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Valores centrales en el enfoque centrado en la persona

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¿Qué tipo de persona es el terapeuta, independientemente del modelo particular que use? David Bott comenta con respecto a la terapia familiar:

Desde un punto de vista pragmático, si buscamos humanizar nuestra práctica y responder respetuosamente a las familias con la mirada puesta en crear un contexto que empodere en lugar de someter, Rogers proporciona una posición clara, accesible y, sobre todo, ética desde la cual hacerlo. (Bott, 2001: 375).

Los puntos de partida para comprender el enfoque centrado en la persona son las seis condiciones necesarias y suficientes para el encuentro terapéutico útil que formuló Rogers (1957), que luego describiremos en su aplicación a la terapia relacional. Mearns y Thorne (2000) han descrito las seis condiciones como interactivas, cada una inseparable de las demás. Además, describen estas condiciones en términos de “estar listo para encontrarse con el otro” (2000: 87-100). Cada terapeuta, capaz y experto como busca ser, siempre está comprometido en convertirse en una persona a quien los clientes encuentren confiable, reafirmante y estimulante. Si no trabajamos sobre nosotros mismos, enfrentamos la posibilidad de ser lo opuesto. Rogers descubrió que sus seis condiciones permitían a los individuos emerger de un patrón de desarrollo bloqueado. La terapia familiar sistémica en sus múltiples formas ha tenido un objetivo similar.

Aquí está la primera declaración de estas condiciones aplicadas a la terapia familiar y de pareja:

1 Contacto psicológico con cada cliente. La intención de conectar con cada uno de los presentes en cada sesión facilita el cambio en el sistema formado por varias personas.

2 Toma de consciencia de un estado de incongruencia que causa ansiedad tanto en los individuos como en el sistema. Un terapeuta centrado en la persona espera, acepta y trabaja con la incongruencia: mensajes confusos, sentimientos contradictorios, comportamiento inconsistente e incluso deshonesto. El terapeuta no se relaciona con una actitud enjuiciadora sino centrando su atención para comprender a todos y para reconocer los aspectos más congruentes de las personas y de la relación.

3 Congruencia del terapeuta (autenticidad o integridad). Para ser confiable para el diálogo sobre las relaciones más preciadas para los clientes, el terapeuta debe estar personalmente integrado de manera que sus palabras se correspondan con sus acciones y emociones. Solo a una persona auténtica se le pueden confiar las experiencias más profundas con respecto a las relaciones importantes.

4 Consideración positiva incondicional del terapeuta. Muchas veces, las familias y las parejas perciben que pueden abrirse y confiar lo suficiente como para cambiar solo si el terapeuta es capaz de aceptar a cada persona tal como es, en lugar de juzgarla.

5 Empatía del terapeuta. Cada persona siente la intención del terapeuta de comprender su marco interno de referencia y, en la terapia relacional, también comprender los problemas compartidos.

6 Los clientes perciben las condiciones antedichas. Los terapeutas comparten todo aquello que permita a los clientes experienciar su autenticidad, su aceptación y su empatía.

El enfoque centrado en la persona es una perspectiva, un conjunto de prioridades y el resultado de una serie de compromisos. Para cualquier terapeuta, en cada sesión, existe el camino del experto que conserva el control o el del colaborador, que siempre se centra en la experiencia de los clientes. El terapeuta centrado en la persona está parcializado hacia el desarrollo del cliente, en lugar de hacerlo caber en cualquier patrón predeterminado. Dicho terapeuta “‘(habla) para escuchar’ en oposición a ‘escuchar para hablar’”, como dijo la historiadora de la terapia familiar Lynn Hoffman (2002: 181) sobre Carl Rogers. El terapeuta apoya que el cliente asuma el control; está atento al potencial desapercibido; y busca la libre expresión de la experiencia de los consultantes sin emitir supuestos desde la crítica.

