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Sobre la génesis de la psicología como profesión en la ciudad de Medellín *

DOI: https://doi.org/10.17230/9789587206821ch1


Hiader Jaime López Parra y Eliana María Urrego Arango

Universidad Pontificia Bolivariana

Uno escribe a partir de una necesidad de comunicación y comunión con los demás, para denunciar lo que duele y compartir lo que da alegría. Uno escribe contra la propia soledad y la soledad de los otros [...] uno escribe para despistar a la muerte y estrangular los fantasmas que por dentro nos acosan: pero lo que uno escribe puede ser históricamente útil solo cuando de alguna manera coincide con la necesidad colectiva de la conquista de la identidad. Somos lo que hacemos, y sobre todo lo que hacemos para cambiar lo que somos, nuestra identidad reside en la acción y en la lucha. Por eso la revelación de lo que somos implica la denuncia de lo que nos impide ser lo que podemos ser. Nos definimos a partir del desafío y por oposición al obstáculo.

Galeano, 2006.

Trabajar sobre la génesis de la psicología en la ciudad de Medellín es una empresa que tiene un marco de referencia más amplio que el disciplinar. Por ello traemos a colación los trabajos de la Comisión Gulbenkian para la reestructuración de las ciencias sociales, en los cuales se llama la atención sobre el ejercicio de los científicos sociales, entre ellos los psicólogos: “El mínimo que podemos esperar […] es que tengan conciencia de la extensión de los reinos de significación conceptual” (Wallerstein, 1996). Para dar cuenta de dichos reinos y del devenir de la psicología y los científicos de esta en Medellín, se necesita pensar lo que querían ser, lo que hacían, lo que son y lo que quieren ser. Es menester acercarse a una realimentación del ejercicio y la recuperación del saber hacer, y a un esclarecimiento de las mediaciones contextuales, institucionales y personales en la génesis, desarrollo y consolidación disciplinar, de sus tensiones y dinámicas relacionales (las cuales han atravesado el devenir histórico de la psicología en la ciudad), así como de las tendencias formativas de sus protagonistas.

Este escrito pretende ofrecer puntos de reflexión sobre la identidad profesional del psicólogo en la ciudad de Medellín, la cual ha estado impregnada de múltiples componentes, entre los que pueden nombrarse sujetos, objetos, intencionalidades y posiciones teóricas e ideológicas. Estos componentes han facilitado un devenir mediado por el estado de la cuestión social, el estatus académico y profesional, las concepciones epistémicas de la relación sujeto-objeto, la naturaleza de la realidad objeto, los escenarios y contextos institucionalizados y no, así como de diferentes apuestas en las intencionalidades formativas.

Lorente (2001) afirma al respecto que:

El estudio de las identidades socio-profesionales es un tema que de nuevo está adquiriendo relevancia para conocer el funcionamiento interior de los grupos profesionales y como estrategia de reubicación de ellos en la sociedad. Ya no se puede encontrar explicaciones teniendo en cuenta únicamente las características del objeto de intervención, se debe volcar la mirada hacia adentro (su episteme y su cultura) y hacia atrás (como fueron construidas). (p. 53)

Precisamente es allí donde este escrito quiere aportar al ofrecer un acercamiento sobre el proceso de construcción de la génesis de la psicología en Medellín como profesión. Ello permite disertar sobre las características del objeto, su episteme y su matiz sociocultural, que permea transversalmente el devenir histórico de la psicología.

Podemos decir con Carrera (2005) que el conocimiento científico es producido y acumulado socialmente –aunque se personifique en individuos, como sucede con nuestro trabajo, que sin ser una historia de vida, necesariamente está personificada–. Así, queda claro que los conocimientos de la disciplina psicológica van incorporando, avanzando, debatiendo, estableciendo tensiones y contradicciones que van constituyendo los cuerpos de conocimiento propios de la disciplina y que ponen de manifiesto las apuestas personales, teóricas e institucionales; “todo conocimiento refleja aspiraciones y proyectos de los sujetos que actúan, opera en una teleología relacionada con la iniciativa del sujeto, a la que subyace un componente ideológico” (Iamamoto, 2005, p. 187).

Con el ánimo de orientar la reflexión propuesta, se presenta la siguiente matriz simplificada de patrones de lectura de la génesis, el desarrollo y la consolidación de la psicología en Medellín.

Tabla 1.1 Matriz simplificada de patrones de lectura de la génesis, el desarrollo y la consolidación de la psicología en Medellín


Fuente: Elaboración propia.

