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El talento oculto

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El talento es algo tan curioso, tan libre, tan íntimo, que nos puede llevar toda una vida y no encontrarlo, a pesar de que creo firmemente que todos tenemos alguno, incluso varios. Algo que nos hace diferentes, que nos da un superpoder para destacar. Puede ser una capacidad, una habilidad para realizar de manera innata o para llevar a cabo una actividad. Se supone que el talento es hacer una determinada cosa sin que nos suponga demasiado esfuerzo.

Esto del talento suena bien, como si en verdad hasta yo lo hubiera expresado de manera que solo con tenerlo fuera una fuerza extraordinaria como para atraer todo lo bueno, todos los éxitos, uno detrás de otro. Y no es así.

El primer problema del talento es detectarlo, saber cuál es. A veces requiere un viaje interior para descubrirlo y, en otras ocasiones, como fue la mía, es otra persona quien ayuda a descubrirlo. Sea como sea, el talento es la primera parte de esta película, luego viene realmente lo difícil. Y esta es la del trabajo, la del esfuerzo, la de la dedicación para sacar lo mejor de ese talento, para no frustrarlo y reventarlo a mitad de camino de lo que podría llegar a ser.

Cuántas veces nos preguntamos qué hubiera sido si… Yo a veces lo hago. Qué hubiera sido en la vida si no me hubiese topado con unos vecinos a los que les gustaba salir a correr y si no hubiese desarrollado el hábito de correr con ellos. Fue así, con ellos, como destapé mi talento. De manera anecdótica y fortuita. A mí me gustaban, ya lo he comentado, todos los deportes, pero esta disciplina me descubrió que podía llegar a ser excepcional, aunque en ese momento no tenía la menor idea.

Una vez descubierto el talento —o cierto talento— se abren un buen puñado de factores. ¿Cuánto quieres potenciarlo? ¿Estás dispuesto al sacrificio total? ¿Hacia dónde quieres ir? Tampoco es fácil encontrar a esa persona o a un equipo cualificado que sepa guiarte y que te diga, que te explique, que te asesore y te haga ver que si sigues ciertos pasos puedes llegar hasta donde te propongas. En realidad, los caminos a veces son muy inciertos, diría que demasiado. Cuando pasa el tiempo es cuando de golpe comprendes muchas cosas. Pero ya han ocurrido, ya no se pueden reescribir, eres mero espectador o contador de tu propia vida, y hablas en pasado. Es útil para actuar de ahora en adelante. Eso siempre sirve.

En mi caso hubo unos años en los que era consciente de que tenía cierto talento para correr, y lo que hice fue no taparlo ni esconderlo. Hacía carreras, pero también otros deportes, y me servía para poner los peldaños de mis primeros sueños. Fue la etapa en la que, ¡qué curioso!, llegué a imaginarme que saldría en televisión corriendo. Era un «flashazo»; otro fue que vestiría la camiseta de España compitiendo.

Luego está la vida que nos regala momentos impagables en los que somos capaces de cumplir esos sueños de niño. Ahora, a mis cuarenta y ocho años, no tengo más que pensamientos de agradecimiento por lo que a mí me ha dado. Siento que todos los esfuerzos han tenido su recompensa.

Es difícil cuantificar el talento. ¿Cuánto puedes tener y hasta dónde te puede llevar? A mí nadie me dijo: «Si sigues hasta aquí conseguirás esto o lo otro». La suerte que tuve es que, en mi época de adolescente, la gente que me rodeaba no eran profesionales en el mundo del alto nivel, pero sí eran buenas personas. No eran entrenadores capacitados para hacer florecer ese talento, no eran los mejores jardineros por decirlo de alguna manera, pero no me marchitaron, lo dejaron estar hasta que llegó mi momento. Por eso se retrasó quizá todo en el tiempo. Otros, con dieciocho años, estaban ya curtidos en mil batallas y yo, sin embargo, comenzaba, deslumbrado por todo lo que me iba encontrando.