Los terapeutas centrados en la persona también están comprometidos de por vida a nutrir su autoconsciencia y su propio desarrollo. Buscan ser no defensivos con respecto a sus propias limitaciones, aun cuando están abiertos al descubrimiento de las posibilidades no descubiertas de los clientes. La supervisión centrada en la persona se centra tanto en el estado mental del terapeuta como en el de los clientes (Lambers, 2006). John Keith Wood (2008) describió a Carl Rogers en diversos escenarios, y luego observó:

A pesar de que su reacción evidente, su modo de expresión, sus sentimientos y las circunstancias pueden haber sido diferentes en cada una de estas situaciones, creo que Rogers las enfocó de la misma manera. Se aproximó a cada situación con el mismo deseo de comprender, el mismo buen humor, la misma humildad, la misma honestidad, la misma aceptación acrítica del individuo o del grupo, la misma curiosidad y apertura a aprender, la misma voluntad de facilitar un resultado constructivo para el individuo o el grupo. Improvisó desde su conocimiento y sus habilidades en cada caso específico (2008: 20).

Como terapeuta familiar y de pareja centrado en la persona, siempre oigo más de una voz en mi cabeza. Como dice Peter Rober (2008), al encontrarme con otras personas soy mi yo-mismo3 experienciante, mis propias reacciones emocionales e intelectuales; también mi yo profesional, responsable de elecciones basadas en mi formación y en las expectativas de los clientes. Siempre estoy en un encuentro nuevo, nunca-antes-conocido con los consultantes y soy, también, el portador de los hallazgos prácticos, teóricos y de investigación de la terapia sistémica. El enfoque centrado en la persona ha sido descrito en muchos de los trabajos de Rogers (particularmente 1961; 1980; Kirschenbaum y Henderson, 1989, 1990) e interpretado y ampliado en el trabajo de Mearns y Thorne (2000, 2007), Barret-Lennard (1998) y más recientemente Cooper et al. (2007, y de próxima aparición). Aquí hay cuatro elementos del enfoque centrado en la persona que llevo conmigo:

 Autoconcepto y el yo-mismo ideal. Los terapeutas son sensibles a la diferencia entre el autoconcepto, una imagen de sí mismos que los consultantes experiencian y evalúan, y el yo-mismo ideal, una imagen de sí mismo que cumple con las expectativas propias y de los demás, como se muestra en el miedo, la duda y la frustración tanto en individuos como en todo un grupo. La empatía centrada en la persona facilita la consciencia de los consultantes de las expectativas que drenan la confianza y alimentan la frustración. Un resultado de la terapia vincular puede ser un consultante que dice algo así como: “Si me enfoco en quienes somos, me relajo; si pienso en el matrimonio que tengo la expectativa de tener, me tenso”. El autoconcepto de cada individuo atrae la atención y el cuidado del terapeuta, aun cuando intenta comprender y facilitar el diálogo sobre las preocupaciones y las posibilidades interpersonales. La congruencia entre el autoconcepto y el yo-mismo ideal en todo individuo de cualquier edad afecta el autoconcepto de toda la familia. En la terapia familiar y de pareja, los clientes suelen ver un cambio en el autoconcepto de un ser querido como una amenaza para el suyo. En una pareja, cuando una persona se hace más independiente puede hacer parecer que la otra pierde importancia. En una familia, una nueva relación cercana puede hacer parecer que un hijo o uno de los padres ya no es importante. El capítulo 3 sobre pensamiento sistémico analizará el efecto tipo “sube y baja” del cambio entre las personas cercanas.

 Los clientes se experiencian a cargo de la terapia. El terapeuta puede ofrecer sugerencias, estructuras, comentarios y perspectiva, pero solo lo que tiene resonancia o significado para los clientes es un foco duradero. Rogers describió el locus (lugar) de evaluación que reside en el consultante más que en el terapeuta (1959). Este concepto es similar a la idea sistémica de Bowen de la diferenciación (Friedman, 1991). Se refiere a la capacidad de los consultantes de separar sus propios sentimientos e intenciones de aquellos que han absorbido de los demás. Mientras más sientan los clientes que se presta atención y se confía en sus propios juicios, más control efectivo asumen sobre sus propias vidas. Un enfoque centrado en la persona estimula una mayor confianza en la propia perspectiva de los consultantes y una disminución de la atención a los “deberías” impuestos desde afuera. En un resumen de años de investigación sobre la experiencia de los clientes en la terapia, John McLeod (2006) afirmó: “Los clientes se consideran los productores de su propio tratamiento”. También “tienen innumerables pensamientos además de los que comparten con el terapeuta”. Estar centrado en la persona no implica la ausencia del poder del terapeuta; es la presencia de atención al poder del cliente. Un terapeuta relacional centrado en la persona facilita la capacidad de los clientes de hablar sobre las diferencias sin tener que culpar o rechazar.