La matriz delimita, y también abre un escenario de posibilidades múltiple, de debate, crítica y posición. Fernández (2005, citado por Cifuentes, 2009) afirma al respecto que:

El conocimiento como proceso implica abordar la realidad, posicionarse crítica, creativa, dialécticamente. La postura es histórica, social y política; cambia, se transforma y transforma. ‘Ver’ el movimiento de ‘lo real’ implica analizar sus contradicciones, tensiones y conflictos; visualizar direcciones políticas de las fuerzas sociales. Las prácticas sociales están permeadas de poder. (p. 12)

A continuación, se presenta una serie de apartados que abordan las reflexiones del trabajo desarrollado entre 2010 y 2011 sobre la génesis de la psicología como profesión en Medellín. Se comenzará por dar cuenta del contexto en el que llega la psicología a la ciudad, el trabajo de las universidades, los sucesos después de los procesos fundacionales y los cambios que trae la normalización.

Contexto

Las reflexiones sobre la génesis de la psicología en la ciudad de Medellín han estado enmarcadas en los siguientes horizontes de posibilidad:

•La construcción de conocimientos de la psicología en la ciudad, que ha devenido como un esfuerzo por construir lenguajes y afinar reflexiones sobre tendencias teóricas foráneas.

•La psicología en Medellín ha implicado un desarrollo particular, por su complejidad en la génesis y prospectiva, alrededor de la construcción de precisiones semánticas que viabilicen la disciplina y aporten a los diferentes procesos formativos.

•La psicología en la ciudad ha devenido en un entramado de relaciones inter y transdisciplinares, en medio de luchas que han favorecido la integración, pero también la desarticulación y la transformación compleja de su objeto y método.

•Desde sus inicios ha tenido una fuerte presencia de debates epistemológicos que interrogan la cotidianidad del ejercicio, y han permitido la emergencia de conocimientos pertinentes, relevantes disciplinariamente y significativos.

Así, dicha historia está vinculada a una época atravesada por múltiples apuestas ideológico-ontológicas, epistemológicas y metodológicas, en las cuales participan los académicos de la ciudad.

En la década de los setenta del siglo XX no existe la psicología como disciplina en la ciudad. La misma llega a partir de migraciones de académicos, fundamentalmente argentinos, tal como se pone de manifiesto en los relatos de los actores entrevistados. Ferrer (comunicación personal, marzo de 2011) hace referencia a la presencia foránea de trabajos claramente intencionados en la Universidad de San Buenaventura, alrededor del aprendizaje, la psicología experimental y la modificación de la conducta, con la presencia de profesores de la Universidad de San Luis como Reinaldo Villansu, psicólogo social cognitivo; Mercedes Loizo, psicóloga social; Ulises Rinaudo, psicólogo experto en diseños experimentales; Aldo Birgier, psicólogo clínico; y Guiñazu, psicólogo social jurídico. También se encuentra en este grupo los estudiantes de últimos semestres Eduardo Acevedo y Walter Riso.

Esta “camada de argentinos”, experimentalistas también tienen compañía de un educador, el Dr. Mario Gómez, y una presencia considerable de psicoanalistas, de quienes nos haremos cargo más adelante. Estos académicos no representaban precisamente la perspectiva derivada de los trabajos de Skinner, sino de trabajos orientados por los estudios de Pavlov, por un lado, y los trabajos del modelo inglés con Josep Wolpe y del Hospital de Mostley con Eysenck (terapia de la conducta), por otro. Esta propuesta de trabajo hace una crítica epistemológica al conductismo, por lo que se considera que dichas tradiciones llegaron para generar controversia con los trabajos liderados por Luis Villareal –argentino proveniente también de la Universidad de San Luis, autodeclarado skinneriano dogmático, como lo recuerdan sus coetáneos (Ferrer, comunicación personal, marzo de 2011)– y la psicóloga Patricia Gaviria, claramente orientados hacia el análisis experimental de la conducta. Ambos participaron en 1989 en la creación de la Fundación Integral, la cual busca insaciablemente técnicas terapéuticas y pedagógicas que sirvan para la mejora de las condiciones de las personas con discapacidad cognitiva y autismo.

