamos todo… Aquel día herí a alguien… Necesitaba un golpe vital como este…».
No me cuesta encontrar mi culpabilidad, pero me enerva ver que puede agarrar a mi hija por el brazo… Su cuerpo es tan suave, tan pequeño, tan inocente…
Estos días, el sueño no descansa en nuestra cama, pero cuando consigue hacerse un hueco y abro los ojos por primera vez, me cuesta discernir qué es cierto y qué es falso de todo esto. Solo hace tres días, pero no necesito más que los segundos previos a poner el pie sobre el suelo frío para desear que mi pequeña no esté.
¡Que no esté! ¡Yo, su madre! ¡Desear su desaparición! La culpabilidad me invade milésimas de segundo después de tomar conciencia. Pero ya es demasiado tarde, o así es como lo siento. Me percato de que deseo que mi hija sea diferente. Me doy cuenta de que busco en su mirada y en sus movimientos cualquier confirmación de que el sistema médico se ha equivocado. Percibo que de manera inconsciente alejo a mi hija de mí. Me doy cuenta que se me hace muy difícil habitar el mundo con estas nuevas normas.
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De Lluna
A Carolina
Miércoles, 25 de febrero de 2015
Cómo esperaba tus noticias… Esta noche estaba inquieta.
Tengo la tentación de preguntarte mil cosas sobre la enfermedad, pero no lo haré. De esto ya habláis con los médicos.
De lo que hoy me escribes, me llega y me conmueve el coraje y la valentía de expresar lo que sientes aunque venga del fondo de las tinieblas. Sí, esto que sientes también forma parte del proceso y del momento de shock que llega con una noticia radical de fractura, de rotura, con una vivencia de naufragio. Estoy convencida de que, a medida que la emoción estalla y se reconoce, está ya en proceso de transformación.
Hablas de culpa. Ya te lo he escuchado decir en algunas conversaciones y ahora ocupa el centro del escenario. De acuerdo, ya lo has dicho. Ahora es necesario ponerle freno. Me atrevo a decirte que cortes, radicalmente y cuanto antes mejor, el camino a la interpretación de lo que pasa como si fuera en contra tuya; no sirve de nada. No estás en condiciones de perder el tiempo o las energías tras este castigo que te impones a ti misma.
También hablas de la vida en función de una dicotomía entre felicidad y tragedia que, además, hay que equilibrar. Esto te pasa factura. Quieres encontrar una explicación, la que sea, y quizá no todas las cosas que nos pasan en la vida obedecen a una lógica, y aún menos cuando hablamos de una enfermedad.
Os conozco, y conozco la felicidad de la que hablas, porque se percibe en vuestro hogar, construido sobre la base del amor, el humor, la complicidad, el deseo de vivir la vida y muchos otros impulsos que serán como un faro en este momento de tempestad.
¿Te apetece que hablemos de ello? ¿A qué hora te puedo llamar? Aquí estamos toda la gente que os quiere y que os acompañará en este camino.
También me atrevo a preguntarte…
¿Quién te juzga? ¿Dónde está el tribunal?
¿Qué es ser «demasiado feliz»?
¿Cuáles son vuestros faros ahora mismo?
¿Qué puede aportar el diagnóstico?
«No confundas el dolor con la culpa.»
(Verónica Rota)