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Presentación Nuevo paradigma curricular para prácticas pedagógicas autorreflexivas

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Este libro concreta la iniciativa de dos equipos de profesores e investigadores lasallistas de Colombia y de Brasil comprometidos con el ámbito universitario, quienes decidieron hacer alianza para un trabajo compartido de reflexión y búsqueda que aportara horizontes a la construcción de nuevos derroteros para la educación. Sus análisis y propuestas se centran en el currículo y en las prácticas pedagógicas, dos elementos clave para toda innovación en el campo pedagógico. En un mundo donde están a la orden del día dinamismos como la relatividad, la probabilidad, la incompletud y la complejidad, con sus correspondientes incidencias en la realidad formativa, es más que oportuno que un grupo de académicos se pregunte de nuevo por el sentido y alcance de los actuales discursos curriculares y prácticas pedagógicas en boga para, tras un ejercicio riguroso de deconstrucción, plantear posibles rutas por las cuales continuar la marcha.

Las nuevas generaciones se educan, entre otras múltiples formas, gracias a una relación pedagógica que establecen con las generaciones adultas, ya sea en los ambientes de aula o en los espacios arquitectónicos de las instituciones educativas. Son los procesos que logran crear maestros inquietos, curiosos y críticos los que animan tales ambientes y espacios por donde discurren las juventudes. He aquí pues una propuesta sugestiva que puede proporcionar una nueva mirada a las acciones de los profesores y de los administradores educativos responsables de agenciar itinerarios formativos cada vez más pertinentes a las sensibilidades propias de las culturas juveniles de hoy.

El talante lasallista del equipo de autores de este libro nos convoca a no dejar pasar la oportunidad para, siguiendo su ejemplo, examinar, al menos someramente, el ideario lasallista en el cual se inserta tanto su visión curricular como su aproximación a las prácticas pedagógicas. A nadie escapa la importancia que conlleva el contexto laboral y su ethos particular dentro del cual se inscribe un cuerpo profesoral, por todo lo que implica como impronta en su propia praxis educativa. De esta manera, a partir de él, podremos dar una mirada al aporte de la teoría crítica y las pedagogías críticas, en las cuales se inspira este juicioso estudio de los autores.

De la tradición educativa lasallista

El dinamismo histórico del lasallismo desde los tiempos fundacionales ha consagrado ciertos rasgos que tipifican un currículo en perspectiva lasallista. Al respecto podríamos señalar los siguientes: su punto de partida es el contexto realidad al cual quiere responder educativamente. Le sigue una metodología de reflexión y construcción colectiva con los de más experiencia en las labores educativas. Luego conjuga la discusión de las realidades aportadas por las prácticas pedagógicas cotidianas con el diálogo sobre las teorías contemporáneas más sobresalientes. Finalmente, todo lo anterior se traduce en escritos que no son definitivos, sino guías de apoyo y orientación con los cuales volver al aula, y que serán pretexto para nuevas elaboraciones ad infinitum. En La Salle siempre ha habido conciencia desde tiempos inmemoriales sobre lo provisorio de los acuerdos y consensos en todo lo que tiene que ver con lo educativo, pues no hay nada más cambiante que las nuevas generaciones y los contextos de realidad en los cuales transcurre su vida. Siempre hay que volver a comenzar en un perpetuo movimiento de búsqueda y experimentación.

Para La Salle, la percepción y toma de conciencia sobre el aquí y ahora, sobre el contexto realidad del momento histórico, sus necesidades y problemáticas más apremiantes, es lo que permite desencadenar todo un proceso de creación curricular. Es este contexto el que hace posible un diseño curricular situacional. El análisis social crítico es lo que ha permitido a los lasallistas de todos los tiempos inventar propuestas educativas pertinentes y audaces. Decir currículo en perspectiva lasallista no es otra cosa que una respuesta educativa a un aquí y ahora juzgado, valorado y analizado con la ayuda de los mejores aportes de las ciencias sociales contemporáneas. Entonces, es todo lo contrario a una propuesta enajenada, alienada, ciega, que de ninguna manera responde a las urgencias de transformación social. Por tanto, habrá tantos currículos como presencias diversificadas en las realidades en donde los lasallistas se encuentren insertos.