Con lo anterior aparece un elemento clave en la consolidación de la disciplina: una psicología preocupada por el mejoramiento de las condiciones de aprendizaje de las personas, que encontró como respuesta un interés creciente en profesionales y académicos no psicólogos que se abanderaron de esta tarea. La consolidación histórica y disciplinar de la psicología está estrechamente vinculada con la educación, tal como lo afirma Ardila (1973): “La conclusión se centra siempre en la psicología educacional. Son los psicólogos que trabajan en problemas educacionales los que ayudarán a que la psicología tenga una nueva dimensión social y colabore a crear una sociedad mejor” (p. 148). Se podría afirmar que la psicología en Medellín surgió en el interior de la educación, como una necesidad sentida desde el punto de vista del aprendizaje; así también lo revelan las lagunas que los psicólogos entrevistados ponen de manifiesto al respecto: “Al trabajar la pedagogía, ¿dónde queda el elemento psicológico?; ¿cómo se hace para abordar todo el desarrollo y crecimiento infantil sin hacer alusión a la psicología, solo a la luz de los grandes pedagogos como Rousseau, Montessori, entre otros?”. De la misma manera, dejaron ver la necesidad de dar cuenta de las características del niño y del adolescente, y sus diferentes procesos de aprendizaje, lo que demandó trabajar a Piaget, Vygostky y Luria desde las discusiones de las comunidades académicas de los docentes.

Es así como las facultades de educación de la ciudad –Universidad de Antioquia (U. de A.), Universidad de San Buenaventura (USB) y Universidad Pontificia Bolivariana (UPB) – sintieron la necesidad y la exigencia de dar sustento científico a sus intervenciones a partir de la interdisciplina con la psicología. Incluso en este contexto surge en la UPB un departamento de psicopedagogía, liderado por la psicopedagoga Reina Medina, egresada del posgrado de la U. de A. en psicopedagogía. Por su parte, la Facultad de Educación de la U. de A. juega un papel preponderante en la génesis del interés por los estudios e investigación psicológica, con su pregrado de educación y su maestría en psicorientación, con un perfil claro hacia la orientación y consejería en el escenario escolar. En este punto de reflexión es evidente que “el desarrollo de la psicología moderna en este período presentaba un gran interés para los educadores colombianos porque ayudaba a encontrar los nuevos métodos para la pedagogía moderna” (Larina, 2002, p. 79).

Asegura Ardila (1973) que “hubo psicología antes de 1948, pero sin sistematización […], llevada a cabo por psiquiatras, filósofos y educadores” (p. 11). Pero la psicología en Medellín surge de reflexiones en los ámbitos personal y grupal en los contextos institucionales y fuera de ellos. En los contextos institucionales nace debido a la presencia de gente “muy inquieta y apasionada” por el asunto del ser humano, con preguntas sobre quiénes somos, cómo actuamos, cómo y qué pensamos, qué posibilidad tenemos de cambiar la conducta, sobre todo frente a una población que tiene trastornos, y trastornos severos. Las inquietudes latentes posibilitaron la apertura de escenarios de trabajo e institucionalización, tales como la Fundación Integral y Los Álamos, instituciones que han ofrecido elementos psicológicos para la atención de niños con necesidades educativas especiales.

En este contexto de institucionalización hay muchos otros intereses en las diferentes facultades de educación, antropología, sociología y filosofía, en las cuales ya interdisciplinariamente se veían algunas asignaturas que tenían que ver con la psicología. La necesidad de discusiones donde la psicología tuviera lugar era una realidad para la década de los años sesenta y setenta del siglo XX, no con la lógica tan clara disciplinariamente, como sucedió en la ciudad de Bogotá entre los años treinta y cuarenta del mismo siglo (Ardila, 1998), sino de la mano de grupos de reflexión aislados, en los cuales el psicoanálisis marcaba una línea de cultura general. Es decir, el psicoanálisis freudiano llegó a ser una necesidad cultural en el medio, no como una práctica de vocación terapéutica, sino como una de las cosas que “todo buen académico debe saber”; era más una fuerza, un movimiento cultural.

Las referencias anteriores dan un contexto que facilita la presentación de un devenir mediado, entre otras, por la situación social, el estatus académico y profesional, las concepciones epistémicas, la naturaleza de la realidad objeto, los diferentes escenarios y contextos de institucionalización, así como las diferentes apuestas en las intencionalidades formativas, que se materializarían en la consolidación de propuestas formativas profesionalizantes, las cuales presentamos a continuación.

La psicología y las universidades

La psicóloga Ángela María Robledo (2008), nos recuerda que:

Ignacio Martín-Baró decía hace algún tiempo que el desarrollo de la psicología en América Latina estaba intrínsecamente relacionado con el desarrollo de las sociedades occidentales, y que, a su vez, la psicología estaba constituida prioritariamente por las producciones realizadas en los que hoy en día llamaríamos los centros hegemónicos de poder. Por ello nos invitaba a examinar los problemas específicos de nuestros pueblos, sin lo que él llamaba “las orejeras de los marcos teóricos”, los cuales, en ocasiones, se convertían en un a priori que sesgaba la realidad y limitaba, de manera interesada, nuestras comprensiones. (p. 15)

Así, trabajar sobre la génesis de la psicología en Medellín demanda una postura crítica y altamente valorativa del acontecer histórico, léase económico, político, educativo y antropológico, donde lo ideológico y la institución tienen cabida al percibirse como telón de fondo de las prácticas que han dado lugar a dicha disciplina.

