Читать книгу La lección de los peces - Claudio García - Страница 8
ОглавлениеSergio y Tito eran amigos. Los dos tenían seis años, iban a la misma escuela y, como vivían en la misma cuadra, jugaban toda la tarde juntos.
Uno de los juegos era tirarse de espaldas en el pasto y observar el cielo. Trataban de descubrir el parecido de las formas que tomaban las nubes con objetos y animales que conocían. Así se asombraban de que verdaderamente sabían copiar muchas pero muchas cosas: árboles, pelotas de fútbol, perros, elefantes, sombreros, paraguas.
Creían que en cierta medida las nubes tenían la capacidad de ver lo que había en la tierra y entretenerse repitiendo las formas.
Con esa convicción, empezaron a sacar objetos de sus casas, y los alzaban al cielo esperando que las nubes se transformaran.
Así, sin que los padres se dieran cuenta, Sergio sacaba de la cocina una olla grande o Tito hacía lo propio con una guitarra y al mostrárselas las nubes tomaban esas formas.
Qué felicidad tenían esos amigos: ¡se comunicaban con las nubes!
Un día Tito y Sergio se pelearon. Uno le rompió un juguete al otro. Fue sin querer, pero exageraron la importancia del hecho y decidieron no ser más amigos.
Al día siguiente cada uno por su cuenta intentó comunicarse con sus amigas, las nubes. Sergio salió de su casa con un globo, pero por más que se lo mostraba a una de las nubes más grandes del cielo, no pasaba nada. Esa nube se quedaba quieta sin que Sergio pudiera identificar alguna forma conocida, mucho menos un globo.
Tito hizo lo propio, salió de su casa con una raqueta de tenis de su hermano y, aunque la agitaba ante una de las nubes, esta no se daba por enterada.
En un momento Sergio se encontraba agitando el globo en una de las veredas y, en la de enfrente, Tito hacía lo mismo con la raqueta. De pronto se miraron y se animaron a hablarse nuevamente.
—No pasa nada con las nubes —dijo Tito.
—A mí me pasa lo mismo —respondió Sergio.
Tito fue el primero en ceder y cruzó a la otra vereda.
—Por qué no probamos juntos —dijo.
Y así los dos aferraron la raqueta y se la mostraron a la nube más grande. Esta vez la nube respondió y rápidamente tomó esa forma parecida a una sartén.
Tito y Sergio se sonrieron y se dieron cuenta de que las nubes querían que fueran amigos.
Que eso era mucho más importante que crear formas en el cielo.