La mirada a la realidad y la respuesta educativa a la misma no son en solitario, se viven en un equipo interdisciplinar integrado principalmente por aquellos más probados y de más experticia en las lides educativas. Esto último, la palabra aquilatada por la sabiduría que dan los años, parece rayar un poco con la sensibilidad y metodologías contemporáneas, que privilegian la participación de todos aquellos que tienen que ver con determinados intereses ya sean educativos o de otro orden, sin importar la edad, la formación y mucho menos la experiencia, ya que nuestro mundo contemporáneo considera a todos iguales sin discriminación de ningún orden. Sin embargo, la tradición educativa lasallista enseña que en cuestiones educativas, la última palabra no la tienen los niños y los jóvenes, sino los adultos; lo cual no quiere decir que no se les consulte, o que no sean protagonistas de su propia formación.

El binomio teoría-práctica es muy apreciado por los lasallistas de todas las épocas. La vida educativa ha enseñado que solo la sabia combinación de la reflexión de lo que acontece en el aula, en el diario transcurrir de una institución educativa, junto con conversaciones sobre las teorías de frontera y en boga, proporcionan los elementos necesarios para suscitar nuevos derroteros educativos. Todavía más, cuando de cuestiones curriculares se trata. El saber pedagógico del maestro se renueva en la medida que pone en acto cotidianamente esa investigación sobre su propia práctica junto con el ejercicio del pensar filosófico profundo ayudado por los teóricos y pensadores creadores de nuevos paradigmas y perspectivas. Es casi condición esencial de los lasallistas la permanente actualización tanto de sus marcos teóricos, constructos teóricos e idearios mentales, como de sus correspondientes prácticas pedagógicas.

Finalmente, la oralidad (entiéndase como diálogo de maestros, debates y discusiones colectivas, análisis y miradas críticas) es vertida en escrituras de textos guías. El currículo previamente debatido, concertado y diseñado como creación colectiva, llega a hacerse documento, con el dinamismo interno de no ser la palabra definitiva sobre lo curricular, sino el punto de partida para nuevas discusiones y reelaboraciones. Más que publicaciones definitivas primorosamente editadas, son textos que circulan en correos electrónicos, fotocopias, impresos que pasan de mano en mano, y que los maestros utilizan y reformulan permanentemente. Son escrituras movibles, circulantes, de autoría colectiva, sin una edición definitiva. Para los lasallistas, la tradición de escritura en lo curricular es más una metodología del arte del reflexionar en conjunto y del pensar colectivo, que la prescripción de modos de proceder y hacer lo educativo.

Ahora bien, en cuanto a las prácticas pedagógicas, también tienen su impronta característica desde la tradición histórica creada por los lasallistas. Entre sus rasgos distintivos podemos enumerar los siguientes: se puede afirmar que se aprenden en familia, es decir, los usos y las costumbres que el Instituto de los lasallistas han validado durante siglos de práctica educativa pasan de generación en generación. Son reactualizadas permanentemente, pues se abandonan aquellas a las que el avance de las ciencias de la educación les ha decretado su obsolescencia, y se adquieren aquellas nuevas que no se tienen. La creatividad para la invención de nuevas prácticas hace parte del talante lasallista de todos los tiempos, para lo cual se dialoga permanentemente con las pedagogías contemporáneas. Y, por último, todo lo anterior genera un estilo particular de hacer educación hacia la renovación continua de sus escuelas de pensamiento. En conclusión, las prácticas pedagógicas lasallistas o, si vale la comparación, ese conjunto de secretos para un modo de educar validado por la experiencia, pasan de una generación a otra renovándose y actualizándose permanentemente.