La psicología en Medellín tiene como año fundacional 1972, al iniciar labores académicas la primera facultad de psicología en la USB en Antioquia, siendo esta la sexta en todo el país. Esta facultad se instauró como la madre de los psicólogos en la ciudad y fue el paradigma de formación por excelencia durante muchos años. Se caracterizó desde sus inicios por vincularse decididamente con la psicología científica de paradigma dominante; sus egresados eran reconocidos por su formación experimental, el uso de laboratorio, el curso de etología, entre otros. “Además, un fuerte pensamiento cientificista, derivado del ímpetu del siglo de las luces, invadía todos los espíritus: era necesario ser científicos en sentido moderno para ser acogidos en el seno de la respetable familia de las ciencias” (Lopera, 2005, p. 149).

Figura 1.1 Hitos en medio de la institucionalización


Fuente: Elaboración propia.

Para el año 1975 aparece un proyecto que se perfilaba diferente a la propuesta de la USB. Un grupo de psicoanalistas freudianos, kleinianos y lacanianos solicitó al Consejo Superior de la U. de A. la aprobación de un programa de formación denominado Sección de Investigaciones Psicológicas, el cual se hizo realidad el 25 de junio de 1975, con un énfasis teórico-psicoanalítico y una formación complementaria de orden humanístico, filosófico y antropológico.

A partir de estos dos hechos fundacionales se inicia una polarización ontológica, epistemológica y metodológica a la hora de formar psicólogos en Medellín, que direcciona rutas de formación, contextos teóricos, escenarios y dinámicas relacionales del gremio, propias de este sector del país.

No van a ser pocos los relatos orales de esta época de polarización formativa, fuertemente influenciados por la condición socioeconómica y política donde estaban enmarcadas las dos propuestas. Por un lado, una universidad católica franciscana, privada y de estratificación media alta y alta, como alternativa de formación en la ciudad; y por el otro, una universidad pública, en medio del furor del hipismo de los años sesenta –ya con más de quince años de tradición, pero vigente en la alma mater–. Esta universidad se inspiraba por académicos del talante de Estanislao Zuleta y por el trabajo de los griegos clásicos y los pensadores de la sospecha (Marx, Freud y Nietzsche), los filósofos como Foucault y el psicoanálisis francés con Lacan, y los escritores Octavio Paz, Neruda, Borges y Benedetti.

Es importante aclarar, como lo dice Ardila (1998), que en esta década de los setenta en Colombia se contaba con los programas de pregrado en psicología que surgieron en los años cuarenta, y hasta los años noventa no se evidencian nuevas propuestas.

Así, en 1990 el rector general de la UPB, monseñor Darío Múnera, convoca a las psicólogas Blanca Escobar Vélez, María Isabel Herrón, Blanca Ruby Rendón y Marta Gutiérrez, lideradas por el psicólogo y presbítero Ancizar Restrepo y la psicóloga y pedagoga Ofelia Acosta (1999) –formados en la Universidad de San Buenaventura y vinculados con la UPB en diferentes escenarios de desempeño– para pensar la propuesta de psicología UPB (Medellín), la cual nace como extensión de la Facultad de Psicología UPB (Bucaramanga), en la que tuvo bastante participación fundacional Ancizar Restrepo.

En este sentido, los actores manifiestan que la “idea era crear una facultad con cierto grado de eclecticismo”, para facilitar la formación de psicólogos que ayudaran a “superar” las tensiones formativas de “apuestas dogmáticas” en las que se había ido incurriendo en las facultades de la U. de A. y la USB. La facultad de psicología de UPB (Medellín), siendo una extensión de UPB (Bucaramanga), mantuvo su independencia, puesto que solo fue una estrategia legal para funcionar en Medellín frente a las exigencias ministeriales, lo que facilitó la autonomía en todos los niveles del proceso formativo. Afirma Ofelia Acosta (comunicación personal, marzo de 2011) que la propuesta formativa sí estaba claramente intencionada hacia la psicología cognitiva, aunque no por ello dejaba de lado las otras apuestas formativas. De esta manera, aparece en el contexto antioqueño el tercer programa de psicología en la UPB, con un cuerpo docente de psicólogos egresados de los programas de la USB y la U. de A. La propuesta de psicología de la UPB surge como un “oasis” de formación en medio de las constantes polarizaciones a que dio lugar la USB y la U. de A. durante casi veinticinco años de hegemonía en los procesos de formación de los psicólogos en la ciudad.

