Читать книгу Los celajes de Daniela - Cecilia Domínguez Luis - Страница 18

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Descendieron hacia la entrada de un camino hecho de nubes-piedra grises. Mientras iban bajando, se dieron cuenta de que, sobre unas nubes que tenían forma de mesas de gruesas patas, había unos baúles cerrados.

–¿Y estos baúles? –preguntó Celia.

–Son las cajas de los vientos rebeldes que hemos capturado –contestó Plasta orgullosa–. Ahí están los alisios, las brisas marinas, las auras, los vientos cálidos de Levante… En fin, todos los vientos que no han querido servir a nuestra reina.

–Ah, claro. Y me imagino que los huracanes, los torbellinos, los tifones y todos esos que hacen daño se habrán aliado con la reina Nubarrona.

–Has acertado, muchacha. Y ellos están descansando tan ricamente en sus aposentos, mientras estos vientos estúpidos…

–¿Y si un día esos vientos deciden pasarse al lado de los buenos?... –preguntó Daniela.

–¡Eso es imposible, niña impertinente! Ellos desean obedecer a nuestra reina. Además, les conviene. Aquí, en el reino de las Tormentas, tienen todo lo que necesitan para hacerse cada vez más poderosos.

Posaron sus pies en el camino, plegaron sus alas y se dispusieron a caminar. Flanqueando aquel sendero había unas nubes en forma de árboles. Claro que eran árboles muy extraños y feos, cuyo tronco era casi negro y sus ramas estaban llenas de hojas de un gris que a Daniela le pareció horroroso.

–¡Por fin, ya hemos llegado! –exclamó Nimbo Plasta.

Los celajes de Daniela

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