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CAPÍTULO 2

LA DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO EN CHILE

2.1. INTRODUCCIÓN

En el debate sobre la desigualdad de ingresos, la visión de cohortes que describimos en el capítulo anterior puede ayudar a reconsiderar ciertas creencias. Dicho debate tradicionalmente se basa en la comparación del coeficiente de Gini para toda la población a lo largo de varios años, como puede verse en la Figura 2.11. El índice de Gini está construido de tal manera que oscila entre cero y uno, y cuanto mayor es su valor, más desigual es la distribución del ingreso. Por ejemplo, si tenemos 100 pesos y 100 personas y cada una tiene un ingreso de un peso, entonces el índice de Gini tomará valor cero (su menor valor, indicando el máximo de igualdad). Sin embargo, si una sola persona tiene los 100 pesos y todos los demás cero, entonces el índice toma el valor de uno (su mayor valor, indicando el máximo de desigualdad).

Tres cosas son claras al mirar la evolución del índice de Gini en la Figura 2.1. Primero, que con algunas breves interrupciones, hay un aumento sostenido en la desigualdad hasta finales de los 80. Segundo, que tras 1990 la desigualdad se estanca en torno a 0.50, lo que deja a Chile como uno de los países con peor distribución del ingreso en el mundo2. Tercero que, sin embargo, puede observarse sobre el final del gráfico una tendencia descendente.

Los 50 años que se observan en la figura muestran lo que parece una frustrante estabilidad en torno a un alto valor. Uno podría cuestionarse si la tendencia observada recientemente es solo coyuntural o si se debe a algo estructural y va a continuar. La frustrante estabilidad ha llevado a muchas personas a afirmar que es necesario hacer cambios radicales en las reglas de juego. Argumentaremos que es una conclusión errónea, ya que para evaluar el éxito de dichas reglas de juego o de las políticas públicas, no hay que mirar la distribución del ingreso de toda la población, sino la de las cohortes afectadas en forma individual por esas políticas. Y que estos datos llevan a pensar que la tendencia reciente es estructural y va a continuar.

Figura 2.1. Coeficiente de Gini para toda la población


Fuente: Elaboración propia usando los datos de las Encuestas de Ocupación de la U. de Chile 1957-2014.

Es importante resaltar que la tendencia a la baja notada en la Figura 2.1 se aprecia claramente solo con los datos más recientes, que salieron a la luz después de la primera edición de este libro, el que contaba con datos hasta el 2008. Estos datos más recientes muestran una baja importante del Gini entre 2000 y el 2013 de casi 8 puntos según los datos de la CASEN (Figura 5.2) y de 6 puntos entre 1999 y 2014 según los datos de la encuesta de la Universidad de Chile (graficados en la Figura 2.1). La pregunta clave, y a la cual nos abocaremos es: ¿Es esto puntual o es una tendencia que continuará?

2.2. EL ANÁLISIS DE COHORTES

El punto central de este capítulo es que existe una dinámica escondida en la distribución del ingreso, que se refleja en la Figura 2.1 solo recientemente, y que es una dinámica de larga data. O sea, es una tendencia estructural que se revela cuando miramos qué le ha pasado a las cohortes nacidas en los distintos momentos de la historia de Chile y cómo ha evolucionado la desigualdad para las diferentes generaciones que viven hoy en el país. Eso lo vemos en la Figura 2.2, que muestra el coeficiente de Gini promedio para cada cohorte. Lo que podemos observar es una dinámica claramente distinta de la que muestra la Figura 2.1: se ve una caída en la desigualdad a medida que nos acercamos a las cohortes nacidas más cerca del presente, es decir, a las más jóvenes.

¿Por qué la diferencia? En la Figura 2.1 se muestra la desigualdad en cada año de todas las cohortes que participan en el mercado de trabajo ese año. Sin embargo, en la Figura 2.2 vemos cómo ha cambiado la desigualdad de cada cohorte en forma individual3. Al comparar las Figuras 2.1 y 2.2 es importante darse cuenta de que hay una diferencia en el eje horizontal: en la Figura 2.1 tenemos el año de la encuesta, mientras en la Figura 2.2 tenemos año de nacimiento de la cohorte.

