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“...Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante”.

Hebreos 12:1.

LA PACIENCIA

El término “paciencia” tiene dos acepciones fundamentales: una, es la ‘virtud consistente en sufrir los infortunios y trabajos sin que se perturbe el ánimo’; la otra, ‘espera y serenidad para las cosas que se desean mucho’.

Sobre esto último, puede decirse con propiedad que la paciencia es el componente principal de la perseverancia.

La PACIENCIA suele ser un árbol de raíz amarga, pero de frutos muy dulces.

“¿Quién puede aclarar el agua barrosa?”, preguntaba el sabio chino Lao Tsé, hace veintiséis siglos, “si la dejas, se aclarará por sí misma”. La paciencia es sin duda la virtud, más cultivada en oriente, pero muy descuidada en nuestro mundo occidental.

LA IMPORTANCIA DE LA PACIENCIA

Se trata de una virtud importante para el progreso de las artes y las ciencias, como lo expresan las siguientes citas:

“EL GENIO ES EL INFINITO ARTE DE TRABAJAR CON PACIENCIA”.

Thomas Carlyle

“EL GENIO NO ES MÁS QUE UNA IMPORTANTE DISPOSICIÓN PARA LA PACIENCIA”.

Louis Buffon

“EL ARTE Y LA CIENCIA NO BASTAN, ADEMÁS ES INDISPENSABLE LA PACIENCIA”.

Wolfgang Goethe

Si la paciencia es una virtud reconocida como valiosa por los grandes hombres, con cuánta más razón debemos cultivarla los hombres comunes.

Sobre la relación entre la paciencia y el mejoramiento propio, el escritor Richard Bach, en la célebre obra JUAN SALVADOR GAVIOTA, se expresó así: “El problema consiste en que debemos intentar la superación de nuestras limitaciones en orden, y con paciencia”.

LA PACIENCIA ES UNA VIRTUD PARA EL ÉXITO, PERO TAMBIÉN PARA LA ADVERSIDAD

“LA PACIENCIA HACE MÁS TOLERABLE LO QUE NO PUEDE IMPEDIRSE”, dijo, hace dos milenios, el filósofo romano Horacio.

Por eso el gran poeta John Milton, escribió en pleno padecimiento de su ceguera: “NO ES UNA DESDICHA SER CIEGO, SINO NO SER CAPAZ DE SOPORTAR LA CEGUERA”.

LA PACIENCIA Y LA VOLUNTAD

“Una travesía para escalar el Everest se reduce a algunos miles de pasos, de esfuerzos, de saltos, de cortes en el hielo y, del mismo, modo la vida de los más grandes sabios se reduce a una larga serie de pacientes esfuerzos. Obrar es, pues, realizar mil insignificantes acciones. En estas mil acciones, insignificantes en apariencia, se templa la voluntad”.

EL SECRETO DE LA PACIENCIA

Es el conocido principio del DIVIDE Y VENCERÁS aplicado al tiempo y a la ocasión.

“Cualquiera puede acarrear su carga, por ardua que sea, hasta el ocaso. Cualquiera puede realizar su trabajo, por arduo que sea, durante un día. Cualquiera puede vivir dulce, paciente, amorosa, puramente, durante veinticuatro horas”, aconsejó el gran escritor Robert Louis Stevenson.

Un dicho popular y anónimo confirma esto:

BASTA UN POCO CADA DÍA SI CADA DÍA SE ADQUIERE ESTE POCO.

Y la célebre asociación mundial Alcohólicos Anónimos utiliza el principio con eficacia, al recomendar con énfasis: “NO DECIDA CESAR DE BEBER PARA SIEMPRE. TAN SÓLO DECIDA QUE NO TOMARÁ UN TRAGO HOY”.

LA PACIENCIA ES EL VALOR DE LOS PEQUEÑOS Y SOSTENIDOS ESFUERZOS

“Es inconcebible lo que se hace con el tiempo cuando se tiene paciencia para esperarlo sin apresurarse”, escribió el gran orador francés Jean Baptiste Lacordaire.

“Observe la Naturaleza: un torrente devasta el valle de San Gervasio y apenas deja una cantidad insignificante de depósitos; por el contrario, la lenta acción de las heladas y de las lluvias, la marcha apenas sensible de los ventisqueros, disgregan todos los años, casi piedra por piedra, las peñas más enormes y acarrean a los valles prodigiosas masas de aluviones. Un torrente arrastrando gravas desgasta a diario el granito sobre el cual corre y llega, con los siglos, a excavar en la roca gargantas de gran profundidad. Lo mismo sucede con las obras humanas: todas proceden por la acumulación de esfuerzos tan pequeños, que mirados en sí mismos parecen completamente desproporcionados a la obra realizada”.

