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¿Qué son los miasmas y por qué resultan tan importantes?
ОглавлениеLos miasmas son influencias heredadas que dictan el modo en que cada individuo responde sintomática y negativamente a su entorno, al trauma físico, a los trastornos emocionales, a su crianza en general y a cualquier tema familiar pendiente de resolución y perteneciente a una generación anterior. Para un análisis más profundo de los miasmas, véase mi libro The Companion to Homoeopathy (Watkins, 2005). Aunque los miasmas reciben nombres que los relacionan con enfermedades concretas, debe entender que, en esencia, son estados energéticos que pueden suscitar enfermedades parecidas. Son las siguientes:
Psora: (de la que derivamos el término «psoriasis»), relacionada con la sequedad, el picor, las reacciones alérgicas, las dermatitis, la lentitud de la recuperación, los cambios lentos pero patológicos en la estructura del cuerpo. (Típicamente, subyace en problemas como, por ejemplo, el eccema.)
Sífilis: el cuerpo está sometido a enfermedades de destrucción del tejido ulcerado, hemorragias, conducta violenta o autodestructiva. (Típicamente, está presente en las enfermedades que se agravan por las noches, por ejemplo los trastornos ulcerosos o relacionados con la conducta.)
Sicosis: que induce al cuerpo a producir enfermedades caracterizadas por la producción de mucosidad y de pus, inflamaciones y la deformación tisular, la conducta adictiva y los estados ilusorios (leves o profundos). (Típica del «asma húmeda» o las verrugas infantiles, por ejemplo.)
Tuberculosis: que a menudo se ve influida, a su vez, por los tres miasmas anteriores, pero que por su cuenta provoca trastornos glandulares, pulmonares, de garganta y digestivos, así como múltiples alergias, inquietud e insatisfacción con la vida. (Típica de problemas tan frecuentes como las hemorragias nasales o la garganta irritada e inflamada, en invierno.)
Lepra: que comparte muchas de las características de la sífilis, la psora y la tuberculosis, y que resulta mucho más difícil de reconocer. Es responsable de la ralentización de la recuperación en trastornos que afectan a los cinco sentidos, la piel, los tendones, los huesos y los ganglios; es el origen de sentimientos de resignación frente a algo inevitable y fruto de la mala suerte. (Típica de las infecciones ganglionares o fúngicas.)
Cáncer: contiene aspectos de las otras. En este caso, el cuerpo ha perdido su rumbo y su integridad hasta el punto de poner en peligro la determinación general y el impulso creativo de la persona; puede implicarse en cualquier tipo de patología. (Característico, por ejemplo, de las fiebres altas frecuentes en la infancia, o la infestación recurrente de parásitos intestinales.)
Ninguno de estos estados debería alarmarnos, en ningún sentido. Por mucho que nos parezcan fuerzas destructivas, tienen la misma capacidad de hacer el bien. Si no conocemos su importancia, no podremos comprender el propósito relevante que tiene para nosotros la enfermedad. Cuando reconocemos una imagen sintomática característica de la enfermedad, podemos encontrar la estrategia curativa para erradicarla; como resultado, fomentamos nuestro bienestar creativo. Gracias a los años de estudio dedicados a entender estos miasmas, parte del trabajo del homeópata radica en tratar estos estados subyacentes con recetas inespecíficas, lo cual constituye un motivo fundamental para someterse a un tratamiento regular. A veces, cuando un paciente llega a un punto muerto en su tratamiento (normalmente en estados crónicos, pero de vez en cuando en otros agudos), el homeópata optará por recetar un nosode, un remedio elaborado a partir del material propio de la enfermedad, asociado con uno de los miasmas. Dado que en la medicina no existe material, solo energía, el paciente no corre ningún riesgo. No le sorprenda si su médico opta por usar Psorinum, Syphilinum, Medorrhinum (sicosis), Tuberculinum, Leprosinum o Carcinosinum en algún momento. En la «Segunda parte» mencionamos los miasmas y los nosodes, indicando cuándo debe consultar con un homeópata para que le ayude a superar un punto muerto en su proceso de curación.