Lamentablemente, de observar la Figura 2.2 no podemos concluir que se está reduciendo la desigualdad de cada cohorte (o al menos, no en esa magnitud). Esto porque el efecto edad llevaría por sí mismo a una caída en la desigualdad a edades más jóvenes. El tema es que observamos a las diferentes cohortes en distintas etapas de su vida. Por ejemplo, como tenemos encuestas desde 1957 a 2014, a los nacidos en 1925 los observamos desde los 32 años (1957 menos 1925) hasta los 89 (2014 menos 1925), pero a los nacidos en 1965 los observamos desde los 0 años hasta los 49. La relevancia de que los observemos en diferentes etapas de la vida está en que es un hecho comprobado que la desigualdad de ingresos de una cohorte aumenta a medida que las personas envejecen. Y como a las cohortes nacidas más recientemente las observamos en una etapa más joven de su vida, es esperable que su distribución del ingreso sea menos desigual, pues no han tenido tiempo para diferenciarse unos de otros.

De manera que, lamentablemente, las conclusiones que se pueden sacar de la Figura 2.2 no son tan evidentes, por el hecho de que los índices de Gini de cada cohorte mezclan tres efectos: edad, año y cohorte, que se explican a continuación. Para llegar a conclusiones más sólidas, necesitaríamos concentrarnos en uno solo cada vez. Para poder hacerlo, descompondremos la evolución de la desigualdad de ingreso por cohorte en sus tres componentes por un método que se conoce como descomposición de Deaton.

Figura 2.2. Coeficiente de Gini por cohortes


Fuente: Elaboración propia usando los datos de las Encuestas de Ocupación de la U. de Chile 1957-2014.

Cada uno de estos efectos significa:

1. Efecto Edad: aísla el impacto de la edad sobre la distribución del ingreso (que se explica en detalle más adelante);

2. Efecto Año: aísla el impacto del ciclo económico sobre la desigualdad, permite capturar el efecto de la contingencia económica y política que afecta por igual a todas las cohortes ese año (por ejemplo, en una crisis económica la distribución del ingreso tiende a mejorar); y

3. Efecto Cohorte: aísla el efecto propio de la cohorte, los elementos que afectaron a esa cohorte y no a las otras4. Sobre estos efectos cohorte nos concentraremos de aquí en adelante.

Como el efecto cohorte es lo que más nos interesa —porque permite evaluar los efectos de las políticas públicas—, discutiremos un ejemplo de un elemento que afecta a algunas cohortes y no a otras. Veamos: ¿qué sucede si hay un aumento en la calidad de la educación? Es de esperar que esa mejora tenga consecuencias en todos quienes están educándose en ese momento y, ciertamente, en todos los que aún no han comenzado a educarse. Sin embargo, no va a favorecer a aquellos que ya terminaron su proceso educativo, ya que el beneficio solo podrán tenerlo las personas a partir de una cohorte en adelante. Al aumentar la calidad de la educación aumentarían los ingresos de algunas cohortes y no los de otras y crecería la desigualdad del ingreso en toda la población. Esta política deseable se reflejaría en un deterioro en la distribución del ingreso. Sin embargo y en particular, si la calidad mejorase más para los hijos de personas con menor educación, la distribución del ingreso de las cohortes afectadas por la mejora en la calidad sería más igualitaria. Esto solamente podemos evaluarlo mirando la distribución cohorte por cohorte y concentrándonos en el efecto que es propio de cada una de ellas.

En resumen, no sabemos si la baja en la desigualdad que observamos en la Figura 2.2 es por el efecto cohorte (porque las generaciones más jóvenes tienen como característica intrínseca una distribución más igualitaria que las acompañará toda la vida) o por el efecto edad: porque las observamos cuando son más jóvenes (y cuando sean mayores tendrán la misma distribución del ingreso que sus antecesores).