SI TU ÁRBOL DA FRUTO, REGOCÍJATE, PERO NO LO ARRANQUES HASTA QUE ESTÉ MADURO”.

Anónimo

INSPÍRESE EN LOS GRANDES EJEMPLOS

Los autores eminentes se distinguieron siempre por la paciencia y perseverancia en su labor. No brotaron sus obras con la impetuosidad del rayo, sino que las elaboraron, pacientemente, con belleza y gracia, sin dejar en ellas vestigio del esfuerzo realizado al componerlas.

“Sabido es cuán necesitado estaba el gran escritor inglés Thomas Carlyle mientras escribía su HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA. Al dejar listo el primer tomo para la imprenta, prestó el manuscrito a un vecino, quien descuidadamente lo dejó por el suelo, y la criada lo recogió para encender el fuego, creída de que eran papeles inútiles. Cabe suponer el amargo disgusto del escritor; pero no era Carlyle hombre que fácilmente cediese a la desesperación, y al cabo de algunos meses había rehecho el quemado manuscrito, después de volver a consultar cientos de volúmenes”.

Le rogaron a Charles Dickens que leyera en público alguna de sus narraciones, respondió diciendo que le faltaba tiempo, pues tenía la costumbre de leer diariamente un mismo trabajo durante seis meses antes de leerlo en público, porque confesaba que el único mérito de sus producciones era la humilde, paciente y prolongada atención con que las componía.

Charles Darwin se pasó quince años verificando EL ORIGEN DE LAS ESPECIES. Los libros de memorias de hombres tan eminentes como Hawthorne y Emerson nos informan del enorme y perseverante trabajo que emplearon en libros cuya lectura acabamos en una hora. Montesquieu tardó veinticinco años en componer EL ESPÍRITU DE LAS LEYES, y Adam Smith estuvo diez atareado en LA RIQUEZA DE LAS NACIONES. Un condiscípulo se burló cierta vez de Eurípides, porque había estado tres días para escribir tres líneas, cuando él había escrito ya quinientas, a lo que repuso Eurípides: “Pero tus quinientas líneas quedarán muertas y olvidadas, mientras que mis tres vivirán eternamente”. Ariosto escribió de dieciséis formas distintas su DESCRIPCIÓN DE UNA TEMPESTAD y empleó diez años en ORLANDO FURIOSO, del que sólo pudo vender cien ejemplares a seis reales. Adán Tucker trabajó dieciocho años en su LUZ DE LA NATURALEZA.

Las obras maestras de la literatura se compusieron línea por línea, párrafo por párrafo y algunas se rehicieron doce veces. Lucrecio empleó casi toda su vida en la composición del famoso poema DE RERUM NATURA.

Rousseau, cuyo estilo es tan elegante y ameno, decía de su propia labor:

“Mis manuscritos, emborronados, raspados, con tachones e interlíneas y apenas legibles, atestiguan el trabajo que me costaron. Todos los rehíce cuatro o cinco veces antes de darlos a la imprenta […]. Volví y revolví en mi mente algunas cláusulas durante cinco o seis noches antes de transcribirlas al papel”.

Beethoven aventajó, tal vez, a los demás compositores en paciente fidelidad y persistente aplicación. Difícilmente se encontraría en su música una línea que no la hubiese compuesto y corregido, por lo menos doce veces.

Platón escribió de nueve modos distintos la primera frase de su REPÚBLICA, antes de pasarla en limpio. Virgilio tardó siete años en escribir las GEÓRGICAS y doce en componer la ENEIDA, quedó tan descontento con este poema, que le dieron tentaciones de levantarse de su lecho de muerte para entregarlo a las llamas.

LA PACIENCIA TAMBIÉN ES INTERÉS

Resulta muy interesante el testimonio de un profesional que trabajó con el genial dibujante y productor Walt Disney:

“—¿Qué hacemos para captar las espeluznantes escenas de lucha a muerte como la del halcón que mata a la cascabel en THE LIVING DESERT?

“—Será cuestión de paciencia—apunté yo.

“—No precisamente—rectificó Disney—. Paciencia es lo que necesita uno cuando, listo para salir a la calle, aguarda al pie de la escalera a que su mujer acabe de arreglarse. Vea, por ejemplo, a los Milotte —dice señalando a la pareja sentada al otro lado del restaurante de los estudios—. Cuando rodaban PROWLERS OF THE EVERGLADES”, pasaron seis semanas aguardando que saliera del cascarón un caimancillo, y cuarenta días acechando a las garzas en espera de que una de ellas pescara un pez a corta distancia para fotografiarla en el acto. PUDIERA decirse que eso es paciencia; yo prefiero llamarlo INTERÉS”.

Las claves del éxito

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