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Capítulo 1

Una nueva vida

(Ella)



Estoy en una cafetería delante de la Puerta del Sol esperando a mi amiga. Ya sé lo que me va a decir cuando llegue, y sinceramente, no sé si quiero escucharlo. Carol y yo somos amigas desde hace unos doce años, nos conocimos en el instituto y, bueno, podemos decir que cuando la conocí no fue de las chicas que mejor me cayó, pero con el tiempo nos hicimos amigas, me apoyó en momentos difíciles y eso nunca lo he olvidado. Me quiere a pesar de que a veces sea un poco borde con ella, es muy cariñosa y se preocupa por mí constantemente, pero he de decir que no siempre toma las mejores decisiones respecto a mí y eso me lleva a cagarla a menudo. Te estarás preguntando en qué; pues muy bien, te lo diré: con respecto a los chicos. Sí, lees bien, no es que yo no sepa buscarme a nadie… Créeme, soy una chica que, la verdad, y está mal que yo lo diga, pero podría estar con el chico que quisiera. Aunque eso no es del todo verdad, porque con el que quiero estar, no estoy. Pero, mientras, me conformo con otros, aunque nunca me sale bien, y es por eso que sé lo que me dirá Carol, porque Raúl, que es mi último novio, y yo, hemos roto.

Hace poco me enteré de que me engañaba con otra y bueno, no sé si me sentí aliviada o engañada. Creo que más bien fue alivio, no estaba cómoda del todo, parece ser que estar a la altura de lo que busco debe de ser muy complicado, porque nunca nadie lo está y, a quien lo estuvo, no lo valoré cómo debía.

Sí, he sido algo torpe en esto del amor y ya me he cansado de esperar a que llegue mi príncipe azul. Porque me he dado cuenta de que no existen, solo existen en las películas y en los cuentos infantiles, y creo que se los inventan para que podamos creer que el amor es algo mágico que llega sin esperarlo.

Mi padre siempre me dice que eso es así, pero por más que quiera creerlo, ya no lo creo. No, cuando a mí nunca me ha pasado nada igual, y aunque mi padre, que parece ser muy sabio en esto del amor, me dice que eso es porque no ha llegado la persona correcta, yo creo que más bien será porque esa persona correcta que dice, no existe.

Yo solo quiero a alguien divertido, que le guste hacer locuras, que se parezca a mí, que sea amigo, compañero y a la vez amante, muy buen amante. Que me sorprenda de vez en cuando, que me demuestre que le importo y que recorra por mí medio mundo si es necesario. Yo creo que no pido tanto, que esto es lo que cualquier chica quiere, pero quizá me esté pasando un poco.

Alzo la vista y a lo lejos veo a mi amiga venir, ¡Dios! ¿Pero qué lleva puesto? Esta no se ha mirado al espejo antes de salir de casa, aunque mejor no le digo nada.

—¿Otra vez estás así? Joder, Ella, mira que tienes mala suerte. No sé qué pasa contigo. ¿Qué les haces? ¿Los espantas? Vaya tela… Mira, no sé qué decirte, seguro que algún día encuentras a tu alma gemela, solo tienes que buscarla bien.

Carol es bastante sincera pero yo ya no la creo, llevo toda la vida haciéndole caso y así me ha ido.

—No, no y no. Yo ya no busco más, que me pierdo buscando. Chica, no sé, pero algo muy malo debí de hacer en mi vida anterior, porque mira que me va mal siempre en las relaciones. Yo ya paso, el amor se lo dejo a los tontos ilusos.

A los tontos ilusos como mi amiga Carol… Que no es por ser mala, pero todos los chicos con los que he salido últimamente los conocí gracias a ella.

—Joder, Ella, no seas así, yo no sabía que Raúl sería un capullo integral. Pero chica, seguro que alguno normal hay por ahí, no te cierres en banda.

—Mira, Carol, no es por fastidiarte, pero quizá ya esté cansada de las relaciones desastrosas, todas empiezan muy bien y cuando llegan al momento de volverse serias se joden. Yo ahora voy a centrarme en mí.