Es habitual encontrar entre los lasallistas maestros egresados de nuestras instituciones —escuelas, colegios, universidades— que llevan impreso en sus prácticas pedagógicas el sello propio del educar lasallista. Cuando se da el normal relevo generacional del personal de una institución educativa, especialmente cuando los reemplazos no son egresados lasallistas, se requiere de apropiadas estrategias para iniciarlos en tales prácticas. A educar al estilo lasallista se aprende en contacto con los lasallistas y durante muchos años. Aquí alguien podría objetar que así como se aprenden las buenas prácticas también se apropian y heredan las negativas. Cierto. De ahí el segundo rasgo que va unido al anterior: se examina y ensaya todo para quedarse con lo bueno y lo mejor. Es regla interiorizada la del ejercicio permanente de confrontación sobre las prácticas heredadas. No porque hayan pasado de generación en generación hoy son las más apropiadas. Precisamente se trata de un permanente ejercicio de puesta al día, de cuestionamiento y duda sobre lo que se hace, ayudados por las nuevas realidades, por las exigencias de las sensibilidades juveniles de hoy, y los nuevos derroteros pedagógicos. Como consecuencia lógica debe haber el empeño por la puesta en acto de la creatividad, cada tiempo trae sus prácticas pedagógicas innovadoras, ya sea para adaptarlas o para idear las no inventadas.

Los lasallistas siempre han contado con unas prácticas pedagógicas que han generado un estilo de educar particular, una forma de hacer discurso pedagógico, y la supervivencia en el tiempo de una escuela de pensamiento específica. Esta ha sido validada por siglos de historia, de más trayectoria en los niveles educativos de escuela y colegio, de recorrido más reciente a nivel universitario. Al discurrir por la segunda década del siglo XXI, no solo los lasallistas, sino también todos los comprometidos con la educación de las nuevas generaciones, se ven impelidos a recrear, entre otros, sus currículos y sus respectivas prácticas pedagógicas. Los nuevos escenarios son una invitación y un desafío para una actitud proactiva y propositiva, que logre generar una nueva educación para la sociedad que va naciendo.

De los discursos críticos en la pedagogía

Enhorabuena llega este libro para invitar a repensar nuevamente los currículos y las prácticas educativas lasallistas. Un currículo en perspectiva lasallista es siempre crítico, generador de prácticas pedagógicas autorreflexivas. Los autores, inspirándose fundamentalmente en la Escuela de Frankfurt y su perspectiva crítica, al igual que en las pedagogías críticas derivadas de ella, hacen una lectura sobre el currículo y las prácticas pedagógicas desde nuestro contexto particular. Es un ejercicio de deconstrucción del paradigma curricular vigente, para dar paso a un proceso de búsqueda teórica de un nuevo modo de concebir el currículo con sus respectivas prácticas pedagógicas.

Es posible rastrear en todos los abordajes los ecos de pensadores europeos tales como Max Horkheimer, Theodor Adorno, Jürgen Habermas, Michel Fouccault y Pierre Bourdieu; de ideólogos norteamericanos como Henry Giroux, Michael Apple y Peter MacLaren; y de los latinoamericanos Paulo Freire, Hugo Zemelman, Orlando Fals Borda, Estela Quintar, Humberto Maturana, entre otros, que de una u otra manera han sido los creadores de los enfoques críticos. Las lecturas que hacen los autores de tales perspectivas aplicadas a la pedagogía, a la didáctica, al currículo y a las prácticas pedagógicas marcan un derrotero novedoso por el cual hay que seguir caminando y profundizando.

Si bien, por otra parte, se apoyan en los clásicos de la teoría curricular, a saber: Gimeno Sacristan, Shirley Grundy, Stephen Kemmis, George Posner, Lawrence Stenhouse, Jurjo Torres, James Mckernan y Abraham Magendzo, no es menos cierto también que se esfuerzan por realizar una reflexión original e independiente de sus propuestas. Sin embargo, esta es una veta para seguir explorando, ya que lo novedoso de nuestra realidad supera las propuestas de tales pensadores y exige una aproximación ciento por ciento distinta. Queda esta como tarea abierta en la cual los autores de este libro, quienes se han arriesgado a incursionar en el tema, puedan continuar aportando desarrollos originales y de gran utilidad en el inmediato futuro.

