Читать книгу Terapia familiar y de pareja centrada en la persona - Charles O´Leary - Страница 12
El mundo de un terapeuta relacional
Оглавление¿Qué significan para mí la terapia familiar y de pareja en las horas en las que la practico? Gracias al hecho de haber sido introducido en la terapia a partir del enfoque centrado en la persona, puedo escuchar sin intención de juzgar o controlar. También hay cientos de ideas en el fondo de mi mente, que derivan de treinta y cinco años de lectura, formación y práctica relacionadas con la terapia sistémica. Todas esas perspectivas forman parte de mí: no son técnicas externas que extraigo con esfuerzo, sino posibilidades que surgen de manera natural en los encuentros con los consultantes. Por debajo hay nueve ideas, de diversas tradiciones terapéuticas, que son mis constantes compañeras y que serán descriptas a lo largo de este libro. Las ofrezco como una descripción de mi propia integración de la teoría y la práctica y no como una receta para el lector. Cada terapeuta familiar y de pareja puede buscar su propio camino hacia la facilitación relacional útil y cuidadosa.
1 La dinámica de las condiciones básicas del enfoque centrado en la persona (Rogers,1957; O’Leary, 1999, 2008; Gaylin, 2001, 2008). Descripta en detalle a continuación y sobre todo en el capítulo 4, la interacción de la empatía, la aceptación y la autenticidad es el principio y el fin de mi trabajo. Me encuentro con las personas y me uno a ellas en circunstancias invariablemente confusas y creencias antagónicas. Mi intervención fundamental, siempre útil, es detenerme, escuchar y buscar comprender a los consultantes sin enjuiciar. No hay intervención sistémica más esencial. Todas las perspectivas que se indican a continuación mejoran la experienciación de los consultantes de estas condiciones, o no son útiles.
2 Reencuadre. El corazón de toda terapia sistémica (Framo, 1996): cambiar la descripción central de una situación o problema interpersonal de manera tal que surjan percepciones con una perspectiva más amplia, se estimule el diálogo y puedan aparecer posibilidades positivas. El terapeuta familiar y docente Jim Thomas dice: “En el trabajo con familias, es un poco diferente: la consideración positiva incondicional requiere reencuadre” (comunicación personal). Los modelos de terapia familiar, escribe un teórico (Beels 2009), “cuando se los despoja de sus fachadas teóricas son maneras de enfocar un acuerdo común en un espacio en el que dos o más personas sienten un intenso desacuerdo sobre el significado de la experiencia”. El terapeuta que escucha busca traducir el malestar interpersonal en carne viva, en una situación que pueda ser analizada con menos culpa, miedo y provocación. Casi todas las afirmaciones del terapeuta tienen la propiedad del reencuadre. La empatía del enfoque centrado en la persona reformula las palabras del cliente simplemente por la transformación de algo dicho de manera tentativa, apasionada e incluso provocativa en algo que puede escucharse con respeto y tomarse en serio, sin enjuiciar, sin adoptar una actitud defensiva ni dramática. Los terapeutas relacionales escuchan con atención, encontrando en las conversaciones imposibles (acusatorias o desesperanzadas) las necesidades básicas y los deseos que las impulsan. El arte de la terapia es proporcionar un lenguaje nuevo sin suprimir sentimientos urgentes.
3 Historia dominante/historia alternativa. Este concepto de la terapia narrativa (White and Epston, 1990) permite que aquello que los clientes expresan y que los perturba pueda contarse como parte de una historia que surgió en su vida en lugar de como un síntoma de insuficiencia intrínseca de su parte. Este terapeuta siempre busca una narrativa que describa toda una experiencia de manera que incluya a todos los participantes. El concepto de historia dominante es una forma muy imaginativa del pensamiento sistémico: las personas son vistas como si estuvieran viviendo en un escenario virtual, dramático y predeterminado en el que sus elecciones y experiencias son limitadas e invalidantes. Nombrar una historia e invitar a los clientes a comentarla o añadirle cosas ofrece la oportunidad de recordar su propia capacidad de elegir sus respuestas frente a esa historia. El terapeuta mantiene una curiosidad activa en la historia alternativa, omitida, más alentadora que puede coexistir y ofrecer recursos a los clientes. “Esta es la historia que estoy escuchando hasta ahora”, podría decir el terapeuta. Luego podría señalar: “Me estoy encontrando con dos personas que están viviendo en un hogar triste. Su matrimonio se ha convertido en este lugar de ‘no decir o hacer lo correcto’ en lugar del nuevo territorio donde imperan la cercanía y el orgullo que esperaban que fuera. ¿Lo estoy comprendiendo bien?”
