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“Sabemos demasiado y sentimos muy poco. Al menos, sentimos muy poco de esas emociones creativas de las que surge una buena vida”.

Bertrand Russell

LAS EMOCIONES

La “emoción” es definida como un ‘estado de ánimo que se caracteriza por una conmoción orgánica, producto de sentimientos, ideas o recuerdos, y que puede traducirse en gestos, actitudes, risa, llanto, etcétera’.

Según Charles Darwin, las emociones se han desarrollado, en su origen, para preparar a los animales para la acción, en especial en una situación de emergencia.

Cada emoción está vinculada a elementos fisiológicos precisos: tanto la respiración como el tono muscular, la postura, los movimientos y las expresiones faciales. Las pautas fisiológicas o musculares habituales comienzan a determinar por sí mismas los estados anímicos.

Los elementos de una emoción son tres:

1) Una situación que genera sentimientos, ideas o recuerdos.

2) El estado de ánimo consiguiente.

3) La conmoción orgánica expresada en gestos, actitudes, risa, llanto...

Cuando usted dice: “Fulano me sacó de quicio”, supone que la emoción es el resultado directo de un hecho externo: lo que alguien hizo. Usted toma conciencia de la emoción, pero no de la interpretación automática de lo sucedido. No es posible reaccionar directamente a un hecho determinado: antes de reaccionar, tenemos que interpretarlo. Los sentimientos no surgen hasta tanto la mente no haya captado lo que sucedió y decidido su significado. Esa tarea es realizada por la mente empírica, y la lleva a cabo tan automáticamente que no nos percatamos de que la mente está funcionando. Todo lo que sabemos es que reaccionamos emotivamente a algo que sucedió.

Los terapeutas cognoscitivos Aaron Beck, Albert Ellis y Donald Meichenbaum, insisten, además, en que son los pensamientos los que determinan los sentimientos.

POR QUÉ SON IMPORTANTES LAS EMOCIONES POSITIVAS

Dice el Ing. Arturo Garibaldi Guarino: “La emoción desempeña en la mayoría de los hombres un papel mucho más considerable y decisivo que la sana razón, y mucho más que la inteligencia, preside el destino de los individuos, de las naciones, de la humanidad”. Si nos fijamos en los hombres y mujeres que son considerados como “magnéticos”, encontraremos que, casi invariablemente, son aquellos que tienen lo que se llama vulgarmente “alma”, o lo que es lo mismo, que inducen y manifiestan “sentimiento o emoción”. Revelan rasgos de carácter y naturaleza similares a los de los actores y actrices. Exteriorizan una parte de sí mismos, que parece afectar a los que se ponen en contacto con ellos.

George Vaillant, un psiquiatra que hizo el seguimiento de un grupo de estudiantes de Harvard desde los años previos a su graduación hasta la mediana edad, comprobó, con gran sorpresa, que quienes tuvieron el mayor grado de control emocional durante su época de estudiantes fueron, de adultos, las personas más felices, sanas y exitosas.

Esto es fácil de comprender: mientras la depresión o el miedo son estados pasivos, la confianza en sí mismo o el optimismo son activos.

LAS PRINCIPALES EMOCIONES NEGATIVAS

LA IRA

No es necesario comentar demasiado los efectos nocivos de esta emoción que nos perjudica tanto en nuestra vida familiar, como en la social y laboral.

Ha dicho de ella el filósofo Denis Diderot: “La cólera perjudica el sosiego de la vida y la salud del cuerpo, ofusca el juicio y ciega la razón”.

Y el poeta romano Ovidio, hace muchos siglos, señaló el enorme peligro de convertir los arranques de ira en un verdadero hábito emocional: “No os entreguéis por demasiado tiempo a la ira: una ira prolongada engendra odio”.

EL RESENTIMIENTO

El “resentimiento” es una resistencia mental a lo que ya ha ocurrido. La palabra misma procede de dos vocablos latinos: RE, que significa ‘repetición’, y SENTIRE, ‘sentir’. El resentimiento se basa, por lo tanto, en la “recreación” emotiva o en la vuelta a la lucha contra un suceso ocurrido. El resentido queda paralizado al tratar de cambiar lo imposible: el pasado.

El resentimiento conduce a la autocompasión: el peor de los hábitos emocionales.

No olvide el pensamiento del antiguo filósofo Diógenes: “Todo hombre es ofendido por sí mismo”.

El único consejo posible: no se quede “pegado” al pasado ni con el pensamiento (la causa) ni con el sentimiento (el efecto).

EL MIEDO

El temor, como todas las emociones, obedeció en los animales a un fin importante, en este caso, ser alertado para la defensa.

En el ser humano, el temor puede ser, en la atmósfera mental, lo que el anhídrido carbónico es en el ambiente material, porque ocasiona la asfixia mental, moral y espiritual y, a veces, la muerte de toda energía y la paralización de todo crecimiento orgánico, y de toda prosperidad individual.

La ansiedad es el temor de ser heridos o de perder algo. Sea el temor real o imaginario, el sentimiento es el mismo. La ansiedad varía desde la leve aprensión de quien prueba la temperatura del agua antes de nadar, hasta el pánico rayano en el caos de la persona totalmente incapaz de controlar sus funciones corporales. Entre estos dos extremos se encuentran los sentimientos de temor, miedo, irritabilidad, agitación, preocupación, impotencia, inseguridad, tensión, nerviosidad, cobardía, terror; todos ellos, grados diferentes de un sentimiento de incertidumbre en cuanto a la propia seguridad.

La pérdida de la estima también provoca ansiedad. Puede manifestarse como temor al fracaso, temor a ser descubierto como un individuo sin valor alguno o como temor al ridículo.