No estaría mal que por una vez en la vida pensara en mí, porque siempre pienso en los demás y ya empiezo a estar cansada. Primero pienso en mi padre, que es un hombre demasiado asustadizo, si por él fuera viviría en una burbuja de cristal, todavía a mis veintiocho años me llama cada día para ver si he comido bien. Se estresa el pobre hombre y me estresa a mí también, luego está mi tía, que es como mi madre, también es muy cansina la pobre, pero imagino que su muerte les hizo sobreprotegerme de todo… Y ser hija única tampoco ayuda, claro.

Luego está Lucas, mi primer novio, el amor de mi vida, con el que fui al colegio en primaria y comencé a salir en el instituto, pero al que dejé por tonta. Claro que cuando una tiene dieciocho años solo piensa en divertirse y en poco más. Le dejé porque me sentía desplazada, él se centró en sus estudios y bueno, yo no, y claro, que me ignorara un poco no lo llevaba nada bien, así que conocí a Jaime, un chico de veinte años bastante impresionante y ya no pude ver más allá, así que dejé a Lucas y creo que el karma me lo ha devuelto con creces porque desde entonces ninguna relación me cuaja.

Jaime resultó ser un creído profundo, solo me utilizaba para fardar de chica con sus amigos, pero en realidad no me quería, y en menos de un mes lo dejamos.

Luego conocí a Fede, otro que también me fastidió bastante. Estuvo saliendo conmigo así como tres meses, era divertido pero le gustaban demasiado las faldas. Me puso los cuernos y también lo dejamos. Luego hay una larga lista de nombres que prefiero no recordar, amigos de Dani, el novio de Carol, cuál de ellos más tonto, y el último que es Raúl, y yo ya no quiero nada con nadie porque se está mucho mejor sola, así que pienso disfrutar de la soltería. Con el único que me apetece estar es con Lucas y sé que no puedo estar con él, así que, ¿por qué complicarme la vida? Ya te irás enterando de nuestra historia, porque es un pelín peculiar.


Mañana he quedado con mi mejor amiga, Maka. Somos amigas desde que íbamos al jardín de infancia, es una loca incurable y es justo lo que necesito ahora, un poco de locura, no a alguien como Carol que solo piensa en liarme con alguno de sus amigos solteros, guapos, y digámoslo finamente, poco serios.

Mi teléfono está sonando… Es Raquel, mi prima.

—¡Ella! ¿Qué haces? Oye, ya me he enterado de que te has peleado con Raúl, ¿qué estás haciendo?

—Pues la verdad estaba pensando que quizá me vaya este fin de semana con alguna amiga o algo para despejarme y divertirme. No quiero más líos con nadie, estoy cansada.

—¡Ostras! Pues me ha salido un bolo en una boda y quería saber si quieres venirte a currar, es en el restaurante del padre de mi amiga Pili, creo que podrías sacarte en un servicio tranquilamente unos trescientos euros. ¿Qué me dices?

—Claro, ¡cuenta conmigo!

Mi prima siempre me llama para bolos, soy camarera desde hace cinco años y aprovecho cualquier oportunidad para trabajar en bodas o fiestas, porque, por desgracia, hace un par de meses que no tengo un trabajo fijo. El restaurante donde trabajaba tuvo que cerrar por la crisis, y desde entonces hago bolos y ahorro. Estoy pensando en abrirme algo mío, pero aún estoy pensándolo.

Tener tu propio negocio es lo mejor de lo mejor, pero no es nada fácil, aunque ya le he echado el ojo a un local que creo que puede estar muy bien de precio, tengo que informarme bien. Bueno, a lo que iba, llevo un tiempo dándole vueltas a abrir un bar de copas, buena música y buena gente. Creo que me puede ir bien y lo mejor de todo es que mi padre me apoya; eso es genial, aunque ya me ha dicho que si decido abrirlo tenga contratado a alguien que me aporte seguridad, porque un tipo de negocio así puede dar dinero pero también puede ser peligroso, ya que la gente bebe y se pelea, yo ya le he tranquilizado, me ayudarán mis amigos Carlos y Javi, ambos son geniales, Carlos es un armario ropero, con ese no se mete cualquiera, aunque Javi tampoco se queda corto. Tengo también cuatro amigas que se vendrían a trabajar conmigo, así que solo me falta el local. Bueno, tendré que llamar a ese que vi hace dos días. Tiene pinta de reunir todas las cualidades que yo busco, es grande, está en una zona céntrica y sé que lo puedo reformar, así que creo que llamaré para ver qué tal está por dentro.