Ya lo he dicho antes. Cuando empecé a estudiar INEF y vi cómo trabajaban los deportistas de alto rendimiento fue el momento en el que me di cuenta de que eso era lo que yo quería para mi vida. Durante esos años ocurrió algo que retrató a la perfección la evolución de mi vocación: cada vez estudiaba menos y entrenaba muchísimo más. La balanza se descompensó dejando en evidencia mis intereses reales y el verdadero motivo que me había llevado hasta ahí. La transformación. Y eso que apareció algún trago duro, porque durante el primer año me lesioné una rodilla y, como todavía no era un profesional, tuve que pasar por el canal normal médico, no el de los deportistas, y eso supuso que se me fueran ocho o nueve meses hasta que me pude operar del menisco. Engordé doce kilos y después me lesioné la otra rodilla. Los avatares normales a lo largo de una carrera deportiva. Ahora, que han pasado treinta años y sigo corriendo muchos días por los mismos sitios —¡cuántos kilómetros habré hecho ya!, ¡cuántas vueltas a esa pista!—, no dejo de sentir algo especial. Allí fue donde se detonó ese crac dentro de mí capaz de desencadenar todo. Ese todo que, hoy, ya retirado de la alta competición, no ha acabado.

Si hay un talento que me ha dejado el paso del tiempo y, además, que más me ha sorprendido porque no pensaba que fuera capaz de desarrollarlo así, ha sido la fortaleza mental. No creía que fuera tan fuerte para lo malo y para lo bueno.

Toda la vida nos pasamos descubriendo capacidades, que con esfuerzo y con trabajo, podemos desarrollar y vivir de ellas.

Ahora, por ejemplo, yo he descubierto que soy capaz de comunicar, cosa que en otro momento ni me hubiera imaginado. Por eso te invito a estar atento, a hacer ese viaje interior para que te descubras.

Por lo rápido que trascurre todo, debemos tomar decisiones cuando somos jóvenes, aunque no siempre tenemos las herramientas necesarias. Normalmente, y en muchos casos, la genética nos va dando pistas, en esos antecedentes se puede descubrir los talentos con más facilidad, como si nos vinieran más establecidos. Si tus padres son los dos atletas es más sencillo que sepas identificar si tú tienes su talento que descubrirlo por ti mismo. No obstante, también es primordial que seas una persona abierta y receptiva, capaz de desarrollar la habilidad de ver cuándo te encuentras cómodo, en qué momentos tienes cierto protagonismo, qué cosas puedes hacer diferentes al resto. A veces no sabes el motivo, pero haces cosas mejor que los demás. Igual que yo no sabía por qué iba más rápido que el resto cuando corría y los dejaba atrás.

En ocasiones la vida nos da la oportunidad de descubrir dónde tenemos ese punto diferencial que nos hace sentir bien y vernos más capacitados para solventar problemas en unas áreas que en otras. Hay personas a las que se les puede ir la vida entera sin descubrirlo y otras, bien porque lo hagan ellas de manera directa o a través de otros, les ponga un foco sobre aquello en lo que sobresalen.

Muchas veces no somos conscientes de nuestras capacidades. A estas alturas de mi vida yo sé que podía correr muy rápido sobre todo en diez mil, pero lo que no sabía era que iba a estar corriendo cien millas de forma ininterrumpida mucho más lento y que iba a ser capaz de superar tres o cuatro muros —esos momentos de dificultad que aparecen en los ultra—. En esas situaciones tan duras y tan diferentes, ni me imaginaba que pudiera brillar. Me doy cuenta de que tengo potencial en el mundo del deporte haciendo florecer ese talento en otra vertiente. Hay unos límites que te marca el cuerpo, pero la mente te da distintas fortalezas que ni te imaginas. He desarrollado otras habilidades que antes creía impensables. Quizá he desarrollado un talento dentro de otro talento.

Todos tenemos alguna habilidad, el principal problema es descubrir cuál es la que te hace diferente a los demás. En esa búsqueda, cuando seas capaz de definir dónde está, serás más feliz. Existe un camino marcado a través del aprendizaje y las experiencias que nos da las claves y que nos lleva a conquistar el éxito, que en mi caso es poder seguir haciendo lo que me gusta.

La vida es una evolución constante. Una revolución. No acaba a los veinte, ni a los treinta ni a los cuarenta. No acaba nunca, siempre y cuando estés dispuesto a reinventarte.

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