4 Adoptar la posición del “yo”, hablar en primera persona. Este concepto, formulado por el padre fundador de la terapia familiar Murray Bowen (1978), representa una manera de ser en la propia familia de origen y coincide totalmente con las intenciones de un terapeuta congruente centrado en la persona. Los terapeutas expresan su propia verdad sin intentar imponerla al otro. El compartir directo de un terapeuta que habla desde dentro de una situación sin segundas intenciones con respecto a otros o algún tipo de juicio hacia ellos es central para que los clientes puedan experienciar una oportunidad, ya sea para aceptarse a sí mismos y a los demás, o para iniciar un cambio. En primer lugar, el terapeuta es una persona, y luego un terapeuta o experto. Reivindicar la libertad de hablar por sí mismo de modo respetuoso invita a los clientes a entablar una conversación más serena, en la cual no siempre tienen que tener razón o incluso pueden acordar con lo planteado por otra persona para que lo escuchen.
5 Externalizar el problema. Esta es la expresión central en la terapia narrativa de una antigua herramienta terapéutica que se encuentra en la psicología junguiana, el psicodrama y la terapia Gestalt: encontrar una manera de personificar las fuentes comunes de aflicción para todos los miembros de una pareja o familia, en lugar de localizar el problema en las personas dentro del grupo (Freedman and Combs, 1996). Por ejemplo: “La tierra de la pelea perpetua”; “Madre gruñona/adolescente frustrante”; “La familia del ‘no puedo hacer nada bien’”. Cada frase es útil solo si permite a los clientes verse atrapados en un patrón, más que personalmente equivocados. Puedo decir con frecuencia: “La idea norteamericana (o inglesa o italiana, etc.) del matrimonio la tiene tomada con esta pareja”. Esta última es una de mis favoritas: casi invariablemente, los consultantes se sienten desanimados por la diferencia entre su propia relación y una relación idealizada que sienten que se supone que deberían tener.
6 Formular preguntas orientadas a la reflexión. Esto apela a la curiosidad del cliente y la posibilidad de crear un proceso diferente. Influenciados por las “preguntas circulares” del grupo de Milán (Boscolo et al., 1987), así como por las preguntas desarrolladas por los terapeutas orientados a la solución (de Shazer, 1982, 1984; Berg and Miller, 1992), los terapeutas hacen indagaciones que permiten emerger las esperanzas, los miedos, los recuerdos, las decepciones y las posibilidades tácitas. Por ejemplo: “¿Cómo eran las cosas cuando todos se llevaban bien, allá por la década de 1940?”, “¿Qué persona de tu entorno crees que estaría más convencido de que puedes resolver este problema?”, “¿De qué desearía que estuviéramos hablando tu mejor amigo?”, “¿Cómo crees que tus padres reaccionarían si estuvieran en la misma situación en la que estás?”. Cuando los clientes han resuelto algo que pensaban que era imposible, puedo preguntar: “¿Qué crees que sería posible ahora para ti, ya que has (‘terminado el colegio’, ‘conseguido este trabajo’, ‘pasado un fin de semana en el que no pelearon ni una sola vez’)”.
7 Mantener y expresar la toma de consciencia del desarrollo humano y el consecuente cambio en los roles, los límites y la jerarquía. Estas ideas centrales de la terapia familiar estructural (Minuchin, 1974; Mitriani and Perez, 2003) ayudan a hacer que los problemas familiares sean más comprensible que las orientaciones hacia la culpa-desilusión, que pueden surgir en una perspectiva individual. Toda persona cambia con el tiempo y por lo tanto afecta el concepto de sí mismo de cada una de las otras personas que forman parte de su vida. El rol y la seguridad de un padre o una madre pueden verse amenazados por la mayor autonomía de un hijo; el intenso sentido de sus propias necesidades y derechos de una mujer puede representar una amenaza tanto para su pareja o sus hijos, como para otros miembros de su familia de origen. Esta consciencia puede normalizar (permitir que los eventos puedan ser vistos como naturales y predecibles) los problemas que de otra manera podrían considerarse señales de inadecuación o malas intenciones.