Otra vez mi móvil. Es Carol, qué pesada, paso de cogérselo, luego la llamaré, voy a darme una ducha y voy a salir a pasear a Roquet, que es mi perro.

Pero ¿qué ha pasado aquí? Entro en mi habitación y ahí está él, tan tranquilo, como si no hubiera hecho nada. ¿Qué hago?, ¿lo mato? Aún tiene mi zapato entre sus patas. ¡No, mis Manolos rojos! ¡Lo mato, definitivamente lo mato! Pero luego lo miro y me arrepiento porque es una ricura, es un cachorrito de Golden, un día que fui con mi amiga Susana, que colabora en una protectora, lo vi y me enamoré. Decidí traerlo a mi piso, nos hacemos compañía mutuamente, pero a veces cuando se aburre rebusca en mi armario y coge lo que quiere y lo muerde y, claro, lo rompe. Menos mal que no me puedo quejar ni de mi armario ni de nada, porque a pesar de que no me cuesta ganar dinero, tengo la suerte de que mi padre me ayuda mucho y que mi madre me dejó una pequeña fortuna al morir, así que no tengo problemas económicos, por lo que aunque me jode bastante que se coma mis zapatos, puedo comprar otros sin problemas.


Me he duchado y me he arreglado. Cojo la correa y al escucharla, Roquet ya viene corriendo y saltando hacia mí, se me sienta delante y espera a que le ponga su collar, ¡Es buenísimo! Salgo por la puerta y me encuentro a mi vecina, la señora García.

—¡Buenos días, preciosa! ¿Cómo está mi sol bonito hoy? —Mira que es cariñosa la jodida, es como mi abuela, debe de tener unos sesenta y cinco o setenta años, pero no tiene nietos y me tiene un poco mimada.

—Bien, muy bien, y usted, ¿cómo está esta mañana? Roquet y yo vamos al parque un rato, ¿quiere venir?

—No, cielo, no te preocupes. Oye, ya no viene por aquí Raulito, ¿no?

—No, nos hemos peleado, pero no se preocupe que yo estoy mejor sola, así puedo hacer lo que quiera.

—Di que sí, mi niña, que era muy sosico el pobre. ¿Tu padre está bien?

—Sí, ya le daré recuerdos suyos, me voy corriendo que Roquet tiene muchas ganas de salir.

Vamos por el parque los dos solos y libres sin pensar en nada más, me pongo los cascos y pongo música en mi móvil y me pongo a cantar, que no es por nada pero se me da bastante bien. Eso se lo debo a mi madre, era cantante y de las buenas. Siempre la recuerdo cantándome para dormir esas canciones que tanto me gustaban. Aún a día de hoy juraría que a veces la escucho en sueños cantarme una y otra vez mis canciones favoritas. Y pensarás: «Ella, que ya tienes una edad…», pero es que cuando pierdes a alguien tan querido por mucho que pase el tiempo los recuerdos buenos vuelven una y otra vez a tu mente, porque en el fondo no quieres dejarlos ir. Bueno, y como iba diciendo, voy por el parque tan tranquila cantando y de repente alguien llama mi atención.

—Perdona, no quiero incomodarte pero estaba escuchándote cantar y me gustaría saber si cantas profesionalmente. —Lo miro y veo a un hombre de unos cuarenta años, con gafas de sol, alto, corpulento, pero con cara de buena persona, así que decido contestarle.

—No, lo cierto es que no, pero mi madre sí que cantaba, falleció hace unos años. Ella fue quien me enseñó. —Me quedo un poco cortada, raro en mí, pero sí, oye, a veces me corto un poco, no hay nada de malo.

—Pues me gustaría presentarme, me llamo Leopoldo Ferrini, soy director de una importante cadena musical. Llevo días paseando por aquí pensando en mis cosas y estos días te he estado escuchando, pero no sabía cómo llamar tu atención. Lo cierto es que busco a una chica que tenga una buena voz para hacer un dueto con uno de mis nuevos cantantes. No sé si te podría interesar, pero me gustaría que hicieras una prueba y si te sientes cómoda y nos gustas quizá puedas grabar algo tuyo. ¿Qué te parece?