Para separar estos efectos, es necesario realizar la descomposición. Pero primero tratemos de entender por qué se da el efecto edad en relación con la desigualdad.

¿Por qué las cohortes tienen una distribución del ingreso más desigual a medida que envejecen? Al momento de salir del sistema educativo, todos los miembros de una misma cohorte ganan salarios relativamente parecidos. Pensemos en los egresados de una carrera universitaria, quienes al terminar los estudios presentan pequeñas diferencias entre sus ingresos. Pero a medida que van envejeciendo, habrá historias de éxito profesional, de personas que supieron aprovechar sus talentos, crearon empresas o llegaron a puestos muy altos, mientras también habrá otras de fracaso, por mala suerte, por falta de esfuerzo o demasiada codicia. Es por estas diferencias en la trayectoria que la desigualdad de los miembros de una misma generación será mayor a medida que la cohorte envejece.

Una buena manera de ilustrar lo que sucede es la carta que escribió Andrea Repetto5 a apropósito del tema:

“Todos quienes han participado de las reuniones de ex alumnos del colegio, 5, 10, 20 y más años después de graduados, son testigos de cómo los ex compañeros de curso se vuelven cada vez más disímiles en características que son observables. Por ejemplo, al momento de graduarse, los centímetros de cintura de los integrantes de cada generación eran bastante parecidos, al igual que cuán frondoso su cabello. Al menos lo eran mucho más que hoy, luego del paso del tiempo. Lo mismo sucede con los ingresos de las personas. (…) se dice que el hecho de que la variabilidad de ingresos entre los jóvenes de 25 a 34 años sea menor que la de las personas entre los 55 y 64 años, es una indicación de que los problemas de desigualdad de Chile se irán reduciendo con el tiempo. Como lo ilustra el ejemplo anterior, sin embargo, ello no se deduce de las diferencias de variabilidad de ingresos a través de generaciones, porque esta variabilidad medida al interior de las generaciones aumenta con el tiempo. Para aventurar una conclusión así, al menos habría que saber si la dispersión de ingresos de quienes hoy tienen 55 a 64 años era más alta hace 30 años —cuando tenían 25 a 34 años—, en relación con la que ostenta la generación de 25 a 34 años de hoy” (El Mercurio, Cartas al Director, 30 de agosto de 2010, página A2).

Para separar los tres efectos, aplicaremos la mencionada descomposición de Deaton (los detalles pueden verse en Sapelli (2007)). En la siguiente sección discutimos los resultados respecto del efecto cohorte propiamente dicho, que es el que nos interesa.

2.3. LA EVOLUCIÓN DE LA DESIGUALDAD POR COHORTES EN CHILE

En la Figura 2.3 se grafican los efectos cohorte. Vemos allí que los cambios en la distribución del ingreso de cada cohorte se deben a efectos intrínsecos de cada una de ellas (obtenidos con la descomposición mencionada más arriba, o sea, aislados del efecto edad y del efecto del ciclo económico). Lo que estos efectos cohorte nos muestran es que, tras un período de alta inestabilidad para las generaciones nacidas a comienzos de siglo —que no se reporta en la figura—, comienza una etapa en que la desigualdad por cohorte aumenta sostenidamente para aquellas nacidas entre 1929 y 1943. Para los nacidos en este último año principia una nueva etapa, con una caída sostenida de la desigualdad que se extiende al menos hasta los nacidos a fines de los 70, como puede apreciarse en la curva punteada, y a partir de ahí el proceso se estabiliza6. Al hacer la descomposición comprobamos que la caída en el índice de Gini observado en la Figura 2.2 no es solamente por el efecto edad. También hay un efecto cohorte en que las cohortes más jóvenes tienen una distribución del ingreso menos desigual, y cuanto más joven, más igualitaria es la distribución. Las Figuras 2.1 y 2.3 muestran diferentes perspectivas a partir de datos iguales: los datos a nivel global esconden una tendencia a través de las generaciones, lo que lleva a distintas conclusiones para la política pública.