8 Organización espacial, movimiento y otras coreografías. La madre fundadora de la terapia familiar Virginia Satir utilizaba cada centímetro de espacio en cualquier escenario para permitir que los clientes asumieran literalmente nuevas perspectivas (Satir, 1972; Papp, 1983). Como una manera de responder a muchas descripciones de problemas aparentemente opuestas, con frecuencia me pongo de pie y camino para encontrar distintos aspectos de una situación en diferentes partes de la habitación. Puedo invitar a las personas a moverse a dos sillas diferentes de modo que puedan dejar la “pelea” atrás, donde estaban sentados. Usar el movimiento por parte de los clientes tanto como del terapeuta es especialmente importante cuando hay niños en el grupo. Más importante que cualquier simple acción es el reconocimiento de que yo, el terapeuta, no tengo que sentarme en el lugar del malestar, sino que puedo moverme en búsqueda de posibilidades exentas de malestar.
9 Representaciones (Mitrani y Pérez, 2003; Butler et al., 2008; Moser and Johnson, 2008). Los clientes pueden sentirse frustrados por la diferencia entre su comportamiento menos ansioso y más civilizado en terapia y sus frustrantes interacciones cuando están en su casa. En las representaciones, los clientes replican en el consultorio una forma de su conflicto en casa en las que:cada persona, incluido el terapeuta, puede detener la acción y comentar lo que está sintiendo;cada persona puede compartir observaciones sobre lo que el conflicto significa y cuáles alternativas podrían aparecer;los clientes podrían probar otras formas de expresar o responder que darían a la interacción un significado o un resultado diferente.Las representaciones pueden convertir a las peores experiencias de los clientes en un clima en el que la empatía, la autenticidad y la aceptación permitan cambios en la perspectiva y en el comportamiento.
Un terapeuta familiar y de pareja centrado en la persona, como dice el músico de jazz Wynton Marsalis, responde a lo que los otros músicos en la habitación ofrecen: contribuyen con su propio sonido, pero no imponen algo que no se conecta con lo que ya está allí. El propósito de las perspectivas y herramientas descriptas más abajo y de cualquier otra técnica es proporcionar recursos que faciliten las conversaciones en las que los clientes se sientan escuchados, seguros de ser ellos mismos, empoderados y respetados. Un terapeuta sistémico experto puede preguntarse cuáles son sus actitudes y técnicas centrales y por qué. Mis propias maneras de intentar encontrar una manera de conversación que pueda unirse con las voces de los clientes coinciden con el trabajo de los terapeutas brevemente descripto en el Recuadro 1.1.
Recuadro 1.1: Terapias colaborativas, postmodernas y dialógicas
Postmodernismo es un término que se aplica a terapeutas como Harlene Anderson, Lynn Hoffman y Peter Rober, todos los cuales forman parte de mi coro interno de estímulos como terapeuta vincular. Postmoderno “se refiere a una familia de conceptos que se han desarrollado entre los académicos que requieren una crítica ideológica –una perspectiva cuestionadora– de la relevancia y las consecuencias del conocimiento fundacional, las metanarrativas y los discursos privilegiados, incluyendo su certeza y su poder para nuestras vidas cotidianas” (Anderson, 1997).
A pesar de que Harlene Anderson describe su escritura como una “filosofía de la terapia” más que como una teoría, su uso del lenguaje tiene consecuencias prácticas: nadie define a una persona o sus dificultades desde afuera; la naturaleza de sus problemas cambia a través de la interacción familiar caracterizada por la escucha y el respeto. Estas ideas tienen urgencia, por ejemplo en terapia con minorías como parejas gays y lesbianas, analizadas en el capítulo 6. En la práctica, Harlene Anderson considera la terapia como una conversación entre iguales en la cual cada miembro de una familia tiene su propio relato sobre lo que es su familia. Escuchar cada relato permite que el lenguaje sea “relacional y generativo” y genera una nueva realidad co-construida para los clientes, que puede ser “transformacional”. Al compararse con Carl Rogers, Anderson (2011) se identifica con su centro en la persona y el rechazo del diagnóstico y otras posiciones que hacen que el terapeuta sea el experto y esté en control. Se distingue de él al considerarse una socia conversacional más activa y ser más “pública”, compartiendo más de su propia voz en la terapia. Como todo el mundo sabe, con su colega el difunto Harry Goolishian escribió sobre la “posición de no saber” (un término utilizado también por el terapeuta centrado en la persona Peter Schmid 2002, 2004), que no se refiere, por supuesto, a la falta de conocimiento del terapeuta sino a la apertura a aprender de las propias palabras y entrega de los clientes (Goolishian and Anderson, 1992). El terapeuta llega a cada sesión sin un “conocimiento previo” acerca de lo que podrían ser la situación y los sentimientos de los clientes y busca comprender lo que estos comprenden sin traducirlo al lenguaje del ayudador experto.