—Bueno, no sé, ando algo liada, además no es muy normal que te hagan una proposición así, lo lógico es poner algún anuncio en busca de cantante y hacer castings, pero podría probar, me gusta cantar y puede ser divertido.

—Lo cierto es que ya lo he probado, pero no encuentro esa voz que busco y, no sé, tú la tienes. Te dejo mi tarjeta, mi estudio está en la calle Serrano, el número veintitrés, se llama MusicFer. Llámame y haremos esa prueba.

—Vale, gracias.


Y me voy con la música a otra parte, nunca mejor dicho. Quizá sea una buena idea. La verdad es que siempre me ha gustado mucho cantar, me recuerda a mi madre, a las veces que nos disfrazábamos y jugábamos a ser cantantes. Bueno, ya te he contado que ella lo era, pero cuando me tuvo dejó su carrera musical para volcarse en mi infancia y lo cierto es que yo estaba muy contenta; alguna vez había ido a eventos importantes a actuar, pero ya no grababa discos ni se iba de concierto. Solo acudía a galas benéficas y eventos importantes. No negaré que a mí no me importaría tener esa vida, llena de glamur y de fiestas, pero ella quería estar con su familia y, oye, bien respetable que es esa decisión.

Voy con Roquet jugando por el parque y dándole vueltas a la cabeza: es increíble lo que me acaba de pasar, es casi de locos, pero oye, a mí me gusta cantar y ahora tampoco es que tenga nada mejor que hacer, ¿por qué no probar? Además, he decidido disfrutar de mí y como no estoy atada a nadie, ¿por qué no hacerlo?, así que voy a ver a mi padre para ver qué piensa él.


En menos que canta un gallo he dejado a Roquet en casa. «Espero que no se coma más zapatos», pienso, y me planto delante de su trabajo. No te lo he dicho pero es médico, un cirujano buenísimo, tiene su propia clínica por lo que no me hace falta llamarle para ver dónde está, ya que siempre está ahí. Cuando llego saludo a Sonia, la recepcionista, que me informa que mi padre está en su despacho.

—¡Hola, papá! ¿Cómo estás? Pasaba por aquí y quería comentarte una cosa muy curiosa que me ha pasado hoy paseando a Roquet.

—No me lo digas, ¿has conocido a un deportista atlético y te has enamorado locamente?

No te lo he dicho pero mi padre está fatal, como Carol, también quiere buscarme un novio que me ame hasta el infinito y más allá, como él siempre dice que amaba a mi madre, bueno, aún la ama.

—¡No! ¿Sabes qué? he tomado una decisión y es que paso de chicos. No quiero más historias que nunca terminan bien, estoy cansada de sufrir. Además, papá, sabes que lo que quiero no lo puedo tener, así que para que buscar sustitutos. —Pone los ojos en blanco, me conoce muy bien y sabe que al único que le pertenece mi corazón es a Lucas—. Bueno, pues lo que te decía, que iba cantando por el parque y se me ha presentado un productor musical, quiere que haga una prueba para cantar un dúo con un cantante nuevo que está promocionando. —Contemplo su reacción, sonríe, me mira. ¿Contento? No sé descifrar si es ilusión, felicidad o qué es.

—Hija, ¡qué bien! Podrías seguir los pasos de tu madre, siempre has cantado muy bien y eres muy capaz.

—Papá, ¿puedo preguntarte algo? —Nunca me atreví a preguntárselo antes, pero ya que hemos sacado el tema—. ¿Por qué mamá dejó de cantar? Bueno, me refiero a sacar discos y eso, era muy buena y tenía muchos fans, todos los medios la adoraban.

