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Algunos obstáculos que dificultan transitar con satisfacción el «segundo tomo» La marginalidad existencial

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El primer obstáculo al que haré referencia es la descalificación que la sociedad hace de la madurez y la vivencia subjetiva de marginalidad existencial que resulta de dicha descalificación.

La acumulación de edad es vista por nuestras sociedades actuales como un hándicap lamentable que merece descalificación. Nuestras culturas instalan a la edad de la madurez —y a quienes la transitan— en un espacio marginal, como si fuéramos ciudadanos de segunda, condenándonos a ocupar un lugar de invisibilidad que poco a poco se desliza hacia la marginación. Es una forma de maltrato sofisticado e insidioso que, al promover una vivencia subjetiva de marginalidad existencial, afecta la autoestima. Se trata de una descalificación que se ha naturalizado y por lo tanto deviene invisible. De esa manera termina convirtiendo a las personas maduras en material descartable. El efecto más pernicioso de esta descalificación sociocultural reside en un proceso subjetivo de autodescalificación que poco a poco se va infiltrando en lo más profundo de la subjetividad.

Tal es el terror que genera la acumulación de la edad, que hasta los que recién están llegando a los 20 años empiezan a temer el paso del tiempo. En lugar de considerar que cada tiempo posible de vivir es el capital más genuino con el que cuentan los humanos para desplegar sus experiencias, lo viven como si estuvieran gastándose los únicos ahorros con los que cuentan.

Esta manera de entender la economía vital lleva a vivenciar el paso del tiempo como una eterna pérdida imposible de capitalizar. Es un tipo de «contabilidad vital» que tiene por objetivo la pretensión ilusoria de detener el movimiento y hacer del tiempo algo factible de ser controlado y dirigido. Sin duda alguna se trata del peor negocio para con la vida porque como todo el mundo sabe (aunque casi siempre se lo niega) con esta pretendida carrera contra el tiempo se cae en un callejón sin salida: se añora el pasado que ya no es, se elimina el futuro que es vivido de forma amenazadora y se pierde el presente, que es el único bien disponible.

En las edades maduras, los cambios físicos son más que evidentes y la mirada peyorativa con la que se los abarca contribuye a enfatizar la resistencia de las personas para aceptarlos con naturalidad y creatividad. Estos condicionamientos sociales, entre los cuales el más insidioso consiste en que deberíamos pretender ser más jóvenes a medida que envejecemos, convierte a la aventura de vivir el presente de la madurez en un desesperado afán por intentar hacer una mala copia del pasado.

Aventuras en la edad de la madurez

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