 Tendencia actualizante. La práctica terapéutica se centra alrededor del concepto de “tendencia actualizante” o la “capacidad innata de los seres humanos de avanzar hacia la realización de su potencial” (Mearns y Thorne, 1988). La percepción de que todas las palabras y acciones del cliente son, en cierto modo, intentos de la persona de convertirse en su yo-mismo más completo puede ser un poderoso aliado para reordenar a parejas y familias en dificultades. Escuchar, intentar comprender y procurar buscar sentido a problemas aparentemente imposibles obtienen poder de la integración de este concepto central. La supervisión centrada en la persona –en realidad, cualquier supervisión útil que yo haya tenido– encuentra su centro en la confianza en aquello que está intentando sobrevivir y crecer en los clientes. Este principio central del enfoque centrado en la persona es compatible con la costumbre de la terapia familiar de reencuadrar, “ofreciendo una perspectiva diferente que cambia el significado de un acontecimiento o un proceso (por lo general aunque no siempre en términos más positivos)” (O’Leary, 1999: 36) y el “énfasis en lo positivo” (Hoffman, 1998). Sin negar la expectativa de que aunque no se resuelvan, los problemas se enfrentarán, los terapeutas centrados en la persona dan prioridad a encontrar las mejores intenciones de la familia más que a resolver sus deficiencias percibidas.

 Tendencia evaluativa. Los terapeutas sostienen la creencia de que “la tendencia evaluativa”, el juicio que se emite con respecto a las acciones y las palabras de los demás, causa muchos de los problemas humanos de relación, si no la mayoría (Rogers, 1961). En esto, se puede establecer un paralelo con los terapeutas narrativos, que buscan redefinir los problemas de relación como procesos que oprimen a todos los involucrados más que como el producto de las malas intenciones o la incompetencia de una persona. El terapeuta nunca puede eliminar la tendencia a juzgar, pero puede escuchar modos alternativos de comprender lo que se juzga. Los consultantes, por supuesto, traen muchos juicios mutuos a cada sesión. El terapeuta no discute ni culpa a los consultantes por estas críticas, sino que se enfoca en los deseos e intenciones detrás de ellas. En el mejor de los casos, todos los consultantes se encuentran en una “zona que admite errores” (Lambers, 2006). Sus esfuerzos e intenciones son más importantes que sus defectos percibidos. El trabajo de la empatía se trata, en parte, de hacer espacio para las buenas intenciones coexistentes en presencia de conflictos complicados. Los terapeutas aceptan a los consultantes exactamente como son en la situación en la que están y facilitan esa aceptación en la relación entre los clientes. En la medida en que una persona se hace más competente en el enfoque centrado en la persona desarrolla la facilidad, no de mostrar a los consultantes lo que es correcto, sino de relacionarse de manera tal que se sientan menos equivocados.

Ejemplo de caso 1.1: La terapia familiar entra por la puerta

Este caso ilustra la práctica de la parcialidad multidireccional, el conocimiento de la manera en que el cambio evolutivo aparece en la forma de problemas y la facilitación activa a través de una crisis hacia un nivel más alto de organización. También mostraré la importancia de estar dispuesto a ver cómo el desarrollo (por ejemplo, un hijo que se está convirtiendo en casi un adulto) cambia el funcionamiento de un sistema produciendo emociones intensas. El caso también muestra un tipo simple de coreografía que les permite a las personas tener emociones fuertes sin victimizar a un ser querido.

Peter no estaba, tal como habíamos agendado, solo en la sala de espera: estaba acompañado por su esposa Linda y su hijo de quince años, Josh. Linda y Josh, sentados tan lejos de Peter como la disposición del ambiente lo permitía, se veían tan tristes como Peter enojado. Linda había insistido en que todos vinieran a la cita de Peter a causa de una escena que se había producido entre Peter y Josh justo antes de salir hacia mi consultorio. El hombre había agredido a su hijo, quien, debido a un trastorno dolorosamente invasivo, con síntomas físicos y psicológicos, siempre ha sido tratado con atención amorosa, permisiva, casi ilimitada.

