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MANIFIESTO

En mayo de 2017, después del fallo de la Corte Suprema de Justicia conocido como el “2 x 1”, muches de nosotres empezamos a buscar la manera de alzar la voz, entendiendo el retroceso que el gobierno actual estaba llevando a cabo en materia de derechos humanos. A partir de publicaciones en la prensa, nos dimos cuenta de que no éramos les úniques con estas inquietudes y comenzamos a encontrarnos. Así nace “Historias Desobedientes: familiares de genocidas por la memoria, la verdad y la justicia”.1

A medida que nos fuimos conociendo, que fuimos contando nuestras historias y presentando nuestras ocupaciones, profesiones, militancias y actividades artísticas, descubrimos que la mayoría de nosotres anhelaba practicar o practicaba ya la expresión a través de la palabra (escrita u oral) como forma de búsqueda personal y herramienta para tejer comunidades de acción, en desafío al silencio que pretendieron imponernos desde pequeñes.

Como gran parte de la sociedad argentina, sabemos que nuestros familiares, responsables de crímenes de lesa humanidad, nunca se arrepintieron, que no han hablado (nos consta que tienen información que podrían aportar a la Justicia). El silencio criminal que mantienen da cuenta de su falta de arrepentimiento, de su incapacidad para asumir el daño infligido a toda nuestra sociedad y, en definitiva, de su falta de amor.

Con distintos grados de exposición, escribimos y teníamos mucho para compartir. En principio, fue entre nosotres. Pero con el tiempo fuimos considerando que es hora de exteriorizar esa voz y mostrar algunos de esos relatos, porque creemos que, más allá del sentido personal, pueden abrir espacios de búsqueda para otras personas que también sean desobedientes, o quieran empezar a serlo.

Algunes ya teníamos libros publicados, o escribíamos en redes sociales; otres contábamos con escritos desordenados, cuentos y novelas guardados en computadoras personales. A partir de esos textos, fragmentos de historias íntimas que a la vez confeccionan un relato grupal, decidimos organizar este volumen, que se concibe a sí mismo como un registro (incompleto) de nuestras experiencias, pensares y sentires, y como una invitación a que muchas más historias desobedientes salgan a la luz para desafiar, con la potencia de la palabra, los mandatos de

silencio y sumisión, los tabúes sociales, las cadenas

de la cultura patriarcal y genocida que tan bien conocemos desde el núcleo de nuestra trama familiar.

La voz negada por el mandato de silencio tiende siempre a buscar su cauce, y la escritura, por lo menos en nuestro caso, ha sido su expresión más directa. Las angustias, las culpas, la vergüenza y demás sentimientos que compartimos emergen a través de la palabra con inflexiones personales, particulares.

Este volumen recopila esos escritos, algunos previos a la formación de Historias Desobedientes y otros surgidos al calor del encuentro, pero todos portadores de esa voz antes reprimida que ahora afirma nuestra posición de rechazo y repudio hacia los actos cometidos por nuestros propios padres o familiares durante la última dictadura cívico-militar y eclesiástica que se desarrolló en Argentina entre 1976 y 1983, y durante los años previos en los que la represión institucionalizada en la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) operó clandestina y atrozmente.

Hemos decidido incluir, también, los escritos que fueron publicados durante este primer año de existencia del colectivo en distintos medios, en nuestra página web o en nuestro Facebook. Allí fuimos contando quiénes éramos, qué hacíamos, cómo nos pensábamos, y plasmando las reflexiones que surgían de nuestros encuentros. Allí expresamos también nuestro repudio hacia las políticas regresivas en materia de derechos humanos que, lamentablemente, el actual gobierno macrista propone como forma de acción y elección; y nuestra firme oposición a las represiones, las desapariciones forzadas, la censura, el ajuste y el sometimiento a la deuda internacional que reduce cada vez más nuestra soberanía política en tiempos de “cambio” hacia la dependencia económica.

Sabemos que somos muches más. Sabemos que, frente a los intentos por reinstaurar la impunidad, la represión como práctica cotidiana, el hambre y “la pobreza planificada” –como escribió Rodolfo Walsh en su carta abierta de 1977–, tenemos que ser muches más desobedientes que decidan romper con los silenciamientos.