Figura 2.3. Efectos intrínsecos de la cohorte en la desigualdad


Fuente: Elaboración propia. En el eje vertical están los puntos del índice de Gini que son atribuibles específicamente a cada cohorte.

Es importante destacar que para evaluar políticas públicas es necesario poner énfasis en lo que le pasa a cada cohorte. Esto debido a que las políticas tienen un grupo de interés o grupo objetivo y no están pensadas para toda la población al mismo tiempo. Como ejemplo, podemos insistir con la educación: no puede esperarse que el aumento en su calidad, la reducción de la deserción escolar o el aumento en las becas y créditos para educación superior afecten a todos por igual. Estas políticas no harán que las personas que ya terminaron de educarse tengan más o mejores años de escolaridad, sino que están enfocadas en aquellos que ahora están educándose, o en quienes aún no han comenzado este proceso.

Por lo tanto, las políticas públicas que se impulsan con el objetivo de mejorar la distribución del ingreso o la movilidad pueden afectar solamente a algunas cohortes. Para saber si han funcionado, hay que mirar los efectos sobre estas generaciones, que se diluyen si uno mira a toda la población. Por ejemplo, si son políticas educativas las que queremos evaluar, debemos concentrarnos en las cohortes más jóvenes.

Otra manera de ilustrar la forma en que hay que abordar el problema de la distribución del ingreso, versus la tradicional, es la siguiente: pensemos en toda la población que tiene un ingreso como un stock7 del que entran y salen personas cuando se incorporan o se retiran de la fuerza de trabajo. Cualquier característica de este stock cambiará en tanto que haya diferencias entre las generaciones que salen y las que entran. Por ejemplo, el promedio de la educación de la población subirá lentamente a medida que “salen” del stock cohortes poco educadas y “entran” otras más educadas. De la misma manera, si la distribución del ingreso es mejor en las entrantes que en las salientes, entonces la distribución del ingreso mejorará. En jerga económica, las cohortes que “entran” se conocen como marginales, las que se incorporan en el margen.

Al pensar en la distribución del ingreso para toda la población (como lo hacemos en la Figura 2.1), estamos pensando en la distribución en el stock. Cuando miramos a cada cohorte en forma individual (como lo hacemos en la Figura 2.3), y en particular cuando miramos a las más jóvenes, estamos observando la distribución en el margen, que es donde inciden las políticas públicas.

Si sabemos que las políticas no afectan a todo el stock, sino al margen, ¿por qué para saber si han funcionado, miramos la distribución del ingreso de toda la población (Figura 2.1), en lugar de ver lo que sucede con la misma en el grupo objetivo (las cohortes más jóvenes)? Eso es justamente lo que hacemos en la Figura 2.3: observaremos la desigualdad intrínseca de cada cohorte.

Es importante darse cuenta de que stock y margen no están completamente disociados. Existe un vínculo entre la Figura 2.1 y la Figura 2.3, ya que los cambios sostenidos para las cohortes nacidas a partir de un año determinado debieran tener un efecto sobre el stock una vez que estas comiencen a ser una parte significativa de la población.

En conclusión, al confrontar las Figuras 2.1 y 2.3 estamos comparando la evolución de la distribución del stock (de todos) y del margen (de cada cohorte individualmente). En la Figura 2.1 estamos mirando al mismo tiempo mundos distintos, “diferentes Chiles”; en la 2.3 vemos a cada Chile en forma individual, sin mezclarlos. Mientras la primera figura nos muestra un país en el que la desigualdad se mantiene estancada por un periodo largo, la Figura 2.3 nos dice que las cohortes más jóvenes están teniendo ingresos menos desiguales y que este es un fenómeno de larga data. Nos dice que hay una dinámica oculta y que la distribución del ingreso está mejorando por razones estructurales.

