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La incertidumbre instalada como fantasma

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La vivencia de marginación existencial generada y alimentada por la descalificación sociocultural no es el único obstáculo con el que tropiezan aquellas personas que desean sacarle provecho a la vida en los años de la madurez. Existen muchos otros que adoptan diversos formatos, como por ejemplo: los prejuicios, los dogmas internalizados, las idealizaciones de lo que «no se tiene», las ilusiones ilusorias, las rigideces acerca de que habría «una sola manera» de transitar el futuro, la importancia asignada a «la mirada de los otros», el temor a perder espacios conocidos, la seguridad de supuestas garantías, etc. Si la propuesta es pensar en la posibilidad de un «segundo tomo» que pudiera incluir la aventura asociada a la efervescencia que generan los desafíos ante lo no conocido, estamos obligadas a incluir a la incertidumbre como un elemento sustancial de la aventura. Y es justamente aquí donde aparece un obstáculo de envergadura que consiste en la dificultad para tolerar la incertidumbre. Es decir, aceptar la sensación de inestabilidad que se produce al desviarse de los cauces conocidos, predeterminados y supuestamente garantizados.

Es sabido que la incertidumbre es una compañera inevitable del devenir humano. Sin embargo, suele tener muy mala prensa. El simple hecho de no contar con certezas suele ser vivido como algo terriblemente peligroso. No resulta fácil abordar este tema sin quedar atrapada en un discurso demasiado abstracto que nos aleje de su comprensión a los fines prácticos. Por ello, me propuse buscar un elemento concreto con el cual comparar los grados de salubridad o insalubridad de la tan temida incertidumbre. En ese sentido, podríamos identificarla con la sal. La sal es un elemento importante en la nutrición y tiene la particularidad, entre otras, que su ausencia hace de lo ingerido algo insípido pero su exceso lo vuelve indigesto. O sea que tanto la sal como la incertidumbre requieren ser incorporadas en la medida apropiada para cada cual, pero en ningún caso rechazadas de plano. Probablemente, una manera de abordar este conflicto consista en dejar de considerar a la incertidumbre como una enemiga y aprender a discernir hasta dónde resulta liberadora y en qué momento se convierte en algo perjudicial.

¿No será que la mala prensa de la incertidumbre esconde algo mucho más temido? Lo que resulta llamativo es que promueva tanta inquietud teniendo en cuenta que es relativamente controlable porque cada cual puede incorporarla en el grado que lo considere conveniente.

Esto lleva a pensar que, muy probablemente, el temor a la incertidumbre es solo una pantalla que encubre otro temor que, ese sí, es realmente cierto e inmodificable. Me refiero a la vulnerabilidad propia del ser humano. En un recién nacido la vulnerabilidad se presenta con todo su despliegue y resulta demasiado evidente, pero con el correr del tiempo los adultos tienden a invisibilizarla. Queda cubierta con una espesa niebla. Lo cierto es que la vulnerabilidad sigue presente por debajo de la niebla. No se la ve pero está. No es difícil pensar que la dificultad que tenemos los humanos para aceptar dicha condición que nos es propia propicia su negación y promueve mecanismos defensivos para evitarla. Así, podemos afirmar que la incertidumbre tiene mala prensa porque es la que más abiertamente evoca la fragilidad y la vulnerabilidad humanas.

Pero la vida sigue siempre su curso a pesar de las vulnerabilidades porque junto con ellas también se construyen los recursos para transitarlas. Por lo tanto, una manera de seguir andando es aceptar que el devenir es incierto y que parte de lo incierto es lo que da cabida a la aventura. La edad de la madurez es una nueva oportunidad para indagar otras experiencias fuera de lo supuestamente predeterminado por el curso anterior. La propuesta de un «segundo tomo» requiere tolerar algún grado de incertidumbre que no es ni más ni menos que la que siempre estuvo presente desde el comienzo de la vida, incluso en los proyectos más tradicionales.

Aventuras en la edad de la madurez

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