—Bueno, tu madre decidió que no quería dejarte sola, y a mí tampoco, y yo fui muy egoísta al permitirle quedarse con nosotros, pero en cierto modo no quería sentirme solo. No es que no quisiera ir con ella a esas fiestas y disfrutar de sus éxitos, pero entiende que mi trabajo no lo puedo hacer por teléfono, tengo que estar aquí, salvar vidas…, aunque no pude salvar la de ella. —Lo dice con un tono de tristeza y la mirada perdida—. Pero eso ahora ya es pasado y tú me has dado una alegría. Me gustaría mucho que siguieras sus pasos, te lleven adónde te lleven, que estoy seguro que será lejos siempre y cuando tú quieras.

—Gracias, papá, sé que siempre apoyarás cualquier decisión que tome y quiero que sepas lo importante que es eso para mí. ¡Pues está decidido, a cantar se ha dicho! Sabes que te quiero, ¿verdad?

—Sí, hija, hasta el infinito y más allá.

Me alegra haber hablado con mi padre de todo esto y conocer su punto de vista.


Ya han pasado un par de días y me encuentro delante del estudio con mi amiga Maka, que se ha empeñado en acompañarme. Subimos a la tercera planta, que es donde está el estudio de música, y Leopoldo sale a saludarnos.

—Me alegra mucho tenerte aquí. Mira, os enseñaré todo esto: este es el salón de grabación. He preparado esta canción para la prueba. Como te escuché cantar en el parque a Whitney Houston, he pensado que te sentirías cómoda cantando una de sus canciones. ¿Te parece bien?

—Sí, claro, me encanta, es una de mis cantantes favoritas. Mira, te presento a mi amiga Maka, que se ha empeñado en acompañarme.

—Encantado, ¿tú también cantas?

—No, que va, se me da fatal, pero Ella es fantástica. Bueno, ya la escucharás.

De repente entro en el estudio y me colocan unos cascos enormes, me plantan delante de un micrófono y empieza a sonar una melodía preciosa de la canción que canté en el parque, One moment in time, y mi voz comienza a escucharse como si toda la vida me hubiera dedicado a aquello, supongo que lo llevo en los genes. De repente aparece por detrás de la cristalera un chico que no deja de mirarme. Es moreno, ojos verdes, alto, guapísimo, y me desconcentra un poco, pero logro volver a recuperar la compostura. «No pienses en chicos que no son buenos para ti, además tiene pinta de malote…». Sigo con mi canción, de repente entra en la sala de grabación y canta junto a mí. «¡Dios! ¡Qué voz!», y me quedo cortada mirándolo como atontada.

—Perdona, no he podido evitarlo, es que cantas muy bien y esta canción me gusta mucho, no quería incomodarte. —Parece arrepentido de interrumpirme con la canción.

—No, tranquilo, es solo que me he sobresaltado y me ha dado un poco de vergüenza. —Miento como una bellaca, canto delante de la gente desde que tenía cinco años, vergüenza no es, es otra cosa que no acabo de identificar.

—Me llamo Noah y tú eres…

—Ella, me llamo Ella, tú debes de ser el chico que me dijo Leopoldo, el que busca una voz femenina para un dueto.

—Sí, y la acabo de encontrar, si tú quieres claro… Me gusta mucho tu tono de voz, y creo que podemos encajar bien.

—Bueno, tendré que aprenderme la letra y eso, pero me parece bien. —Creo que yo con este tío encajaría bien dónde fuera. Tú no lo has visto pero está como un tren. Mi mente me la juega: «¡Que paso de tíos!», le grito alto y claro para que se entere porque por lo visto no lo sabe aún.

Leopoldo aplaude y sonríe, no sé si porque cree que voy a ser un buen fondo de inversión para él o porque cree que de verdad puedo triunfar en esto. Pero de momento creo que aparcaré mi sueño de abrir un bar de copas y lo sustituiré por el de cantar, que también es otra cosa que siempre he querido.

Mi vida está empezando a cambiar, y sin saber cómo, he firmado un contrato con una importante cadena musical.

Mi amiga no para de hablarme del cantante del que ya no me acuerdo ni cómo se llama, pero sí de ese cuerpazo que tiene. Soy libre para elegir lo que quiero hacer con mi vida y de momento escucho una y mil veces la canción que quieren que cantemos que, por cierto, es preciosa, una balada lenta y romántica. No es lo que siento ahora, ya que huyo de lo romántico pero la canción es bonita de verdad.

El amor no es para mí

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