2.3.1. Aceleración del proceso de mejora de la distribución del ingreso

Al estudiar los cambios en la distribución del ingreso por cohorte que ocurren entre los resultados obtenidos con los datos disponibles para la primera edición y aquellos disponibles para la presente (segunda) edición, se encontró que no había un cambio de primer orden en términos de las conclusiones principales de la primera edición. Sin embargo, aparecían algunos resultados nuevos (cambio en el máximo, cambio en la tendencia al final). Esto habla de una dinámica del proceso de cambio en la distribución del ingreso que parece interesante analizar.

Para realizar dicho análisis nos pareció interesante tratar de generar una serie de “fotos” que nos dieran una idea de cuál era la “película”. Para ello lo que hicimos fue agrupar las 10 CASEN disponibles en grupos de a seis (lo que da lugar a cinco grupos) y comparar los resultados, en términos de distribución del ingreso por cohorte, para cada agrupación. Esto permite contar una historia de cómo se dio el cambio respecto de los datos presentados en la primera edición, al incluir las CASEN 2009, 2011 y 2013.

Entonces lo que se hizo fue formar cinco grupos de datos, el primero de ellos conformado por todos los datos de las primeras seis CASEN: desde la CASEN 1992 a la 2003 (incluye entonces las CASEN 1992, 1994, 1996, 1998, 2000 y 2003). A partir de ahí se hace el ejercicio de sacar la CASEN más vieja y adicionar una más nueva. La diferencia entre el primer grupo y el segundo es que sale la Casen 1992 y entra la Casen 2006, entre el segundo y el tercero es que sale la Casen 1994 y entra la Casen 2009 y así sucesivamente. Hasta terminar con la agrupación de las últimas seis CASEN: 2000, 2003, 2006, 2009, 2011 y 2013.

Es importante notar que esta división de los datos en grupos no debiera resultar en ningún cambio si estamos estudiando fenómenos sociales estables. Si fuera así, no debiera haber diferencias entre examinar un grupo de datos y otro. Pero como estamos examinando fenómenos sociales en evolución, como veremos, sí hay cambios importantes.

Entonces lo que hacemos es la descomposición de Deaton para los diferentes grupos de datos, separando los cambios en la distribución del ingreso en efectos cohorte propiamente dicho, efecto edad y efecto año. Más abajo se pone énfasis en particular en comparar los efectos cohorte propiamente dichos y los efectos edad para los cinco grupos. O sea, se trata de obtener la película de esas cinco fotos para ambos efectos.

En la Figura 2.4, en que se ilustra lo que se obtiene, se comparan los resultados para el primer grupo (1992-2003) con aquellos para el grupo final (2000-2013), que son los que tienen diferencias más marcadas. Nótese que en las CASEN incluidas en ambos grupos hay una separación casi perfecta entre datos recogidos en los noventa y datos recogidos en los primeros años de este siglo.

Puede observarse en la figura que las CASEN más “nuevas” y las más “viejas” tienen, en forma global, un similar comportamiento. Me refiero a que primero hay un incremento en la desigualdad y después una caída. Este resultado, que es el resultado de primer orden reportado en la primera edición del libro, no cambia.

Pero hay otras varias cosas, tres específicamente, que difieren y que conviene discutir.

Primero, difiere el año de nacimiento de la cohorte que tiene la máxima desigualdad. Para las CASEN “viejas” esto ocurre para la cohorte nacida en 1957 y para las CASEN “nuevas” para la cohorte nacida en 1945. Esta es la diferencia quizás de menor importancia (aun cuando puede ser relevante para la discusión de qué generó el cambio de tendencia). Los otros dos cambios son más importantes.

Un segundo cambio a destacar es la magnitud de la caída entre el peak y el piso de la serie. Para las Casen “viejas”, la caída en la desigualdad por cohorte es de ocho puntos (este es aproximadamente el resultado reportado en la primera edición). Sin embargo, para las Casen “nuevas” es de mucho mayor magnitud. Son 26 puntos entre peak y piso y 23 puntos entre peak y el último dato de la serie. Esto lleva a pensar en una aceleración importante del proceso de mejora de la distribución del ingreso en las Casen más recientes: ¡tres veces más!