Los programas como este, con nuevas propuestas, comienzan a aparecer en la ciudad. Los psicólogos formados en las dos facultades de tradición se ocupan en otras instituciones de poner en discusión lo que hasta el momento se daba como hecho. Es un momento en las ciencias sociales en el que se está recogiendo lo que fue el siglo XX, con el fin de pensar en la convergencia, el holismo y la complejidad, y situarse en lo que contemporáneamente se puede leer como un periodo de transición, de incertidumbre y de construcciones alternativas (Quintero, 2000). También lo muestran así las palabras de Tamayo (2000):

[…] es prioritario comprender que el presente proyecto no pretende rivalizar con las demás facultades de psicología y decirles: lo que ustedes hacen está mal o están equivocados. No; no se trata de ello, se trata sí, de demostrar que la psicología debe darle la bienvenida a cambios y transformaciones metodológicas que por sí mismas llevan en su contenido procedimientos efectivos para con su función ejercer en el comportamiento humano, importando el espacio y lugar de desempeño. (p. 252)

Así, en 1995 la Universidad Cooperativa de Colombia (UCC), seccional Medellín, propicia otra modalidad de formación en psicología liderada por el psicólogo Hernando Camargo, exdecano de la USB. La universidad se inspiró en la cultura misional del cooperativismo y ofreció jornadas diurnas de presencialidad, concentrada los días viernes en la noche y sábados todo el día, para luego convertirse en modalidad mixta, una novedad en la ciudad y el departamento de Antioquia, pues la sede de la facultad quedó en el municipio de Envigado (Mazo, comunicación personal, abril de 2011).

En 1999, una institución católica dedicada al trabajo reeducativo busca asesoría en la Escuela de Quilmes (Argentina), orientada teórica y metodológicamente por el trabajo de Enrique Pichón-Rivière. De esta manera, se perfila una propuesta de formación en psicología social para la ciudad y el país, y aparece la Facultad de Psicología de la Fundación Universitaria Luis Amigó (Funlam). En sus inicios ofreció el título de psicólogo social, diferenciándose de los programas de formación de psicólogos en Medellín (Mazo, comunicación personal, abril de 2011).

El programa de psicología de la Funlam enraíza su propuesta en la misión de la misma; es decir, diseña una alternativa de trabajo dirigida a la solución de problemas que afectan “la calidad de vida de la niñez, la juventud, la familia y la sociedad”. Esta alternativa formativa se configura como una nueva posibilidad, puesto que dicha psicología debía garantizar un profesional con perfil para la promoción e intervención en contextos de problemáticas psicosociales, no con un perfil clínico hacia la psicoterapia individual, como había sido tradición en la ciudad.

Para esta tarea, el padre Marino, rector de la Funlam, designó a la educadora Claudia Vélez de la Calle, quien se desempeñaba en ese entonces como decana de la Facultad de Educación, para que coordinara este proyecto. La educadora se contactó con la licenciada Gladys Adamson, directora de la Escuela de Psicología Social del Sur de Quilmes en Buenos Aires, quien fue discípula de Enrique Pichón-Rivière. Desde el año 1998, la institución firmó un contrato de asesoría con la licenciada Adamson para dirigir un equipo interdisciplinario de profesionales de la Facultad de Educación, y de otras unidades académicas de la institución, en la redacción de la primera propuesta curricular. Dicho contrato sigue vigente y ha servido para importantes procesos de capacitación de docentes, realización de seminarios internacionales, pasantías de estudiantes y docentes a instituciones de distintos países del sur del continente, invitaciones a presentar ponencias en eventos internacionales, etc., además del acompañamiento epistemológico del desarrollo de la propuesta curricular. Asimismo, ha inspirado la producción de textos producto de investigación, como Psicología social y psicoanálisis: Pichón con Lacan (2004), de los psicólogos Jaime Carmona y María Paulina Mejía, y el psicólogo y psicoanalista Hernando Alberto Bernal (Bernal, comunicación personal, mayo de 2011).

El Centro de Estudios para la Salud (CES), en el marco de su Plan de Desarrollo Institucional 2000-2010, contrata tres profesionales de reconocida trayectoria: la psicóloga Marta Gutiérrez, cofundadora del programa en UPB-Medellín; la psicóloga clínica Piedad Liliana López, y el psicoanalista Raúl Salamanca. El objetivo era pensar una facultad de psicología en el marco del contexto misional de la universidad; es decir, una psicología que pensara decididamente la salud y, muy especialmente, la salud mental. No es porque no se hubiese tomado seriamente antes –de hecho, su primera decana, Marta Gutiérrez, tenía formación como especialista en psicología clínica, con énfasis en salud mental–, sino porque su labor diferenciadora y de demarcación disciplinar sería formar psicólogos que aprovecharan el valor agregado de la tradición del CES en medicina y odontología. La facultad abre sus puertas en enero de 2004 y desarrolla rápidamente múltiples propuestas formativas de posgrado, tales como las especializaciones en Salud Mental del Niño y el Adolescente, y Valoración del Daño en la Salud Mental y Rehabilitación Neuropsicológica, así como la maestría en Salud Mental de la Niñez y la Adolescencia.

