Читать книгу Mar de voces - Cecilia Magaña - Страница 7

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Dante Alejandro Velázquez Limón

Preparatoria Regional de Chapala

Scarlett Johansson en el juzgado tercero de lo civil

El sol muerde los escritorios

un martes encanijado

de tacones, pasantes, corbatas y doritos

el archivero G/56, el policía, los boleros

calor de trópico en el chicloso porvenir del reloj

ir y venir de portafolios / folios / mejillas exfoliadas

y un bostezo con goce de sueldo

a punto de arrancar al sanitario unisex.

Es el mediodía crujiente

un pugilato entre peatones y mosquitos

el vendedor de libros, el niño de las micas

legajos escurriendo del anaquel

en las oficinas-fiordo de mármol y edictos

que amarillean como gel de abogado bajo el sol

y en el rincón de Oficialía de Partes

el licenciado Villaruel muerde la torta / teclea

teclea / muerde / muerde / teclea

mientras lanza relámpagos

sobre las hojas de couché

sobre la rubia carnosa

sobre los ojos verdemate

que se asoman apenas en el cajón

como un sudario de menta para el mediodía.

Líder

Se puede gobernar una toronja

con sólo un cuchillo y la uña larga.

Soy capaz de zarandearla, robar su aroma y girarla sobre un dedo

abrirle el pecho en continentes de jugosos gajos

y derramarlos sobre el canto del pocillo

para congelar la sed del forastero.

Esta toronja es una democracia y yo el ministro

un alguacil dispuesto a reglamentar su blandura con pausas de luz

(las democracias son blandas

y se trazan en línea curva).

Estoy dispuesto a poner blasones en la amargura de su carne

hacer una república donde apacienten azúcar y mar

el zenzontle sin casa y lombrices recién nacidas.

Lo que no he logrado / y en eso me declaro incompetente

es hacerla germinar, robustecer

o arrancar un voto a su indiferencia.


7:00

Arroja el sol

una cerveza de luz

al amanecer sediento.


Confesión

Comí una tuna xoconostle

esta mañana

y pulpa de mandarina

al caer la tarde

Es tanto mi regocijo

que ya empiezo a enfrutecer.


El creativo freelance en los camellones

Nadie sabe cuántos camellones cruza

el creativo freelance durante el día

se mira por la ciudad a todas horas

con el azaroso ondear de su melena y

los cristales del lente en el metal del cielo

en busca de un trabajo celestial.

Actualiza el linkedIn y sale del ciber buscando un sol

en el anuncio clasificado

/ la agencia dice “no” / el diario dice “nunca”

y la tarde lo abrasa con el ardor del centro

mientras compra un hot dog en el Oxxo

y mira la marcha pasar.

El creativo freelance toma una foto en el parque con

su saco a cuadros, el pantalón de mezclilla y los Converse

cansados de verse en los charcos y aparadores.

Es una monería que sonríe eternamente

en la selfie del café, el partido sabatino

y la barra nocturna de Zapopan.

Lo fabuloso es que eleva el humo del Marlboro como un apóstol

y se lanza entre el tráfico

con la divinidad de un Caravaggio:

bien puestas las gafas, el rumbo y la mochila.

Es un elogio a la luz su sonrisa

y la despensa en casa un pozo ciego

y el depa en polvo

y el portafolio la ruina de Petra.

En verdad, nadie sabe cuántos camellones cruza

el creativo freelance ni cuántos semáforos le dijeron sí

en su andar de luces rojas.


Mar de voces

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