En último lugar se observa que la tendencia descendente que en la serie “vieja” invita a pensar que dicha tendencia continuará (y de hecho esa es la predicción que se hace en la primera edición del libro), en la serie “nueva” se observa que dicha tendencia descendente en realidad continuó sólo un poco más y luego se detuvo; a partir de ahí se ve una estabilización del efecto cohorte de la distribución del ingreso.

Entonces, la magnitud de la caída en la desigualdad aumentó y es casi tres veces mayor a la observada anteriormente, pero ahora ya no podemos proyectar que la caída continuará, sino más bien parece que se ha detenido.

Figura 2.4. Comparación del efecto cohorte propiamente dicho para las primeras (1992-2003) y últimas (2000-2013) CASEN


Fuente: Elaboración propia sobre la base de las encuestas CASEN 1992-2013. En el eje vertical tenemos puntos del Gini.

Una caída de 26 puntos en el Gini es realmente un tema de primer orden, y nos permite conciliar los resultados anteriores respecto a la mejora entre generaciones y lo que ha pasado con el Gini para toda la población desde el año 2000.

Si el efecto total de mejora entre generaciones era de ocho puntos, entonces la caída en el Gini global entre el 2000 y el 2013 ya agotaba la inclusión de ese proceso generacional en el índice global. Eso era difícil de entender, ya que no se esperaba una transmisión tan rápida de 100% de la mejora entre generaciones. Con estos nuevos datos lo que sucede puede entenderse mejor ya que solamente un tercio de la mejora en la distribución del ingreso por generaciones se ha transmitido al Gini global y todavía podemos esperar una mayor caída.

Por otro lado, también parece un resultado importante que esta tendencia a la mejora en la distribución del ingreso entre generaciones parece haberse detenido. Con una disminución del Gini de esa enorme magnitud uno esperaría que el proceso no continuara mucho más.

Era de esperar que en algún momento fuera a pasar que las mejoras en la educación y el crecimiento económico condujeran a una situación estable de la distribución del ingreso en que ya las cohortes más jóvenes fueran relativamente similares a las más viejas, como sucede en los países desarrollados. Por lo que tanto por razones cuantitativas como cualitativas una detención del proceso no debiera sorprender. De hecho si la baja de 23 puntos que muestra el último dato (de la serie nueva) se transmitiera completamente al índice global (y olvidándonos de que el envejecimiento de la población o un menor crecimiento económico o un empeoramiento de la calidad de la educación conspirara contra ello), entonces el índice de Gini para toda la población al que podría llegar Chile estaría en el orden de 35.

Un último punto hace referencia a los resultados respecto del efecto edad. No lo ilustraremos, pero lo que se observa es que las diferencias en desigualdad entre edades han disminuido marcadamente. De una diferencia de 30 puntos del índice de Gini entre los más jóvenes y los más viejos, se pasa a una diferencia que oscila entre 0 y 5 puntos. Este cambio lleva a pensar que el envejecimiento de la población podría, en el futuro, no tener un efecto tan importante sobre la desigualdad como era posible pensar con los indicadores obtenidos en las primeras Casen.

Estos cambios son de una magnitud tan importante que surge la duda de si no serán producto de algún cambio en la encuesta. Por lo que corresponde examinar si se pueden detectar en la otra fuente de datos que hemos utilizado, la Encuesta de Ocupación de la U. de Chile. Si bien no reportamos los datos aquí, podemos afirmar que al adicionar los datos 2004-2014 a la muestra anterior, reportada en la primera edición, se observan de nuevo todos los cambios en la distribución del ingreso observados en la CASEN. Al analizar los efectos cohorte propiamente dichos, se puede observar un cambio de máximo desde los cincuenta a los cuarenta, un aumento de la caída entre peak y piso, y una estabilización al final.

Chile: ¿más equitativo?

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