Читать книгу El sexo oculto del dinero - Clara Coria - Страница 11
Introducción Orígenes
ОглавлениеAllá por 1981, preocupada e intrigada por haber descubierto en mi propia persona obstáculos que me limitaban en las prácticas con el dinero, resolví indagar en mí y en otras mujeres este fenómeno. Me sorprendía, sobre todo, porque mi independencia económica —a la que accedí desde mi adolescencia—, no podía justificar las limitaciones de mi autonomía. En mi vida había tomado decisiones, encarado situaciones nuevas y buscado horizontes divergentes de los patrones establecidos... En fin, era lo que comúnmente se conoce como una mujer independiente... y sin embargo no lo era en relación al dinero.
Taquicardias inesperadas me asaltaban cuando debía dirimir cuestiones de dinero. Violencias internas que lograba disimular pero que, aun cuando pasaran inadvertidas para los otros, me costaban muchas energías.
Reclamar una deuda, precisar un contrato, adquirir un bien material significativo, defender un honorario, establecer con mi marido las áreas de competencia económica, plantear qué consideraba «mío» y qué «nuestro», establecer criterios económicos en la relación con mis hijos, y todas esas «pequeñeces» de la vida cotidiana no surgían con espontaneidad.
Lejos de ello, dolores de estómago, cuestionamientos éticos («el dinero es denigrante»), malestares estéticos («es sucio y feo»), postergaciones indefinidas («mañana lo planteo»), me asaltaban sin pedir permiso.
Me paralizaban o me condicionaban a adoptar actitudes revanchistas y/o «a mí que me importa».
Evidentemente yo era, y no era, una mujer independiente.
Mi autonomía tenía patas cortas (como se dice de las mentiras).
Y no tuve más remedio que rendirme a la evidencia de que, en cuestiones de dinero, las cosas no eran como parecían, ni como muchos creían.
Fue grande mi sorpresa, mezcla de alivio y de susto, cuando, mirando a mi alrededor, me vi más que acompañada.
Éramos muchas las mujeres con independencia económica o sin ella, que transitábamos por el mundo cargando una lucha interna, sin nombre, en la que nos creíamos, además, exclusivas.
Y allí empezó todo.
Decidí darle a mis indagaciones un marco teórico que me permitiera reflexionar, comparar y extraer hipótesis para contribuir a esclarecer este misterio de la independencia sin autonomía1.
Elegí como metodología de trabajo la de los grupos de reflexión2, introduciendo algunas modificaciones pertinentes al tema y al hecho de ser grupos exclusivos de mujeres3.
Elaboré algunas hipótesis y escribí artículos que fueron expuestos en el país y en el extranjero sobre la problemática que llamé, en sus comienzos, «mujer y dinero».
Y, finalmente —como había sospechado y previsto desde un principio— realicé grupos de reflexión exclusivamente con hombres para agregar a este complejo mosaico de las prácticas del dinero en nuestra cultura algunas de las vicisitudes que también los hombres deben enfrentar. Y además, porque «como todo el mundo sabe» (y si no, esta es la oportunidad de enterarse) lo que afecta a la mitad de la humanidad afecta necesariamente a la otra mitad4.
Por último comencé la angustiante y excitante tarea de volver a escribir y corregir reiteradamente los artículos y notas que durante los últimos cinco años había acumulado con la intención de difundir estas ideas en forma de libro.