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Prólogo


En una de las composiciones del maestro cubano Carlos Varela hay una frase que bien pudiera sintetizar la historia de la psicología: “Desde que existe el mundo, hay una cosa cierta: unos hacen los muros y otros hacen las puertas”. La historia de la psicología ha estado atravesada por el signo de la división; desde las discusiones primigenias en torno a si es una ciencia natural o una ciencia del espíritu, pasando por las diferentes orientaciones teóricas, hasta la configuración misma de los campos profesionales, pareciera que son más los aspectos que nos dividen que los que nos unen.

En primer lugar, nos dividen los dogmatismos que hemos construido dentro de la misma psicología. Hemos fragmentado nuestra disciplina de tal modo que resulta difícil reconocer qué es lo común entre los diferentes enfoques teóricos y epistemológicos, sin que la respuesta esté teñida de reduccionismos o de sincretismos. Este dogmatismo se caracteriza por una actitud acrítica que es incapaz de reconocer, admitir o admirar la pluralidad de la psicología y que acude como único argumento a la devaluación de lo diferente. Nuestro gran reto es avanzar en el fortalecimiento de una identidad disciplinar que pueda acoger y armonizar las diferentes perspectivas teóricas y epistemológicas, promover diálogos constructivos y encontrar los aspectos vinculantes entre nuestras distintas concepciones del ser humano.

En segundo lugar, nos divide la endogamia disciplinar, que consiste en reducir la complejidad de los problemas humanos y sociales a explicaciones y abordajes exclusivamente psicológicos. Adolecemos, desde la formación, de una actitud orientada al diálogo de saberes y a una comprensión transdisciplinar de los problemas que nos ocupan. Hemos hecho de la psicología el oráculo al que acudimos para responder a todas nuestras preguntas, olvidando que la respuesta a las cuestiones fundamentales de lo humano y lo social no se encuentran encapsuladas en nuestra propia disciplina. En el escenario actual del conocimiento, no hay peor psicólogo que aquel que solamente sabe de psicología.

En tercer lugar, nos ha dividido el individualismo profesional, que ha devenido en una falta de reconocimiento como gremio, como comunidad académica y científica. Si bien hemos avanzado de una manera muy importante en este sentido durante los últimos años, la conciencia gremial de los psicólogos en Colombia es aún incipiente, lo cual constituye un grave problema para el reconocimiento y la legitimación social de la profesión.

Finalmente, los psicólogos hemos estado ausentes de muchos de los grandes debates y discusiones del país; nuestra voz ha sido tímida ante los grandes problemas sociales y nuestra capacidad de influencia en la toma de decisiones políticas ha sido bastante limitada. Los psicólogos tenemos mucho por decir y tenemos la capacidad de hacer frente a los problemas estructurales del país, pero no podemos quedarnos sentados esperando que nos busquen y nos consulten; debemos ser nosotros mismos los que demos el primer paso, los que abramos los caminos para llegar a las instancias de toma de decisión. Se hace urgente el fortalecimiento de la ciudadanía en el marco de la formación de los psicólogos para poder reconocernos como agentes políticos, y para hacer de la psicología un verdadero instrumento de transformación social.

Tenemos muchas razones para creer que este es el mejor momento de la psicología colombiana, pero solo lograremos capitalizarlo si estamos unidos, si logramos tender puentes con otras disciplinas, si fortalecemos nuestro sentido de pertenencia gremial y si nos comprometemos decididamente con las necesidades y los problemas del país. Mientras los psicólogos estamos confinados en nuestros dogmatismos, nuestra endogamia y nuestro individualismo, muchos oportunistas están colonizando gran parte de los espacios de actuación propios de los psicólogos con discursos y prácticas pseudocientíficas, poniendo en riesgo las condiciones del ejercicio de nuestra profesión y, sobre todo, la vida, la seguridad y el bienestar de las personas, las instituciones y las comunidades.

En este escenario, los responsables de la formación de psicólogos tenemos el reto de armonizar los procesos de formación con las realidades y necesidades del contexto y de la disciplina para poder entregar a la sociedad profesionales competentes en los ámbitos científico, técnico y ético; pero sobre todo, ciudadanos críticos, propositivos y comprometidos con las realidades y necesidades del país.

Este libro, escrito a varias manos, es la materialización de una serie de discusiones, reflexiones y propuestas en torno a la formación de psicólogos, las cuales se han tejido en el marco del trabajo colectivo y colaborativo de la Red de Programas de Psicología de Antioquia (PROPSA). Esta red es una comunidad académica que nace como respuesta a la necesidad de tender puentes comunicantes entre los actores involucrados en la formación de psicólogos en Antioquia. Esta red se ha convertido en un importante espacio para pensar la psicología de la región y para compartir las experiencias y aprendizajes sobre la formación de psicólogos que se han hilvanado en cada una de las instituciones que las integran. El principio fundamental de la red es que la calidad en la formación de psicólogos no puede ser pensada exclusivamente como un compromiso institucional, sino como un imperativo gremial y social, que demanda un esfuerzo colectivo, colaborativo y democrático.

En los catorce capítulos que componen este libro se presenta un interesante recorrido por las condiciones sociohistóricas e institucionales de la formación de psicólogos en la región de Antioquia. Y se presentan, igualmente, importantes reflexiones sobre aspectos pedagógicos, subjetivos y relacionales que se ponen en juego en los procesos de formación científico-profesional en psicología.

Si bien el texto se presenta como una reflexión local, sus aportes trascienden la esfera regional y constituyen un valioso material de referencia para todos aquellos actores involucrados en los procesos de formación de los psicólogos. El lector podrá encontrar en las líneas siguientes un texto inspirador, que busca alentar el debate, sin la pretensión de decir verdad sobre el deber ser de la formación.

En síntesis, este libro es una invitación a mantener vivas y efervescentes nuestras conversaciones en torno a lo que implica formar-se como psicólogo en el contextual actual de la ciencia y de la sociedad, de tal modo que podamos encontrar los itinerarios posibles para una formación de psicólogos que sea rigurosa desde lo académico, pertinente desde lo social, comprometida con el momento histórico y sensible frente a las cambiantes condiciones de la sociedad.

Diego Alveiro Restrepo

Presidente AscofapsiDecano Facultad de Psicología, Universidad CES

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