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2.1.1. El título de Filípicas
ОглавлениеLa tradición —y, como vamos a ver, incluso el propio Cicerón— ha querido que los discursos que el orador pronunció contra Marco Antonio sean conocidos como Orationes Philipicae («Filípicas»), frente al esperable y convencional Orationes in Marcum Antonium («Discursos contra Marco Antonio») y al también usual Orationes Antonianae, cuya traducción de «Antonianas» se correspondería con otros títulos bien conocidos de Cicerón como los de Catilinarias o Verrinas. El uso de todos ellos en la Antigüedad está atestiguado y, sin embargo, ha pervivido el que no presenta relación alguna ni con el destinatario ni con el contenido. En efecto, el título de Filípicas parece haber surgido de un contexto lúdico en la correspondencia entre Cicerón y Marco Bruto: éste en una carta al orador (Cartas a Bruto II 3, 4 del 1 de abril del 43 a. C.) le notifica que ha leído las Filípicas V y X, las alaba y muestra su aprobación a que reciban tal nombre, que habría sido propuesto en broma por el propio Cicerón en una carta no conservada:
He leído dos discursos tuyos: uno, el que usaste el uno de enero; el otro, el que, en relación con mi informe, pronunciaste contra Caleno. ¡Seguro que ahora estás esperando a que te los alabe! No sé si en estos panfletos se contiene una gloria mayor de tu espíritu o de tu talento; estoy de acuerdo con que los llames Filípicas, si quieres, como tú mismo escribiste en broma en una carta12.
En contestación (Cartas a Bruto II 3, del 12 de abril), Cicerón hablando sobre su Filípica XI dice a su amigo: «te enviaré el discurso, puesto que veo que te deleitas con mis Filípicas».
Es opinión común que dicho título ha de ser relacionado con la admiración que el orador de Arpino sentía por el griego Demóstenes, y más específicamente, con los discursos que éste pronunció contra Filipo de Macedonia en defensa de la libertad de Grecia. Tiempo antes Cicerón había mostrado su interés en una carta a Ático (II 1, 3) por publicar en un corpus sus «discursos consulares» a semejanza de las Filípicas de Demóstenes:
Me ha parecido provechoso —dado que tu gran conciudadano Demóstenes alcanzó lustre en esos discursos llamados Filípicas y dado que se apartó de esta un tanto enredosa oratoria judicial para aparecer como «un hombre de mayor dignidad y más de estado»— ocuparme de que también haya discursos míos susceptibles de llamarse «consulares»13.
Y diversas obras de la Antigüedad aceptan que, si los discursos contra Marco Antonio recibieron el nombre de Filípicas fue en homenaje, recuerdo e imitación de Demóstenes: así, Apiano (IV 20) al hablar sobre la muerte de Cicerón en parecidos términos que Plutarco (cf. supra) señala explícitamente tal relación:
Lena, aunque había sido salvado por Cicerón, en cierta ocasión, de un juicio, le sacó la cabeza de la litera y se la cortó golpeándolo tres veces y serrándosela por inexperiencia. También le amputó aquella mano con la que había escrito los discursos contra Antonio, calificándolo de tirano, y que había titulado Filípicas, a imitación de Demóstenes14.
Ahora bien, frente a la común opinión de que el título deriva de la admiración del latino por el griego, M. J. Gagé15 ha sido el único en proponer que la denominación de Filípicas tenga relación con los discursos que pronunció en el Senado, en el 77 a. C., el consular Marco Filipo con motivo de la rebelión de Marco Emilio Lépido, que siendo gobernador entonces de la Galia Cisalpina marchó contra Roma con su ejército; además, Lépido contaba con el apoyo de Junio Bruto, que se hizo fuerte en Módena y fue vencido por Gneo Pompeyo, enviado por el Senado contra él. M. J. Gagé establece curiosas analogías entre esta situación y el contexto de las Filípicas: al papel de Pompeyo correspondería el de Octavio, y al de Filipo el de Cicerón; además, Lépido era en el 77 a. C. gobernador de la Galia Cisalpina y su hijo —del mismo nombre— lo era en el 44 de la Galia Narbonense y la Hispania Citerior, mientras que Marco Bruto, hijo de Junio Bruto, jugaba también un papel activo —aunque contrario al de su padre, pues el hijo servía desde los Balcanes al Senado— en los acontecimientos tratados en las Filípicas; finalmente, Módena era lugar común de las operaciones militares en uno y otro enfrentamiento. Pero tales correspondencias no parecen ser sino casualidades, pues en momento alguno hay referencia a tal relación por parte del orador ni de ningún otro documento de la Antigüedad, mientras que son diversos los testimonios —incluso del propio Cicerón— que apuntan a una vinculación entre las Filípicas de Demóstenes y las del orador romano.