En mi consultorio, con Peter mirándola y Josh sentado a su lado, Linda comenzó a hablar.

LINDA: Escuché a Peter diciéndole cosas terribles a Josh y dije: “Tenemos que resolver esto esta noche. Vamos todos a ver a Charles.”

TERAPEUTA: Es una emergencia. Tenemos que traer esto a la terapia. Algo tiene que parar. (El terapeuta empatiza con el individuo. Con el derecho a hacerlo, en sí mismo, ralentiza el proceso familiar.)

LINDA: Exactamente. Quiero decir, Josh no es perfecto, pero se supone que Peter es el adulto y ¿qué tipo de ejemplo está dando con las cosas que dijo?

TERAPEUTA: Entonces, Peter, estuviste de acuerdo en que Linda y Josh vinieran contigo a pesar de que todos están enojados y molestos. (El terapeuta continúa ralentizando el proceso y refleja explícitamente un estado mental compartido así como una acción con propósito frente a un conflicto enojoso.)

PETER (con cierta amargura): No tuve mucha opción, pero está bien. Todo necesita salir. Se supone que ambos tenemos que rompernos el alma por él [Josh] pero nunca debemos pedirle nada. Bueno, ¡eso tiene que parar!

TERAPEUTA: ¡Estás tan frustrado en este momento! Es como si tuvieras que cambiar todo sobre la manera en que la familia hace las cosas. Deseas que se sepa que Josh y Linda no pueden esperar tanto de ti. (El terapeuta empatiza con los sentimientos de Peter y también reconoce la posibilidad de que se comunique algo importante sobre el cambio en medio de una pelea aparentemente sin dirección.)

PETER: Basta para mí. (A Josh) No haces nada de nada para ayudarte. ¡Entonces tenemos que tratarte con guantes de seda!

TERAPEUTA: (alejando la fuerza rabiosa de Josh) Realmente estás sintiendo que no es justo. Te sientes abrumado por lo que Josh parece esperar de ti.

PETER: Bueno, eso tiene que cambiar. Nosotros tenemos que ser perfectos. ¡Él puede tener y hacer todo lo que quiere!

El terapeuta está recurriendo al concepto de coreografía introducido en la terapia familiar desde el psicodrama por Virginia Satir y Peggy Papp, entre otros (Papp, 1983). El terapeuta permite a Peter hablarle a él con rabia sobre sus sentimientos, mientras el objeto original de los sentimientos puede observarlos en lugar de recibir directamente su fuerza emocional. La necesidad de Peter (o de cualquier persona) de desahogarse no significa que otro miembro de la familia tenga que absorber su energía iracunda.

El terapeuta continúa reflejando las expresiones de Peter como las emociones que expresa más que como afirmaciones fácticas o autoritarias sobre Josh. Al mismo tiempo, está respondiendo a Peter y agregando al diálogo la dimensión del contexto. La pelea que la familia trajo al consultorio gradualmente es traducida a la expresión legítima de sentimientos del hombre.

PETER: Y es momento de que crezcas. ¡No te molestas en trabajar en tus propios problemas! Entonces tenemos que dejar todo para ayudarte las veinticuatro horas del día. Estoy harto de eso y harto de ti.

TERAPEUTA: Realmente necesitas que esto se entienda. Tienes miedo de que Josh no comprenda que necesitas que las cosas cambien. Josh, ¿qué piensas de lo que tu padre está diciendo?

En realidad, la mayoría de las veces Peter era amoroso y estaba muy disponible para su hijo, pero también hacía tiempo que reclamaba que su hijo hiciera algo para evitar que él dijera que no o se retirara cuando no tenía nada para dar. Cuando estaba cansado o no sintiéndose bien y se sentía culpado por Josh por no ayudarlo, Peter a veces transformaba la atención amorosa en furiosa culpabilidad. A Linda le resultaba más fácil satisfacer las demandas de Josh, pero era rápida para enojarse frente a cualquier señal de retracción o de culpabilizar a su hijo por parte de su marido. Josh, por lo general bueno y amoroso con sus padres, también podía enfurecerse y ser ofensivo cuando se frustraba o lo dejaban solo para que se arreglara.

