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«Patadas en la tumba»: el eco de los lamentos

«Lo único que el tiempo no perdona es lo que a tiempo no se hace».

Proverbio popular

¿Por qué, cuando estamos vivos, no nos damos cuenta de lo que tenemos ni lo valoramos? ¿Por qué vivimos engañados? ¿Por qué, cuando nos vemos cerca del final de nuestra existencia, queremos volver a la vida? ¿Por qué damos «patadas en la tumba»? ¿Por qué los cementerios están colmados de arrepentidos? Las tumbas están llenas de hombres y mujeres dando «patadas». Los hospitales están saturados de moribundos esperando una oportunidad más de la vida. Las cárceles están repletas de personas que darían lo que fuera por salir y respirar el aire libre. ¿Por qué valoramos más las cosas cuando las perdemos? ¿Por qué anhelamos más la vida cuando estamos a punto de perderla?

Después de hablar con varios moribundos, me he dado cuenta de que nadie quiere morir y la mayoría de ellos lamentan sus vidas ante su irrevocable muerte. Los muertos quieren abrir su ataúd, romper las placas de cemento, escarbar la tierra y salir a la luz. Pero es imposible. Lo único que logran es dar «patadas» que se oyen desde afuera. Dicen que en los cementerios asustan, pero no saben que es por el eco de las «patadas» de todos los arrepentidos. Para ellos ya es muy tarde, pero para nosotros no. Los moribundos quieren más la vida cuando están a punto de perderla. En los testimonios de los desahuciados encuentro un deseo constante: quieren una segunda oportunidad. La revelación es casi siempre la misma. Una vez que ven la muerte cerca, quieren regresar a la vida y hacer las cosas bien. Quieren vivir. El testimonio «Quiero vivir», que aparece al inicio del libro, es el de un hombre casado, con dos hijos. Él estaba agonizando y apenas podía hablar. Mi primera pregunta fue: ¿qué quieres? El hombre murmuró: «Vivir, quiero vivir. Quiero mi vida de nuevo». El deseo de este hombre era tan fuerte que se había aferrado a la vida por un año ante su agresiva enfermedad. No se podía mover, ni hablar con facilidad, estaba muerto en vida, pero quería vivir. Tenía planes para el futuro. Creía que iba a salir y seguir con ellos. Había creado todo un mundo alterno en su interior; me contó sus planes. Llevaba un año de hospital en hospital, pero no quería dejar la vida. Al final, cuando era apremiante su muerte, dijo cuánto quería a su familia y cuánto lamentaba no haberles correspondido a su esposa y a sus hijos. Quería volver a vivir y hacer todo bien, hacer lo que no hizo en su vida. Muy pocas veces he visto tantas ganas de vivir como en los ojos de este hombre. ¡Descanse en paz!

Los testimonios suelen ser similares, marcados por llantos y arrepentimientos:

¿Por qué no vi esto? ¿Por qué no vi aquello? ¿Por qué no le dije que la amaba? ¿Por qué le dije que la odiaba? ¿Por qué no dediqué más tiempo a la familia? ¿Por qué trabajé tanto? ¿Por qué no viví mi vida? ¿Por qué no fui feliz? ¿Qué hago ahora aquí con tantos remordimientos? Tenía una vida entera y la perdí, no pude realizar estos pequeños detalles; ahora el mundo se presenta oscuro delante de mí, a punto de partir, y me persigue un remordimiento interminable por no haber hecho las cosas a tiempo, cuando resultaba tan fácil hacerlas. ¡Cómo quisiera compartir mis experiencias con quienes aún tienen una vida por delante! ¡Cómo quisiera decirles que no cometan los mismos errores que yo! Ojalá que me escuchen, aunque sé que muchos no lo harán hasta que lamenten igual que yo, cuando estén a punto de dejar este mundo. Me daría un gran alivio tan sólo saber que alguien me escucha, que no hará lo que yo hice. Cierto: nunca sabes lo que tienes hasta que lo ves perdido. Yo les digo: no hay que perder para valorar lo que tenemos. Yo lo perdí. Es la voz del que ya se va más allá. Díganles ahora mismo a sus seres queridos cuánto los aman; hagan algo ahora mismo, no esperen por los sentimientos, sólo háganlo. No esperen. No mueran trabajando, vivan amando. Vivan sus vidas, yo no viví mi vida; no lo hice y miren dónde estoy, en la noche más oscura del alma, en lo más profundo de la oscuridad, del remordimiento, de arrepentimientos, en el lecho de muerte. ¿Acaso no me escuchan? No, no pueden oír, porque aún están lejos… Al menos eso es lo que creen.

Casi siempre, cuando las personas están en el lecho de muerte, quieren una segunda oportunidad. Son evidentes las ganas que tienen de vivir la vida. Darían cualquier cosa por tener la misma oportunidad que tenemos nosotros. Tú, que estás leyendo este libro: para ti todavía hay tiempo. Tú tienes esta oportunidad. Así que decide, de una vez y para siempre, que no serás uno de éstos que dan «patadas en la tumba». Decide y atrévete a vivir en este mundo antes de que sea demasiado tarde.

***

En una visita al Reclusorio Oriente, después de dar una plática, hablé con varios delincuentes y otros «inocentes», en grupos e individualmente. Algunos sí habían cometido crímenes brutales, otros estaban allí porque «no supieron cómo defenderse». Yo no había ido allí para juzgar a nadie sino para hablar con ellos, para mirar en sus almas. Dos cosas me sorprendieron. La primera, el estado inhumano de las cárceles. No conozco el infierno, espero no conocerlo nunca, pero ese día entendí algo que puedo asegurar: la prisión es el lugar más cruel e inhóspito que puede existir sobre la Tierra, o debajo de ella, exceptuando el mismo infierno, me imagino. La segunda, y más importante, es la búsqueda desesperada de otra oportunidad. Mueren por volver a vivir su vida normal. Algunos no se arrepienten del crimen cometido o de haber arruinado la vida de otro ser humano, pero sí de haber arruinado su propia existencia. No les gusta mucho hablar sobre lo que hicieron sino de lo que harían si tuvieran una segunda oportunidad: de ver una puesta de sol –ya que hay dos soles: el que vemos los que no estamos dentro de una cárcel y el que ven los cautivos–; respirar el aire fresco; pasear una noche de luna –porque hay dos lunas–; sentir la frescura del agua en la garganta –porque la frescura sabe diferente–; disfrutar una comida con sus seres queridos –de éstos, no hay dos.

Reflexiones1. Valora lo que tienes antes de que puedas perderlo.2. Vive tu día como si estuvieras a punto de morir.3. Todos nos vamos a morir algún día, no pienses que contigo eso no pasará.4. No repitas los errores del pasado; cuando te des cuenta, ya será demasiado tarde.5. Vive la vida de tal forma que no tengas que dar «patadas en la tumba».
Del vientre a la muerte

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