Tomamos el ejemplo de los organismos de derechos humanos, de las Madres, de las Abuelas, de los hijos, de los sobrevivientes, de los familiares. El amor y la constancia en la búsqueda de memoria, verdad y justicia han sido nuestro faro en medio de tanta oscuridad. Por ellos entendimos que teníamos que estar juntes, organizarnos colectivamente y participar de manera activa y comprometida en este presente que nos insta a superar la vergüenza y a trascender las individualidades para construirnos como una voz que diga lo que hasta ahora no se ha dicho en este país: las hijas, hijos y familiares de genocidas repudiamos sus crímenes, sus prácticas represivas, sus pactos de silencio e impunidad. Nosotres no nos reconciliamos. No perdonamos. Y no nos callamos.

Decidimos hacer públicos nuestros escritos, convencides de que pueden ser un aporte a la memoria colectiva y a la construcción de un país más justo y solidario, sin ataduras ni condicionamientos. Consideramos que es preciso el trabajo mancomunado, no solamente desde nuestro hacer cotidiano a través de la desobediencia personal y familiar –que existía previamente a la conformación de Historias Desobedientes–, sino también por medio de la expresión colectiva que hace posible la escritura. En efecto, creemos que nuestros relatos pueden ayudar a desentrañar y develar aquello que todavía está oculto en tantes otres. “Al silencio nunca más”, es nuestro grito colectivo.

Ahora que nos encontramos y que juntes manifestamos nuestro repudio, queremos multiplicarnos, despertar otras voces acalladas, sometidas como antes estuvieron las nuestras, porque sabemos que son muches les que se niegan a admitir el horror cometido y que, por distintos motivos, aún no han podido liberarse. Tenemos claro que el mandato de silencio, el disciplinamiento de los cuerpos y las identidades, el plan sistemático de represión, desaparición, asesinato y robo de niñes fue un genocidio de Estado que pretendió quebrar los lazos comunitarios y echar atrás los logros en materia de derechos y conquistas sociales. No nos sometemos tampoco al individualismo, práctica que los genocidas y sus cómplices civiles, judiciales, empresarios y eclesiásticos pretendieron imponer, y cuyas secuelas todavía están muy presentes en nuestra sociedad actual.

Por eso, somos un colectivo compuesto por personas con historias de vida similares y a la vez diferentes, unides por el dolor y la postura crítica frente a nuestros progenitores o familiares, pero también vinculades por la palabra, la acción y el deseo de transformarnos y transformar esta sociedad para que nunca más el Estado sea responsable de crímenes de lesa humanidad. La dictadura no volverá a repetirse, al menos no de modo idéntico, pero no somos ingenues. Estamos atentes al presente porque sabemos que las redes represivas y las tramas institucionales pueden producir nuevas variantes del horror, como ha sucedido en estos últimos años con el sometimiento de los pueblos mapuches, la desaparición forzada de Santiago Maldonado, el asesinato de Rafael Nahuel, los cotidianos femicidios y violencias de género, la brutal represión hacia las manifestaciones populares contra la reforma previsional del pasado diciembre, hacia los docentes y hacia la mujeres luego del 8M, los continuos casos de gatillo fácil, el oprobio de los presos políticos, la prisión infame de Milagro Sala, el plan de ajuste del Fondo Monetario Internacional, el hambre y la miseria que golpea especialmente a nuestres chiques y adultes mayores, la supresión de los derechos de les trabajadores, entre tantas otras formas en que la violencia, la represión y la impunidad reaparecen de modo concreto e insistente.

Por eso, queremos:

hablar para defender lo justo,

repudiar para no ser cómplices,

desobedecer para romper mandatos.

1 En la introducción se ha decidido grupalmente utilizar lenguaje inclusivo. A lo largo del volumen, la redacción irá variando según cada une y acorde con el momento en que fue escrito cada texto. Asimismo, esta forma de género no se utiliza para los nombres correspondientes a integrantes de las fuerzas armadas y policiales, dado que se quiere resaltar en la forma masculina el matiz patriarcal del poder represor-genocida. Tampoco, por un criterio de edición ética, se utilizarán mayúsculas para los cargos.

Escritos desobedientes

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