Lynn Hoffman es una personalidad reconocida de la terapia familiar cuya biografía la asocia íntimamente con sus primeros teóricos, como Jay Haley, Virginia Satir, el antropólogo Gregory Bateson, Salvador Minuchin y, especialmente en los últimos años, Harlene Anderson, Harry Goolishian y otros postmodernos, así como el terapeuta narrativo Michael White. Véase su libro Family Therapy: An Intimate History (2002), en el cual relata cómo, a lo largo de su fructífera vida, encontró su propia voz entre todos los aportes. Hoffman presenta una exploración y una integración personalizada y libre de todas las ideas de la terapia familiar y estimula a los profesionales a exponer estas ideas a los clientes sin imponérselas como un experto. En apoyo a cada sesión con los clientes como una experiencia única, ella estimuló a “Dejar a un lado el modelo” (1998), cualquier modelo que convierta al terapeuta en el poseedor de la verdad privilegiada. Hoffman (2002) ofrece muchas condiciones para su enfoque terapéutico integrado centrado en las personas, que incluye lo siguiente:
“Aceptación que abraza”, que es una forma de aceptación que está abierta a todos los consultantes así como a toda su situación.
“Viempatía” o “empatía viajera”, que se refiere a la apertura de los terapeutas con respecto a sus propias voces al encontrarse con las voces de los clientes y el compartir imágenes que surgen para las reflexiones de los consultantes. Hoffman estimula el compromiso reflexivo en la situación de los consultantes, con los resultados de la intuición del terapeuta disponible para el uso por parte de sus clientes.
“Escucha generosa”, es decir, no “escuchar para hablar” sino “hablar para escuchar”.
“Conocimiento del tercer tipo”. Esta expresión de John Shotter (1993) se refiere no solo al conocimiento teórico (saber algo) o incluso al conocimiento práctico (saber cómo), sino al conocimiento que proviene de estar dentro de una situación: saber a partir de la experiencia vivida. El terapeuta trae su experiencia, su conocimiento y su entrenamiento profesional a un encuentro sobre la cual no puede saber nada y cuyo resultado no puede controlar. Con lo que contribuye es la disposición a dar respuesta a lo que está presente. A pesar de que tiene muchas ideas y destrezas, ofrece lo que se requiere en la interacción más que cualquier cosa que pudiera preparar. Trae una manera de ser a la terapia que es instintiva así como cognitiva; personal tanto como profesional.
Peter Rober es un psicólogo belga que también recurre al “conocimiento del tercer tipo” para describir su enfoque de la “terapia familiar dialógica” (2005). Rober cita a Shotter (1993: 40-41) considerando el conocimiento “en términos de lo cual las personas pueden influenciarse mutuamente en su ser, más que solo en sus intelectos; es decir, realmente ‘conmoverlos’ más que solo darles ideas”. Explorando el diálogo en una serie de artículos (1999, 2002, 2005, 2008) que captan “la conversación interna del terapeuta” (2008), así como los muchos niveles en los cuales pueden ser comprendidas las palabras de los clientes, Rober describe una terapia de presencia respetuosa en la cual los terapeutas escuchen las voces de los clientes y sus propias voces simultáneamente. Con respecto a la terapia familiar, nos recuerda el diálogo continuo y que cada sesión de terapia entra en un diálogo continuo que precede a la sesión y continuará después de ella.
Me siento muy cómodo en el mundo de los postmodernos, pero no me identifico específicamente con su enfoque o con ningún otro enfoque filosófico. Este libro describe la terapia impregnada de los esclarecedores principios básicos de Carl Rogers que permiten la autonomía y el crecimiento del cliente dentro de una perspectiva sistémica. Como Hoffman, me siento libre de adoptar todo lo que considero necesario de las terapias que precedieron al postmodernismo sin adherir totalmente a sus teorías. Todos los autores sobre terapia relacional tienen en común miles de horas en presencia de familias o parejas: su actividad, sus decisiones de no actuar, su manera de configurar los problemas y los recursos de la familia.