CÓMO ENCARAR EL MIEDO

- Ejercítese en la determinación. La determinación es un formidable antídoto contra el temor.

- No resista el sentimiento de miedo, pero tampoco permita ser paralizado. Como dice una famosa obra sobre el tema: “Tenga miedo y hágalo igual”.

- Pensar no vencerá el temor, pero la acción sí.

- “El mayor error que puede cometer el hombre, consiste en el temor de cometerlo”, decía Elbert Hubbard.

LA DEPRESIÓN

Cuando usted está deprimido, su cuerpo se moviliza (o se desmoviliza) para desconectarse. Y cuando se siente feliz, su cuerpo se moviliza para asumir compromisos y acciones positivas. Se activan determinados músculos para apoyar ciertas acciones, y su cerebro envía mensajes especiales a sus glándulas endocrinas (que controlan la producción y la liberación de hormonas) y a su sistema nervioso autónomo (que regula los órganos sobre los cuales usted no ejerce control voluntario, como el corazón y el estómago).

Dirigir la energía hacia afuera es el primer paso para romper el ciclo de la depresión que tiende a autoperpetuarse. La persona que se siente deprimida puede tener poca inclinación para salir y hacer algo. Estar deprimido consume una enorme cantidad de energía. Hacer del propio mundo un lugar habitable requiere energía, de la cual a la persona deprimida le queda poco para invertir. Es evidente que la persona deprimida y la feliz que contemplan el mismo paisaje otoñal reaccionan diferente con respecto al mismo mundo exterior. Si suponemos que los sentidos de ambas son normales, las impresiones sensoriales recibidas tienen que ser, en gran parte, las mismas. Con todo hay una gran diferencia en el mundo experimentado por cada una de ellas. La persona feliz contempla el paisaje y ve en él un reflejo de sus sentimientos positivos. La persona deprimida sólo halla en él razones adicionales para sentirse deprimida.

“EL QUE TEME PADECER, PADECE YA LO QUE TEME”.

Michel de Montaigne

EL PRIMER PASO PARA EL CONTROL DE LAS EMOCIONES ES COMPRENDER NUESTROS SENTIMIENTOS

El Dr. David Viscott era contundente en este punto: “La persona que no comprende los sentimientos debajo de sus actos, no se comprende, en realidad, a sí misma”.

Los sentimientos nos definen en forma más directa y más completa que nada.

Nos definen además, en nuestro tiempo. La pérdida en el futuro es percibida como temor. La pérdida en el presente es sentida como dolor. La pérdida en el pasado es experimentada como enojo.

El Dr. Melvyn Kinder, como muchas otras autoridades, sostiene que nuestras emociones tienen orígenes biológicos. Cada uno de nosotros nace con un temperamento emocional innato y único, impulsado biológicamente. Quiénes somos y cómo reaccionamos al mundo que nos rodea está determinado más por esos rasgos innatos que por el ambiente o nuestra crianza.

“No estoy sugiriendo —dice el Dr. Kinder— que la biología sea el destino. La influencia ambiental, las opciones morales que definen nuestro carácter y la variedad de oportunidades que nos presenta la vida, todo nos hace lo que somos. Cuando subrayamos los determinantes biológicos o genéticos de nuestras emociones, y afirmamos su primacía, deseamos que el lector sepa que hay aún un vasto espacio para la modificación y orquestación consciente y deliberada de las emociones, pero sólo cuando los esfuerzos se basan en las nuevas verdades sobre las emociones”.

No es posible cambiar los determinantes biológicos viscerales de los sentimientos. Lo que se puede hacer es cambiar el modo de relacionarse con las propias emociones y modificar los modos en que se responde a ellas. La aceptación es un proceso activo, no es pasivo ni es resignación. La aceptación es el primer paso en la habilitación y el manejo emocional.

Aceptar las emociones, en lugar de atenuarlas, es el único modo en que se aprende a orquestarlas y, de esa manera, a manejarlas. No olvide que lo que es resistido tiende a persistir.

EL SEGUNDO PASO PARA EL CONTROL DE LAS EMOCIONES ES DISOCIARLAS DE LA SENSACIÓN CORPORAL

Existe la siguiente ley: NO HAY EMOCIÓN DISOCIADA DE TODA SENSACIÓN CORPORAL. El Dr. Juan García Casas lo plantea así: “Si se suprimen en el miedo los síntomas físicos; se devuelve la calma al pulso agitado; a la mirada, su firmeza; al rostro, su color normal; a los movimientos, su rapidez y su seguridad; a la lengua, su actividad; al pensamiento, su claridad, ¿qué queda del miedo?”

Escribió el célebre psicólogo William James: “Si nosotros nos representamos una fuerte emoción, y enseguida procuramos abstraer de la conciencia que de ella tengamos todas las sensaciones de sus síntomas corporales, nos encontramos con que no nos queda nada”.

Cuando una emoción hierve en nosotros, podemos impedir que se traduzca al exterior. La cólera tiene necesidad, para expresarse, de los puños cerrados, de las mandíbulas apretadas, de la contracción de los músculos de la cara y de una anhelante respiración; pero se puede ordenar a los músculos que se relajen, a la boca que sonría, y moderar los espasmos respiratorios. Si no se han tratado de apagar las primeras manifestaciones, cuando son todavía débiles, de la naciente emoción; si se la ha dejado crecer, los esfuerzos quizá sean inútiles; sobre todo, si desde adentro la voluntad no acude con el socorro de otros sentimientos, tales como el de la dignidad personal, el raciocinio, la verdadera perspectiva, etcétera.

Las claves del éxito

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