La frustración individual de Peter tiene tanto impacto sobre Josh y Linda como la reacción de ellos lo tiene sobre él. Parte del proceso de la terapia esa tarde y en otras sesiones era prestar atención a la manera en la que el cambio en Peter afectaría a su esposa y a su hijo. También analizamos cómo Peter podría estar expresando un cambio en el desarrollo de la familia en el cual Josh empezaría a tener mayores responsabilidades. Una crisis familiar, aunque no es agradable, puede ser un intento de abrir una puerta para el cambio. La necesidad de cambio de Peter sobre la manera en que los miembros de la familia se apoyaban mutuamente tenía validez; también era verdad que él recibía mucho apoyo durante las crisis con sus propios problemas de salud que no estaba reconociendo en ese momento, emocionalmente exaltado. En esta situación, como en muchas otras, el terapeuta está consciente de que las condiciones de las que Peter se está quejando fueron cocreadas y mantenidas por sus propias palabras y acciones. Los conceptos de la terapia familiar estructural (Minuchin, 1974, que se presentará en el capítulo 3) ayudan al terapeuta empático: está consciente de que cuando un hijo alcanza la edad de Josh suele producirse una transición. Con frecuencia expresada primero como una pelea, entre los padres y el hijo se produce la transferencia de responsabilidad y finalmente de autoridad. Esta consciencia, aunque no se exprese, permite al terapeuta confiar en que una familia, aunque esté en problemas, se mueve hacia una importante dirección.

Finalmente, el terapeuta pasó cinco minutos solo con cada miembro de la familia para darle la oportunidad de ser escuchado sin la reacción de los demás. (Esta es una de las muchas maneras en las que un terapeuta puede facilitar una transición entre la interacción intensa y la reflexión y la integración individual). Entonces, la familia volvió a reunirse para una conversación más calmada, en la cual Peter continuó insistiendo en que la familia necesitaba cambiar, pero con un tono menos acusatorio. Josh tuvo la oportunidad de hablar, lo que reveló más sobre sus sentimientos de responsabilidad en ayudar a sus padres en su matrimonio. Linda concedió el derecho de Peter de decir que no a Josh, pero también dijo que tanto Peter como Josh esperan que ella siempre diga que sí, algo que hace casi siempre. También pudo expresar su propia queja de no poder volver a casa después de un día de trabajo duro sin entrar en una pelea.

En este caso, los miembros de la familia pudieron expresar sus frustraciones individuales en un ambiente en el cual se permitían los sentimientos pero no se trataban como hechos objetivos con los cuales culpabilizar a otros miembros de la familia. En la cita individual que siguió a esta sesión, Peter contó que cada uno de ellos se sintió escuchado y ya no atacado. En el diálogo útil, se puede permitir que las percepciones individuales surjan conjuntamente más que en oposición entre ellas (Senge, 1990). Además, la expresión de la emoción en un ambiente seguro y empático permite que se reconozcan los temas individuales y que pueda nombrarse un nuevo estado en el desarrollo de la familia. Entre los nuevos patrones emergentes, se encontraban los siguientes:

 Peter puede decir que no quiere seguir cuidando a Josh de la misma manera sin que se le recrimine por querer el mismo nivel de atención y apoyo que tenía.

 Linda puede señalar que no quiere ser testigo del tipo de pelea en la que suele vivir y ordenar con gran esfuerzo. Al traer a terapia el problema de su familia, estaba empezando a abandonar el rol de pacificadora.

 Josh puede tener voz sin las tensiones que encuentra al vivir con sus padres. También puede buscar reafirmación de que la relación esencial con su padre perdurará aunque sus hábitos cambien.

La terapia familiar en la cual el terapeuta traduce las emociones y pensamientos individuales de los clientes permite que una pelea se convierta en un diálogo y abre la posibilidad de un nivel superior de funcionamiento familiar. El objetivo de un terapeuta familiar de facilitar la transición de un estado a otro se beneficia por el interés centrado en la persona de escuchar a todos.

Terapia familiar y de pareja centrada en la persona

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