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Capítulo 3

Macachín

Unos días antes de la presentación de nuestro libro Juanjo, milagro de amor, decidimos con José pasar un fin de semana en Uruguay. Nuestro deseo era descansar luego de varias semanas de gran actividad laboral y festejar nuestros cuarenta y cuatro maravillosos años de casados.

Agradecer la bendición de compartir sobre todo el amor, que incluye el aprendizaje, la comprensión, la tolerancia, el sostén mutuo, las alegrías inmensas, los dolores vividos, como canales para descubrir la luz. ¡Cuánta vida compartida!

Y así, mientras llegábamos a Punta del Este, José me contó que había buscado en internet un restaurante especial para que fuéramos a cenar y brindar por la mágica fecha de aquel lejano 27 de abril que unió nuestras vidas, a la que luego se sumaron nuestros hijos, y construimos juntos un camino marcado por el amor.

Me pareció extraño que buscara un lugar para cenar, ya que hemos viajado tantos años a esa ciudad, que creí que conocíamos los pocos sitios que se encuentran abiertos en esa época del año, la llamada temporada baja. Sin embargo, por algún mágico motivo sucedió que, buscando entre los restaurantes, apareció uno que llamó su atención por el nombre: “Macachín”.

¡Macachín era también el nombre del equipo de fútbol donde Juanjo jugaba! Milagrosamente nombrado en el libro que presentaríamos en pocos días, en el capítulo tres, bajo el título de “Perfil de Juanjo, según él mismo”.

Decidimos ir a Macachín, lo que consideramos un regalo de Juanjo para nuestro aniversario. La noche se presentaba lluviosa. Llegamos al restaurante, un pequeño lugar que descubrimos por un cartel luminoso ubicado detrás de un patio, donde leímos “Macachín, comida uruguaya creativa”. ¡Las letras del nombre escritas en el formato mistral, como lo está Juanjo en todos sus libros!

Al ingresar, vimos que el patio estaba rodeado de cajones llenos de plantas y hierbas a modo de huerto. Se veían reverdecidas por el brillo de la humedad y gotas que la lluvia había depositado sobre ellas.

El cálido sitio, vacío de gente, contaba con pocas mesas. Fuimos recibidos por una joven, llamada Mariela, quien con gran cariño nos explicó en detalle sobre cómo estaba elaborado cada plato del día.

Detrás del salón pudimos observar al chef autodidacta, en medio de la cocina, creando sus manjares.

Contestando a una pregunta que hicimos, la joven nos explicó que el lugar se llamaba Macachín por el recuerdo que ellos tenían de su niñez, en la que disfrutaban en la plaza del pueblo de comer los frutos de la flor de Macachín, una bella flor silvestre.

Así vino a mi mente el recuerdo de una frase publicada en otro de los libros de Juanjo, perteneciente a William Blake y que cada vez que observo una flor silvestre viene a mi corazón, acariciándolo: “Para ver el mundo dentro de un grano de arena, y el cielo en una flor silvestre, sostén el infinito en la palma de tu mano y la eternidad en una hora”.

En el momento en que supe que Macachín era una flor silvestre, brotó el cielo en mí.

Pasamos una velada soñada. Brindamos con alegría y cenamos agradeciendo vivir ese mágico momento.

Noelia y Macachín

Un jueves a la noche del mes de junio, nos reunimos en la Sociedad de Fomento Nuevos Rumbos, con la idea de formar una pequeña comisión que se encargara de organizar el próximo paso para continuar con el sueño del gimnasio polideportivo que ya se venía gestando desde hacía un tiempo.

Como coordinadora del grupo, se ofreció una querida amiga, llamada Vanina, con el deseo de facilitar el fluir de la tarea. Dos integrantes de la Sociedad de Fomento, dos de la Fundación Juanjo y dos del Rotary Club de Hudson aunaríamos esfuerzos desde el corazón para encarar este nuevo desafío.

Al concluir la reunión, fueron llegando los integrantes del Rotary Club a su reunión semanal. Allí me crucé con Franco, un joven rotario, novio de Noelia, la amorosa joven que intervino en el capítulo 14 de Juanjo, milagro de amor. Le entregué un ejemplar de dicho libro para que se lo hiciera llegar a Noelia.

A la mañana siguiente, recibí un sentido mensaje de voz de Noelia, contándome su instante santo con Juanjo, mientras finalizaba el libro. La emoción al escucharla embargó de amor y gozo mi alma.

Me agradeció el libro y me dijo que lo había terminado de leer esa misma mañana. Comentó que le pasaban cosas maravillosas con Juanjo, particularmente mientras leía los libros y luego de leerlos.

Entre sus muy sentidas palabras me contó:

A las 10.44 de la mañana sentí que la puerta de la habitación, que estaba entreabierta, se movía, y vi una sombra… Me asusté. Sentí que era Juanjo, pero esta vez como que vi algo. Yo pienso que él sintió que me asustaba, se me dio por mirar la hora, e inmediatamente sumé 1+4+4=9= Juanjo, y en ese momento llegué a la parte del libro, en la página 74, en la que habla de las puertas y de los maestros… Voy a estar atenta a esas puertas con milagros que se van a abrir y van a poder derramar amor… Fue literal y explícito…

Y otra vez Macachín

Noelia desconocía la experiencia que tuvimos con José con el restaurante Macachín; sin embargo, en el diálogo vía WhatsApp escuché con renovada emoción sus palabras.

Me preguntó por qué el equipo de Juanjo se llamaba Macachín. Entonces me contó una anécdota que había vivido meses atrás, en la que Macachín era protagonista:

Hace dos años que no iba a visitar a mi familia y este año decidimos ir con Franco. Tanto de ida como de vuelta estuvimos buscando un pueblo donde parar a mitad de camino. Yo quería parar en General Pico, La Pampa, y cuando llamé a varios hoteles, no había lugar, ya que estábamos cerca de la Navidad. ¡Terminamos parando en Macachín, tanto de ida como de vuelta! Es un pueblo de La Pampa. Yo estaba muy insistente en conocer el pueblo porque el nombre me sonaba lindo, entonces, a la vuelta, Franco me cumplió el deseo y pudimos parar. Me puse a charlar con un señor y le dije que sentía que era un lugar muy lindo para vivir. Él me contó que era muy tranquilo, que los niños juegan y dejan sus bicicletas afuera y no pasa nada… Se lo conté a Franco y estuve todo el verano insistiéndole en que me quería ir a vivir a Macachín porque me resultaba lindo… y ahora leyendo en el libro siento esto de que todo está conectado, de que el amor une, y me quedé intrigada acerca de si tenía que ver con ese lugar de La Pampa.

Los mensajes que recibo de Juanjo son siempre hermosos, me restauran, me hacen bien y me dan fuerzas para seguir y ver el mundo con los ojos del amor. Gracias.

Saliendo del trabajo, luego de vivir estos momentos de tanto amor celestial con Noelia, una maravillosa jota diseñada por blancas nubes en el soleado cielo de esa mañana apareció dibujada. Tomé una fotografía y se la envié, ya que me había comentado también sobre la jota del cielo en la tapa del libro (ver fotografía al final del capítulo).

La respuesta de Noelia fue: “Es una hermosa bendición. ¡Qué lindo ver sus dibujos en el cielo! ¡Sin duda, el cielo es su lienzo!”.

La paz eterna es vivir con amor el presente.

Siddharta Gautama Buda


Macachín, el cielo es su lienzo

Juanjo, ángel de amor

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