Las universidades presentadas anteriormente no son las únicas que han liderado procesos formativos en psicología en la ciudad, pero sí se puede afirmar que son algunas de las más representativas en estos procesos. Sin el ánimo de demeritar sus trabajos formativos, se podría mencionar la Universidad EAFIT, la Fundación Universitaria María Cano, la Universidad Antonio Nariño, el Politécnico de las Américas, La Salle, Remington, el Tecnológico de Antioquia, Uniminuto, entre otras.

Estas seis propuestas de formación de psicólogos resaltadas en Medellín han establecido hitos de demarcación disciplinar en diferentes escenarios de desempeño de los psicólogos en la ciudad y el país, puesto que ser egresado de alguna de ellas perfila decididamente su quehacer como profesional.

Escenario académico facilitador del proceso fundacional

Durante el estudio de Eysenck en la USB vino una fuerte crítica al psicoanálisis y al conductismo, lo que facilitó el trabajo sobre los planteamientos de teóricos como Clark, Mowrer y otros psicólogos experimentalistas, no conductistas estrictamente, y el modelo de neuropsicología soviético a partir de los aportes de Vigostky y Luria, con aplicación al escenario educativo.

Los temas de la neuropsicología y la terapia de la conducta fueron llevados a la USB por Walter Riso, quien dio a conocer una serie de autores de los que no se había escuchado hablar. Eran autores que trabajaban temas muy novedosos para la psicología colombiana en ese momento: el procesamiento de la información. A partir de ese momento, Riso inicia una campaña de introducción y socialización de los autores que trabajan el tema del procesamiento de la información, lo que introduce en Medellín la psicología cognitiva, no por la vía de la terapia cognitiva beckiana, sino por la perspectiva cognitivo-informacional, como la llamaría el propio Riso. Se formaron grupos de estudio en torno a los documentos que Riso proponía y se discutieron conceptos completamente novedosos para los asistentes, tales como estructuras, procesos y productos, y la relación de estos con la depresión (Riso, 1996).

Como producto del trabajo de esos grupos de estudio, Riso formaliza la Fundación Formar (Centro de Investigación y Terapia del Comportamiento) y con ello la publicación de sus primeros libros: Entrenamiento asertivo (1988), Aprendiendo a quererse a sí mismo (1996), Terapia cognitivo-informacional (1996) y Depresión (1992). Estos textos pueden ser considerados pioneros de la terapia cognitiva en la ciudad y de la divulgación en el contexto local de los autores representativos de la terapia cognitiva (Ellis y Beck).

Los actores de esa época (años ochenta) recuerdan la entrada de lo que se tituló el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM III) y sus impactos para la consolidación disciplinar de la psicología en la ciudad de Medellín. Este manual empieza a convertirse en un libro de descripción teórica y brinda una posibilidad para que los psicólogos de diferentes orientaciones puedan llegar a acuerdos, puesto que en el contexto antecedente a su publicación la interlocución entre profesionales de la salud mental era una torre de Babel. La nueva versión de este manual aumentó el trabajo interdisciplinar con psiquiatras y neurólogos, entre otros (Ferrer, comunicación personal, marzo de 2011).

De esta manera, numerosos profesionales de la medicina (psiquiatría y neurología) de larga trayectoria –como el doctor Luis Eduardo Yepes, el doctor Ricardo Luis Toro y el doctor Jorge Holguín– asisten a congresos y a eventos organizados por Formar. Por esta época también se cuenta en la ciudad con SONA (Sociedad Neurológica de Antioquia), en la cual se discutían en sesiones de staff semanal los principales trabajos de sus profesionales vinculados y de los estudiantes asistentes. A esta sociedad pertenecen, entre otros, el neurólogo David Pineda, la psicobióloga Silvia Mejía –psicóloga formada en la USB y con maestría en psicobiología en México– y los psicólogos bonaventurianos Alberto Ferrer Botero, Mauricio Lopera y Luz Marina Galeno; todos ellos docentes de las facultades de psicología de la USB y la U. de A. Será en el espacio de SONA donde se presente por primera vez el modelo beckiano de la depresión, a cargo de Alberto Ferrer Botero y Mauricio Lopera (Ferrer, comunicación personal, marzo de 2011).

