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Prólogo
ОглавлениеSin pretender ser exhaustivo, ni tampoco en referirme a cada relato en específico, prefiero apuntar a las virtudes y fortalezas de esta ópera prima de Cristóbal Acevedo. Y aclarar que, al momento en que se incorporó a mi Taller de Cuento Avanzado, de no haber apreciado de inmediato sus evidentes buenas condiciones para esta labor creativa, habría procurado atenuar su entusiasmo. De modo que operé exactamente a la inversa, entusiasmándolo y ya verán aquí, a la decisiva hora de la lectura, el estupendo resultado obtenido.
Desde el inicio, le advertí al autor que la literatura es un camino difícil, con escasas recompensas y reconocimientos que no sean el propio y esencial placer de escribir en el género breve, y la imperiosa necesidad de trabajar mucho, revisar y perfeccionar, amén de nutrirse con amplitud y generosidad del trabajo de predecesores y contemporáneos. Esto lo asimiló con gran profundidad y celo, pues lo he visto trabajar, aprender y esmerarse en este oficio para alcanzar considerables destrezas.
Cristóbal Acevedo escribe habitualmente desde un punto intermedio entre la realidad y la fantasía. Habituados como estamos al reconocimiento de rigurosas fronteras que separan la literatura realista de la fantástica -segregación que siempre me ha hecho ruido y generado dudas y confusiones- este libro viene a formar parte de un interregno donde operan y colaboran características de ambas entelequias. En rigor la literatura realista y la fantástica son extremos imposibles que no se pueden alcanzar. No existe lo rigurosamente real, así como tampoco lo estrictamente fantástico; esa es mi creencia.
Es interesante ver cómo estas clases, en apariencia excluyentes, pueden ser armonizadas y mutuamente potenciadas. Prueba de ello es el trabajo de excelentes narradoras que andan entre los 40 y los 50 años; las argentinas Samantha Schweblin y Mariana Enríquez, y la mexicana Fernanda Melchor, entre otras. Así han establecido un nuevo dominio narrativo donde realidad y fantasía, horror y cotidianidad, crimen y humanidad conviven muy imbricadas y sin ofrecer contradicciones.
El mundo cuentístico de Acevedo está repleto de pasadizos secretos, seres fantasmales que cohabitan con humanos, llamas que no queman el cuerpo sino las almas, pequeños saurios infernales que convocan desgracias, trampas perfectas y letales acechando donde menos lo esperamos, cercanísimas gárgolas vivientes y toda clase de fenómenos sobrenaturales. Casi nunca lo espectral se manifiesta de manera decidida, intensa o preponderante; más bien las historias se insertan en un mundo donde la aparente cotidianidad es intervenida por energías misteriosas e inexplicables. Una suerte de magia invade la vida de los personajes y los instala en situaciones imprevisibles y complejas.
En cuanto a la extensión, es inusual que los relatos excedan el límite de las cuatro páginas; en la mayoría de los casos predomina la brevedad. En el límite inferior de extensión, el autor se las arregla para desarrollar un completo mundo narrativo en una o dos páginas, lo que sin duda es un logro notable. Esta es una condición que resulta de un trabajo creativo muy condensado, donde más importante que la mera brevedad, es el foco en la concisión: la habilidad de decir mucho con pocas palabras y sugerir posibilidades a un lector activo. Es una competencia narrativa muy selecta, por demás infrecuente, que reconocer a nuestro autor. “Menos es más”, en obras y autores como el nuestro.
Repasar las páginas de este libro de Cristóbal Acevedo cautivará y capturará al lector, provocándolo, cuestionando de manera profunda sus certezas de la “vida real y racional”, devolviéndolo al espacio de la imaginación, las emociones y que, al fin y al cabo, es lo único que debiera contar. Así le damos la bienvenida con excelentes augurios a un nuevo cuentista, esperando saber de prontas y nuevas obras futuras.
En el taller de cuento, sus integrantes fuimos conociendo el trabajo creativo de Cristóbal y colaborando a que él descubriera su propia impronta de narrador, pues de eso trata el propósito de la experiencia: lograr que cada cual encuentre su voz, su temática, su estilo de la forma más nítida posible. Tal es el logro mayor expresado en este primer libro de Cristóbal Acevedo. Es un autor joven, nuevo y maduro que trae novedad y frescura a la narrativa chilena actual, un regalo que siempre es bienvenido y ‒tal como merece‒ encontrará su destino en las manos de los lectores atentos a las novedades sugestivas y auténticas.
Diego Muñoz Valenzuela,
escritor