La clave de esa nueva búsqueda es planteada por los autores a manera de pista metodológica, por demás, muy coherente con la perspectiva crítica, se trata de la creación de una relaciones dialógicas entre los diversos agentes de la educación, para un reflexionar y actuar pedagógico no como un actuar sobre los demás (influenciar y manipular), sino como un actuar con los demás (colaborar y cooperar). De tal manera que no se trata solo de un hacer y pensar sino, ante todo, de descubrir la propia voz, para el caso que nos ocupa, de las acciones prácticas que vehiculan los actos curriculares.

Se trataría del inicio de una nueva conversación que a partir del reconocimiento y respeto de los planteamientos propuestos por autores, escuelas y posturas epistémicas tanto curriculares como de prácticas pedagógicas, se pase a un diálogo-debate de argumentaciones y contraargumentaciones para dibujar una nueva teoría curricular y unas prácticas pedagógicas que respondan mejor a nuestra problemática e historia particular, a fin de lograr en las nuevas generaciones unos sujetos capaces de forjar la conciencia de su historia, la de los otros y sus contextos. Se trata, en últimas, de la producción de discursos educativos, de la creación de prácticas de formación que permitan a los sujetos jóvenes empoderarse de sí mismos y de su historia, que los desafíe a tomar partido de su ser ante el mundo para transformarlo.

Del realismo pedagógico lasallista

Pasan por las páginas que siguen abordajes distintos que tocan realidades de la escuela, de los colegios o de las universidades, diversidad que nos recuerda que en cuestiones educativas todo implica un continuum que es el mismo del evolucionar de la persona de niño a joven, de adulto a anciano. Nos educamos permanentemente. Si en ese caminar hay fragmentos de etapas curriculares o niveles de prácticas pedagógicas diferenciadas, es tan solo un medio que permite el desenvolvimiento y el ascenso permanente; con vaivenes, avances y retrocesos, como es propio de todo lo humano, pero siempre en un ir hacia delante de progreso infinito.

Aflora en todo el libro de una manera viva el anhelo tras la búsqueda de un nuevo paradigma curricular y la creación de unas prácticas pedagógicas autorreflexivas. Discursos y prácticas nuevas que fomenten la autonomía y la independencia, que cuestionen las dependencias ideológicas de todo tipo, y que ayuden a despojar de las ataduras culturales y políticas que impiden a nuestros pueblos soñar y realizar un porvenir mejor. Se impone la tarea de pensar una deconstrucción y reconstrucción, una desimbolización y resimbolización del quehacer educativo rutinario. Si bien me he referido hasta ahora al ámbito particular lasallista, ello no quiere decir en ningún momento que no sea válido para todos los que conjugan los mismos verbos: educar, formar, transformar a las nuevas generaciones de jóvenes. Lo aquí presentado es provocador para el debate de todos.

Lo anterior, sin embargo, no es óbice para dejar de hacer una última referencia al realismo pedagógico lasallista, el cual no es otra cosa que la experticia de los lasallistas en el arte de concretizar y llevar a la práctica los discursos pedagógicos. La teoría es necesaria, pero es aún más pertinente y eficaz si ella se logra incorporar, pasar a la vida cotidiana del aula o de las instituciones educativas. De lo contrario, se queda en un aporte teórico sin mayor incidencia transformativa de la realidad. Valga pues el llamado a la búsqueda de unas perspectivas discursivas críticas del campo científico educativo, que sean a su vez conciencia crítica del campo pedagógico en su tarea hermenéutica, emancipatoria y, consecuentemente, política. Pero a su vez, con su equivalente en procedimientos, estrategias y acciones que facilitan el acceso al conocimiento, al ejercicio del pensamiento y a la formación de los sujetos, los cuales logren en su conjunto recrear tanto los currículos como las prácticas pedagógicas.

Digamos para finalizar que este libro es la primicia de muchos otros proyectos de conjunto que los lasallistas de las universidades latinoamericanas podemos realizar, de tal manera que poco a poco contribuyamos a la renovación de nuestra escuela de pensamiento educativo y pedagógico. Bienvenida pues esta publicación y felicitaciones a sus autores, quienes han dado vida a este proyecto editorial colombo-brasileño.

Hermano Fabio Humberto Coronado Padilla, fsc.

Vicerrector Académico

Universidad de La Salle, Bogotá, Colombia

Currículo y prácticas pedagógicas

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