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4.1. Manuscritos

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Von Soden76 ha advertido en los manuscritos cuatro grupos de cartas que quizás corresponden a cuatro colecciones comenzadas a formar por el mismo autor: a) cartas en forma de tratado: 55, 63; b) cartas en donde habla de la profesión de fe y del martirio: 6, 10, 28, 37, 11, 38 y 39; c) cartas a Cornelio: 44, 45, 47, 48, 51, 52, 57, 59 y 60; y d) cartas referentes a la cuestión bautismal: 2, 64, 67, 69, 70, 71, 73 y 74.

Estos grupos se encuentran diversamente ordenados en los manuscritos. Basándose en eso, Von Soden ha podido establecer un principio de clasificación por familias de los manuscritos más importantes. El número de manuscritos que poseemos es muy grande. Hartel usó más de cuarenta para su colección; Von Soden examinó ciento cincuenta y siete de ellos y citó veintiuno más. Se deben añadir, además los índices de manuscritos perdidos, que se encuentran en los catálogos de las bibliotecas medievales y algunas colaciones hechas por humanistas en ediciones antiguas, como por ejemplo la de Latino Latini del Codex Veronensis y del Beneuentanus.

Los manuscritos más antiguos son los fragmentos del Codex Bobiensis (F) del siglo V-VI, parte del cual se encuentra en Turín77 y otra parte en Milán78, y el Codex Seguierianus (S) del siglo VI-VII, actualmente en la Biblioteca Nacional de París, núm. 1059279. Tanto uno como otro contienen sólo un número muy pequeño de cartas, pero, aún así, son utilísimos para la fijación del texto.

Hay que mencionar también entre los más importantes manuscritos el Codex Laureshamensis (L), del siglo IX, actualmente en Viena, núm. 962; el Parisinus (P), del siglo IX-X, en la nacional de París, núm. 1656 A; y el Casinas (N), del siglo X, que pertenecen a una misma familia80.

El Monacensis (M), del siglo IX, en Múnich, núm. 208, y el Trecensis (Q), del siglo VIII-IX, en Troyes, núm. 581. Estos dos manuscritos coinciden casi siempre: evidentemente son copias de un mismo arquetipo.

Otro Monacensis (M), en Múnich, núm. 18203; este manuscrito, aunque muy reciente —pues es del siglo XV—, representa sin embargo una tradición antiquísima, como lo prueban sus coincidencias con los perdidos Veronensis (V) y Beneuentanus, que conocemos por las colaciones que hizo Latini para la edición de Manucio de 1563 en Roma. El Reginensis (T), del siglo x, en Roma, interesante por haber conservado todos los errores de las cartas 8, 21, 22, 23 y 24, que están llenas de faltas de gramática. El Bambergensis (B), del siglo XI, el Sangermanensis (C), del siglo IX, y el Reginensis (R), también del IX.

Hartel había creído poder asignar estos manuscritos a tres familias de valor desigual. La primera estaría constituida por L, N y P, la segunda por M, Q y T; y la tercera por C y R.

Von Soden, estudiando el orden de las cartas en los manuscritos, ha podido llegar a conclusiones más seguras. Pueden formarse cuatro grupos de manuscritos, dos de origen africano y dos de origen romano. El manuscrito más importante del primer grupo es L y a esta familia pertenecen también N y P; el segundo grupo está representado por M; el tercero por M y Q, y el cuarto por T.

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