Para la consolidación de la psicología cognitiva en la ciudad es de vital importancia el trabajo del grupo Formar, puesto que la tradición neuropsicológica no tiene sus orígenes en Medellín, sino en Bogotá, de la mano de Alfredo Ardila y Mónica Rosselli en el modelo luriano. Pero el énfasis cognitivo en las terapias no existía en Colombia, nace en Medellín y se desarrolla a partir del grupo Formar.

De manera paralela, se presenta en los inicios de la década del ochenta en la USB una distinción entre psicoanálisis de orientación lacaniana y psicología dinámica. La expresión “psicología dinámica” bien puede ser una iniciativa de la psicóloga Mónica Schneiter en la ciudad, quien se forma en Estados Unidos y establece una línea de trabajo de psicología con visión psicoanalítica a partir de los trabajos de Kernberg, Kohut y Mahler. Así, crea una corriente que se identifica con la profesión del psicólogo y deja una marca profunda en el escenario de la clínica psicológica en la ciudad (Muñiz, comunicación personal, marzo de 2011).

Oscar Muñiz es otro de los argentinos que llega a Medellín para formar parte de la historia de la psicología en la ciudad, no porque fuese identificado como psicólogo, sino por su impacto en los procesos formativos de los psicólogos y psicoanalistas. Llega en 1981 a la Facultad de Ciencias Sociales de la U. de A. al departamento de psicología, y al departamento de servicios, el cual era transversal para toda la universidad. En aquel momento hay conflicto entre estas dos instancias, puesto que “el Departamento de Servicio reclamaba para sí los cursos de psicoanálisis dentro de la universidad, porque apoyándose en algún purismo lacaniano sostenía que el psicoanálisis no era psicología. Entonces, reclamaban el espacio dentro de la Universidad de Antioquia para el psicoanálisis en el Departamento de Servicio” (Muñiz, comunicación personal, marzo de 2011). Este movimiento problematizador fue liderado por el psicoanalista Juan Fernando Pérez, que en ese momento estaba formándose en París.

Dicho departamento más tarde se convierte en el Departamento de Psicoanálisis, el cual se fortalece a tal punto que hoy cuenta con la maestría en Investigación Psicoanalítica. Ha incorporado a su nómina docentes como Clara Mesa, Mauricio Fernández, Héctor Gallo y Mario Elkin Ramírez, quienes fueron estudiantes en sus inicios, considerados como una nueva generación de clínicos y formadores.

Por otro lado, está el Departamento de Psicología, fundado gracias al liderazgo de, entre otros, Joel Lotero, quien tenía una marcada influencia del psicoanálisis que provenía del trabajo de Estanislao Zuleta en la ciudad.

Joel Lotero y otros fundaron algo así como un grupo de lecturas de psicoanálisis o centro de investigaciones psicológicas, pero con gran inconveniente formal, puesto que terminaron el primer semestre y lo llamaron “primer semestre”, al segundo semestre lo llamaron “segundo semestre”, y después se empezaron a preguntar: “¿y semestres de qué?”, lo que terminó siendo el Departamento de Psicología. (Muñiz, comunicación personal, marzo de 2011)

Entre los académicos vinculados a este proyecto se encontraban Luis Fernando Palacio –quien se forma en París y es fundamental en la tradición lacaniana del Departamento–, Julián Aguilar, Raúl Salamanca, Gustavo Arredondo, Carlos Mario González –profesor de historia de la Universidad Nacional–, Pastor Acevedo y Juan Guillermo Uribe, en un primer momento, y Gloria Patricia Peláez y Gabriel Jaime Trujillo, en un segundo momento.

En otro escenario están los grupos de estudio que darían lugar a apuestas institucionales, tales como la Fundación Freudiana de Medellín, la cual se dividiría en Asociación de Foros del Campo Lacaniano y Nueva Escuela Lacaniana (NEL), como una historia de “amores y desamores, encuentros y desencuentros”, a partir de las diferencias teóricas que tienen Miller y Soler en Francia. Dichas discrepancias han tenido una marcada incidencia en la ciudad y han representado políticamente la diferencia entre el Departamento de Psicoanálisis y el Departamento de Psicología en la U. de A.

El proceso de consolidación de la propuesta formativa del Departamento de Psicología de la U. de A. recibe en 1988 un grupo de docentes psicólogos graduados en la USB y que en medio de una crisis administrativa se incorporan al departamento. Entre estos están Walter Riso, Silvia Mejía, Mauricio Lopera y Alberto Ferrer, de los cuales vale la pena destacar el trabajo perseverante de este último, quien por más de veintitrés años ha abanderado la reivindicación de la formación psicológica del Departamento de Psicología de la U. de A. y ha logrado con su liderazgo posicionarlo como un programa acreditado con alta calidad por el Ministerio de Educación.

Las reflexiones anteriores permiten deducir que la psicología en Medellín ha estado acompañada de una necesidad de dar respuesta, por un lado, a pretensiones cientificistas y, por el otro, a problemas sociales y políticos propios del contexto. El trabajo teórico en la ciudad ha fortalecido las teorías foráneas, pero hoy no se encuentran trabajos fuertes que den cuenta de una reflexión propia de la ciudad. Abiertamente se puede asegurar que somos lacanianos, pichonianos, beckianos, ellicianos, rogerianos y francklianos, entre otros.

Actualmente en Medellín se encuentra un grupo fuerte de trabajo en la perspectiva psicosocial; no obstante, sus bases epistemológicas, teóricas y metodológicas están más vinculadas con la sociología que con la psicología misma. En relación con los otros campos ocupacionales, no hay propuestas ni de institucionalización ni de formación claramente definidas. Es interesante preguntarse: ¿por qué si existe una relación entre la psicología y la educación, no hay posgrados en estas temáticas?

Además, ante la aparición de la normativa legislativa que establece los estándares mínimos en la formación de los psicólogos en Colombia, los escenarios de desempeño profesional –que se venían definiendo en razón de procesos de identificación con modelos, usualmente docentes y con un desempeño específico–, se modifican y se presentan procesos de homogenización de las propuestas académicas.

En este orden de ideas, podemos afirmar con Ardila (2004) que: “El registro calificado y la acreditación han sido una forma de mantener estándares de garantía académica en aquellas disciplinas –como la psicología– que han crecido desaforadamente” (p. 38). Además, se puede inferir que se ha creado una conciencia sobre la importancia de la calidad para las universidades y los programas, gracias a la cual se ha ido gestando una cultura de la calidad, sustentada en comunidades académicas cada vez más sólidas, con interlocutores internos y externos, capaces de debatir críticamente.

De esta manera, a modo de conclusión, se puede afirmar que la psicología en la ciudad no ha obedecido a un crecimiento exponencial, lineal y lógico, sino que se ha dado a partir de un entramado de relaciones inter y transdisciplinares, en medio de luchas que han favorecido la integración, pero también la desarticulación y la transformación compleja de su objeto y método. De tal suerte que surge vinculada a un intento de responder a necesidades del contexto educativo, especialmente a problemas relacionados con el aprendizaje, situación que obligó a recurrir a los desarrollos de las neurociencias. Además, los primeros trabajos que se llevaron a cabo en el área de la psicología en la ciudad se caracterizan por ser estudios realizados por profesionales no psicólogos, principalmente educadores, médicos y sociólogos. Estos primeros trabajos se desarrollaron en particular desde dos métodos: el experimental (laboratorio, psicometría) y el psicoanalítico (llevado al aula).

En la ciudad de Medellín, la psicología ha hecho un esfuerzo por resignificar lenguajes y reflexiones académicas y profesionales desde tendencias foráneas, tal como se vislumbra en los aportes de los docentes argentinos que llegaron a la USB en 1972 y los psicoanalistas formados en París en las décadas de los setenta y los ochenta que llegaron a trabajar a la U. de A.

En la década de los setenta se fundan los dos primeros programas de formación de psicólogos en Medellín; ello coincide con la llegada de profesionales en psicología y psicoanálisis, provenientes de Argentina y Francia. Hay dos momentos que marcan los procesos de institucionalización: las décadas de los setenta y los noventa. Es importante tener en cuenta que entre 1972 y 1992 en la ciudad existen dos facultades (USB y U. de A.) y a partir de 1993 aparecen alrededor de trece programas más. Esta situación genera una necesidad de certificación, expresada en los procesos de Acreditación Nacional de Alta Calidad. Esto trajo consigo la homogenización de las propuestas formativas, antes radicalmente diferentes, y ha dado lugar a otras lógicas en la demarcación disciplinar de la psicología en Medellín.

La psicología en Medellín ha tenido un desarrollo particular, por su complejidad en la génesis y prospectiva, alrededor de la construcción de precisiones semánticas que viabilicen la disciplina y aporten a los diferentes procesos formativos. Ello se pone de manifiesto en la tendencia experimentalista que acompañó el proceso fundacional de la USB, las discusiones o reflexiones psicoanalistas freudianas y posfreudianas prevalecientes en la U. de A., la tendencia integradora de la UPB, la tradición de psicología social pichoniana de Funlam, la apuesta por enfatizar en la salud mental a partir de un modelo biomédico característico del CES como centro de estudios en salud, y la tradición cooperativista de la UCC seccional Medellín.

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